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LO QUE PUDO PASAR, PASÓ

"Esta historia trata de cómo un fin de semana tranquilo se transformó a lo contrario con una buena amiga mía y mi marido. Y de cómo terminamos haciendo realidad una de nuestras fantasías recurrentes a pesar de que ninguno tenía la más mínima intención de ello."

 

La verdad es que a veces no sé como pasan las cosas. Simplemente fluyen hacia un final que no esperas. Aunque lo más curioso es que cuando llega no te sorprende por mucho que lo deseases o no.

Esta historia trata de cómo un fin de semana tranquilo se transformó a lo contrario con una buena amiga mía y mi marido. Y de cómo terminamos haciendo realidad una de nuestras fantasías recurrentes a pesar de que ninguno tenía la más mínima intención de ello.

Todo comenzó cuando, hablando con mi amiga por teléfono, le propuse que se viniese a pasar unos días con nosotros a nuestra casa en el campo. No estaba pasando por un buen momento ni sentimental ni en trabajo y pretendía que se “olvidara” un poco dando largos paseos en bici, saliendo de marcha, leyendo en la piscina… en resumen que pretendíamos animarla un poco del bajón que estaba pasando. Mi marido con ella es muy amable y siempre consigue hacerla reír de corazón (irresistible para las nosotras. Tomad nota chicos) y los dos le tenemos un cariño muy especial, algo así como si fuese mi hermana. No penséis mal, aun no, hablo de un aprecio casto y sincero.

Ella llegó a la estación de tren del pueblo al lado de casa y mi marido fue a recogerla. Como sabía que estaba muy mal de ánimos hizo todo lo que pudo por alegrarla y ya llegaron a casa riéndose y contando tonterías. Habían pasado por el supermercado y comprado cosas para esos días, principalmente frutas, bebidas, carnes y verduras para la para la parrilla, tabaco y poco más. Nosotros apenas bebemos y siempre tenemos una “bodeguita” en casa que se nos caduca. De todos modos el fin de semana prometía ser tranquilo, jugando a las cartas, entreteniéndola un poco y haciendo de pañuelo de lágrimas la mayor parte del tiempo.

Estos días había hecho un calor anormal para mi tierra en esta época, así cuando llegaron les propuse ir inmediatamente a la piscina. Subimos las maletas de Silvia (así vamos a llamar a mi amiga) y Magnus (así vamos a llamar a mi marido) se ofreció a preparar la comida mientras nosotras nos bañábamos (lo normal, he tenido la suerte de que le guste la cocina,,, un chollo porque a mí no atrae nada de nada). Así que él muy cielo se quedó arriba mientras nosotras no bajamos a darnos un chapuzón. Nuestra piscina está en el sótano y es de invierno así que en verano, aunque la apagamos, hace un calor en la habitación tremendo y todos nos tiramos de cabeza nada más entrar. Tengo que reconocer que es uno de nuestros principales pasatiempos cuando estamos solos. Transpirando y calentitos dentro del agua mientras fuera nieva… una delicia… (lo dejaré para otra ocasión).

Bueno mi primera sorpresa fue cuando nos desnudamos para ponernos el bañador. Silvia me dijo que estaba guapísima, que había adelgazado, que estaba estupenda. Eso me puso el ánimo por la nubes. Un dulce no le amarga a nadie, y menos a mi. Yo no me encuentro muy atractiva la verdad, pero sé que ese es un problema que tengo, Soy consciente de que los demás no me ven así y que “levanto pasiones”. Lo que, por otro lado, me encanta. Mido uno setenta y cinco y estoy bien proporcionada, con unos pechos bastante hermosos (apetecibles a toda hora dice él) y me siento muy orgullosa de mi culete. Yo no me veo así, pero me sé rubia-guapa-exuberante, y de hecho me han propuesto para modelo en más de una ocasión.

Bueno, vale, aquí si lo puedo confesar, en realidad me gusta mucho mirarme al espejo, en la soledad de mi habitación me encuentro realmente atractiva.

Mi amiga Silvia me sorprendió aun más. No la veía desnuda desde las duchas del colegio donde, sinceridad primero, sentía una atracción por ella que no entendía en ese momento. Una especie de cariño de amiga realmente especial, de admiración. La veía realmente irresistible y entendía que los chicos se volvieran tontos con ella. Sentía algo de celos pero no de los chicos, de ella y siempre pensé que era porque, al fin y al cavo, era mi amiga y quería estar más tiempo con ella.

Ahora estaba realmente hecha toda una mujer. Sus pechos, que no son muy grandes, pequeños más bien, son realmente atractivos y sus curvas, como las dunas de un cálido atardecer rojizo en el desierto, eran como una cascada de sensualidad que se derramaba desde su nuca, al aire bajo su corto pelo castaño rojizo, pasando por una elegante espalda, curvándose hasta su suave culete y siguiendo el ritmo de un pequeño ombligo como un guiño antes de una pequeñísima tripita como un adelanto de lo que hay más abajo. Tan sensual como siempre. Toda una pequeña provocación con su metro setenta de atractivo moreno aterciopelado y sus dos ojos melosos.

-Los tiene que volver locos- pensé, ya que siempre le había gustado mucho seducir pero sin llegar a nada más. En el fondo siempre ha sido muy remilgada y ha dejado tras de sí toda una pléyade de corazones (y otras vísceras) destrozadas a su paso. Seguro que era la única del grupo del cole que llegaba virgen al altar, con eso todo dicho.

Pero de repente me di cuenta de lo tenía todo depilado, ¡del todo!. Fue una sorpresa que no me esperaba y he de reconocer que eso la hacía mucho más atractiva de lo normal. Parecía tan cuidado y suave que comprendí que a algunos hombres les resultase así más atractivo, la misma diferencia de una axila depilada y a sin depilar. He de reconocer que me costó mucho trabajo no mirarla y de repente me encontré ruborizada mirandola fijamente a la cara para que ella no notara que mis ojos se desviaban casi sin querer abajo, a sus pequeños pero atractivos pechos, con dos casi coquetos pezones como dos botoncitos, y más abajo aun, a su certero ombligo, y aun más abajo aun donde el vello ya no hacía de frontera definida y solamente el sutil bronceado de la piel indicaba que se entraba en zona privada, reservada e intima. Pero gracias al cielo ella no se dio cuenta mientras me hablaba de lo maravilloso que era poder pasar con nosotros el fin de semana y de lo bien que lo pasábamos juntas de pequeñas jugando a maquillarnos y hablando de chicos.

No voy a negar aquí que he tenido deseos y fantasías con otras mujeres, como todas supongo. Según tengo entendido es normal en la mayoría de nosotras. Pero lo que realmente me turbaba esta vez es que nunca me había fijado en otra chica. Realmente nunca me había sentido atraída por otra mujer. Mis fantasías y ensoñaciones no tenían cara ni personalidad definida. Eran simples objetos de deseo que una vez pasado el momento desaparecían como vinieron. Esto era algo que tenia plenamente asumido y que incluso disfrutaba y disfrutábamos juntos. Pero jamás había pasado de eso, de una mera fantasía sin personajes definidos, sin expectativas de realizarse ni ganas reales de hacerlo. Solo fantasía. Sentir ahora ese deseo tan masculino de mirar me inquietó bastante y a la vez sonó como los acordes de una orquesta ensayando antes de empezar, como la suave brisa antes de la lluvia, como la tenue luz rompiendo la noche antes de amanecer. De repente me di cuenta, me había sentido atraída por el cuerpo de una mujer. Intenté quitármelo rápidamente de la cabeza. Casi me escandalizaba a mi misma y razoné que tanta fantasía y tanto desenfreno tenía ahora que tener su consecuencia así que decidí pararlo en seco (….si chicos, alucinar, pero todas las mujeres podemos hacerlo) y me centré en la conversación mientras nos poníamos el bañador.

La entrada en el agua fresquita, además de un tremendo alivio del calor sofocante que hacía en la piscina, me ayudo enormemente a conseguirlo y en solo unos instantes desapareció del todo y sin dejar rastro, como un sueño olvidado.

Hablábamos de nuestros buenos años en Marbella riéndonos al recordar las travesuras de aquellos tiempos y las juergas hasta las tantas cuando mi marido llamo a la puerta de la piscina. Sabía que podíamos estar desnudas y quiso avisar para no pillarnos y crear una situación incómoda.

Cuando le dije que podía pasar, que estábamos visibles y el agua estaba estupenda apareció para decirnos que el arroz que había hecho estaba reposando y que en diez minutos subiéramos a comer. Entonces las dos le animamos a darse un baño porque el pobre parecía realmente axficsiado y el agua estaba buenísima. Aceptando nuestra proposición nos dijo que iría a ponerse el bañador y venia enseguida. Es un gran tímido y nunca se le ocurriría cambiarse delante de Silvia.

Magnus hace realmente honor a su nombre, es enorme. No es que sea muy, muy alto, pero sus uno ochenta y pico están muy bien proporcionados, sin ser un machacado del gimnasio (que creo que jamás ha pisado) se notan con claridad sus marcados músculos en los brazos. Su pecho es grande y fuerte (perfecto para dormir acurrucada en una tormenta), aunque no tiene una “tableta de chocolate” no le sobra un gramo y sus piernas, cinceladas y poderosas, me han hecho alguna vez pensar en él cómo en un centauro…. y su culete, ….mmmm su culo es para volverse loca… a mordiscos. He de reconocer que una de mis debilidades, uno de mis vicios, tal vez una de mis más escondidas perversiones es notar como esos músculos potentes de su trasero se ponen rítmicamente como piedras bajo la presión de mis manos mientras él, encima mía, me da todo el placer que es capaz de darme y yo sentir.

Pero su timidez se vería aun muy “castigada” hoy. Silvia, salpicándolo, le dijo entre risas que donde iba, que estaba atontao por el calor, que el bañador lo tenía colgado en la ducha junto a la piscina. El pobre se quedó cortado y moviendo la cabeza como en resignación de su despiste lo cogió para irse con el a cambiarse. Entonces Silvia empezó con la broma de que se quedara, que nosotras nos habíamos cambiado aquí y él también tenía que hacerlo. Bromeaba de cachondeo con que queríamos un estriptis y yo le seguí la broma sabiendo lo tímido que es. El pobre lo estaba pasando fatal y estaba paralizado mirándome sin saber qué hacer. Así que como vio que yo le seguía la broma a mi amiga intentó el mal truco de la toalla. Sencillamente fue ridículo. Nosotras gritándole partidas de risa y el esforzándose en quitarse los pantalones y ponerse el bañador debajo de la toalla sin que se viese nada. Esa es una disciplina playera para la que los hombres no tienen habilidad, reconozcámoslo. Era desde luego el estriptis menos sexi que nadie se puede imaginar y nosotras lo jaleábamos aun más por eso. “Tío bueno” “Macizo”, le jaleaba ella, “esta noche te vas a enterar”, le gritaba yo, y el pobre cada vez estaba más nervioso así que cuando se iba a subir por fin el bañador debajo de la toalla esta se cayó, dejando al aire su precioso culete, aunque él se cubrió a la velocidad del rayo. Nervioso, rojo como un tomate, se dio la vuelta y riéndose como un niño que hacia una travesura se tiró a la piscina salpicando lo más posible. A lo que nosotras respondimos las dos contra él a la vez salpicándole y intentando hacerle ahogadillas, cosa que no conseguimos, claro. Éramos como dos ligeras y gráciles nutrias intentado ahogar a un oso. Nos cogió a cada una con un brazo y nos lanzó casi sacándonos del agua. A esto, claro está, nosotras respondimos aun con más ganas. ¡Las chicas no se rinden! y nos abalanzamos las dos a la vez sobre él. Estábamos en ese juego cuando de repente Magnus se escabullo y diciendo que se pasaba el arroz salió corriendo de la piscina haciendo mutis por el foro. Me pareció un poco precipitado y nervioso, pero ´rl para eso de la comida es algo “don perfecto”, así que no le di más importancia. Simplemente se había acordado de repente.

La comida fue realmente agradable, contando bromas y chistes tontos. El arroz estuvo muy bueno (algo normal con mi marido). El ambiente distendido y alegre, era como el de unas buenas vacaciones. Así que hicimos planes para la tarde. Nosotras queríamos estar una rato más en la piscina y tomar el sol mientras mi chico se dormía una siestecita. Después podríamos ir al pueblo en bici a tomar un helado y dar una vuelta. Quedamos en volver a cenar a casa y ver una buena peli en la terraza al fresquito de la noche que era lo que más nos apetecía a los tres.

Después de la comida vino la segunda sorpresa del día. Magnus se fue a descansar y Silvia y yo nos bajamos a las hamacas del jardín. Después de un buen rato hablando sobre todo lo divino y lo humano, arreglando el mundo y recordando buenos momentos decidimos darnos un baño para refrescarnos un poco.

Fue a la vuelta de la piscina cuando me dijo, en un tono algo pillin y secreto que me tenía que comentar algo. Yo por supuesto la animé diciéndole que los secretos eran lo que más me gustaba. Ella se quedó callada y yo, divertida e impaciente, le dije que no se lo pensara, que me lo contara ¡YA!. Ella me pidió que no me molestara, que era algo políticamente muy incorrecto. Al preguntarle que porque me iba a molestar mi actitud ya cambió de curiosa divertida a intrigada expectante. Cuando a una le advierten que se puede molestar inmediatamente se molesta, es física femenina elemental. Entonces ella empezó a hablar con una vibración de duda en la voz. Yo estaba cada vez más impaciente. Su mirada parecía pedir perdón de antemano cuando me dijo casi en un susurro que sabia porqué Magnus había salido corriendo de la piscina. Entonces reconozco que me descuadré. Esta está tonta pensé. “Porque se le pasaba el arroz. Él mismo lo dijo” le espeté. En ese momento su mirada cambió de cortada a pillina y, con musiquilla de picaruela me dijo un “no, no, no. La que no te enteras eres tu…” y se echo a reír a carcajadas. Eso fue el colmo para mi paciencia, me estaba empezando a desesperar de verdad. “¿Entonces qué?”, les respondí algo seria, casi molesta. Ella, con un tono más pillin aun se acercó a mí y me dijo al oído “se ha ido porque le tocaba izar la bandera”. Mi cara debió ser el espejo del alma, ahora si que no entendía nada, y le respondí con un gesto que lo decía. “Que tenia tienda de campaña” siguió con el tonito rítmico y picarón de las narices. “¿Qué tienda ni qué puñetas?¿De que hablas?” le dije yo ya desesperada (ahora ya sé que debí parecer más que tonta alelada). “Joer, no te enteras o no te quieres enterar” ahora la impaciente era ella “ que tu chico se ha ido porque se le a puesto el chisme como un mástil, que no te enteras”.

Ella se quedó callada, cortada, expectante, mirándome esperando mi reacción. Yo, también cortada, no sabía que decir. El silencio se alargó unos segundos más de lo normal y de repente a mi me dio la risa. Ella me siguió y rompimos a carcajadas en una de esas explosiones contagiosas que no puedes parar. Ya no sabíamos si nos reíamos de nosotras mismas o del corte que debió pasar el pobre Magnus. Pero ese el atractivo de ser mujer, en el fondo nos hace ilusión provocar esas reacciones en los hombres sin más intención que sentirnos capaz de hacerlo. Y eso es algo que nos divierte mucho hacer. Y si además lo hacemos con una buena amiga mejor y más divertido aun. Sé que para los hombres esto es incomprensible, ellos ponen en marcha el motor (por cierto con asombrosa facilidad) y solo tienen una meta, llegar. Para nosotras puede ser de lo más divertido y ahora lo estaba siendo. Silvia lo imitaba diciendo cortado “lo siento pero me tengo que ir” mientras corría de un lado para otro medio agachada como tapándose la entrepierna. Yo me metí la mano por debajo del bañador e imitando “la tienda de campaña” con el dedo me reía diciendo “el arroz”, “que se me va el arroz”, “que se quema de caliente”. Fueron unas muy buenas risas y nos desahogamos a gusto. La pobre no sabía cómo me lo iba a tomar pero al ver mi buena reacción se desinhibió.

Ahora es cuando vino la tercera sorpresa. Cuando ya nos fuimos tranquilizando y las risas fueron más relajadas Silvia retomó el tonito picaruelo y me dijo casi suspirando: “menuda suerte tienes chica, con tanta alegría no necesitas consuelo… ni consolador. A ver si un día me lo dejas” y volvió a echarse a reír. Yo me quedé algo cortada pero inmediatamente le seguí el juego y riéndome también le dije “eso es coto privado querida”. Entonces ella, aun partida de la risa, entre carcajadas me contesto partiéndose aun más “pues a ver cuando me invitas a pegar unos tiritos”. La explosión de risa comenzó otra vez a empezar. Aunque he de reconocer que esta vez yo también tenía algo de la risa tonta que me da cuando estoy cortada.

Las risas se fueron tranquilizando pero la cosa no quedó ahí. Cuando ya recuperamos la respiración, aun con el aliento algo entrecortado Silvia me comentó: “ El pobre, rodeado en la piscina por dos cuerpazos como estos no pudo evitar ponerse un poco alegre… lo entiendo chica, es normal”. “Con lo tímido que es, lo mal que lo habrá pasado el pobre” le contesté yo.

Entonces Silvia me sorprendió otra vez al decirme “ bueno, he de ser sincera contigo, cuando le he visto saliendo de la piscina yo también me he sorprendido a mi misma un poco”. Yo, mirándola intrigada la animé con un gesto a seguir contándome. Continuó: “Bueno chica, es normal, con tanto roce y tanta pelea… y además luego viendo ese armamento cargado salir de la piscina… bueno que una no es de piedra vamos…” y siguió con una risa timida. Yo no sabía que decirle y contesté “Es que mi chico es mucho hombre hija… te entiendo” y le devolví una sonrisa de complicidad. “Tu chico y tu, querida… estáis los dos para mojar pan”.

Silvia se asustó a si misma de lo que había dicho. Colorada como un tomate se tapó la boca como para no dejar salir más palabras. Yo me quedé aun más cortada, pero tenía que encontrar alguna manera de romper ese momento, ella estaba avergonzada. “¿Por qué te cortas chica?¿Es que nosotras no podemos decirnos lo buenas que estamos?” le dije intentando ir por el lado de la broma. “Si, si, claro perdona es que…”. “Que no te preocupes mujer”, la interrumpí “que ya no somos niñas”. Pero ella seguía aun avergonzada. Yo lo intenté de nuevo ofreciéndole compresión “¡Venga mujer! Que eso es normal. Nos pasa un poco a todas y tu simplemente has tenido un lapsus”. Entonces mi amiga me miró con una mezcla sorpresa, ilusión y timidez a la vez “¿en serio?¿a ti también te pasa”. “Claro” le respondí, sin saber que en ese momento abría la caja de Pandora.

Entonces fué como si le hubiese quietado un peso de encima. Me confesó que estaba preocupadísima desde hace un mes por algo que le pasó. Le daba muchísima vergüenza contármelo pero yo la animé a hacerlo con palabras de comprensión y apoyo. Después de mucho insistir se desahogó, no sin antes insistir en el corte que le daba contármelo.

“Estaba en casa sola y viendo la tele por la noche como todos los días y no echaban realmente nada que valiera un pimiento. Como estaba aun muy despierta y sin ganas de dormir me puse a ver qué películas ponían en la taquilla ese día, pero no encontré nada que mereciera la pena y no hubiese ya visto y me picó la curiosidad. Nunca había visto una peli porno y, aburrida, quise echarles un vistazo. Al fin y al cavo estaba sola. Así que la compré. Al principio me pareció un rollazo infumable. Los actores malísimos, el argumento absurdo, en definitiva lo peor de lo peor. Pero ya la había pagado y me pasó lo mismo que con los programas de tele-marketing de por la noche. Me enganché. La cuestión es que todo aquello fue subiendo de tono a lo burro. Al principio no tenía ni la más mínima gracia y no entendía que podría tener eso de estimulante, pero no podía dejar de mirarlo. Sin darme cuenta me fui encendiendo poco a poco, me da corte contártelo (pero siguió) y no podía dejar de mirar como dos hombres bailaban de la manera más sexi que jamás me pude imaginar con una sola chica en mitad de una discoteca. Ella les seguía con el ritmo de la música y los animaba a los dos a la vez. Ellos la rodearon y la abrazaron, uno delante y otro detrás, y con movimientos rítmicos de su cadera ella los rozaba a los dos a la vez mientras cada uno le besaba un lado del cuello y le acariciaban con ansia los pechos encima de la ropa. Yo me iba poniendo cada vez más y casi sin darme cuenta empecé a acariciarme los pechos como a la chica de la peli, estaba empezando a excitarme realmente, ahora ya no quería parar.

Entonces la escena cambio y los tres se fueron a un apartado en la discoteca y los chicos (sin nada que pareciera gay) empezaron a desnudarla besándole los pechos y la boca y metiéndole mano a la vez por todos sitios. Mientras, aun de pie, uno le daba un beso realmente apasionado en el cuello y le acariciaba los pecho, el otro ya estaba besándola por abajo. Yo ya estaba realmente a cien, notaba la humedad entre mis piernas y no pude evitar desplazar mi mano lentamente, paseándola antes por mis pechos liberándolos del sujetador, hasta llegar hasta donde me palpitaba ya con fuerza el deseo. En la tele todo estaba ya muy subido de tono y mientras uno la penetraba con fuerza el otro le dejaba besar su mejor parte. La tenia realmente enorme y ella la lamia con autentico deseo, suave y fuerte a la vez, muy sensual. Entonces yo no pude evitar imitarlo y sin saber muy bien como y casi sin darme cuenta, como embriagada por el placer, me desnudé por completo y tumbada en el sofá me acariciaba y me satisfacía con una mano y con la otras paseaba mis dedos de mis labios a mis encendidos pezones, que duros a más no poder multiplicaban las sensaciones con cada movimiento de mi otra mano. Imagínate como siguió la escena de la película. Un sándwich en el que yo fantaseada con estar en medio mientras disfrutaba de lo lindo de mi soledad. Entonces la peli cambió y yo bajé el ritmo para no irme enseguida. Para abreviarte ahora eran dos chicas y un chico. Y eso empezó a ponerme más todavía. Estaba realmente turbada y sorprendida pero tan encendida que no podía parar. Se besaban en sus cuellos y al ver como una le besaba uno de sus pezones sensualmente con la lengua casi estuve a punto de irme. Se metían mano la una a la otra mientras el chico les daba atenciones a las dos por igual acariciándolas, animándolas y besándolas. Yo estaba tan excitada como no había estado en mi vida. El colmo fue cuando vi como una chica le lamia con deliciosa pasión a la otra chica su humedad, delicadamente al principio y luego con más fuerza hundía su lengua y su boca entre los labios mayores de la otra. Cuando ya no podía más el chico empezó también a participar de ese fantástico beso y eso me llevó aun más alto. Los dos le estaban lamiendo bien, se besaban en su palpitante y húmedo ricón. Ese era el placer que yo en ese momento me imaginaba. Dos lenguas acariciándome, penetrándome a la vez que me lamian mi palpitante botoncito, estaba realmente al borde del exatsis. Pero cuando por fin ya exploté de placer fue cuando, mientras él la penetraba, la otra chica lamia y besaba a los dos por igual. Jugando con su lengua en la escena más excitante y sexual que me imaginé en mi vida, mezclándose jugos salivas y cuerpos. Me desperté desnuda en el sofá al día siguiente. Esto que me ha dado un poco de corte contártelo es para que entiendas donde empezó todo”. Entonces se quedó callada, muy cortada, creo que no se creía que había sido capaz de contarme todo ello. Esperaba una reacción por mi parte. Un gesto o una palabra que le librara de la vergüenza que esta pasando por haberme confesado algo tan íntimo y personal.

Yo le dije que eso era normal y que todas lo habíamos hecho alguna vez, que no se asustara. Lo que no le dije es que no todas lo contábamos con tal cantidad de detalles. Ahora yo era la que estaba realmente encendida y notaba como mi calidad humedad se mezclaba con el bañador mojado. Me daba tanto corte que no sabía si dejarla seguir o no dejar de hablar yo. Pero quise sobreponerme. Mi amiga necesitaba contarme algo y además yo estaba realmente avergonzada por estar tan excitada. Así que la animé a seguir contándome.

“Bueno pues lo que me pasó varios días después es lo que más me preocupa. Me desperté en mitad de la noche en un sueño húmedo en el que tenía relaciones con otra chica. No tenía ni cara ni nada y desde entonces ese deseo se ha convertido casi en el único. No puedo evitar sorprenderme a mi misma fantaseando en como seria hacerlo con otra. Estoy realmente preocupada porque no sé que me está pasando.”

Esto último me lo conto casi con un nudo en la garganta. Y yo estaba todavía muy excitada de todo lo que me había contado y no podía dejar de imaginarme su sensual cuerpo latiendo de placer en el sofá de su casa, que tan bien conozco, mientras se hacía de todo a si misma descubriendo lo que de verdad la excitaba viéndolo por la tele. No podía dejar de pensar en su cintura arqueada mientras seguía un ritmo frenético con su mano y con la otra jugaba con su lengua y sus pechos. Tenía que parar, me avergonzaba a mi misma. Mi amiga me necesitaba y yo estaba teniendo mi primera excitación con una mujer. No podía ser más inoportuna ni darme más corte. Así que decidí consolarla quitándole importancia y diciéndole que esa fase la hemos pasado todas. Que era algo normal y que en el fondo todas somos un poco bi pero que no pasa nada y que no quiere decir nada, Que todo es perfectamente normal y que no se agobiara.

Magnus apareció de pronto recién despierto de su siesta diciendo que nos fuéramos al pueblo en bici como habíamos quedado.

Fue como la campana que nos salvó de un momento un poco tenso. Aunque más tenso se volvió cuando al levantarnos me di cuenta de que Silvia se había mojado también al contarme sus aventuras en solitario. Decidí no darle más importancia ya que al fin y al cavo era normal al contar con tanto detalle algo tan caliente. En el fondo todo esto me daba un corte tremendo y me pareció fantástico cortarlo en seco. Por segunda vez en el día. Estaba realmente muy turbada.

Nos cambiamos de ropa para quitarnos los bañadores mojados, yo me puse un traje camisero y Silvia unos piratas con un blusón blanco. Cogimos las bicis y nos fuimos al pueblo que está a unos kilómetros de casa. Los tres íbamos hablando animosamente y riéndonos de tonterías. Mi amiga en ocasiones me lanzaba sonrisas de complicidad en las que, además, yo adivinaba el apuro que le daba ahora pensar en todo lo que me había contado. Las dos estábamos de acuerdo sin decirlo. Tema zanjado. Se ha desahogado, yo la he comprendido y le he asegurado que es normal. Se ha tranquilizado. Fin de la historia. A otra cosa mariposa.

Pero claro que la cosa no acabó aquí. De repente descubrí a Silvia mirándole el culo a Margnus que iba delante con la bici. Me miró y con un gesto mordiéndose el labio de abajo me hizo saber lo que le parecía... mmm delicioso. Yo simplemente me encogí de hombros, le guiñe un ojo y le sonreí. En ese instante me asaltaron unos celos terribles. Otra chica le estaba mirando el culo a mi marido y sabia que se ponía con ello. Estaba furiosa y me la imaginé haciéndoselo ella sola mientras pensaba en mi tímido marido. Supongo que ese pensamiento me asaltó con la intención de encender aun más mi enfado… pero para mi sorpresa no fue así. Me sorprendí mirando a mi amiga desde atrás e imaginando que se lo hacía a si misma pensado en Magnus, en nosotros. Me vino a la cabeza que ella estaba excitada pensando en mi maridito y yo disfrutando de lo lindo. Que seguro que la muy viciosa se lo haría pensando en nosotros… y eso, lejos de darme más celos o enfadarme, me excitó aun más. No lograba entenderme a mi misma pero mi deseo iba en aumento. De repente fui consciente del sillín de la bici bajo mi cosita ya bastante húmeda. Me incliné hacia delante hasta hacer que mi peso presionase en el sitio justo contra el sillín y a cada pedalada una ola de placer me invadía, poco a poco fue creciendo el gustito en silencio, como una bebida que te embriaga poco a poco, despacio, pero constantemente. Yo apretaba mis piernas contra el sillín y me inclinaba más para que mi propio peso intensificase las sensaciones. El hecho de estar en público y plena luz del día me excitaba más todavía.

Disimulaba muy bien y además iba detrás. No podía dejar de imaginarme fantasías. Como por ejemplo que Magnus se daba cuenta de lo que estaba haciendo y me llevaba a un lugar escondido en el bosque y me lo hacía contra un árbol, mientras Silvia, escondida en la maleza se tocaba frenéticamente mirándonos fijamente. Entonces mi mirada se cruzaba con la suya y lejos de parar al sentirse descubierta seguía manteniéndome la mirada. Entonces imaginaba una conexión especial entre las dos. Las dos estábamos conectadas por el placer y sabía que cuando yo me fuera y terminara ella también lo haría. Ella también lo sabía y seguía mirando fijamente como Magnus me poseía desde atrás. Entonces yo sentía deseos de besar su pechos y ella, humedeciéndose los dedos con su lengua recorría su pechos lentamente. Entonces yo, que mientras Magnus me empuja con un ritmo animal, estoy acariciándome compulsivamente y tocando lo hinchada que la tiene al penetrarme, explorándolo y sintiéndolo, sin dejar de mirarla fijamente mientras se estremece de placer al vernos, empiezo a lamer mis dedos humedecidos en mi propio jugo, jugando con la legua entre ellos y volviéndolos a humedecer sin dejar de mirarla. Entonces ella, extasiada por el espectáculo hace lo mismo y cambiando de mano empieza a saborear lo que mana de su propio placer… En estas cosas iba yo pensando en la bici, apretando lo más fuerte que podía contra el sillín y sin dejar de mirar ahora el culo de Silvia y el de mi marido que iban delante hablando y riéndose. Llegue a irme al menos una vez y después me sentí como una aventurera. No estaba avergonzada, nadie lo había visto. Me lo había montado de lo lindo en mitad de todo y todos y me sentía eufórica, no me entendía pero me sentía así.

Cuando llegamos al pueblo todo fue de lo más normal. Bromas, conversaciones agradables sobre temas intrascendentes como el hoyo 7 del campo de golf al lado de casa que tiene truco. Gracias al cielo nadie había notado nada y todo se disolvía como la niebla, como los restos de una fantasía tras un orgasmo. Estaba realmente aliviada. No entendía lo que me pasaba pero ese día la libido se había despertado con fuerzas. Esperaba que después del paseo en bici se cansara y se fuese a dormir y me dejara en paz de una vez.

Pero esta vez fue Magnus el que pareció que iba a abrir la caja de Pandora al preguntarle en tono de broma por su vida sentimental, ella respondió que estaba sola y muy a gusto. Cuando dijo a gusto me miró y me sonrió con complicidad. Menos mal que todo se quedó en eso.

Mi marido al final nos invitó a cenar en un restaurante junto al rio. La cena fue entretenida contando nosotras nuestras travesuras de niñas y Magnus alguna batallita. En los postres, como no teníamos que conducir, mi marido pidió unos limonchelos que estaban buenísimos y eso casi se transformó en un concurso de chupitos. Tuve que pararlo o no llegaríamos a casa enteros. Un porrazo borracha con la bici en mitad de la noche no era lo que más me apetecía.

El camino a casa fue de lo más divertido, cantando a todo pulmón en mitad del bosque y despertando a todos los vecinos a nuestro paso, que con el calor dormían con las ventanas abiertas. Cuando llegamos a casa estábamos realmente eufóricos y con el control algo perdido. Nos fuimos al jardín a cantarle a la luna ( a todas las borrachas nos da por lo mismo) y Magnus apareció con dos botellas de Champan y una cubitera de hielo. Las dos le suplicamos que cava caliente no por favor. Pero él metió hielos en las copas y nos sirvió el Champan. Era realmente una guarreria, pero supongo que daba igual.

Entonces empezaron los brindis. Brindamos por nosotros tres. Nosotros dos brindamos por ella. Ella brindo por nosotros dos y abrimos la segunda botella. ¡Por el futuro! ¿Por la paz en el mundo! ¡Brindamos por los brindis! (la cosa era gritar, reírnos y beber) ¡Por nuestros deseos! Y Magnus se fue tambaleante a por otras dos botellas.

Estábamos realmente tocados los tres. Entonces, tras brindar por nuestros sueños Magnus, con una cogorza enorme, propuso brindar por nuestros deseos más íntimos. A Silvia y a mi se nos paso casi toda la borrachera de golpe, nos miramos algo cortadas e, inevitablemente, rompimos en una explosión de carcajadas que mi marido también secundó aunque no sabia de que iba la historia. Tenía tal tabla que creí que le daba igual.

Empezó Magnus. Se levanto (o algo parecido) y con voz lo más solemne que pudo gritó “Por que se cumpla mi deseo más intimo…” (Silvia y yo nos miramos con cara de borrachuzas y nos reímos, Magnus siguió)…” a mi me gustaría antes de morirme…” La tensión, aunque riéndonos, se podía cortar “…ser torero!” y se derrumbó sobre el sofá de la terraza. Silvia y yo no podíamos para rde reírnos mientras Magnus con cara de digno nos juraba que era verdad, que quería eso desde niño. Entonces yo cogí una toalla y le la día Magnus como capote y Silvia con una silla hizo de toro para que le diera unos pases. Yo aplaudía eufórica y le gritaba oles y Torero, Torero.

Nos caímos de risa en otra explosión contagiosa. “ahora me toca a mi” dije yo rellenado las copas de champan con hielo. Pero cuando ya estaba preparada, Silvia se levanto de repente y grito “… ¡yo lo que quiero hacer antes de morirme es probarlo con otra tia!…” “¡y yo también!...” le contesté sin pensarlo. De repente el silencio se adueñó de la reunión. Nadie sabia que decir. Yo miraba a Silvia y ella me miraba a mí. Magnus parecía no enterase de nada desparramado en el sofá. La tensión podía cortarse con un cuchillo pero a la vez un escalofrió me recorría la espalda. Como una excitación contenida. Todos seguíamos callados. Entonces mi marido, como recién despertado me miró, miró a mi amiga y me volvió a mirar y dijo “…pues vosotras también vais a torear si de verdad lo queréis…”. El silencio fue entonces más profundo aun. Estábamos en el jardín y una noche estrellada de verano se adornaba con una suave brisa que recordaba al mar. Olía a flores y tierra mojada. Pero el silencio, como un gran techo de nubes sobrevolaba sobre vosotros. “…¿Por qué no probáis a ver si os gusta?...” dijo Magnus con una medio lengua de borracho.

Yo miraba fijamente a Silvia cuya preciosa silueta se recortada contra el horizonte y ella no podía apartar sus ojos de mi. Entonces mi marido, con una suavidad y delicadeza impropia de un hombre que había bebido tanto, me cogió suavemente de la mano y con una sutil presión, como una invitación me llevó delante de Silvia, que de pié nos miraba fijamente. Magnus se puso detrás mía y a mí me colocó enfrente de mi amiga. Estaba cortada pero tenía más curiosidad que otra cosa y supongo que las copas de más hicieron el resto. La miraba fijamente a los ojos pero ella miraba todo mi cuerpo. En ese momento me sentí realmente deseada. No dejaba de desnudarme con la mirada cuando Magnus, detrás de mí, me dio un apasionado y suave beso en la nuca y como una ligera brisa me empujó hasta estar pegada a mi amiga. Inmediatamente sentí sus pechos rozando los míos y como sus manos se posaban en mi cintura, que fueron subiendo delicadamente hasta mi nuca y entonces se acerco tanto a mi cuello que sentía su aliento entrecortado rozándolo. Haciendo esto me dejó el suyo a mi alcance. Terso, delicado, curvado, apetecible, sentía ganas de besarlo, de probarlo, de sentir como era el de otra chica, tan femenino, tan distinto. Entonces noté como sus labios se posaban suavemente en mi cuello. Un escalofrío me recorro toda la espalda. ¡Me estaba besando otra chica!¡y me estaba gustando bastante! Estaba realmente excitada y a la vez super-cortada. Suavemente empezó por dar pequeños pellizquitos con sus labios y cuando abrió la boca y me rozó cuidadosamente con la puntita de su lengua no pude resistirme más y me lancé a probarlo. Era un piel distinta, mucho más suave, casi más fresca. Notaba como se estremecía de placer bajo mis labios y se le erizaba la piel. Entonces me abrazó la espalda acariciándola con pasión y beso mi cuello y mi nuca con tal deleite que no me quedó más que hacer lo mismo. Me excitaba cada vez más al pensar que la piel que estaba rozando con mi lengua era de otra chica y entonces fue cuando me abandoné al deseo.

Silvia recorrió por encima de mi ropa mis caderas y con un suave giro, como un camino del deseo ya premeditado las llevo hasta mi culo donde apretó con fuerza haciéndome morderle el cuello por la excitación que me provocó. Yo no pude resistirme y mis manos empezaron a explorar su delicioso cuerpo debajo de su ropa y puse mis manos sobre sus pechos. Noté los pezones erizados por el deseo bajo la tela y no frené la tentación de meter suave y lentamente una mano para acariciarlos. Entonces ella, delicadamente y sin dejar de besarme el cuello, empezó a desabrocharme los botones de mi traje, y con cada botón que desabrochaba sus labios y su lengua iban un poco más abajo. Yo, que ya estaba realmente cachonda, sentía las palpitaciones calientes en mi húmeda cosita, abajo. Ella terminó de desabrocharme los botones y me pasaba suavemente las manos y los labios por encima del sujetador, sobre mis pezones ya al colapso de la excitación, entonces con un movimiento rápido pero delicado me bajó el sujetador dejando mis pechos al aire y presionados por abajo por la prenda. Ella se acerco lentamente a mi pezón derecho. Podía sentir su aliento caído sobre él. Se paró un segundo en inmediatamente pasó delicadamente su lengua sobre él para seguir haciendo círculos alrededor. Yo estaba casi al borde el orgasmo solo con eso y entonces me lo apretó firmemente con la mano mientras ya lo lamia con pasión y casi lo metía entero en su boca. Otra tía me estaba chupando las tetas y solo con esa idea el deseo recorría cada rincón de mi cuerpo como no lo había sentido hasta ese momento. Entonces yo quise probarlo. Desee sentir en mi boca sus pechos y jugar con mi lengua en sus pezones. Le levanté la camisa y con un gesto más bien brusco le bajé el sujetador hasta la cintura. Ella se estremeció de placer y curvándose un poco hacia atrás me los ofreció. Tomándome la cabeza por la nuca y acariciándome el pelo invitándome a hacerlo, suspiró un “si” lleno de deseo. Sin pensármelo y tremendamente excitada pasé mi lengua directamente por uno de sus duros pezones, sentí como se estremecía de gusto y entonces, acariciándolas con las dos manos por abajo se las bese, se las lamí, las saboree, las metí casi enteras en mi boca. Era un frenesí que no podía parar. Me gustaba, me excitaba mucho, notaba como el placer se apoderaba de mí. En ese momento note como su delicada mano entraba por encima de mis braguitas y empezaba a acariciar mi pelito del monte de Venus. Otra oleada de placer me recorrió y besé sus pechos con más pasión, paseando con mi lengua sobre sus pezones, su cuello y su pecho. Ella lo entendió y con firmeza metió sus dedos entre mis húmedos labios buscando, jugando, explorando y acariciándolo todo. No era como siempre, estaba claro que sabía lo que hacía. Ella sentía lo mismo cuando se lo hacía a si misma. Pero a la vez era algo distinto de cómo lo hacía yo. Así era como se lo hacia ella, frotándose rápidamente hacia arriba y hacia abajo y metiendo los dedos un poco en cada envite. Eso es lo que siente ella cuando se lo hace. Entonces, al pensar en eso, me fui en un orgasmo profundo e intenso.

Pero no quería parar. Quería más. Más. Mucho más. Y sin pensármelo metí mi mano directamente dentro de su pantalón y sus braguitas. Estaba completamente depilada y era muy suave y sensual, delicioso. Estaba realmente húmeda, empapada. Siempre me pregunte como seria hacérselo a otra chica, solo el hecho de pensarlo ya me excitaba . Estaba caliente, mojado y caliente. Busque rápidamente su clítoris y empecé a dar vueltas alrededor como yo lo hago, bajando a veces a tomar más humedad e introducir un poco algún dedo. Ahora ella va a sentir como lo hago yo. Eso volvió a excitarme muchísimo. Ella estaba como loca haciéndomelo a mí mientras me sujetaba el trasero con firmeza y paseaba su lengua por todo mi cuello alocadamente. Entonces se acercó a mi oído y me susurro “¿nunca has soñado con poder chupártelo tu misma?....” . Solamente esa pregunta hizo que me pusiera tan cachonda que estuve a punto de correrme. Estaba claro que podía adivinarme cada deseo porque ella tenía los mismos que yo. Entonces se arrodillo delante mía y abriéndome las piernas empezó a lamerme de abajo hacia arriba rozándolo todo a su paso. Con mucha delicadeza metió dos de sus dedos y empezó a moverlos rítmicamente mientras con su boca sobre mi clítoris me lo besaba como si me besara en le boca. Entonces sentí como Magnus me abrazó por detrás y note su duro miembro hacerse un hueco entre mis nalgas mientras me besaba apasionadamente el cuello y deslizaba sus manos sobre mis pechos. Estaba al borde del colapso de placer. Cogí el durísimo pene de mi chico con una mano y empecé a frotarlo dentro de mi culo mientras sentía como una muy habilidosa lengua me hacia la mejor mamada de mi vida mientras me metía ya casi cuatro dedos. No había un centímetro de mi piel que no fuera acariciado, besado o lamido. Los orgasmos se repetían como el final de un gran concierto sin fin. Entonces mi lengua me pidió más atención. Me apetecía realmente hacerlo a mi. Me apetecía chupar y lamer. Había fantaseado tantas veces con hacérmelo a mi misma que ahora ansiaba probarlo. Levante a Silvia y sin dejar de besarla ni acariciarla la tumbé en el sofá. Me incliné suavemente sobre ella cuando ella se giró y dejo su cabeza a la altura de mi entrepierna. No quería dejar de mamármelo. Le gustaba, la ponía, la excitaba y eso me encantaba a mí. Me iba a montar un sesenta y nueve con otra tía. Debía ser como chupármelo a mí misma, pero mejor. Delante de mí veía su depilada rajita. Estaba húmeda y en ese momento me pareció deliciosa. Entonces noté como ella volvía a las andadas. Su lengua se paseaba por mis labios y mi clítoris como loca. Metiendo un poco la punta y jugando fuera después. Sus manos me recorrían el culete sujetándolo y apretándolo contra su cara. Entonces me lancé. Primero pose mis labios sobre su suave monte y ella alzó la cadera de gusto y placer. Entonces empecé a pasear mi lengua por los alrededores. Fue cuando probé su sabor. No me lo esperaba. Era tan parecido al mío que me excité aun más y empecé ha hacérselo como siempre me imaginé que me lo hacía a mí misma. Recorrí con la lengua y mis besos los huecos donde nacen las piernas y después pase mi extendida lengua por fuera, por encima. Noté como su cadera se alzaba pidiéndome más mientras ella me lo chupaba a mí como una loca lasciva. Entonces, con mucho cuidado y sabiendo exactamente donde, metí un poco mi lengua entre sus labios solamente para rozarle el clítoris. Ella gimió de placer y yo paré. Tras unos segundos de expectación me lancé y lo lamí, lo bese y lo chupé justo como había fantaseado tantas veces. Era cálido húmedo y palpitante. Exactamente igual que como me imaginaba el mío. Me excitaba cada vez más recorriendo cada rincón con la lengua. Entonces noté algo distinto. Magnus se había acercado por atrás mío y empezaba a chupármelo a la vez que ella. Los dos me estaban haciendo una mamada al mismo tiempo. No pude evitar correrme brutalmente mientras con ansia le lamia y chupaba su delicioso y jugoso coñito a mi amiga. Pero justo en el momento en el que el placer era mayor sentí como Magnus me metía su durísima polla hasta dentro mientras ella con su lengua nos chupaba como una loca a los dos. Entonces ella, con delicadeza y firmeza a la vez, me metió también un dedo follándome el culo mientras me hacia una mamada como una loca y tenía una enorme polla entrando y saliendo. Creí que iba a perder el conociendo de placer, no sabía dónde estaba arriba ni donde estaba abajo y además le comía todo a ella y su sabor me excitaba aun todavía más. No sé cuantas veces llegue a irme pero fue lo más intenso que había vivido hasta el momento. Después también me apeteció probar a mí y llamé a mi chico le dije que viniera por este otro lado. Ella arqueaba la cadera y con suspiros de placer lo pedía, decía “…si, si, si….”. Entonces yo volví a lamerle bien el clítoris para calentarla y cuando tuve a Magnus cerca se lo cogí con la mano y empecé a usarlo para acariciarla. Me asaltaron unas ganas irresistibles de hacerle también una mamada a mi chico mientras se lo hacía a ella. Me excitaba brutalmente lo que estaba haciendo. Se la Chupaba a él y se lo lamia a ella a la vez. Todos los jugos mezclados con mi saliva, mientras por detrás me hacia ella otra buena mamada acompañada de un soberbio dedo. Entonces quise que se la follara y cogiéndola con una mano, con la otra separé sus labios metiendo la punta y lamiéndola justo en el borde mientras la metía. Se los estaba chupando a los dos mientras follaban y mientras a mi me hacían una fantástica paja lamiéndome el clítoris y follándome a la vez mi culo y mi coño con los dedos. Silvia y yo nos fuimos no sé cuantas veces antes de que Magnus la sacara para poder correrse sobre mis pechos dejándolos completamente bañados de semen. La última de esa noche fue, que yo ya desparramada en el sofá, recibí otro grandioso dedo y otra fabulosa mamada de Silvia mientras me lamia los pechos bañados con el semen de mi chico, que ya reventado dormitaba a nuestro lado. Después nos quedamos todos dormidos mezclados unos con otros en un extenuado amasijo de cuerpos hasta la mañana siguiente.

El despertar merece un nuevo capítulo aparte.

Fin.

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