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~Pero sí nos dedicamos a la cría de cabras y ovejas. Hoy en día llevamos más de cinco años viviendo de ello. Pero de eso precisamente, no es lo que deseaba contarles. A pesar de nuestra ignorancia, sobre la cría de cabras y ovejas, nos ha ido bastante bien, pero una de las cosas a las que me debí adaptar fue a que mi esposo se fuera a trashumar o sea a pastorear con otros criadores, en ocasiones por varios meses.
Bueno yo me quedaba sola, y claro que seguía trabajando, en la granja. Pero comencé a sentir la gran necesidad de estar con mi marido, y no precisamente para hablar con él. Pero las distancias y la falta de un buen vehículo, me llevó a que una tarde, que llegué toda sudada y cansada de trabajar, mientras me daba un baño en la tina, comencé a enjabonar mi coño, al principio fue algo normal, es decir únicamente pasarme la esponja enjabonando mi coño, pero poco a poco comencé a sentir esa sabrosa sensación al estar tocando mis labios vaginales y mi clítoris. Lo cierto es que no me detuve ni dejé de hacerlo hasta que finalmente mientras yo misma me apretaba fuertemente, mi clítoris con mis dedos, alcancé un mezquino orgasmo.
Después de eso aunque ligeramente satisfecha, aun sentía la necesidad de estar con mi marido, por lo que para distraerme al terminar de darme el baño, únicamente agarré mi bata de baño y las chancletas, después de que me las puse. Ya había comenzado a oscurecer cuando me dediqué a ir cerrando los corrales, viendo lo que me tocaría hacer al siguiente día, cuando a lo lejos vi unas luces por la carretera de tierra que conduce a nuestra casa, se aproximaba un auto. Como es sumamente raro que alguien nos visite, y menos a esas horas de la tarde o mejor dicho casi de noche, esperé que el auto se detuviera, frente al portón, y apenas se bajó su conductor le pregunté que buscaba.
Era un hombre de unos cincuenta años, muy elegante y bien vestido, que preguntaba por mi marido, ya que mi esposo le había dicho que cuando quisiera comprar una oveja o cabra recién destetada, pasara por nuestra casa. Por suerte una de las ovejas había parido, y el cordero, le escuché decir a mi esposo que apenas pudiera lo vendería. Así que se lo ofrecí a ese hombre que de inmediato después de que se lo señalé me lo pago, al precio que le dije sin ponerse a regatear.
Después que lo agarré, me dijo que si lo sacrificaba y limpiaba en ese mismo momento, me daría algo extra de dinero, y como la realidad, el dinero siempre hace falta, sin perder el tiempo, a sí misma como me encontraba, sacrifiqué el cordero, lo despellejé, limpié y lo preparé, para que se lo llevase dentro del maletero de su auto.
Una vez que lo hice, él sacó una gran faja de dinero y sacó la misma cantidad que pago por el animal, y tras entregármelo, mientras que yo guardaba el pago dentro de uno de los bolsillos de mi bata, me dijo. Sabe que se me antoja que usted puede ganarse ahora mismo, el doble de lo que le he pagado hasta ahora, yo me quedé confundida, sin saber a qué se refería. Hasta que él al tiempo que me señalo con su boca mi coño, ya que la bata sin yo darme cuenta se me había abierto, continuó diciéndome. Si me quisieras hacer el pequeño favor de acostarte conmigo, ya mismo dentro del pajar, te pago lo que te ofrecí, solo que debes hacer, sin chistar, lo que yo te pida. Yo por un momento me quedé extremadamente avergonzada, hasta ese momento no me había dado cuenta de que mi bata se había abierto.
Por breves segundos pensé mandarlo al infierno, pero de momento ese sentimiento de insatisfacción que tuve, una vez que terminé meter mis dedos dentro de mi coño me volvió asaltar, pero con más fuerza. Por otra parte estábamos los dos completamente a solas, mi marido, no regresaría hasta dentro de un par de semanas, no tenía vecinos que me vigilasen, y el deseo de sentir un verdadero miembro dentro de mi coño como que se multiplicó. Aparte de que me daría una buena paga, por hacerle, ese pequeño favor como él mismo dijo.
Repetí incrédula ¿el doble? A lo que él respondió volviendo a sacar su fajo de dinero, si el doble, y sin más ni más lo separó frente a mis ojos, y tras entregármelo dijo, tenemos un trato hecho. Yo agarré el dinero, y tras dar un rápido vistazo a nuestro alrededor, le dije que me acompañase. Apenas llegamos al pajar, me dijo. Bueno mujer quítate la bata, yo aunque por dentro me encontraba muerta de vergüenza, y casi a punto de arrepentirme. Cerrando mis ojos me quité la bata, colocándola sobre uno de los tantos fardos de paja que había dentro del pajar.
Cuando volví abrir mis ojos, me dijo ahora para comenzar, quiero que me des una corta mamada. Yo, si no fuera porque en otras muchas ocasiones, así es como comienzo a calentar a mi marido, quizás le hubiera dicho que no. Pero simplemente me agaché frente a él y extrayendo su miembro con mis propios dedos de su pantalón, apenas lo tuve frente a mi boca comencé a mamárselo suavemente. Al tiempo que él mismo me dijo que me acariciara mis senos, lo que obedeciéndolo de inmediato me puse hacer.
Quizás pasaron unos cinco o seis minutos, cuando ya sintiendo que todo su miembro al ponerse bien duro, prácticamente no me cabía dentro de mi boca. Cuando él me ordenó que me recostase boca abajo sobre uno de los fardos de paja. Yo de igual manera siguiendo sus órdenes, hice lo que me había indicado recostándome boca abajo sobre uno de los fardos, y de inmediato comencé a sentir, como sus hábiles dedos comenzaron a acariciar por fuera tanto mi coño como mis nalgas.
A los pocos segundos sentí que su caliente y dura verga comenzó a penetrar sabrosamente mi coño. Casi de inmediato yo comencé a mover mis caderas de un lado al otro. Sus manos me acariciaban la espalda, mis tetas y hasta mí coño por fuera, al tiempo que decía una y otra vez, qué coño tan divino tienes mujer, lo haces mucho mejor, que la mejor de las putas que conozco. Aunque realmente, me había comportado como una verdadera puta, sus palabras no me molestaban, es más en esos instantes hasta pensé que no debí haber aceptado su dinero, y dejar que me metiera su verga, únicamente por el placer que me estaba haciendo sentir. De momento se detuvo y llegue a pensar que se había venido.
Fue cuando lo escuché preguntarme, ¿alguna vez has dejado, que uno de esos padrotes te llegue a montar? Refiriéndose a un par de sementales que mi marido había dejado, para que los usáramos en la recría apenas regresara con el nuevo rebaño. Yo le respondí que no, y él me dijo. Escoge tu misma uno de ellos, búscalo, que te voy a enseñar algo que jamás olvidaras.
De inmediato sacó su verga de mi coño, y completamente desnuda como me encontraba, me dirigí al corral donde estaba el semental de las ovejas un gran carnero. Mi solo olor lo debió poner nervioso, o mejor dicho excitado. Ya que apenas lo agarré y comencé a caminar rumbo al pajar, sentía su moro metido entre mis nalgas, pensé equivocadamente, que el animal me olía el culo, pero luego me di cuenta que era mi húmedo coño oloroso a sexo, lo que tanto le llamaba la atención.
Apenas regresé al pajar, el cincuentón me dijo que me volviera a recostar sobre el fardo de paja, que abriese las piernas y que me quedase quieta. Apenas hice lo que me había ordenado, él personalmente condujo al carnero hasta mí, y casi de inmediato el animal se dedicó a cubrirme. Yo nunca a pesar del tiempo que tenía tratando con cabros y carneros, pensé en eso hasta esos momentos.
Sentí la verga del carnero que me penetraba divinamente, no era una cosa del otro mundo, pero el estar siendo montado por ese semental, mientras el tipo ese me observaba manoseándose su verga, me tenía sumamente excitada, tanto que cuando él colocó su miembro frente a mi rostro, sin demora alguna me dediqué a mamárselo nuevamente, mientras que el carnero continuaba clavándome todo su miembro una y otra vez, yo moviendo mi cuerpo buscando sentirlo más y más dentro de mí hasta que sentí como un gran chorro de semen de ese animal y me refiero al carnero, inundó toda vagina.
El placer que disfruté en esos instantes fue algo único, como único fue el orgasmo que sentí, gracias al carnero ese. Por lo que con más intensidad me dedique a mamar la verga de ese hombre hasta que un chorro de su semen también llenó mi boca, tragándome gran parte de eso también.
Yo estaba realmente agotada, él cincuentón, se lavó su verga en la pluma del agua, se medio arregló el pantalón, se despidió de mi diciéndome. Espero volver a verte en otra ocasión, y que podamos cerrar otro trato. Mientras que yo contenta y sumamente satisfecha, me quedé recostada sobre el fardo de paja, con mis piernas completamente abiertas y chorreando el semen que el carnero dejó dentro de mí coño. Tan solo le dije que si, y me quedé algo dormida por lo agotada que me encontraba.
Cuando al poco rato que escuché que su auto se alejaba, sentí que me lamían mi coño nuevamente. Era el mismo carnero, que al parecer no quedó del todo satisfecho, y en un abrir y cerrar de ojos volvió a montarme, sentí como su miembro nuevamente ocupaba el espacio dentro de mi coño, sus patas delanteras me sujetaban por mis costillas, como si yo realmente fuera su hembra, sus fuertes balidos me tenían de nuevo tremendamente excitada, su olor de semental, impregnó todo mi cuerpo, mientras que yo llevando mis manos hacía atrás buscaba sujetarlo con fuerza contra mi cuerpo, al tiempo que continuaba moviendo mis caderas, con una fuerza que no sé de dónde me salía. Hasta que nuevamente sentí ese fuerte chorro de leche que llenaba todo mi coño por dentro.
Apena el carnero se desmontó de mi cuerpo, me paré y aun chorreando mi coño toda la leche que me dejó dentro, lo conduje agarrándolo por su cornamenta, hasta su corral. Yo a pesar de lo agotada que me encontraba, regresé al pajar para recoger mi bata y el dinero, después de que conté lo que me había ganado, y separado del dinero del cordero. Regresé a casa, sin tan siquiera volverme a ponerme la bata, ya que estaba tan hedionda a carnero, que lo que deseaba era volver a darme otro baño para quitarme el fuerte olor, que había quedado por todo mi cuerpo.
Pero al pasar frente al corral donde tenemos al semental de las cabras, me pregunté a mi misma como me sentiría si me dejase montar por el cabro. Así que a la luz de la luna, dejé mi bata a la entrada del corral, y a diferencia que con el carnero, una vez dentro del corral del cabro, separé mis piernas y el olor a sexo lo embriagó de inmediato, prácticamente sentí como su nariz penetró parte de mi coño y como su lengua sabrosamente me lo iba lamiendo intensamente, hasta que ese morboso deseo de ser montada por ese animal, hizo que me tirase al suelo.
Cual si yo fuera una verdadera cabra, lo dejé que me continuase oliendo y lamiendo por todo mi coño. Hasta el instante en que el cabro decidió montarme. A medida que sentí como me penetraba, me acordé que nos había dicho el veterinario, que el miembro del cabro y creo que también el del carnero, si bien no es muy grueso, es largo, ya que dentro de su cuerpo parece una S cuando está en reposo, pero cuando se excita, esa S se convierte en una I, con la fuerza y calor suficiente como para empadronar varias cabras, si estas se encuentran en celo.
Yo disfrutaba a la luz de la luna, siendo montada por el semental de las cabras, moviendo mis caderas de lado a lado, sintiendo dentro de mí esa calurosa vara del cabro. Si en un momento yo olía a carnero, en esos instantes el olor que se impregnaba en todo mi cuerpo era el del cabro, mesclado con mi sudor y el suyo, sus validos me excitaban mucho más aun. Hasta que después de quien sabe cuánto tiempo sentí que mi coño nuevamente se llenaba completamente de semen.
Yo no tan solo estaba sudada y olorosa a cabro sino que todo mi cuerpo se había llenado de barro y tierra, tan agotada me encontraba una vez que cerré la puerta del corral del cabro, que apenas llegué a la puerta de casa, tal y como me encontraba me senté en el portal, donde me quedé felizmente dormida.
Cuando me vine despertando ya era el siguiente día, me encontraba toda desnuda, hedionda a sudor, tierra, sexo, y creo que hasta orines de cabro o cordero. Sin importarme si alguien me pudiera ver, me encaminé al corral del cabro y recogí mi bata, y el dinero. Para luego fuera de casa comencé a dar un baño hasta con jabón de lavar platos, hasta que el olor a cabro se quito de mi cuerpo.
Un día en el pueblo vi el titulo de un libro sobre brujas, en el que en el medio de la noche, salía una bruja toda desnuda montada sobre un cabro. Quién sabe si la pobres mujeres de esos tiempos, cuando sus maridos se iban a pastorear o para la guerra, a falta de ellos, buscaban un cabro que las consolara, como me pasa a mí ocasionalmente.
Hoy en día cuando me enteró que mi marido próximamente saldrá a trashumar pastoreando, por esos caminos de Dios, lo primero que hago es asegurarme de que me deje, por lo menos un cabro y un cordero.
invitado-ru 03-01-2017 00:21:31
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invitado-invitado 26-03-2016 00:32:03
Buenísimo!!!! |
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muy bueno..!! que caliente debes de tener la concha...!!