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Liria nos casa

~~Sin ser tan guapa como Elia, Liria era también muy atractiva, y ese día iba particularmente arreglada. Tenía 25 años y era maestra de secundaria (ya imagino la cantidad de pajas que ha de haberle inspirado a sus alumnos: se llenaría un depósito de Pémex). Tiene ojos verdes, una cara angelical y es alta y delgada, demasiado de las dos cosas: medirá poco más de 1:80, porque me saca varios centímetros de estatura, y ese día aún más, porque llevaba un ceñido traje sastre negro e iba trepada en cinco o seis centímetros de tacones. Si Elia era la más brillante del grupo, Liria había seguido mis clases con una devoción algo exagerada, y aunque no le había puesto mucha atención, obsesionado con Elia, sí la había apreciado. Por cierto, sentadas una junto a la otra, ofrecían un marcado contraste aunque ambas eran de piel blanca y cabello y ojos claros: aunque Elia era de mediana estatura (mediría quizá 1.65), con sus huaraches estaba unos 20 centímetros por debajo de Liria, y su atuendo pandroso hipiteco (llevaba la misma minifalda de mezclilla de la víspera, su tradicional breve blusita bordada, su mochila morralesca y sus huaraches) contrastaba con el elegante traje sastre de Liria y su discreta capa de maquillaje, tenue y de muy buen gusto.
 La clase pasó sin demasiados sobresaltos: aunque de pronto volteaba a ver a Liria y malos pensamientos me asaltaban, mi espíritu y mi cuerpo estaban en paz, y pude rematar el curso con el profesionalismo debido (está mal que lo diga, pero así es). Finalmente nos fuimos todos a la casa de uno de los alumnos, un exitoso profesional de mediana edad, donde se había matado a un chivo y nos esperaba una barbacoa de hoyo que estaba de rechupete. En lo que salía la barbacoa y unos machitos que se asaban a ras de suelo, bebimos un excelente mezcal de la sierra y. pero aquí no se viene a hablar de los placeres de es carne, sino de otra. Así que, luego de varios mezcales, estábamos sentados todos (unos veinte, poco más), en una larga y estrecha mesa colocada en el extenso jardín.
 Elia se había sentado frente a mi y Liria, que desde la mañana se había comportado con toda normalidad, estaba a mi lado. No acababa yo de llevarme el primer bocado, cuando sentí la mano de Liria sobre mi muslo, muy cerca de mi ingle, y acariciando, explorando el terreno, apropiándoselo, empezó a moverse hacia mi verga. La empezó a masajear por arriba del pantalón, mientras yo trataba de seguir la plática y dar respuestas coherentes al resto de los comensales.
 Liria me abrió la bragueta y sorteando la última barrera, me acarició, apenas con la punta del dedo, el frenillo y la base de la cabecita. Yo empezaba a ver visiones y había olvidado la barbacoa, y no hacía otra cosa que responder con monosílabos y darle largos tragos a la caña de cerveza.
 Y entonces pasó lo que tenía que pasar: el pie desnudo de Elia se posó en mi pierna, y empezó a acercarse a la zona de pelea. Yo, aterrado, saqué la mano de Liria de donde estaba, me subí el ziper, y aprovechando que me había quitado el saco, poniéndolo en el respaldo, me cubrí el bulto con él y dije que iba al baño. Estando ocupado el de visitas, en la planta baja, subí a la planta alta, pero antes de entrar al baño me alcanzó la bella Elia. Me abrazó y me jaló hacia la primera puerta que vimos, que resultó ser el estudio. Cerró la puerta con seguro y me dio un largo y apasionado beso, mientras con la mano derecha se apoderaba de mi dura verga, con todo y pantalón.
 Se separó de mi, se sacó las bragas de debajo de la mini con un rápido movimiento de manos y piernas, y se puso a cuatro patas diciendo: fóllame, mi rey: gózame aquí , ¿y quien soy yo para negar semejante invitación? Dejando el saco al lado, me bajé los pantalones, ensalivé mi verga y se la inserté de un golpe, de uno solo, porque sabe dios en qué estaría ella pensando, porque estaba más mojada que un río. Fue un rapidín, porque la embestí sin compasión de ninguna especie y me vine en dos o tres minutos, aunque ella, según parece, también lo gozó. Cuando terminamos, ella limpió todos los jugos con sus pequeñas bragas, que luego metió en la bolsa interna de mi saco, que había quedado en el suelo. Se levantó, me dio otro beso, y cuando estaba yo abriendo la puerta me dijo ¿qué te estaba haciendo Liria, eh? , y luego de una pausa, en que yo la miré azorado, terminó: anda, ve y cógetela. si afloja , y salió antes que yo, ocupando el baño.
 El resto de la tarde fue largo, aunque no tanto como hubiese sido sin la escala del estudio. Yo bebía con moderación y trataba de disimular el coqueteo con Liria. Finalmente, a eso de las seis de la tarde, Liria avisó que ya se iba y que le daría un aventón a Elia. Yo, ni tardo ni perezoso, dije que estaba muy cansado, y que aprovecharía para volver con ellas.
 Subí al coche, un chevy pop, en la parte trasera, mientras Elia se acomodaba adelante. Salimos del rancho y llegamos a la carretera secundaria que llevaba a la cercana ciudad. Ninguno hablaba, y yo estaba imaginando cómo podría hacer para follarme a Liria sin perder a Elia, a quien apreciaba enormemente, que me había dado algunos polvos espectaculares y que quería que fuera mi amante en esa ciudad. y esperaba que fuera a la capital a su famoso posgrado. Venía yo pensando esas cosas, cuando Elia le preguntó a Liria: ¿en qué vendrá pensando este cabrón? , y Liria dijo no se bien, pero seguro que no yerro por mucho . Entonces ambas voltearon para atrás y estallaron en carcajadas.
 Tienes mucha suerte, cabrón dijo Elia . Liria es mi amante. Sólo ha tenido un hombre en su vida, hace casi diez años, y no le gustó nada, pero desde hace tiempo está con el cosquilleo de volver a intentarlo, y tu eres el afortunado. Mientras eso decía, Liria metió el coche en un motel de la carretera.
 (Continuará. )

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