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~Había pasado una semana, una semana desde que me metió en aquella celda solitaria. Las paredes de roca, el fuego en todas partes y el olor a muerte eran las señales de que no era un sueño, estaba en el infierno. El mismísimo anticristo me había engañado y me había encarcelado no sé con qué fin. Tenía hambre, tenía sed… Tenía miedo… Nadie había venido en toda la semana, ni siquiera para alimentarme. Estaba totalmente desnudo, con mis alas blancas al descubierto, y con una cadena alrededor del cuello que conectaba con la pared.
No tenía movilidad, y eso hacía que me doliera el cuerpo. Mis amigos habían muerto… Él los había matado, enviando a ese perro para engañarme… Me sentía tan estúpido… Solo era un niño… Un niño inocente que había caído en las garras del mal, en las garras del demonio.
-C-comida… Por favor… P-por favor…-dije muerto de hambre tirado en el suelo.
De repente apareció una especie de agujero negro en la pared, del que salió el anticristo, completamente desnudo. Su cola y sus alas negras estaban claramente a la vista, además ahora tenía cuernos. Seguramente la otra vez los escondió. No podía creerlo… Creía que las criaturas pecadoras eran feas y deformes como castigo por sus pecados, pero él era perfecto…
Su cuerpo era perfecto, un pecho tonificado con abdominales claramente marcados y unos pectorales duros, unas piernas largas y fuertes, además de un pelo largo y negro que brillaba por el fuego. Su cara era perfecta, unos ojos penetrantes y fríos, una boca fina y delicada y una nariz larga. En cada una de sus orejas tenía un pendiente, lo cual me extrañó, ya que en el cielo eso estaría mal visto… Parecería una mujer…
No obstante lo que más me llamó la atención de aquel cuerpo escultural y perfecto era la enorme polla que danzaba de un lado a otro con cada paso que daba. Era enorme y delgada, estaba circuncidada y tenía la forma perfecta. No entendía por qué eso me llamaba la atención de él, pero supuse que sería porque solo había visto la mía hasta ese momento y era MUY diferente.
Se paró ante mí, se agachó para estar más o menos a mi altura y me miró con esos ojos gélidos, no dijo nada, simplemente me miraba de forma arrogante.
-¿P-por qu-qué me has s-secuestrado?-dije nervioso.
Sonrió y acercó su cara a la mía peligrosamente.
-¿Tú qué crees?-susurró.
Me puse colorado y nervioso, pero reuní todo el valor que pude y le dije:
-No tengo fuerzas… Estoy al borde de la muerte…-dije agotado.
-Ahí va… ¿Se me ha olvidado darte de comer?-dijo poniendo el dedo en su labio-¿Ves? Por eso de pequeño siempre se me morían los hamsters…
Lo miré con miedo y él se rió, entonces sacó una botella de agua.
-Verás, no eres el primer ángel que traigo. Y nunca quieren comer ni beber hasta que pasa una semana. Supongo que es para protestar o algo… Así que ahora ya me espero una semana de antemano para que sepas quien manda-dijo abriendo la botella.
-¡Es verdad! ¡Si no como moriré y así no sufriré! ¡Pues ahora no beberé!-dije enfadado.
-Al parecer eres más lento que los otros, y tonto, porque estás medio muerto y no piensas comer ni beber… Está bien…-suspiró.
Comenzó a verter el agua en su mano y yo le miré extrañado.
-¿Qué pasa? ¿Te molesta que malgaste el agua?-sonrió.
-¡Me trae sin cuidado!-grité.
Sin que me lo esperara movió rápidamente su mano y me la metió en la boca. Abrí los ojos como platos y él amplió su sonrisa.
-Más te valdría lamer, así no desperdiciarás ni una gota-dijo arrogantemente.
El agua entraba en mi garganta gota a gota, y sabía que él no sacaría la mano hasta que no le quedara agua, así que solo tenía una opción para que la sacara rápido: lamerle la mano. Empecé a deslizar mi lengua entre sus dedos para beberme todo el agua que tenía. Al ir bebiendo la sed no desaparecía, al contrario, la sed fue creciendo y cada vez lo hacía más rápido.
-Vaya… Sí que te gustan mis dedos…-dijo pasando la lengua por su labio inferior.
Sacó su mano llena de mis babas de mi boca y la lamió delicadamente. Yo, suplicante, le miré y dije:
-M-más…
-Suplícamelo…-me miró desde arriba.
-T-te lo suplico… M-más, p-por favor…-dije desesperado.
Levantó su dedo pulgar y la botella levitó a la altura de su pecho.
-Se me ocurre otra parte de mi cuerpo de donde puedes beber…-dijo con una sonrisa de medio lado.
Mi inocencia iba a morir en aquella asquerosa celda, y no había nada que pudiera hacer. Una lágrima se deslizó por mi mejilla.
-¿Mm? ¿Qué es eso? Está lloviendo en tus ojos-dijo sorprendido.
-¡No te burles más de mí!-grité llorando aún más.
-¿Quién se está burlando?-dijo serio-Nunca había visto a nadie al que le llovieran los ojos…
-¿Nunca has visto a nadie llorar?-dije asombrado.
-¿Llo… Qué?-dijo extrañado.
-¡Eso no puede ser! ¡¿Y los ángeles que has maltratado?!-dije enfadado.
-A estas alturas ya me la estaban chupando todos con una sonrisa de oreja a oreja-dijo rascándose la cabeza.
-¿Q-qué? (Vaya vicio los angelitos..)-dije sorprendido.
-Je…-se rió.
-¿Y-y ahora q-qué pa-pasa?-dije nervioso.
-Que me gusta que llores…-se pasó la lengua por los dientes-Sabía que eras especial…
Mis ojos se abrieron como platos y comencé a llorar más y más. Él chasqueó los dedos y la botella vertió el agua sobre su polla. Me alzó la cara y puso su polla chorreante a mi alcance.
-Adelante… Disfruta de este manjar… Entrégate al pecado…-sonrió arrogantemente.
-¡J-jamás! ¡Me aguantaré la sed! ¡No traicionaré a Dios todopoderoso!-grité.
-Mmm… Parece que aún no lo entiendes, pequeño ángel. A ver, ¿quién es tu amo?-dijo mirándome fijamente.
-¡Yo no tengo amo alguno! ¡Dios es mi guía y mi amigo!-grité enfadado.
-Mira que eres raro… Incluso has dejado que mi polla se seque…-dijo mirándose el miembro.
Me puso en pie tirando de la cadena y pegó mi cuerpo contra el suyo. Nuestras pollas empezaron a rozarse, pero yo ejercía todas las fuerzas que podía para no caer en la tentación.
-Eres la primera presa que no cae a mis pies… No sé muy bien qué hacer…-suspiró.
De repente esa sonrisa arrogante volvió a rostro. Mala señal… Chasqueó los dedos de nuevo y una tarántula apareció en su mano.
-Esta es tu mayor fobia, ¿verdad? Las arañas…-sonrió.
-A-aléjala de m-mí…-dije asustado.
Con dos dedos cogió a la tarántula de una pata, y con su mano libre me abrió la boca. Colocó a la tarántula, que revolvía las patas queriendo escapar, justo encima de mi boca. Mi cuerpo entero tembló y me puso blanco como la cera. Su sonrisa se ensanchó.
-Voy a repetir la pregunta…-se pasó la lengua por el labio.
Le miré con miedo, terror, pavor… Era… Era el demonio… Nunca mejor dicho…
-¿Quién… Es… Tu… Amo…?-dijo soltando ligeramente a la tarántula.
-¡Tú! ¡Tú eres mi amo!-grité temblando como un flan.
En ese momento soltó la tarántula. Grité por el pavor y el asco, pero justo antes de que la tarántula cayera en mi boca, desapareció. Él comenzó a reírse descontroladamente.
-¡Jajajajajaja!-se reía.
-¡Te odio! ¡Monstruo!-grité llorando.
-En fin… Es la hora de darte agua… O leche…-se lamió el dedo.
Tiró de la cadena arrodillándome y me miró con una mirada de superioridad. Volvió a chasquear los dedos y la botella se vertió en su polla. Yo tenía mucha sed, y si no le obedecía era capaz de cualquier cosa… Así que aquel día… Tuve que entregarle mi virginidad y mi inocencia… Al anticristo.
-Si no te das prisa se escurrirá todo. Vamos… Chupa-dijo despacio.
Cerré los ojos para no ver lo que iba a hacer, me metí aquel trozo de carne en la boca y lo chupé desesperadamente para obtener agua. Intentaba evadirme de lo que estaba haciendo, pero no podía. El sabor de aquella polla me devolvía a la realidad. ¿Por qué sabía tan bien? ¿Por qué aquel sabor era tan placentero? ¡Debía resistir la tentación! Ya no solo por mí, también por Dios…
-Sabe bien, ¿verdad?-susurró.
No respondí, simplemente me la saqué de la boca. Ya no quedaba agua, así que di por hecho que ya no tenía que seguir chupando. Me miró, y al parecer lo entendió. Chasqueó los dedos de nuevo y un cáliz apareció a su lado.
-Tienes más sed, ¿verdad?-sonrió.
-S-si…-dije nervioso.
Entonces vas a tener que lamerme el cuerpo para beber. Se echó el cáliz por el cuerpo. El líquido tenía un color rojizo, no era agua. No podía creerlo, era…
-Sangre. Sangre de cabra, para ser exactos-se lamió el brazo-Es tan demoníaco…
No tenía opción… Me tiró de la cadena levantándome y me pegó a él. Rojo como un tomate y con los ojos cerrados comencé a lamerle el brazo delicadamente. Para mi sorpreso la sangre sabía bastante bien, tenía un sabor dulce que jamás hubiera imaginado… Él no hacía ningún sonido, ni una risa, ni un jadeo… Nada. Una vez le lamí el brazo pasé a su pecho.
No pude evitarlo… Abrí los ojos y quedé fascinado con lo perfecto que era su cuerpo, parecía esculpido. Pasé mi lengua por sus abdominales saboreando la sangre y en ese momento, él me alzó la cabeza.
-Al parecer ya has caído rendido a mi cuerpo, ¿no es así?-acercó su cara a la mía y me lamió el labio.
Mis ojos se abrieron como platos, me quedé en shock. Y él aprovechó la confusión de ese momento para darme la vuelta y estrellarme contra la pared. Sin que pudiera reaccionar, pegó su cuerpo al mío. Su polla tiesa y palpitante estaba pegada a mi culo. Mi cuerpo no pudo evitarlo y reaccionó a este estímulo. Me puse duro.
-¿Quién es tu amo?-gimió restregando su polla por mi culo.
-A-aaagh…-gemí.
Me lamió la oreja delicadamente y después me la mordió.
-¿Quién es tu amo?-repitió.
-Aaaagh… Tú… T-tú e-eres mi… A-amo…-gemí.
-Bien… Buen chico… ¿Y qué quieres ahora?-susurró en mi oído con voz sexy.
-Q-quiero… Tuyo…-susurré.
-No te he oído-sonrió.
Más lágrimas brotaron de mis ojos, estaba completamente a su merced, había conseguido su objetivo, que me entregara al pecado…
-Quiero…Ser… Tuyo…-gemí.
Deslizó su dedo por mi cara y se llevó las lágrimas para poder saborearlas.
-Mmmm… Me gusta el sabor de tu lluvia…-susurró desde atrás.
-D-date prisa…-dije fuera de mí.
-Te va a doler, pero bueno, esto es el infierno, no esperarás que sea todo de color de rosa…-se rió.
Sin consideración enterró su polla entera dentro de mí. Mi virgen culito de ángel se partió en dos. Mis gritos debían de llegar al cielo, donde mis compañeros podrían oírme, pero en aquel momento nada me importaba… Solo éramos él… Y yo…
-Dime, ¿qué pensaría Dios si te viera ahora?-dijo comenzando a embestirme cruelmente.
-¡Aaaagh!-dije dolorido.
-Si, supongo que mi padre también diría lo mismo…-dijo acelerando sus embestidas.
Mi cuerpo se sentía extraño… Aquello era muy largo, y estaba muy profundo dentro de mí… Me sentía raro, nunca había sentido eso. Quería que parara, pero no podía decirlo, no podía hablar… No tenía control de mí mismo.
-¿Te ha gustado mi cuerpo, pequeño angelillo de Dios?-dijo entre gemidos.
-S-si… A-agh…-gemí.
-Dilo…-susurró.
-Me encanta… Agh… T-tu cuerpo…-dije gimiendo.
Rodeó mi cuerpo desde atrás con sus musculosos brazos. El tremendo dolor que sentía se transformó poco a poco en un placer inconmensurable. Era la mejor sensación del mundo… Mejor que rezar 100 padrenuestros seguidos.
-¡Aaaaah! ¡Suéltame! ¡Nooo!-grité removiéndome.
-¡¿Qué demonios te pasa?!-dijo agarrándome más fuerte.
-T-tengo muchas ganas de ha-hacer p-pis…-dije avergonzado.
-Sí que eres inocente... -sonrió.
Me agarró el pene con su mano apretando la base, de esa forma el pis no podía salir.
-¡Noooo!-grité.
-Di quién es tu amo y te dejaré… Como tú dices… Hacer pis…-susurró mientras me penetraba.
-¡Tú eres mi amo! ¡ERES MI AMO Y SEÑOR!-grité con todas mis fuerzas.
Sonrió de forma arrogante y me soltó. No pude aguantar más, era una humillación, pero solté todo el pis que tenía. Cual fue mi sorpresa al ver que el líquido que echó mi pene era blanco, no era pis, pero… ¿Qué era?
-Je… Qué angelito más inocente…-dijo él sacando su polla de mi culo.
Me dio la vuelta y tirando de la cadena, me tiró al suelo, entonces comenzó a subir y bajar la mano por su pene.
-¿No tenías sed? ¡Pues toma leche!-gritó riéndose.
Su pene también expulsó el líquido blanco ese, que fue a caer a mi pecho. Yo me quedé asqueado, pero él se agachó y con el dedo recogió su líquido y lo que quedaba del mío en mi pene, y se los llevó a la boca, saboreándolos.
-Mmm… Delicioso…-sonrió.
Volvió a recogerlo y me obligó a mí a tragármelo. Sabía fuerte, como agrio, no me pareció agradable, pero a esas alturas me bebía ya cualquier cosa. Al terminar se sentó en el suelo a mi lado y bostezó.
-Escúchame, no te emociones por esto-dijo serio-yo nunca rep..
-¡Jamás volveré a hacer esto!-grité nervioso.
-¿Eh?-dijo extrañado.
-¡He traicionado a Dios! ¡Jamás volveré a caer en tus redes, demonio! ¡Si tengo que morir, lo haré! ¡Pero no dejaré que me vuelvas a hacer que me aleje de Dios!-grité enfadado.
-Esto… Esto nunca había pasado… ¿Que TÚ no quieres repetir?-dijo enfadado.
-¡No, no, no y no!-grité.
-Mocoso insufrible… Si no podías apartar la vista de mi pecho y de mi polla… ¡Te encantaban!-dijo de mal humor.
-¡El sexo entre personas del mismo sexo es pecado! ¡Dios quiere que solo tengamos sexo para procrear! ¡Además, hasta el matrimonio nada! ¡Y tú me has profanado!-grité furioso.
-¡PUES BIEN QUE LO DISFRUTABAS!-gritó él furioso también-Además, soy un demonio… Me la suda que sea pecado o no.
-¡Pues para mí es importante!-dije cruzando los brazos.
-Escucha, ¿por qué es pecado el sexo entre personas del mismo sexo?-dijo levantando una ceja.
-¡Pues… Porque… Porque… Está mal!-dije nervioso.
-¿Por qué está mal?-suspiró.
-E-es… Es antinatural-dije más nervioso.
-Pues bien que me gritabas que te diera más…-sonrió.
-¡Estaba cegado por el pecado! ¡No volverá a pasar!-grité.
-Lo estás deseando, chico… Estás deseando que vuelva a entrar en ti… Porque te encanto…-sonrió arrogantemente.
-Yo sigo las órdenes de Dios a rajatabla. Méteme las tarántulas que quieras en la boca, pero no pienso volver a ceder al pecado-dije frunciendo el ceño.
-Asqueroso puritano… ¡Vas a desearme!-dijo chasqueando los dedos.
La tarántula apareció de nuevo en el aire, esta vez suspendida sin que la sujetara. Con sus dos manos me abrió la boca a lo bestia y la tarántula empezó a bajar hasta mi boca. Sin embargo, una vez más desapareció antes de tocar mi lengua.
-¡¿Quién osa interferir?!-gritó furioso.
-UJUJUJUJUJUJU… CREÍ HABERTE DICHO, DAMIEN… QUE NO INTERFIRIERAS EN LOS ASUNTOS DEL CIELO-apareció una muñeca bailando.
-Padre…-dijo molesto soltándome.
-¡¿Q-quién es…?!-dije asustado.
Antes de terminar la frase caí al suelo redondo, desmayado.
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Me desperté en mi cama, como cada mañana. Estaba aturdido, pero cuando me di cuenta de que todo había sido un sueño, me tranquilicé. Noté que hacía mucho frío en la habitación, pero no le di importancia. Craso error. Al levantarme y salir de la sábana me di cuenta de que estaba desnudo, pero eso no era lo peor… Tenía una especie de aro metálico en el pene. Me vestí y bajé rápidamente al salón. Mis padres desayunaban alegremente.
-Hola, cariño. ¿Quieres una tostada con Philadelphia?-sonrió mi madre.
Me quedé a cuadros, no estaban enfadados ni hablaban de mi ausencia, ¡¿qué demonios había pasado?!
-M-mamá…-dije nervioso-Yo hasta ayer…
-Ya, no te preocupes, hijo-dijo mi padre levantando la vista del periódico “The sky times”-Anoche te trajo uno de tus profesores diciendo que la excursión se había alargado a una semana. Fue muy atento… Te trajo en brazos porque estabas dormido y no quería despertarte.
-¿Q-qué profesor?-dije asustado.
-Uno que decía llamarse Lucifero, profesor de maleficios e infiernos-sonrió mi madre.
-(Ahora sabéis que la inocencia que yo tenía viene de familia…)-pensé para mí.
-Bueno, prepárate o llegarás tarde a clase-sonrió mi padre.
¿Qué iba a hacer yo ahora? No podía contar la verdad. Pero tampoco podía enfrentarme yo solo a los demonios, así que debía volver a mi vida normal… Debía olvidar a ese demonio y seguir mi pacífica vida como lo que soy… Un simple ángel al servicio de Dios… Lo único que aún me escama es… ¡¿Qué demonios hace un pendiente en mi pollaaaaaa?!
-Mientras tengas esa marca en tu ser, Ángel, jamás me olvidarás…
CONTINUARÁ…
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