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Ella había demostrado mucha actitud en las entrevistas, pero ahora debía demostrar todo aquello que había prometido. No podía dejar pasar la oportunidad ya que le faltaban muy pocas materias para recibirse de abogada y tenía muchas aspiraciones de ascender en el estudio jurídico y, en su carrera.
Fue así que llegó la hora de levantarse para concurrir a su primer día de trabajo.
Ignoraba cómo sería el lugar en dónde permanecería durante su jornada de trabajo, como también quiénes serían sus compañeros, así que decidió ir vestida de un modo neutro….
Hago aquí un paréntesis para explicarles que Laura, durante esos días, había estado viendo unos videos que a Francisco lo motivaban mucho, y que le había pedido que los viera con la intensión de imitar. Se trata de una mujer rusa que se hace llamar Jeny Smith – pueden googlearla o buscarla en youtube – que graba videos profesionales en ámbitos públicos yendo casi – o del todo – desnuda, buscando riesgo de ser vista.
De ese modo Laura, a quien los videos de Jeny le gustaban también mucho y la motivaban los suficiente como para jugar con sus manitos viéndolos cada vez que se iba a dormir, decidió que en su primer día de trabajo, iría vestida tal como ella suele vestirse en sus videos. Ese día se puso una camisa negra, sin corpiño debajo, unas medidas blancas que tiene costuras invisibles, sin tanga, y unas botas de cuero negro altas y ajustadas, que tienen un taco muy finito. En cuanto a su pelo, decidió hacerse una trenza y finalmente, se maquilló de una manera sutil pero que le marcaba bien sus expresiones.
Frente a la vista de cualquier persona estaba vestida de una manera formal, prolija, y con apariencia intelectual. Sin embargo, si ella lo quería, podía hacer cualquier movimiento que rebelara la parte del cuerpo que quisiera, o necesitara….. Es que esa camisa negra no era algo más. Era una prenda que Francisco le había regalado para su cumpleaños, confeccionada con una tela japonesa opaca pero bastante transparente, que le llegaba hasta por debajo de su cola y que era lo suficientemente ajustada como para que, a la vista, luciera casi como un vestido ajustado. Es más, muchas veces la usaba con un cinturón rojo. El hecho de que fuera una camisa, implicaba que ella podía dejarse abiertos los botones que ella quería, aunque ciertamente, Francisco prefería que la usara cerrada ya que de esa manera sus pechos se marcaban a la perfección.
A modo de ejemplo, Francisco que es un aficionado a la fotografía, le gustaba esa camisa ya que si le sacaba una foto con flash, y usaba las configuraciones correctas, podía lograr que al traspasar la luz esa fina tela, la piel se iluminara y lograra un efecto que hacía que la camisa se viera totalmente transparente. Sin embargo, frente a la luz normal, solo dejaba ver las formas marcadas de su cuerpo, siendo lo más evidente, dejar ver que no usaba corpiño.
Así, se puso un tapado de cuero negro y bajó a su encuentro con Francisco quien la llevó al trabajo. Entró a las 8 en punto y fue recibida por una recepcionista que le dijo que se llamaba Mariela y que la estaba esperando. Tras eso, le dijo que el Doctor le había dejado las indicaciones de lo que tenía que hacer en un sobre que había dejado sobre el escritorio de su despacho.
– Mi despacho?, preguntó Laura.
– Sí, tu despacho. Respondió Mariela.
Laura, de inmediato se alegró y mientras caminaba hacia el mismo pensó en que aún le debía un regalo a Mónica por haberla aconsejado tan bien.
Llegaron a la puerta de una oficina interna totalmente vidriada. Era como una especie de pecera de unos 4 metros de ancho por cuatro metros de largo. La puerta, que era de madera, tenía un cartel muy lindo de color negro con letras blancas, que formaban su nombre.
Mónica le explicó que cualquier cosa que necesitara podía llamar al número 0 y que sería atendida por ella o por cualquiera de las otras asistentes secretarias.
Entró en su oficina y notó que dentro de la misma había una heladerita -del tipo mini bar-, dos cafeteras – una de esas que funcionan con cápsulas y otra normal con filtro-, una mesita con tazas, otra mesita con algunos bocados – alfajores, caramelos, etc… – Además, había un sillón de dos cuerpos y dos sillones de un cuerpo con una mesa baja en el centro. Finalmente, estaba el escritorio, que era muy moderno, hecho todo de vidrio. No había computadora. Había un teléfono inalámbrico, una lámpara con luz led cálida, y una agenda nueva abierta en el día de la fecha. El sobre que Mariela había mencionado estaba en el centro del escritorio, al lado de un gran ramo de flores.
Al lado de los sillones había un perchero, por lo que lo primero que hizo fue colgar allí su saco y cartera. Luego, se dirigió al escritorio y, en vez de sentarse en el mismo, decidió leer lo que había en el sobre sentada en uno de los sillones de un cuerpo.
La sensación que tenía Laura era rara. Sonaban, a modo de música funcional, temas de rock inglés con el volumen suficiente como para que parezca bajo y no moleste, pero era el volumen justo para que se aíslen totalmente los sonidos exteriores. Eso a ella no le gustaba mucho. El hecho de que todo sea vidriado, la hacía sentir enjaulada y mirada. No pasaba nadie por afuera, pero se sentía mirada…..
Abrió el sobre y dentro del mismo había una especie de carta, pero escrita en computadora. La misma estaba firmada por el Doctor y en ella le explicaba que como él llegaba más tarde y prefería darle -él mismo- las instrucciones, fue que decidió escribirlas. Tras eso, le explicó que su trabajo iba a ser de 8 a 16, pero que si se quedaba más horas, las mismas le iban a ser muy bien pagadas, sugiriéndole que el estudio solía cerrar a las 20. Le dijo que tal como ella misma lo había propuesto, la idea era que atendiera en persona a todos los clientes nuevos que llegaran al estudio con temas penales y que los entretuviera hasta que él o su socio pudieran atenderlos. Que podía ofrecerles algo para tomar, ir llenando las fichas con los datos necesarios, etc… Finalmente, le dijo que todos los días, cuándo él llegara, aproximadamente a las 10 horas, debía reunirse con él y pasarle todas las novedades.
Ella por un lado estaba contenta del trabajo que tenía, pero no podía dejar de sentir que había sido considerada como un mero entretenimiento para los clientes. Su cabeza pensaba que tal vez esa decisión de vestirse y actuar de un modo provocativo – tal como le había sugerido Mónica- finalmente la había ayudado a conseguir un trabajo, pero de puta, gato, o como quieran llamarlo. Y eso ella no lo quería. Sin embargo, ella es muy positiva y sin dudarlo se dijo a sí misma que con el tiempo iba a poder demostrar su capacidad.
Cuando se dispuso a guardar nuevamente la carta dentro del sobre y empezar a ver qué más encontraba en la oficina, sonó su teléfono interno. Al atender, Mónica le avisó que había una persona que necesitaba ver un abogado penalista en forma urgente.
Ante eso, Laura se dirigió hacia el ingreso y ahí se encontró con un hombre de unos 45 años de edad, alto, de apariencia normal pero con la cara desencajada.
– Soy Laura, sígame por favor.
Una vez que ingresaron en la oficina, Laura le pidió que se sentara en uno de los sillones, y le ofreció algo para tomar.
– Mi nombre es Felipe. Te aceptaría un café, por favor.
– Cómo no.
Laura sabía que ésta sería su gran oportunidad. No sabía qué le esperaba, pero sí sabía que si fallaba ahora, jamás sería tomada en serio. La cara de Felipe reflejaba una gran angustia y por eso decidió ir directo al grano.
– Bueno, bienvenido al estudio, pero dime, en qué podemos ayudarte?.
– Necesito hablar con un abogado penalista con urgencia.
– Claro, por supuesto, pero necesito que me digas cuál es la razón que te trajo hasta aquí para ver cuál es la atención que mejor te cabe.
– Perdóname pero no entiendes, no necesito hablar con una secretaria, quiero hablar con el abogado. Si vengo hasta aquí y pago, quiero ser atendido por un profesional.
Tal comentario comenzó a molestar a Laura.
– No me malinterpretes, no soy secretaria. Tampoco soy abogada …. aún…., sin embargo soy la encargada de darte la primera atención y soy la persona elegida por el dueño del estudio para que cuentes tu problema.
– Bueno, ok, me llegó este papel y no se qué hacer.
Felipe le mostró una hoja que consistía en una típica citación policial a un Juzgado Penal para que concurra a prestar declaración indagatoria junto con un abogado de confianza. La citación era para ese mismo día a las 9.00 horas.
Laura, que sabía de qué se trataba ya que ese tipo de papeles los había visto en sus prácticas, sabía que no había tiempo de que Felipe sea entrevistado por el Doctor. Por eso, rápidamente tomó la decisión de escuchar su problema y, en todo caso, llamar al abogado por teléfono. Ese plan parecía bien, aunque ignoraba si el tipo de caso podría interesarle al estudio, si el doctor acostumbraba asistir a audiencias sin antelación suficiente, etc… En su cabeza pensaba que no podía estar pasando por esto en sus primeros minutos de trabajo y sin la presencia de nadie que pudiera ayudarla.
– Mira, tienes que contarme por qué te están citando. Faltan muy pocos minutos para que tengas que presentarte, y si no lo haces, o sea, si no te presentas corres riesgo de ir preso.
– Pues lo haré ante un abogado y si aquí no hay uno, mi iré a otro estudio.
Pensó que había llegado el momento de usar alguna de sus herramientas para lograr que Felipe hablara. Hasta ese momento, Laura hablaba sentada desde su escritorio, pensando en que iba a tener que llenar a mano la ficha correspondiente. Fue así que, como el café de filtro ya estaba listo, mientras se paró para ir hasta la cafetera, se desabrochó los dos de los botones de abajo de su camisa y dos de los botones de arriba. La camisa quedó abierta de la cintura para abajo, y con el escote abierto.
Así, sirvió el café y se lo acercó a Felipe. Tras eso, se paró frente a él, con las piernas semi abiertas, asegurándose de que su entrepierna estuviera bien visible, y le dijo que aunque sea le cuente la temática. Esto, se lo dijo con voz suave y en un tono de confianza o más bien de complicidad. Le dijo que si bien aún no tenía el título de abogada, había sido elegida para ese puesto por sus habilidades en las prácticas judiciales, las cuales había aprobado con 10 y que además, había sido entrenada en el estudio para asistir en los casos más difíciles.
Felipe, tras dar el primer sorbo al café levantó su mirada y se topó con la entrepierna de Laura. La visión era clara, pero por vergüenza no pudo mantener la vista ahí por más de uno o dos segundos. Era muy obvio, y su estado no le permitía distracciones de este tipo. Sin embargo, lo que vio lo perturbó lo suficiente como para hacer un esfuerzo para no volver a bajar la vista. En su cabeza quedó estampada la imagen de una vagina, perfectamente delineada y depilada tras una tela fina de media. Cuando volvió a bajar la vista, Laura se había movido un poco y la camisa la tapó momentáneamente por lo que en su cabeza rondaba la pregunta de si había o no bombacha. No podía creer lo que había visto y necesitaba volver a ver….
– Bueno, te escucho (dijo Laura sacándolo de ese momento).
Felipe volvió a sostener su tozudez, olvidándose de lo que lo había distraído y cuando Laura presintió que iba a volver a negarse a contarle, decidió dar un paso más. Esta vez se inclinó para mirarlo a los ojos directamente, pero ya no solo dejando sus piernas semi abiertas sino que esta vez su escote dejaba sus pechos al descubierto total. Claramente, si Felipe quitaba la vista de los ojos de Laura, iban a detenerse inexorablemente en las tetas que podían verse claramente.
Al mismo tiempo que hacía eso dijo Laura dijo:
– Es ahora o nunca.
Felipe no podía dar crédito. Había ido con un problema a buscar a un abogado, y se encontró con una mina casi en bolas.
– Mira, el tema es simple. Mi ex me odia, y me acusa de violento. No sé qué mentiras haya dicho pero es una mala mujer. Me hizo perder el trabajo, pelearme con mi familia, y ahora esto…..
– Bueno, tranquilo. Aquí estoy para ayudarte.
Mientras dijo eso, Laura se sentó frente a Felipe. Mantuvo las piernas abiertas, pero esta vez su postura se enderezó lo suficiente para que sus pechos se marquen en la camisa. Así, y ya sabiendo lo que le iba a decir, decidió regalarle esa vista privilegiada de sus partes más íntimas. Ella sabía que estando sentada ahí, de ese modo, y hablando podía lograr que Felipe pusiera la vista perdida pero enfocando esas partes. Ella por dentro gozaba sabiendo que esa noche, habría al menos una persona que se haría una paja pensando en ella.
– El tema es así. Has venido a este estudio con demasiada poca antelación. A esta hora es imposible que el doctor pueda acompañarte a la audiencia. Sin embargo, es cierto que tienes que asistir con un abogado, pero la sugerencia que te hago es que concurras y digas que no tienes abogado. Así, serás asistido por un abogado defensor oficial. Luego de eso, si vez que lo necesitas, vuelves aquí. Mientras tanto, el estudio analizará tu caso para decidir si lo acepta. Por esta visita deberás pagar $5000, que los podrás pagar con tarjeta de crédito, pero si el estudio acepta tu caso, ya hablaremos de los honorarios.
Felipe la miraba con esa vista perdida que ella tanto buscó y, puedo asegurar que entendió la mitad de las cosas.
– Sin embargo, puedes llamar aquí cuando lo desees y concertaremos una nueva entrevista.
Tras ello, Felipe se retiró del lugar pero pagó en efectivo ya que dijo no tener tarjeta de crédito. Laura respiró.
A las 9.30 horas, llegó el Doctor. Sonó el teléfono interno de Laura y Mariela le avisó que la estaba esperando en su despacho.
Laura fue rápidamente y lo saludó con un beso en la mejilla.
– Buen día Laura.
– Buenos días doctor. Muchas gracias por todo lo que hizo para que yo me sienta cómoda y…
– Perdón que te interrumpa, siéntate y cuéntame cómo te fue en tu primer caso.
Laura contó con detalle lo ocurrido.
– Cómo has hecho eso????. Cómo te sentiste con autoridad para delegar un caso en el defensor oficial???. Cómo no esperaste a que yo llegara???. Por qué coños no me llamaste por teléfono???
Laura se había sentido tan segura unos minutos antes que se había olvidado de cerrar nuevamente su camisa. En vez de sonrojarse o avergonzarse, aprovechó la oportunidad de usar nuevamente esa técnica. Así, parada frente al doctor, y con unas postura que para ella rebelaba seguridad, abrió levemente las piernas y dijo:
– Mire. El tema es simple. Se trata de un hombre, que fue denunciado por violento, y que no quería contarme lo que había hecho. Además, no tenía trabajo, por lo que seguramente no tenía un peso para que podamos cobrar honorarios importantes. Finalmente, no había venido con tiempo suficiente como para que podamos estudiar correctamente el caso. Este es un estudio serio. Yo también soy seria y no quiero ni puedo permitir que un caso nos arruine. Si vamos a perder en un juicio, al menos tiene que ser beneficioso económicamente y esta persona, que estoy seguro que es culpable, jamás le íbamos a poder cobrar un centavo. Ni siquiera tenía tarjeta de crédito.
El doctor puso cara de impresionado. Al fin tenía una empleada con la actitud suficiente para atender los casos livianos. Y mientras pensaba en eso, pudo ver no solo la entrepierna de Laura sino también sus puntiagudos pechos. Al igual que Felipe, el doctor intentaba determinar si bajo esa fina tela estaba o no la tanga….
– Bueno, tienes razón. Por un momento dudé en haberte tomado pero ahora veo que has manejado la situación de una manera muy profesional. Brindaste una solución, hiciste ganar al estudio $5000 en tan solo unos minutos, no perdimos un juicio en Tribunales y para colmo dejaste la puerta abierta para que si ese cliente pierda, vuelva aquí nuevamente sabiendo que tendrá que pagar altos honorarios. Te felicito!
– Muchas gracias. Le dije que no está en mis planes quedarme sentada viendo la vida pasar. ¿Quiere un café?
Laura, cambió rápidamente la conversación y sin dar tregua a sus habilidades, se inclinó hacia la mesa en donde estaba la taza del Doctor, tomándose el tiempo suficiente como para que el mismo pueda tener una imagen limpia, clara y certera de que en ese culo, no había ningún tipo ropa interior.
Lo que siguió, vendrá en próximas entregas.
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