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"Era insaciable, y quería llegar a la línea del límite entre el dolor y placer."
Ella estaba preparada. Al fin llegaba el día.
Laura había probado poco a poco cada vez más, pero su naturaleza era insaciable.
Quería en esta ocasión conocer sus límites.
Su marido había sido quien la impulsara a probar cada vez más. Él le creaba las necesidades.
Al principio de su matrimonio ellos pasaban días y días encerrados probándose uno al otro, siempre sintiendo nuevas caricias; y lo que en un principio era sencillo, se fue volviendo para los dos una necesidad de buscar cosas nuevas.
Le habían ordenado el día anterior aplicarse un enema con agua fría para lavar bien sus intestinos y después se metió a la tina a darse un largo baño, era principios de verano y el calor era fuerte.
Había recibido un paquete con un mensajero con lo que debería de llevar puesto. Así, a las 7 de la tarde se preparó meticulosamente para lo que le esperaba.
Se puso un par de medias blancas con ligas a los muslos, una tanga pequeña también en blanco transparente y un brasier en juego. Sobre esto llevaba un camisón también blanco en tela satinada con filos negros que le ajustaba marcando bien su esbelta silueta, era bastante corto y cubría solamente la mitad de sus muslos. Tenía diminutos tirantes. El toque final lo daban unas zapatillas blancas.
Lucía muy atractiva. Con su cabello dorado suelto, ojos verdes, piel bronceada, hermosas piernas bien torneadas, muslos marcados, pechos medianos y firmes y nalgas redondas que se marcaban bien con el camisón que llevaba puesto.
El chofer que pasó a buscarla tenía la orden de mantenerla con los ojos vendados; así, en cuanto ella subió al coche le vendó los ojos.
A Laura le gustaba ser sodomizada y en alguna ocasión hasta tuvo una doble penetración. Pero esto iba a ser diferente.
La puerta se abrió y fue conducida a un salón amplio donde había varios artefactos colocados en las paredes, una mesa redonda giratoria como de un metro de diámetro con correas fijas en la superficie, una plancha acojinada rectangular con una inclinación de unos 45 grados con correas en las 4 patas y una mesita con consoladores de diferentes tipos y
tamaños y varios pares de pinzas. Del techo colgaban argollas para sujetar.
La esperaban en el salón 4 hombres de entre 35 y 45 años.
Laura estaba muy nerviosa, deseaba experiencias nuevas pero no tenía ni idea a qué iba ni con quién. Todo fue un misterio y así ella lo aceptó.
Al llegar le ofrecieron algo de beber, no supo que fue, pero comenzó a sentirse más relajada, mientras los cuatro hombres comenzaron a acariciarla.
Empezaron a tocarle los pechos sobre el brasier transparente y el camisón que dejaban ver la protuberancia de sus pezones. Unos pezones bien formados y grandes que con las caricias que le estaban dando comenzaron a ponerse duros.
También le empezaron a meter las manos debajo del camisón, tocándole los muslos y subiendo poco a poco.
Las manos de los hombres recorrían todo su cuerpo, sintió como traspasaban su tanga y le acariciaban el clítoris y labios, igual sintió como un dedo penetraba suavemente su ano.
Laura se fue entregando a las caricias, se sentía muy excitada, no podía ver nada, pero las caricias la hacían ponerse cada vez más mojada.
Notó que algo comentaban los hombres y de pronto se detuvieron las caricias.
La desvistieron y su hermoso cuerpo quedó sólo con las medias y los tacones.
Le ordenaron abrir completamente las piernas, cosa que ella hizo, pero todavía ellos forzaron un poco más hasta lograr unos 5 ó 6 centímetros extras.
Le amarraron los tobillos a una barra metálica con las piernas completamente abiertas, con lo que le era imposible ni tratar de juntar las rodillas.
De igual manera, le amarraron las muñecas a otra barra que tenía unas cuerdas largas de cada lado, para dar la altura que fuera necesaria. Las cuerdas de la barra las pasaron a través de las argollas que estaban colocadas en el techo y las tensaron, dejando a Laura con los brazos en alto y el cuerpo completamente estirado.
En esta posición quedaba toda su intimidad expuesta e indefensa. Quedaba totalmente a merced de sus 4 verdugos. Con todo esto, ella se sentía muy excitada y sólo trataba de adivinar qué seguiría.
Oyó unos ruidos en el salón y de pronto sin más ni más sintió como el primer golpe llegaba a su piel, uno de los hombres había tomado la fusta y comenzó a darle a Laura golpecitos firmes pero suaves en el interior de los muslos y en las redondas nalgas.
Otro de los hombres comenzó a tocar sus pechos y a morder los pezones. Cada vez más fuerte. Después de esto, le colocó unas pinzas que presionaban sus pezones, con la idea de que Laura fuera poco a poco saboreando el dolor.
El tercero y cuarto hombre estaban tocando toda la intimidad de Laura; metiendo y sacando sus dedos del ano y vagina, chupando, jalando y sobando su clítoris y labios internos y externos, que en esta posición quedaban completamente expuestos y eran muy notorios.
Sentía gran placer que se combinaba deliciosamente con el dolor bien medido que le estaban proporcionando.
Ella nunca había tenido una experiencia de éste tipo. Ni conocía la sensación de dolor aunada al placer.
Estaba completamente mojada y con sus jugos se le mojaba la parte interna de los muslos. A este punto, los 4 hombres estaban completamente listos con sus grandes y duras protuberancias que querían salir de sus pantalones. Comenzaron a desvestirse y quedaron totalmente desnudos con las grandes vergas completamente paradas.
Sintió Laura que las cuerdas que tensaban sus brazos comenzaron a bajar, permitiéndole quedar inclinada hacia el frente donde una mano le agarraba la cabeza y se la posicionaba, encontrándose su boca con la herramienta grande y dura que la estaba esperando.
Ella comenzó a mamar con gran placer.
También sintió algo frío que le untaban en la entrada del culo y abriéndole las nalgas comenzó a sentir una gran presión; al mismo tiempo, sintió una lengua caliente y húmeda que la acariciaba y presionaba queriendo penetrar en su vagina.
El cuarto hombre cambió las pinzas de los pezones por unas con más presión, Laura sintió dolor y dió un pequeño grito; sin embargo, con tantas manos tocándola de tan diferentes maneras el dolor se le hacía intenso pero soportable y la excitaba cada vez más.
La presión en el culo cada vez era mayor y sentía cómo se estaba dilatando su interior. La estaba penetrando un tapón anal. De pronto sintió un dolor que la sorprendió cuando unas
pinzas se agarraban de sus labios externos, dejando totalmente abierta la entrada de su vagina, pues comenzaron a tensar las pinzas sujetas a un cordón que amarraron a cada uno de los extremos de la barra que sujetaba sus piernas.
Ya sin nada que bloqueara la entrada a la vagina uno de los hombres tomó un consolador de la mesita de junto, eligió el más grande, de unos 25 cms. de largo y 16 de grosor, con vibración.
Laura sintió primero como la lengua húmeda tocaba nuevamente su clítoris y entraba y salía de su vagina acompañada de pequeñas mordidas y buscando penetrar cada vez más. Estas caricias aunadas al dolor de sus pezones, el tapón anal que le estaban metiendo y sacando por el culo que aún no penetraba completo dado al gran tamaño de éste, ella mamando la verga y todos sus sentidos exacerbados, la mantenían verdaderamente caliente.
De pronto comenzó a sentir una gran presión en su vagina y con gran excitación fue aceptando el gran consolador que le estaban metiendo. Al principio estaba aún bastante cerrada en su interior, pero con gran habilidad el hombre que la estaba masturbando fue logrando abrirla poco a poco y ella sentía enormes oleadas de placer.
Cuando tenía el consolador totalmente encajado, el hombre que lo controlaba decidió encenderlo, provocando en Laura una sensación demasiado intensa, que le era difícil soportar.
Ya con la parte interior de sus muslos y nalgas bastante sensibles y enrojecidos por los golpes recibios, las piernas totalmente abiertas, las pinzas tensando sus labios vaginales que la dejaban completamente abierta, con el consolador vibrando entrando y saliendo de su interior, con pinzas en los pezones, mamando verga, las manos atadas, el tapón anal que al fin la penetraba completa con su enorme diámetro que comenzaba en 12 cms. e iba aumentando hasta alcanzar los 16 cms. y 17 cms. de largo, Laura se sentía que no podía más.
Al momento sintió una descarga eléctrica que la sacudió y la hacía tomar conciencia nuevamente. Las pinzas en los pezones y labios estaban conectadas a una fuente de corriente. Laura se daba cuanta realmente de su situación. Era la esclava de los cuatro hombres y tenía que aceptar lo que ellos decidieran hacer con ella. Estaba totalmente imposibilitada de renunciar desde el momento mismo que había llegado a esta casa.
Sus verdugos le advirtieron en ese momento que ella tenía que hacer que ellos se corrieran uno a uno en su boca, por turnos de no más de 10 minutos cada uno. Si en este tiempo ella no lograba hacer que se corrieran la iban a castigar aplicándole una descarga de toques por cada minuto adicional que ella no lo lograra.
Ella pensó que le iba a ser difícil lograrlo en este tiempo, ya que al tener las manos atadas, sólo podía disponer de su habilidad de mamadora.
Comenzó con el hombre que la estaba masturbando con el vibrador, él metió nuevamente su gran instrumento en la boca de ella y comenzó a cogersela. Laura se esforzó en hacer un gran trabajo, otra vez lo recibió con gran placer en su boca, lo metió hasta su garganta, comenzó a meterlo y sacarlo aplicando más presión en la punta, lamiéndolo, succionando y deseosa de poder tocar y acariciar las bolas y la base.
Por supuesto que los hombres que pusieron las reglas no tenían ninguna intención de terminar rápidamente. En verdad estaban gozando de la mujer que tenían para ellos y de su propio placer que querían prolongar lo más posible.
El tiempo voló para Laura y de pronto sintió otra descarga en pezones y labios. Eran intensos; sin embargo, ella estaba preparada y dispuesta a dejarse llevar hasta donde ellos quisieran sin quejarse ni objetar, pero el dolor la hizo recordar que no sólo era placer, sino que seguiría siendo castigada si no cumplía a tiempo con su tarea.
El dolor que sentía Laura iba acompañado de una gran excitación, ella pensaba en cómo lucía y que estaba totalmente expuesta en vagina, nalgas, culo, pechos y boca delante de 4 hombres que ella ni siquiera había visto y que podían hacer con ella lo que quisieran para hacerla conoce y llegar a sus límites. Ése había sido el acuerdo que ella había aceptado días antes y que ahora era una realidad que estaba viviendo intensamente.
Al fin, el primer hombre se corrió y un chorro de semen inundó la boca y garganta de ella, tragó toda la leche y le ordenaron que tenía que dejarlo completamente limpio. Así es que con su lengua fue limpiándolo y succionándolo hasta dejarlo nuevamente listo.
Con el vibrador entrando y saliendo de su vagina sentía grandes deseos de correrse, pero le habían advertido que no le estaba permitido. Cuando se le ocurrió decirlo a sus verdugos éstos le dijeron que sería severamente castigada por el sólo hecho de pensar hacerlo sin su permiso.
Al momento que se colocó frente a ella el segundo hombre para cogersela por la boca, le sacaron el vibrador de la vagina. Ella comenzó a chupar, succionar, lamer y acariciar de la mejor manera posible el nuevo miembro que parecía aún más grande que el anterior, pues le parecía más difícil aguantarlo adentro de su boca, no le parecía más largo, pero sí más grueso y bloqueaba su garganta.
Estaba haciendo un gran esfuerzo por tragárselo hasta la garganta sin ahogarse, cuando de pronto sintió un golpe firme con una pala plana en plena entrada de vagina y clítoris que la hizo brincar de sorpresa y dolor. A este primer golpe le sucedieron muchos más y le dejaban la entrada vaginal y clítoris con una gran sensibilidad y adoloridos, pero la respuesta de su cuerpo fue que se le empezó a poner el clítoris duro; señal inequívoca de su gran excitación; sin embargo, después de unos 30 golpes comenzó a pensar que no podía aguantar más. Cada uno le parecía más inaguantable que el anterior y comenzó a suplicar que no le dieran más, pero se le olvidó que tenía frente a ella una tarea que cumplir con tiempo limitado y de pronto sintió nuevamente los toques en pezones y labios que le recordaron su estado de esclava total sin opción de renunciar a nada.
Se esforzó y concentró en hacer correrse al hombre frente a ella, pero de pronto sintió otra descarga eléctrica y al mismo tiempo un chorro de semen le azotaba la cara y boca.
Al igual que con el hombre anterior, ella tuvo que asegurarse de dejarlo completamente limpio.
Con el tercer hombre tuvo más suerte, logró terminar antes del tiempo establecido y no tuvo sorpresas de castigos, además detuvieron los golpes que le estimulaban el clítoris y le permitía relajarse un poco para no correrse.
El cuarto hombre fue otra sorpresa, en esta ocasión le ordenaron a Laura sentarse en una silla que ellos le acercaron. Ella tenía las piernas totalmente abiertas y ellos le ayudaron
poco a poco a bajar, hasta que fue sintiendo cómo a medida que ella se acomodaba para sentarse una gran verga metálica quería penetrar en su interior, ella ya estaba totalmente abierta y sin embargo no podía lograr que entrara la inmensa verga que estaba firmemente sujetada a la silla.
Laura les sugirió entonces que cambiaran ese castigo. Pero los hombres no estaban dispuestos a hacerlo, habían hecho un acuerdo y ellos la iban a forzar a cumplir.
Después de muchos intentos sin éxito por clavarla en la gran verga, la levantaron nuevamente y sacaron de su culo el tapón anal, frotaron su clítoris duro y mojado y comenzaron a sentarla nuevamente en la gran verga metálica que con mucha excitación ahora sí lograba meter completamente en su cavidad, y para sorpresa de ella comenzó a moverse en su interior con fuertes vibraciones.
Mientras esto sucedía, el cuarto hombre en su boca gozaba de las deliciosa mamadas de Laura, y ella recordó que se tenía que apurar si no quería más descargas en pezones y labios, pero ya era tarde, en eso estaba, cuando recibió nuevamente la descarga, pero esta vez, el hombre que la impartía gozaba haciendo el castigo más largo para ella. Laura gritó esta vez y se retorció y siguió mamando hasta que el hombre en su boca terminó casi ahogándola con la gran cantidad de leche y la tremenda verga que tenía, la más grande de todos, verdaderamente descomunal, con lo que dejaba a Laura con un fuerte dolor de maxilares, por forzar demasiado para abrir y poderlo aceptar.
Cuando terminó de limpiar al cuarto hombre, la tomaron de la cintura y la levantaron nuevamente, sintió un gran alivio pues la gran verga metálica la estaba llevando al borde para correrse y sabía que si lo hacía sería nuevamente castigada.
Pero su alivio duró muy poco, pues la levantaron y sacaron la gran verga de la vagina y se dio cuenta que le esperaba un reto mayor. Esta vez sus verdugos querían probar la capacidad de ella por el orificio trasero.
La inclinaron hacia el frente y sintió primero unos dedos húmedos que la penetraban, quizá dos ó tal vez tres, que luchaban por entrar en su culo, presionaban y giraban dentro de ella, esforzándose por llegar lo más adentro posible. Después otros dedos se metieron también en ella, y entre las dos manos empezaron a tensar su entrada, queriendo hacerla más grande, jalando cada mano en diferente dirección.
También sintió dedos entrando y saliendo de su vagina, jalando, sobando, acariciando su clítoris y labios internos y externos y jugando con sus pechos.
Laura enloquecía de placer y pedía más y más. Esta entrega de su cuerpo era algo que ella siempre había deseado, que jugaran sin límites con su cuerpo, con sus orificios, sin medida, sin respeto y a éstas alturas sin reservas ni vergüenza de ella.
Los hombres notaron que ella estaba en un estado de excitación máximo y decidieron que era el momento de llevarla otra vez al límite.
Sacaron sus manos del culo de ella y comenzaron a sentarla en la gran verga metálica. Ella nunca había recibido algo tan grande ni por vagina ni por culo, y si le había sido tan difícil
por la vagina, estaba preocupada de pensar si iba a ser capaz de comerse semejante herramienta por su orificio trasero.
Como de cualquier manera no tenía alternativa decidió que era mejor relajarse y tratar lo mejor posible de aceptar lo que le esperaba.
Los hombres encendieron la verga metálica y ella comenzó a sentir como penetraba poco a poco en su ano. Ellos la iban sentando y levantando para permitir que ella se abriera y se excitara lo suficiente para que no le fuera tan doloroso y lograra aceptarlo todo, al mismo tiempo sentía cómo los hombres que la trabajaban en clítoris, vagina y pechos seguían acariciándola, sobándola y mordiéndola con gran maestría.
Laura se sentía tan caliente como nunca en su vida, a la vez que el dolor en su culo se intensificaba cada vez más, mientras más avanzaba la penetración con la gran verga metálica.
Ella jadeaba, gritaba, y ya no podía más, estaba a punto de correrse y no le era permitido, ella enloquecía de dolor y placer y los hombres seguían manejándola con un movimiento hacia arriba y abajo penetrándola cada vez más.
Cuando estaba casi totalmente encajada, la dejaron caer sentada y ella quedó con la verga metálica totalmente clavada en su culo. La hizo gritar un intenso dolor, que se le confundió al momento de sentir otra vez la corriente eléctrica en pezones y vagina.
Creyó que esto era más de lo que ella jamás imaginó pudiera soportar.
Sin embargo, ésta parte de la prueba había terminado. Le quitaron las pinzas de pezones y labios y le desamarraron las muñecas y los pies. La ayudaron a levantarse poco a poco y se fue liberando de la enorme verga que la atravesaba.
Era un gran momento de descanso y moviendo sus manos y piernas se sintió más relajada.
Con todo lo que le habían hecho sentía que su cuerpo estaba al nivel máximo de sensibilidad. Aunque era evidente su alto grado de excitación, ella se preguntaba temerosa, qué nuevas experiencias probaría esta noche.
Y en efecto, la estaba esperando otra difícil prueba.
Ahora la condujeron hacia la plancha rectangular y angosta y la acostaron boca abajo, con el culo más en alto y totalmente abierto y amarraron sus tobillos a las patas de la plancha, quedando con las piernas bien abiertas aunque no totalmente tensas.
Ellos buscaban que ella sintiera lo más posible, para eso estaban ahí, así es que en esta posición le fueron metiendo cubos de hielo por el culo y vagina y así lograron que ella estuviera cerrada nuevamente.
El frío del hielo la sorprendió y le dio una agradable sensación que nunca había sentido, a la vez que el hielo cumplía con el propósito de cerrar sus orificios.
Ellos limpiaron el agua que salía y escurría de su culo y vagina, y aprovecharon para dejarla totalmente limpia otra vez.
Ya que estaba lista, se colocó uno de los hombres debajo de ella y la penetró con su hermosa herramienta dura y gruesa, mientras otro de ellos comenzó a meter su lengua por el culo.
El tercero se colocó a la altura de su cabeza y le indicó que comenzara a mamar nuevamente su verga erecta.
Ella sintió gran placer y el hombre que le chupaba el culo, ahora también le metía y sacaba los dedos que de vez en cuando también forzaban la entrada de la vagina, donde se encontraban con la otra gran verga.
Esta sensación de manos y vergas tenía loca a Laura otra vez y nuevamente ella pedía más y más.
El hombre que chupaba su culo decidió meterle su dura herramienta, la más grande de todas y ella comenzó a sentir como poco a poco la abría esta inmensa espada caliente que aunque le provocaba dolor ella deseaba aceptar completa.
El dolor desapareció y solo quedó el placer. Empezó a acostumbrarse a esta sensación y al movimiento de los hombres entrando y saliendo de su boca, vagina y culo, pero faltaba el cuarto hombre y él también estaba listo y dispuesto a gozar de Laura.
En este momento él se unió al hombre que la penetraba por el culo y comenzó a forzar la entrada vaginal de ella que ya estaba ocupada por la otra gran verga. Aún así, poco a poco fue abriendo camino en el interior de la vagina.
Ella se sentía tan llena de vergas, que pensó que la iban a reventar, era doloroso, pero acompañado de una excitación en este momento indescriptible.
Chupaba y succionaba con más fuerza la verga que tenía en la boca, sentía una locura dentro de ella, sensaciones jamás imaginadas. Jadeaba, gritaba, gemía, suplicaba. No sabía como entregar más de ella al placer y a estos hombres que la hacían enloquecer como nunca imaginó.
Así pasaron un gran rato cambiando posiciones, hasta que se le permitió a ella correrse, en el mejor momento, pues le era imposible aguantar más.
Fue un orgasmo intenso y prolongado acompañado de fuertes espasmos en el ano y vagina.
Con las fuertes contracciones de ella, los cuatro hombres también se corrieron.
Recibió con gran placer toda la leche de ellos por todo su cuerpo; en la boca, culo, vagina, toda ella se encontraba llena de semen, sudor y sus propios jugos vaginales.
Se sintió muy cansada y pensó que ya iba a poder descansar, que tal vez ya su noche había terminado, pero se equivocó.
Estaba inmersa en su agotamiento y sus pensamientos, cuando sintió que le desamarraban los tobillos todavía sujetos a la plancha.
Era una mujer, que la conducía a darle una ducha y dejarla nuevamente lista.
Sin quitarle la venda de los ojos le lavó la cara que tenia toda escurrida de semen, le frotó los pechos con los pezones duros, sensibles y adoloridos por las pinzas y le jabonó todos sus orificios, ya adoloridos, con gran habilidad.
Con el baño, sin la lubricación de semen y jugos vaginales ella volvía a quedar bastante cerrada.
La mujer la condujo a la mesa redonda giratoria del tamaño suficiente para que Laura apoyara sólo desde el cuello hasta las nalgas. Quedaba con la cabeza semi colgada hacia atrás y las rodillas dobladas hacia arriba.
En esta posición le sujetó los pies abiertos, de manera que nuevamente quedaba totalmente abierta y para ser usada al capricho de todos.
Ahora le dejaban las manos libres, pero aunque tenía cierto movimiento en las caderas, no podía levantarse ya que le sujetaron el cuello a la mesa con un collar.
Escuchó, ya en esta posición que la mujer le ordenaba que la chupara.
A Laura nunca le pasó por la cabeza la posibilidad de ésta situación. Ella nunca lo había deseado, y en las ocasiones en que su marido Luis se lo había sugerido ella siempre rechazó esta posibilidad.
Conociendo su indefensa posición Laura trató de obedecer pero al primer contacto de su lengua con la vagina de la mujer, ella se negó a seguir.
La mujer giró entonces la mesa y comenzó a jugar con el cuerpo de Laura. Empezó a chuparle el clítoris, a morderle los labios, a meter los dedos profundamente en la vagina de ella. Pellizcaba y jalaba con fuerza de sus pezones, metía la lengua por su culo, lo fue abriendo suavemente y le metió 2 dedos y luego 3. Giraba los dedos dentro de ella.
Laura comenzó a sentirse muy excitada y agradecida con la mujer por el placer tan grande que le estaba proporcionando.
Entonces, ella misma, sin darse cuenta cómo, se ofreció para chuparle la vagina y clítoris y hacerla gozar en reciprocidad.
Era una sensación totalmente extraña y desconocida para Laura. Ella enloquecía mamando vergas, pero nunca había probado con una mujer.
La mujer, igual que ella no tenía bello, así es que era cómodo morder, chupar, meter la lengua. Laura comenzó a darle verdadero placer a esta mujer.
Mientras tanto, los hombres tomaban una ducha y un pequeño descanso.
Platicaban y planeaban entre ellos, donde Laura alcanzaba a oír el murmullo, pero ellos tenían a la vista lo que ella hacía.
La mujer se separó de Laura y se acercó a la mesita. Laura sintió algo grande, duro y frío que presionaba la entrada de su mojada vagina. No acertaba a adivinar qué era. Parecía un consolador muy grande, pero su textura y frío la hacían dudar.
La mujer que la estaba masturbando había preparado dos grandes pepinos bien fríos, uno más grueso que el otro. Aunque Laura estaba muy mojada y algo abierta por los dedos que la penetraban, no lograba aceptar en su interior ésta gran verga verde que trataba de penetrarla.
La mujer comenzó a chupar y morder el clítoris de Laura y a meter y sacar rítmicamente el pepino haciendo más presión cada vez. La sensación de frío de esta verga hacía a Laura sentirse más y más deseosa y caliente. Poco a poco la mujer fue logrando abrirla lo suficiente y meterlo casi en su totalidad.
Ahora tomó el segundo pepino con la mano izquierda mientras que tres dedos de la derecha los introducía, mojados de saliva, en el culo de Laura.
Era una sensación deliciosa para Laura. Físicamente estaba totalmente entregada y mentalmente ella deseaba más, pues sabía que le estaba preparando el culo para algo más.
Al sentir la mujer el culo de Laura suficientemente abierto retiró los dedos y comenzó a meterle el segundo pepino, que era más grueso que el primero.
Con gran habilidad la mujer comenzó a chuparle el clítoris y a hacerle presión en el ano y a meter y sacar la gran verga de la vagina.
Al fin entre quejidos de dolor y de placer Laura comenzó a comerse la gran verga por su orificio trasero.
Esta noche Laura había vividos las más intensas y desconocidas sensaciones de su vida. Placer y dolor extremos que nunca imaginó que pudieran llegar a excitarla a estos niveles.
Le habían sabido aplicar las dosis suficientes de dolor al punto de casi lograr quebrantar su voluntad y hacerla llegar a los límites, pero de pronto todo cambiaba y le daban a su cuerpo el placer más inimaginable que ella jamás pensó que podía existir.
Justamente se encontraba en un momento de quebranto de voluntad, cuando escuchó a los hombres acercarse hacia ella.
Le ordenaron nuevamente que tenía que mamarle a todos sus ya limpias, descansadas y bien paradas herramientas, pero ahora contaba con las manos y la boca, y para sorpresa de Laura, tenía que adivinar cuál era la de Luis, su marido, que todo el tiempo había estado ahí y era uno de sus cuatro verdugos.
Así fue como sucedió, todo había sido planeado por Luis. Él deseaba satisfacer todas las locuras y fantasías que Laura tenía, que él había creado en la mente y el cuerpo de ella.
Pues así, ahora ella tenía que reconocer el gran instrumento de su marido, de lo contrario, recibiría 30 cuerazos con un cinturón.
Mientras ella mamaba y se esforzaba con boca y manos por reconocer a su marido, los demás hombres mordían y jalaban sus pezones y su clítoris, sacaron los pepinos que ya dejaban a Laura lista para lo que le esperaba, y en su lugar fueron metiendo sus hermosas vergas duras.
Laura sintió el delicioso calor de una de ellas penetrando su culo. Era una sensación deliciosa, pues el dolor que le causaba el gran pepino terminó de inmediato y ésta era adecuada al tamaño de su orificio trasero.
Aunque Laura se esforzaba y trataba de concentrarse, no lograba adivinar cuál era la de Luis.
El tiempo se le acabó y era el momento de cumplirle el castigo.
Le desataron la correa del cuello y de los tobillos. La bajaron de la mesa y obligaron a agacharse sobre su estómago en un pequeño taburete con las piernas abiertas.
Todavía con los ojos vendados Laura fue castigada personalmente por Luis, quien hasta había apostado que su mujer sí sería capaz de reconocerlo, como ella siempre le había dicho. Le propinó 30 cuerazos en las nalgas y piernas.
Después de esto, fue llevada a una cama amplia, donde al fin pudo recostarse.
Estaba adolorida de todas sus partes y con las nalgas y piernas enrojecidas, pero nuevamente estaba muy excitada.
Los mismos cinturonzazos la habían hecho excitarse más, sobre todo cuando la punta del cinturón rozaba su entrada vaginal, cosa que Luis hizo con gran frecuencia e intención.
Ya en la cama, uno de los hombres se acostó y los otros clavaron a Laura en la verga.
Luis quedó parado frente a ella con su gran instrumento en su boca y así comenzaron a excitarla, manosearla, a hacer que se mojara y pidiera más.
Le metían los dedos por el ano, entraban y salían y cambiaban posiciones, chupaban su culo y frotaban su clítoris.
Cuando Laura empezó a pedir con desesperación que se la cogieran por el culo, se colocó uno de ellos y la penetró, ella sintió delicioso y comenzó a moverse rítmicamente al paso de ellos, de pronto sintió una gran presión en su orificio trasero ya ocupado, cada vez más intensa y con gran dolor, casi insoportable, y comenzó a pedir que se detuvieran, pero no estaban dispuestos a hacerle caso, ésta era la prueba final para ella y la iban a forzar a vivirla, para esto la habían preparado por tantas horas.
El cuarto hombre siguió presionando fuertemente la entrada de su culo, hasta que al fin logró penetrarla también.
Estaba siendo cogida por cuatro grandes vergas; una en la boca, que era la de Luis, él siempre la había querido ver así; otra estaba clavada en su vagina y dos por el culo, y una mujer frotaba y pellizcaba sus pezones y su clítoris.
Ahora sí sentía que iba a reventar su culo, sentía gran dolor y un tremendo placer.
Con todas estas sensaciones y caricias ya no pudo aguantar más y se corrió con una intensidad como nunca en su vida sintiendo grandes contracciones vaginales y anales y una oleada obscura pasaba por su cabeza, su respiración era tremendamente agitada, estaba toda sudada, su vagina empapada al igual que su culo y no quería que su intenso orgasmo terminara.
Sin embargo, los hombres no se corrieron, así es que Laura seguía recibiendo vergas por todas partes.
Agotada como estaba tenía que seguir respondiendo con su boca y caderas al movimiento rítmico de los 4 hombres, así la mantuvieron por un largo rato otra vez, hasta que se excitó tanto que deseaba volver a venirse.
Con las caricias y pellizcos de su clítoris y todos penetrándola, alcanzó otro orgasmo de la misma intensidad que el anterior. Después de tantas horas de ser cogida y usada de tan diferentes maneras, en estos momentos ya enloquecía y gritaba de placer y movía su cuerpo frenéticamente recibiendo y dando todo lo que podía.
En esta ocasión sus espasmos hicieron que los hombres se corrieran en su ano, vagina y boca, quedando totalmente abierta, llena de semen y escurriendo por todos sus orificios.
Finalmente, le ordenaron que tenía que masturbar a la otra mujer hasta hacer que se viniera.
Sin poner ninguna objeción, se aplicó intensamente y cumplió con su tarea con gran habilidad, chupándole y mordiéndole el clítoris, metiendo y sacando los dedos al mismo tiempo en su culo y vagina, succionando sus labios, metiendo su lengua por ano y vagina, tocando los pezones, jalándolos y pellizcándolos.
Así, hasta que la mujer se corrió intensamente, agradeciendo a Laura su gran dedicación para complacerla.
Se quedó profundamente dormida por espacio de 12 horas, cuando despertó empezaba a anochecer y estaba en su cama acostada.
Cuando logró abrir los ojos Luis le dijo "¡Qué putita eres Laurita, me encantas!".
Y así fue como Luis le dio a Laura el mejor regalo de su vida, un regalo que nunca iban a olvidar.
Ella aprendió a conocer y manejar el placer más intenso acompañado de dolor intenso. Estuvo por renunciar varias veces, pero finalmente logró conocer sus límites y saciar su necesidad de ser cogida en todas las formas inimaginables por 4 hombres, 3 de los cuales nunca vio.
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