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Categoría: Confesiones

Las universitarias sumisas (Cap. 1)

Esta no es una simple historia inventada, esta es una historia de la vida real, sin embargo como siempre digo, todo depende de lo que piense el lector.



La historia se da en Madrid España, cuando una de mis sumisas descubrió a unas ocho universitarias gorditas que fueron a mi gimnasio para bajar de peso, ya que faltaba poco para recibirse y deseaban ir presentables a tal evento. Mi sumisa sabiendo que yo requería chicas gordas para usarlas como baños portátiles, se le ocurrió abordarlas, manipularlas y llevarlas ante mí.



Mi sumisa les dijo que la dueña del gym deseaba realizar un experimento y que precisamente ellas eran las más adecuadas para ese fin; las gordas aunque eran de clase pudiente eran bastante ignorantes, ingenuas y fácilmente fueron enredarlas para que se creyeran el cuento del experimento.



Al llegar a la mansión donde vivo, la sumisa condujo a las gordas ante mi presencia, ellas con humildad se presentaron e inmediatamente como era de esperarse preguntaron de qué se trataba ese experimento del que se les había hablado en el gym.



Pidieron me diera prisa, ya que desean regresar al gym para bajar de peso y estar bonitas para su examen profesional el cual era en dos semanas. Les ofrecí el acceso al gym de manera gratuita, pero solo si ellas aceptaban vivir una semana en mi mansión y yo mientras me encargaría de su rutina para bajar de peso, ellas una vez más demostraron su estupidez aceptando el trato, preguntaron si podrían llamar a sus casas para avisar que estarían ausentes por una semana, yo les dije que me dieran sus celulares y que mi sumisa se encargaría de dar aviso, ellas otra vez se la creyeron. Una vez que aceptaron y sin tener acceso a sus celulares les fue ordenado desnudarse y de inmediato se arrodillaran, las gordas intentaron preguntar porque pero de inmediato ordené mantuvieran silencio. Les hice ver su gordura y que se sintieran humilladas y avergonzadas por su patética apariencia, y que si es que pensaban perder esa forma redonda que tenían, debían acatar y seguir todas y cada una de mis órdenes al pie de la letra, sin preguntar el porqué de la orden. Al mirarse gordas se sentirán humilladas y avergonzadas de su peso, por lo que estarán trabajando a cuatro patas.



Las gordas estúpidas carentes de mucha inteligencia se tragaron el cuento por lo que se arrodillaron a cuatro patas después de ver su gordura, a ellas les agradó ese método sin dudar un solo segundo, fue entonces que ordené a mi sumisa que trajera las mordazas que tengo con un cepillo integrado. Mi sumisa enseguida acató la orden.



Una vez puestas las mordazas a las gordas, les dije que los cepillos no se movían por si solos y que había que estarlos empujando, ellas entendieron la indirecta. Me vino la idea de decirles que mientras más barrieran a cuatro patas su panza con el roce del suelo iría disminuyendo sin hacer un esfuerzo extra, ellas ingenuas estuvieron de acuerdo y empezaron a barrer toda mi mansión estando de cuatro patas.



Después de haber estado por dos horas barriendo a cuatro patas toda la mansión regresaron a mi presencia, me informaron que habían cumplido con el barrido de la mansión, entonces hice venir a mi sumisa para ordenarle traer unas jergas para dárselas a las gordas ya que ahora debían trapear todo, las gordas no podían creer que ahora debían fregar todo el piso.



Iban a preguntar si podían beber agua, pero al ver mi cara sin ninguna expresión, se fueron a fregar los pisos de la mansión. La friega de pisos les llevó dos horas más en terminar, habían sudado como puercas y pensando que iban a bajar de peso de acuerdo al programa de su nueva Ama o sea yo, pues no les importó sudar descontroladamente, de todas maneras en sus diminutos cerebros el fin justificaba los medios.



Después de cuatro horas de intenso esfuerzo y sudor, mandé llamar a mi sumisa para ordenarle trajera a cada una de las gordas una coca cola de 2 litros para cada una. Ya que la sumisa regresó llamé a mis gordas para repartir una botella a cada una y que se la bebieran.



Las gordas agradecieron el que les diera una botella a cada una, ya que morían de sed; lo que no les dije es que no era para apagar su sed, sino al contrario, quería engordarlas más, de tal forma que aunque sudaran una cantidad de agua, las hacia consumir azúcar lo que ayudaba a sobrepasar lo sudado y aumentarlas de peso.



Las gordas saciaron su sed del gran ejercicio de haber trapeado una mansión ellas solas, tenían mucha hambre, ordené trajeran una pizza grande para cada una, las gordas no se imaginaban tanta bondad de mi parte. Dispuse les trajeran los celulares para informar a sus familias que ya no volverían más con ellas, ya que habían caído en el cielo de las gordas donde no las juzgaban por estar en sobrepeso, después de eso decidieron olvidarse de los celulares apagándoles y destruyéndolos para siempre. Sus familias no entendían bien sus motivos pero aceptaron la decisión tomada por sus gorditas.


Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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