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Las sabias enseñanzas de mi padre.
Capitulo I
Un Fin de semana en intimidad entre padre e hijo.
Mi familia es de origen brasilero y nuestra forma de ver la vida era bastante diferente a como la veía el resto de gente alrededor nuestro, ya que estábamos fuera de Brasil, y por eso formamos un círculo familiar algo cerrado.
La diferencia era más notoria sobretodo, en lo relativo al sexo, no éramos nudistas, pero tampoco se daba importancia a que nos viéramos desnudos, y todos, los cuatro miembros de mi familia nos habíamos visto desnudos en una forma muy natural.
Por ejemplo podía ver a mi madre y a mi hermana mayor desnudas muchas veces, si bien es cierto no estaban desnudas todo el tiempo, no se cuidaban, cuando salían del baño o cuando estaban en su dormitorio. A veces entraba al dormitorio de mi madre a decirle algo, o pedirle alguna cosa, mientras ella se estaba cambiando, y me atendía desnuda, mientras elegía la ropa interior que iba a usar, y es cierto que yo me deleitaba viendo su desnudez, que me gustaba y apreciaba mucho.
Solía bañarme con mi hermana mayor, la mayoría de los días de la semana, ella es mayor que yo por 4 años, a veces durante esos baños, cuando yo ya tendría unos 7 años, teníamos juegos, donde nos tocábamos, mi hermana dejaba que le acariciara el culo, o que le sobara la conchita, y jugara con los pelitos que le estaban saliendo allí, y que a mí me llamaban mucho la atención, y ella me sobaba la verga, que yo siempre tenía dura, apuntando hacia arriba, nada más empezar el baño, en espera siempre de esos juegos.
Mi papá y yo, desde muy niño, solíamos ducharnos juntos los fines de semana, en que él se levantaba más tarde.
Conforme fui creciendo me volví más admirador de su verga que, para mí, era enorme comparada con mi verga pequeña de niño, la de él era larga y sobretodo muy gorda, mi mano no llegaba a abarcar todo ese tronco, como lo comprobaría poco después.
Un fin de semana, en que estábamos solos en la casa, mi padre y yo, ya que mi hermana y mi madre habían salido , a visitar a i tía, estábamos en la ducha y me dijo que iba a enseñarme cómo lavar mi verga, y sobre todo mi prepucio, yo tenía 11 años.
Estábamos los dos desnudos uno frente al otro, mira primero como lo hago yo, para que aprendas, me dijo, esta vez el me pedía que mirara su verga, cosa que yo solía hacer, pero sin mirarla detenidamente, como lo hacía ahora fascinado, observando esa verga gorda y larga que colgaba de entre sus piernas, con una mata llena de gruesos y ondulados pelos en la base, y unas bolas enormes que le colgaban también llenas de pelos.
Él había jalado su grueso y largo prepucio dejando cubierto su glande y aun con la cabeza de su verga cubierta, sobraba un buen trozo de piel, empezó a lavarlo suavemente con agua y jabón, incluso metiendo un dedo dentro del prepucio, para lavarlo internamente.
Me sorprendió cómo toda esa piel se deslizó fácilmente hacia atrás, para exponer la púrpura y enorme cabeza de su verga, la que lavo cuidadosamente entre los pliegues, para que no quedara nada de esa grasa blanca que se junta allí, una vez que termino, me miro y me dijo, ahora vamos a lavar el tuyo. Luego bajó su mano y, tomó mi verga en su mano y cuidadosamente deslizo mi prepucio atrás, sin embargo encontró resistencia, pues se atracaba a la mitad de la cabeza y la apretaba, entonces me dijo, tienes que bajarle la piel hasta atrás para que salga toda la cabeza, hazlo seguido, dos o tres veces al día, en la mañana y sobretodo en la noche al acostarte, dale una bajada, al principio, como ahora vas a sentir un poco de molestia, y hasta un poquito de dolor , pero luego se retirara suavemente, sin que sientas nada, como el mío, mira me dijo señalando con la mirada su verga, que en ese momento tenía toda la piel cubriendo la cabeza, anda me dijo, jálame la piel hacia atrás, yo lo quede mirando, y él me dio una sonrisa como para animarme , jálalo hacia atrás, repitió, entonces yo estire mi mano y agarre por primera vez esa enorme verga, mi mano no llegaba a cerrarse alrededor de ella, empecé a hacer presión, y sentí esa suavidad de la piel, más suave que la piel de otras partes del cuerpo, como seda, o terciopelo, la piel cedió hacia abajo fácilmente, dejando al descubierto la enorme cabeza, que me quede viendo extasiado, hasta que mi padre me dijo, ves como debe bajar suavemente? Así tiene que bajar la tuya, en ese momento no pude evitar notar como su verga daba como un pequeño salto, y empezaba a ponerse más gorda y larga, y mi padre con un movimiento la saco de mi mano.
Vamos a ver tu prepucio, me dijo, agarrando mi verga nuevamente, yo me estaba sintiendo excitado, con todo esto de agarrarnos las vergas, pero me gustaba que él me la estuviera agarrando porque me hacía sentir algo rico, volvió a deslizar la piel del prepucio hacia atrás, con el mismo resultado, se atraco a la mitad de la cabeza, entonces dio un tirón más hacia atrás, y yo sentí un vivo dolor y di un grito, pero él me dijo, ya esta, mire mi verga y vi toda la cabeza rosada y brillante descubierta, y la piel se plegaba alrededor de la base del glande.
Empezó a enjuagar mi glande sensible, lavándolo con agua y jabón, sacando la grasa de los pliegues, después volvió a estirar la piel cubriéndose el glande de inmediato, y a continuación volvió a bajarlo, nuevamente di un grito, aunque fue más por la sorpresa que por el dolor, y él me dijo, hay que hacerlo más veces para que la piel se suelte, y repitió la operación un par de veces más.
Me sentí tan bien a tener mi verga en su gran mano, que esta se empezó a alargar y a poner dura, y se paro completamente, señalando hacia arriba, tenía una erección.
Al principio estaba avergonzado, pero él me tranquilizó explicando que todos los niños y los hombres tienen erecciones y que era una reacción natural. Cuando terminó de lavar mi pene me di cuenta de que su verga empezaba a ponerse más y más gruesa, y más larga y dura, hinchándose todas las venas, que se le veían ahora muy claramente. Me sonrió mientras miraba su órgano en pleno proceso de erección. En cuestión de segundos su verga estaba parada con venas gruesas, hinchadas y a pesar que había crecido mucho, y estaba parado, el glande no estaba totalmente expuesto, solo aparecía la punta, con el agujero de la uretra. Él me empezó a explicar que cuando se endurecía su verga, había una manera de darse placer a través de la masturbación, o más comúnmente llamada la paja, y me preguntó si alguna vez me había pajeado, le conteste que no, mintiéndole, pues ya me había tocado, aunque después descubrí que nunca había tenido más que excitación, pero sin llegar al verdadero orgasmo, como llegaría después con su guía y enseñanza.
Mi padre sonriéndome, me dijo que me enseñaría cómo hacerlo, que era algo que hacían todos los hombres y algunas, si no todas, las mujeres.
Salimos de la ducha y fuimos a su dormitorio y los dos estábamos desnudos y con las vergas completamente erectas.
Mamá y mi hermana no estarían durante todo el día, habían ido a visitar a mi tía, hermana de mi mama, por lo que nadie nos interrumpiría. Más tarde me enteré que mi mamá sabía que mi padre iba a instruirme, tarde o temprano en las cosas del sexo.
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