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LAS MIRADAS LASCIVAS DEL CLUB
Comencé a trabajar en aquel club de bacanes y gente bien hacía ya seis meses. Er de gente de mucha plata, pero a la vez, de gente grande y principalmente hombres. Por supuesto que eran casi ancianos, pero ancianos con todo puesto en su lugar. No se compararían jamás con los viejos pobres de cualquier lugar del mundo. No es lo mismo envejecer con todo a tu favor que con todo en contra. Sobre todo con todo el dinero del mundo.
Mi labor en aquel lugar se estarán preguntando ustedes. Era el de hacer mover el esqueleto a aquellas gentes. Un especie de profesor de gimnasia para adultos mayores.
Las clases se daban por lo general a la tarde. Porque como se sabe aquella gente le gusta dormir bastante. El club como dije era para gente selecta, con mucho poder adquisitivo.
Ellos eran sus dueños. Me había contratado Ovidio de la Cruz, un hombre cercano a los sesenta o tal vez un poco más. Aún conservaba su altura, de anchos bigotes prolijamente recordados, manchados de gris, aunque se notaba que se daba color negro azabache.
Bueno Ovidio era mi jefe, por llamarlo así. Era quien me había contratado luego de pasar por una especie de casting. Donde hubo algunos postulados.
Aquel hombre maduro era de trato agradable. Me pagaba muy bien y bueno así empecé a ir a aquel club tres veces por semana.
Lo que fui notando con el paso de las clases es que sumaban más hombres grandes a mi clase. Todos por supuesto de alto poder adquisitivo, como ya dije, aunque a mí eso no me beneficiaba en nada, porque tenía un sueldo prefijado.
En el vestuario cuando entraba yo, los murmullos comenzaban. Sentía tras de mi miradas furtivas. Me sentía incomodo.
Hasta que finalmente un día de esos, me animé y fui a la oficina de Ovidio.
Golpeé y espere a ser atendido.
Me hizo pasar y allí estaba cómodamente sentado en su sillón de pana verde musgo, fumando un habano, como un dandi. Sonreía como casi siempre, ya dije que su trato era agradable.
__¿Qué sucede contigo…porqué querías verme?
__¡No..es simple curiosidad, tal vez usted sepa!
__¡Pero ya dime!__ dijo Ovidio
__¡Mire Ovidio!__ dije y me cortó
__¡Dime Ovi, como todo el mundo!
__¿Bien Ovi…he notado que cuando estoy en los vestuarios, escucho murmullos y siento miradas….!__ el sonrió y me calle
__¡Mira muchachito…tu sabes que estás rodeado de hombres…y bueno…ellos te miran de manera lasciva!
__¿Qué dice?
__¡Bueno digo que a esos hombres…le pareces un chico lindo, miran tus formas a ver si entiendes!!
__¡Ovi usted dice que les gusto!!
__¡Claro, no hablan de otra cosa, les gustan tus apretadas calzas…tu también sabes provocar!!__ dijo riendo de buena gana
__¡Es que yo no quiero…provocar nadie!!
__¡Vamos, !__dijo el poniéndose de pie y acercándose a mí, quedando su bulto a la altura de mi boca. Debo decir que un considerable bulto.
__¡Anda a que esperas!__ dijo Ovi cambiando el tono de su voz.
__¿Qué espero para qué?__ dije inocentemente
__¡Vamos …toca si es lo que quieres…lo que andas buscando desde que te conozco Milo!!__ dijo con total seguridad y desparpajo. Yo no me movía y el acercó su pedazo mucho más cerca. Sentí una irresistible necesidad de hacer lo que me decía con sus ojos brillantes y un hilo de baba cayéndole por la comisura de sus labios como si fuera un vampiro nefasto y criminal.
__¡En el vestuario y en todos lados, los machos gerontes se mueren y se babean por tu culo…todos lo desean, desean tu boca, y que los mames, como harás conmigo ahora mismo!__ diciendo así, mientras yo estaba obnubilado y como mareado, tomo una de mis manos y la apoyó en su garrote que ya estaba endureciéndose, poniéndose muy duro. Lo apreté ya no muy dueño de mis actos y el hombre gimió largamente, como si hubiese estado esperando aquello.
Bajé el cierre de su pantalón y el miembro de aquel macho maduro saltó hacia afuera, con unas gotitas en su ojo. La paso por mi boca cerrada. Sentí su sabor. El gimió mas fuerte. Se puso mucho mas dura. La paseo por mis mejillas acaloradas y calientes. Sentía que mis venas lentamente se iban cargando de erotismo y sensualidad.
Abrí la oca y Ovidio avanzó dentro de ella, su poronga se clavó en mi boca, la chupe gustosamente.
__¡Ahhh sabía que te encantaban las vergas, ohh, si cariñito, Milo chupa, chupa la verga de papi, si, ahhh, así!!__ tomándola como si fuera un biberón la froté, la sobé y seguí chupando y mamando, escuchando como gruñía aquel macho maduro, perfumado y alineado, ahora sacado de quicio por mi boca que lo succionaba sin piedad y cada vez con más fuerza y hambre.
Aparecieron unos huevos redondos y llenos, al menos yo los noté gordos y pesado mientras les metía mi lengua. El ardor crecía en mi interior. La poronga de Ovi iba y venía en mis manos y la saliva salpicaba el piso, cayendo pesadamente, babeaba la poronga gorda, y el macho maduro crecía en gemidos y susurros tomando mi cabeza y acompañando mis movimientos para tragar la vara a fondo.
__¿Quieres que te llene la boquita esa que tienes?…ahhhhh. quieres mi lechita…lo sé putita…eres una mamona…ohhh… ohhhh!!!__ mi boca se aprestó a recibir la leche, la abrí cuanto más pude, el aceleró las embestidas y con un aullido de lobo, de animal, me llenó la cueva de sabor, de néctar, de líquido desbordante, que yo saboreé de forma deliciosa.
__¡Ahh, no me equivoque contigo , ahhh, me has hecho gozar!__ en eso golpearon a la puerta.
__¡Ya va!!__ dijo Ovi arreglándose la ropa.
__¡Como ves debo seguir trabajando!__ me tomo de los hombros para que me levantara de la silla en donde había estado todo el tiempo. Mi verga estaba a punto de reventar. Tomando mi barbilla me beso suave en los labios.
__¡Esto no ha terminado!__ dijo y me acompaño hasta la puerta, acariciando mis nalgas firmes y que según parecía los tenía a todos calientes.
Me metí al primer baño desocupado y me hice una buena paja para aliviar a mis bolas que ya me dolían.
Pasaron unos cuantos días hasta que en un pasillo del club Ovi me detuvo cuando nos cruzamos.
__¡Este fin de semana hay una pequeña fiesta en mi casa, quiero que vayas!__ dijo sonriendo con su amplia sonrisa, mostrando sus dientes.
__¡Esta bien Ovi!
Allá fui. Estaba haciendo calor. En realidad me mandaron un auto a recogerme. La casa era imponente. Muy grande. La gente que allí se encontraba no era mucha. Creo yo que fueron algunos de los mas íntimos amigos de Ovi.
Vi a algunos jovencitos correteando en bóxer y también desnudos, como si fuera una sección del paraíso o del infierno, según lo que gusten creer. Se tiraban en la piscina interna que había en un gran corredor decorado con colores intensos y llamativos.
Por allí me encontré con Ovi, cubierto por una bata de seda color bordo. Fumaba un habano y llevaba una coipa de martini en su mano. Venía con dos de mis alumnos en el club. Valentín y Horacio, dos maduros con mucho para dar. Me rodearon y sonrieron. Valentín me miro de arriba abajo.
__¡Te dije las miradas que provocas!__ dijo Ovi desvergonzado.
__¡Eres una criatura realmente muy divina, esas nalgas llaman a mirar querido!__ susurro en mi oído Horacio, eso me hizo calentar de inmediato.
__¡A mirar y desear cariño!!__ aclaró Valentín rozando con sus dedos inquietos mis nalgas que sobresalían ya ardientes.
__¡Ustedes me hacen poner colorados!__ gemí apenas tímidamente
__¡Solo eso cariño…no te calentamos nada!!__ gruñó a mi lado Valentín, mientras Ovi sonreía bebiendo de su copa.
__¡Oh sí, claro papi!__ dije acercándome a Horacio y a Valentín, restregándome en ellos.
__¡Ven con nosotros!__ dijo Ovi. Los seguí moviendo con exageración mis caderas, Valentín apretó mis nalgas, en tanto que Horacio acarició al pasar mi entrepierna dura.
Entramos a un cuarto donde lo principal era una cama redonda. De unos dos o quizás mas metros de circunferencia. Los tres maduros calientes me arrancaron las ropas, pocas, que llevaba. Enseguida comenzaron a morder y a chupar mis carnes. Previamente me habían tirado a la cama. Ellos se fueron desnudando, sus garrotes aparecieron duros en forma inmediata. Se turnaban para que los comiera, besara y chupara. Los comía con devoción. Metía en mi boca los huevos de cada uno, de a poco, los lamía y los chupaba, los tragaba, y los tres viejos me acariciaban y me proferían palabras salvajes con una calentura extrema.
Uno de ellos se corrió, creo que fue Valentín y se metió en la boca mi verga que estaba dura como piedra. Ovi y Horacio en tanto, me colocaban en cuatro y me poseían turnándose de manera bravía, clavándome hondo sus porongas que eran una más gruesa que la otra pero a mí me encantaban como me serruchaban. Valentía se coló por debajo de mi dejando su vergón a la altura de mi boca, posicionándonos en sesenta y nueve y gozamos de nuestros garrotes.
Así fue que Ovi y Horacio me llenaron el ojete con su leche y Valentín acabo en mi boca mientras yo le daba mi semen a él.
Eso fue el principio de un día largo, caliente y lleno de miel y leche.-
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