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Las madres 2: mi vecina

La segunda madre con la que me acosté era mi vecina.



 Yo estaba solo en casa, pues mis padres estaban de vacaciones. Quería hacerme unos huevos para comer y no tenía, por lo que decidí ir a pedirle un par de ellos a mi vecina de enfrente. Llamé a la puerta y me abrió ella. Le expliqué mi problema y me hizo pasar a la cocina. Era verano y ella llevaba siempre faldas. Ese día no era una excepción. Se subió a una silla para alcanzar una estantería alta en la que supuse que estarían los huevos.



 Al estirarse, la falda se le subió un poco dejando ver parte de su culo, pues llevaba tanga. Me quedé embobado mirándola el culo. “¿Algo de lo que ves es de tu agrado?” me preguntó. Levanté la mirada y pide ver que ella me miraba con una sonrisa juguetona. Asentí con la cabeza. Ella se volvió, hizo como que seguía buscando los huevos y se levantó un poco más la falda. Yo me levanté y me acerqué a ella. La acaricié las piernas y la di besos en el muslo. Subí más las manos y comencé a quitarla el tanga. Ella no opuso resistencia. Acerqué mi cara a su coñito, que ya se le veía y empecé a darle lametones. Ella se estremeció.



 Yo seguí, ahora con más ganas. Se bajó de la silla, se sentó en la mesa y abrió las piernas indicándome que siguiera. Yo obedecí. A la vez que le hacía un cunnilingus, la introduje dos dedos en su coño. Empezó a suspirar. Me bajé los pantalones y saqué la verga. “Espera” me dijo. Nos vestimos y salimos de la cocina. La seguí a través del pasillo. Se paró en la puerta del salón y dijo: “Hija, voy a la habitación, que el vecino me va a arreglar una cosa que tu padre no ha sido capaz”



Demonios, su hija estaba en casa y yo sin saberlo. Menos mal que era pequeña y no se enteraba de las cosas.



Nos metimos en su habitación y trancó la puerta tras de ella. La arrinconé contra la puerta y la besé. Nuestros labios se fundieron en un apasionado beso. La agarré del culo y ella se subió a mi cintura rodeándome con sus piernas. La llevé a la cama y allí la deposité con cuidado. La subí la falda y con delicadeza la fui quitando el tanga. Tenía unas piernas preciosas y muy suaves que acaricié mientras la quitaba la ropa interior. Cuando llegué a sus pies, los cogí y me metí un dedo en la boca. Ella suspiró. Le había gustado. Fui metiéndome uno a uno todos sus dedos y chupándolos. Sacaba el que tenía en la boca y me metía el siguiente. Su cara reflejaba placer. Cuando acabe con sus deditos saqué mi legua y se la pasé por sus dos pies. Cuando llegué al talón de los dos continué lamiendo sus piernas.



 Ella me detuvo y se incorporó sentándose en el borde de la cama. Con una mano acarició mi paquete, mientras que con la otra me desbrochaba el cinturón. Poco a poco me fue bajando los pantalones sin dejar de acariciar mi paquete.



Mi verga pugnaba por salir del bóxer, pero ella seguía jugando, acariciando mi verga y haciéndome desearla cada vez más. “Hace mucho que mi marido no me da lo que necesito” me dijo “necesitaba ya una buena dosis de sexo. Dámela y seré tuya siempre que quieras”



Esto me animó aún más. Ella me bajó los boxers, agarró mi verga con una mano y empezó a pajearme mientras con la otra me sobaba los huevos. Le iba a quitar la ropa, cuando me dijo: “No, podría venir mi hija o mi marido”. Lo único que pude hacer entonces fue apoyar mis manos en su pelo rubio y acercar su cara a mi pene. Ella sacó la lengua y empezó a lamer la punta de mi verga. La fue recorriendo hasta la base, pasando por los huevos y volviendo hasta la punta. Luego, se la metió poco a poco en la boca. Empezó a hacerme una magnífica mamada, alternando el ritmo y la profundidad. Yo solo apoyaba las manos en su cabeza, no la guiaba, dejaba que fuera ella la que marcara el ritmo mientras yo me limitaba a mirarla. Entonces, ella levantó la mirada, mirándome a los ojos y continuó así un rato hasta que yo estuve a punto de correrme.



 Ella paró, se dio la vuelta y se puso en la postura del perrito, acercando su cintura a la mía. Cogí mi verga con una mano y la puse a la entrada de agujero de delante, que estaba empapado. Nunca en mi vida había visto semejante humedad. Empecé a metérsela despacio y con cuidad, pero estaba tan lubricada que entró con facilidad y de una sola vez. De su boca se escapó un gemido. Empecé con un lento vaivén sacándola hasta la punta y metiéndola hasta el fondo. Seguí así un rato, hasta que ella se inclinó apoyando la cabeza en la cama y yo empecé a penetrarla más fuerte y rápido. Sus suspiros pasaron a ser gemidos ahogados, pues estaba mordiendo la almohada.



La tenía agarrada por la cadera y solté una mano para acariciarla las nalgas. Tenía un buen culo. Y entre ellas pude ver el rosado agujero. Acerqué mi mano y empecé a juguetear con un dedo alrededor del anillo. Sin pensármelo dos veces la metí el pulgar hasta el fondo. Ella se incorporó dando un grito de placer, a la vez que se dejaba caer sobre la cama entre temblores de placer. Había tenido un orgasmo. La di la vuelta y yo me moví rodeando la cama hacia dónde tenía ella la cabeza. Al llegar empecé a masturbarme. Ella estiró un brazo y se puso a masajearme los huevos. No aguante mucho más y con un gemido ahogado empecé a lanzarle mi descarga de semen en la cara. Cuando acabé la miré. Tenía semen por la boca, las mejillas, el cuello, las gafas (que no se había quitado), el pelo, y había un poco en la cama. Sonrió a la vez que sacaba la lengua relamiéndose los labios. “Voy a limpiarme. Espérame aquí, no te muevas”.



La vi meterse en el baño y oír al grifo a través de la puerta cerrada. Al cabo de un rato salió con la cara limpia. Se sentó en la cama y se llevó mi verga, todavía manchada y a media erección a la boca, succionando y dejándomela limpita.



Me vestí y ella me acompañó a la puerta. ”Espero repetir muchas veces” me susurró al oído. Asentí con la cabeza y me fui a mi casa. Cuando entré me di cuenta de que se me habían olvidado los huevos que la pedí. Sonreí, ya daba igual, lo que me dio fue mucho mejor.



Aquella tarde tuve que bajar al trastero a buscar una cosa. Tras un rato de búsqueda oí unos pasos. Me di la vuelta y vi a mi vecina en la puerta de mi trastero.



-          ¿Sabes? – me dijo – antes me hiciste una cosa que me gustó mucho y me gustaría que terminaras lo que empezaste.



Se metió en mi trastero y nuestros labios se juntaron. Ella llevaba la misma ropa. No había tiempo para mucho pues allí hacía frio y su hija estaba sola en casa. La subí la falda para agarrarla el culo y para mi sorpresa note que no llevaba bragas. La separé las nalgas y comencé a juguetear con su agujero. Como estaba muy mojada, usé su mojadura para lubricarla y penetrarla con un dedo. Cuando su culo se acomodó probé con otro. Me mordió el hombro para reprimir sus gritos de placer. Cuando noté que estaba lista la di la vuelta. Se apoyó en la puerta y sacó el culo para fuera.me acerqué a ella y saqué la verga. Se la puse en la entrada y empecé a penetrarla. Al principio costó un poco, pero ella estaba dispuesta a llegar al final y puso todo de su parte se la notaba que estaba disfrutando. Mientras la penetraba por detrás la iba masturbando con una mano. Estábamos muy calientes y cuando noté que ella se estaba corriendo, yo también lo hice llenando su culito de mi leche calentita, lo que hizo que su orgasmo se prolongase. Cuando mi ere4cción bajó la saqué y ella apretó para que no se escurriera nada fuera. Se colocó la falda y se marchó sin decir nada.



Mis días en casa sin mis padres se vieron llenos de sexo gracias a mi vecina a la que me tiraba una o dos veces al dia.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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