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Categoría: Maduras

Las madres 1: la madre de mi novia

A mí, un joven de 18 años siempre me ha gustado el sexo. Y a pesar de que siempre he estado con chicas de edad similar a la mía, siempre me han gustado las mujeres maduritas. Por ellas tengo una admiración especial. Y aquí contare la historia de mis maduritas.



Un día estaba yo en casa de mi novia, una chica tres años más joven que yo. Estábamos en la cocina preparando algo para picotear cuando nos entró el calentón. Ella llevaba puesto un vestido muy cortito y cuando deslicé mi mano por debajo de él, pude notar como no llevaba ropa interior. Estaba de pie apoyada en la mesa y se recostó sobre ella cuando mis dedos alcanzaron su clítoris. Empecé a masturbarla entre sus suspiros. Cuando estuvo muy mojada le introduje dos dedos. Sus suspiros se transformaron en gemidos y sus manos comenzaron a buscar ansiosamente la cremallera de mi pantalón. Cuando la encontraron me agarró la poya con una mano y empezó a meneármela. “Bob – llamó – quiero que me masturbes el culo y luego me lo folles” yo nunca había tenido sexo anal con ella y me excité muchísimo. La saqué los dedos del coño y se los metí lentamente por detrás. Su cara reflejó placer y continuamos así un buen rato. De repente, la puerta se abrió y entró su madre, que estaba comprando. No sé muy bien lo que pasó después, porque no me había repuesto del susto. Creo que ellas dos discutieron y mi novia tuvo que salir de casa. En la cocina nos quedamos su madre y yo, mirándonos. Ángela, que así se llamaba su madre, me empezó a regañar, acercándose a mí. Cuando estaba muy cerca, los dos nos dimos cuenta de que yo aún tenía la verga al aire. No supe que hacer. Ella estaba sonrojada y entonces supe que es lo que debía hacer. La agarré de la cintura y la besé. Ella no opuso resistencia. Es más, me devolvió el beso y pude notar que sus dedos acariciaban suavemente mi verga. La empecé a comer la oreja y la susurré que no tuviera miedo, que mi erección era por ella y que no se cortara. Se lo tomó muy bien pues al rato estaba de rodillas en el suelo haciéndome una mamada. No sé si fue por el hecho de ser mi primera madurita, pero me gustó tanto que no tardé nada en correrme. Ella tenía toda la cara manchada de mi semen. Me cogió de la mano y me llevó al baño. Allí nos desnudamos mutuamente y nos metimos en la bañera. Ella se sentó y volvió a chupármela otra vez mientras el agua de la ducha la limpiaba mi corrida de si cara. Se incorporó y se puso de espaldas a mí. “Hazme lo que le estabas haciendo a mi hija” y sin dudarlo empecé a masturbarla el coño y el culo, mientras ella gritaba de placer. Entre sus gritos oí como decía “Fóllame Bob”. La saqué todos los dedos y la metí la poya por el culo. El grito de placer que dio fue indescriptible. Creo que nunca había tenido sexo anal y el hecho de tener mi poya metida entera dentro de su culo la excitaba mucho. Empecé despacio, suavemente, pero ella me pedía más, así que fui subiendo el ritmo. Con una mano, empezó a masturbarse, mientras que con la otra se apoyaba en la pared de la bañera. Se corrió en breves y yo, tras un par de embestidas más, me corrí dentro de su culo. Creía que habíamos acabado, pero me equivoqué, pues me agarró la poya y se la metió en su coño pidiéndome un segundo asalto. Y se lo di.



Esa fue mi primera madre. Después de aquello tuvimos sexo esporádico de vez en cuando. Su hija y yo no volvimos a salir desde aquel día que su madre nos pilló en la cocina.


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