LA HISTORIA DE CAYETANO
Así recuerda un poco su vida Cayetano. Cuando la Pampa era un sitio inhóspito y desolado. Solo pasaban por sus caminos polvorientos los arrieros y los peones rurales que andaban por esas épocas de estancia en estancia.
Cayetano quedó huérfano de chico tendría unos 16 años. El padrino se hizo cargo de el. Siempre pensaba en eso. Qué hubiera sido de su vida sin aquel padrino que lo llevó a vivir con el. Así nomás de un día para otro. Paso de su rancho de adobe a esa casa de campo con amplios corredores. Un galpón, animales que criar. No era opulencia pero nada le faltaba.
Los días eran apacibles. Aprendió a trabajar con las cosas del campo. También pudo aprender a leer y escribir porque el padrino le puso un maestro amigo del Padrino que lo guió en todas las materias.
Allí también Cayetano estaba presente en muchas reuniones que organizaba el Padrino en que llegaban paisanos y se armaban payadas y partidas de cartas hasta el amanecer.
Esos días trascurrían tranquilos y mansos en la soledad inquietante de la Pampa.
Aquella noche de tormenta, también la recuerda muy bien. Desde la tardecita los nubarrones se habían mostrado negros y amenazantes. Luego los relámpagos allá a lo lejos. El viento, el tierral, para cuando llegó la lluvia ya era de noche.
Cayetano encontró al Padrino sentado en una silla mirando por el amplio ventanal como caía la lluvia. Se abanicaba y sudaba bastante porque se había levantado un sopor pegajoso y extraño. El hombre estaba como siempre que se iba a la cama con su camisolín blanco y sedoso.
-¿Padrino no puede dormir?-preguntó Cayetano
-No, está insoportable.¿Y tú que haces?-interrogó el Padrino
-Nada estaba tratando de leer, pero el calor es pesado
-Me traerías un vaso de agua- solicitó el Padrino
-Sí Padrino, claro…-Cayetano se perdió por los pasillos y al rato apareció con el vaso de agua y una jarra. El Padrino se bebió el vaso sediento, apagando la sed.
-¡Ah! Ahora está mucho mejor.
-Como llueve no.
-Hacía falta un poco de lluvia.
-Le va a hacer bien a los cultivos.
-Claro muchacho como has crecido-mirando al muchacho y rozando con sus manos las manos de Cayetano.
__Necesitas otra cosa Padrino-preguntó Cayetano. Hubo un silencio cortante. Un poco largo.
-Si.. ¿puedes venir aquí?__ dijo el hombre señalando sus rodillas.
-¿Como cuando era más pequeño?-inocente dijo Cayetano.
-Sí cuando iba de visita a tu casa te acuerdas.
-Sí Padrino.
Cayetano se apoyo en las piernas del hombre. Este lo acarició. Un poco en los hombros y un poco por los brazos. Cayetano sintió que la respiración del Padrino se agitaba y su aliento rozaba su oído. De pronto en la penumbra Cayetano vio brillar en la mano del Padrino una soberbia verga brillosa que apuntaba erguida hacia arriba. El Padrino tomo una mano del muchacho y la dirigió a su instrumento palpitante. Cayetano apresó aquel precioso objeto y lo apretó sintiéndolo gomoso ay a la vez sólido. Notó el suspiro del hombre. Este gimió un poco más cuando el Padrino ayudó a que el muchacho comenzó a mover la pija. El Padrino humedeció la oreja de Cayetano que sintió un escalofrío en su cuerpo que palpito con un deseo desconocido para él hasta ese momento.
-¡Así Cayetano, acaríciala, tócala-susurró el hombre mientras la jadeante respiración iba en aumento.
El Padrino en tanto comenzó a pasar sus manos por las piernas de Cayetano. Así llegó hasta donde se encontraba la pija que también empezó a crecer, a ponerse dura. El hombre desprendió uno a uno los botones y el cinto del pantalón del muchacho, luego con unos movimiento fue quitándolos y la herramienta del muchacho saltó libre, brinco como un animal salvaje. Ahora el padrino se aferró a ese animal joven, sus dedos lo acariciaron. Cayetano sintió una corriente eléctrica en todo su ser. El muchacho no dejaba de masajear la verga del hombre. Así este rozó las bolas de Cayetano que se retorcía espasmódicamente. La camisa de Cayetano se abrió y el hombre buscó las tetillas. Acarició el pecho joven y lampiño. Rasguñó un poco sin hacer daño, pero la calentura en el cuerpo de Cayetano se hizo más evidente.
Así llegó el Padrino a las nalgas del muchacho. Las duras nalgas fueron acariciadas, recorridas. Hurgó en la huella profunda. Llegó al virgen anillo. Lo rozó. Tanteó con un dedo. Cayetano resopló y se fue abriendo, echando hacia atrás su culo redondo y duro. Tuvo un leve quejido cuando el dedo del Padrino intento entrar. Siempre sentado en la falda del padrino Cayetano sacaba un poco más la cola sin esconderla, deseando que las caricias continuaran.
El ungüento apareció de la nada. Los dedos del hombre fueron untados. El orificio se llenó de crema y el anillo comenzó a abrirse para dos dedos, sin obstáculos. Cayetano masajeó aún más frenéticamente la vara del hombre que mordía el hombro del muchacho.
Afuera los truenos y el agua habían cesado. Se escuchaban el croar de ranas y sapos. Solo quedaban perdidos en el horizonte algunos relámpagos, que alumbraban a cuenta gotas la escena. Cayetano y el Padrino se besaban y chupaban las lenguas totalmente fuera de si. Calientes y ardiendo.
La verga del Padrino fue entrando en el ano de Cayetano. Se hundía despacio. Cayetano sentía que su cola ardía. Se desgarraba. Tuvo ganas de llorar. El pedazo entraba suave y despacio. Así fue clavándose hasta el fondo. El grito de Cayetano se dejó oír en la Pampa.
Se abrazó al Padrino, sin dejar de comer la boca. Quedándose quieto unos instantes. Los huevos del hombre iban a estallar. Es que el agujero fogoso apretaba y ordeñaba la poronga dentro del túnel oscuro de Cayetano, que comenzó a moverse. La tranca empezó a subir y bajar como un émbolo sin salir del ajustado estuche. El hombre no pudo soportar y en estampida empezó a bañar el interior de Cayetano que se sintió lleno, pleno. La leche derramaba y caía en las bolas del Padrino. El muchacho quedó quieto. Caliente y relajado a su vez. Las bocas se buscaban y se cruzaban las lenguas salvajemente.
El hombre salió del cuerpo joven de Cayetano. __¿te gustó?
__Mucho Padrino…__ el Padrino lo tomo de la mano y fueron al dormitorio del hombre. La cama era amplia y curiosamente Cayetano no había estado mas que unos minutos dentro de esa habitación. El hombre se tendió en la cama.
__Chupame aquí hazlo__ dijo el Padrino levantando las piernas y dejando su culo a la altura de la boca de Cayetano. La lengua llegó al orificio del hombre. La saliva penetraba dentro del Padrino. La lengua abría el canal, lo excitaba, lo recorría gustoso. Al rato el muchacho fue acomodándose con su herramienta en la entrada del hombre. La cabeza de la vara empujó, y la pija fue entrando, el hombre gemía y ayudaba a ser penetrado. Cayetano hundió su ser en el hombre y empujo unos momentos, tan caliente estaba que en unos minutos se derramó dentro del hombre. Quedaron tendidos y abrazados, prodigándose mimos y besos. Los dos chorreaban líquido de sus culos.
Así recuerda Cayetano su primera vez.
Amanecieron amándose en todas las pocisiones posibles. Su Padrino fue un maestro con el que recorrió el camino del placer de formas insospechadas e inagotables. Así pasó el tiempo con ese hombre al lado como su mentor y su guía en todo lo relacionado con el placer.
Un día de tantos Cayetano se encontraba dándose un baño. Allí apareció el Padrino, lo secó con una toalla. Sector por sector. Cayetano ya estaba tomando calentura.
-¡Date vuelta!-dijo el Padrino. Cayetano obedeció. El hombre acarició la cola del muchacho. Estaba blanca y fresca. Hizo que este se inclinará. Paso un dedo por el anillo, lo acarició un momento hasta sentir que Cayetano estaba por las nubes. Tomo la crema de afeitar y paso por el interior de la zanja. Luego con la navaja bien afilada comenzó a afeitar y a quitar los vellos rubios que estaban invadiendo el interior de la cola. Una vez que quedó sin pelos. Enjuago con límpida agua y quedó suave con la piel de un recién nacido. Con la lengua el Padrino acarició el fruto de su trabajo. La lengua recorrió toda la piel fresca y sedosa hasta posarse por fin en el objeto del deseo. Humedeció y penetró jugando con la lengua. Después penetró sin miramientos a Cayetano que se sacudió varias veces. Saliendo al encuentro de esa vara que tanto le gustaba. El vaivén se hizo cada vez más acelerado. Entre jadeos y suspiros los amantes se dejaban llevar por el frenesí. Inagotables. Pasión sin límites. El semen del hombre comenzó a volcarse dentro del muchacho, que se contorsionaba como un muñeco de trapo deshilachado de placer.
El tiempo pasó y un día de esos por un problema legal el Padrino, su hombre terminó preso. Cuestiones legales que no pudieron solucionarse en el corto plazo. Otra vez Cayetano quedó solo en el mundo. Está vez con obligaciones a cumplir. Como hacerse cargo de la chacra.
La soledad se hacía imposible. Extrañaba a mares al hombre que lo hacía gozar.
Una noche de esas golpearon en la entrada. Se asomó para ver quien andaba. Era un cura de pueblo que pasaba por allí y como había visto luz decidió hacer un alto en el camino. Iba a un pueblo cercano a hacerse cargo de la capilla. Cayetano le dio alojamiento. El cura se instaló.
-Es bueno encontrarse con gente como tu muchacho-dijo el padre
-¿Padre que necesita?-preguntó Cayetano
-Me gustaría un baño-dijo el maduro cura de unos cuarenta años. Rubio y de espaldas anchas, no muy alto, pero de manos rudas.
-Como no, venga conmigo-el muchacho lo acompañó hasta el lugar. El cura entró al lugar y Cayetano se retiró.
Paso un tiempo y el cura no aparecía. El muchacho se acercó al baño. La puerta estaba entreabierta y vio al cura sentado al borde de la bañera con su verga totalmente dura y el la acariciaba y se acariciaba los huevos. Cayetano entró en el lugar.
-Padre debo ayudarlo-dijo excitado a mas no poder. El cura no se sorprendió
-Adelante hijo es toda tuya.
Cayetano de rodillas rodeó con sus labios calientes el palote grueso. El cura abrió las piernas y gimió. El muchacho tragó el sable. Se deleitó con el. Con las manos se aferró al mástil y babeó la cabeza casi como adorando ese tremendo pedazo de carne. Los huevos del cura estaban rebosantes, duras y la boca de Cayetano los atacó y los comió de a uno. El cura fue girando lentamente y le ofreció el anillo. Cayetano entró con su lengua afilada. La saliva caía al piso porque era abundante. La verga de Cayetano crecía y crecía poniéndose cada vez mas dura. Hacia allá fue. Primero empujó con la cabeza que entró sin sobresaltos. El cura dio un gritito de placer y se retorció sintiendo la verga dentro de el. Cayetano apretó sus tetillas y el cura tiro para atrás el cuello y el muchacho lo besó y lo mordisqueó. Así lo tuvo ensartado yendo y viniendo dentro del anillo del cura.
Más tarde llegaron a la cama para estar más cómodos. Ahora Cayetano se acostó de espaldas y el cura fue sentándose en la vara endurecida y lubricada con los jugos del orificio cálido. La boca del cura se pegó a la boca del muchacho. Las lenguas se sacudieron una dentro de otra boca. Los suspiros llenaban los rincones solitarios.
-¡Ah! ¡Así mi muchacho! ¡Oh dámela, cogeme así házmela sentir! ¡Acaba dentro mío, hazlo, ah!-así le rogaba el cura a Cayetano que volaba de calentura. Fue soltando la crema dentro del hombre. La tenía acumulada de unos cuantos meses de soledad. Saliendo de allí el cura levantó las piernas del muchacho y así lo clavó sosteniendo las piernas por los hombros. Las embestidas del cura fueron feroces y llenas de energía. Parecía que sería el último polvo que se echaría, dando gritos, diciendo palabrotas fue largando la leche en el culo de Cayetano que se relamía y se apretaba al cuerpo deshecho del cura que aullaba casi sin respiración. Quedaron abrazados. Acariciándose. Besándose tiernamente. Un poco más calmados. Un poco saciados.
-¿Adónde es que va?-preguntó Cayetano.
-Tengo que ir al pueblo.
-Seremos vecinos-dijo el muchacho.
-¿Quieres verme otra vez?-cuestionó el padre.
-Claro, porque no, o acaso no le gusto.
-Sí claro, puedes venir a mi parroquia cuando quieras.
-Y usted aquí.
Cuando Cayetano despertó el cura ya se había marchado. La soledad había vuelto. Entonces decidió que tendría que resignarse a que todo sería así. Que de vez en cuando encontraría alguna compañía, tal vez pasajera y que bueno así estaría bien en tanto esperaría el regreso de el Padrino.
Habían pasado unos días del encuentro con el sacerdote del pueblo cuando cayó a visitarlo el comisario Sánchez con el cabo Fontana. Los dos milicos bajaron de los caballos y los dejaron a la sombra, en el palenque añejo.
Entraron a la casa invitados a pasar por el muchacho. Se sentaron a beber en la enorme sala de estar que nadie usaba. Los amplios sillones eran cómodos y allí se podía charlar.Tranquilos.
-Mire muchacho, venimos a ver como andaba-dijo el comisario
-Bien comisario, bien, esperando
-Es feo lo que le pasa a su Padrino, pero créame que no podemos hacer nada
-No se preocupe Sánchez-concedió Cayetano
-Es duro vivir solo en la Pampa gaucha-comentó Fontana
-Sí cabo, diga que uno que otro amigo siempre pasa por aquí
-Así nos dijo don cura. Que había andado por acá-sonrió el comisario.
-Sí y que mas le contó el curita- cuestionó serio Cayetano
-Y nos dijo que lo atendió muy bien muchacho
-Y eso esta bien comisario-dijo Fontana
-Pero claro a mi me gusta eso muchacho
-¿Le gusta? Que lo atiendan bien Comisario
-Claro como no. Es de buena gente
-¿Y ustedes vinieron a que los atienda bien?__ preguntó poniéndose de pie el muchacho y acercándose a los hombres.
-Y la verdad es que si Cayetano.
-Eso haré, dispénsenme un momento
-Haga, haga don Cayetano
El muchacho pidió permiso y se retiró. Unos momentos después apareció Cayetano con una bata de seda azul fuerte. Con un olor a colonia potente y se acercó a los hombres. Se colocó en medio de los dos en el amplio sillón de la sala. Acarició las braguetas de ambos y ellos abrieron la bata del muchacho.
Apresaron el garrote de Cayetano que ya estaba erguido y señorial. Lo acariciaron. Buscaron los huevos de Cayetano y los masajearon dulcemente. El cabo Fontana se puso de pie y se fue quitando la ropa. Enseguida quedó desnudo y con su larga pija erecta y apuntando a Cayetano. Este la vio y se la puso en la boca comiéndola sin desanimo. El Comisario Sánchez también hizo desaparecer su ropa en un momento. Se hinco de rodillas y atrapando el sable de Cayetano comenzó a deglutirlo. Chupaba con fruición. Atrapaba las bolas del muchacho y con igual pasión los acariciaba, los lamía y los chupaba, alternando el palo con las bolas. Cayetano en tanto tragaba la pija de Fontana y metía dedos en su culo caliente. Este suspiraba y apretaba la cabeza de Cayetano contra su verga. El muchacho tomaba los huevos del cabo y los sopesaba. Luego regresaba a la cueva de este que se sentía desfallecer en tanto era tomado por Cayetano. Los dedos se hundían y la boca lo tragaba sin piedad. A una mirada cambiaron de posición y ahora era el cabo Fontana quien chupaba a Cayetano y la boca del muchacho había atrapado el fierro del Comisario que gemía con los dedos de Cayetano clavados en el culo.
Dieron vuelta a Cayetano y el cabo Fontana se apoderó de su agujero chupando el orificio perfumado. Metiendo su lengua a mas no poder. Mientras Cayetano tragaba los huevos y la dura tranca del Comisario Sánchez.
Fontana metió su larga lanza en la cola infernal de Cayetano. Que se movía como una gata en celo. Entregaba y empujaba su cola hasta chocar con las bolas de Fontana que gemía. El comisario se dio vuelta y ahora Cayetano se apoderó del anillo con su boca. Lo lamía penetrándolo con su lengua. Acariciándolo, metiendo un dedo y luego dos, mientras el comisario se deshacía en improperios, gozoso, desarmado por completo. Cayetano aprovechaba y lamía los huevos y la vara tirada hacía atrás de Sánchez.
Fontana aceleró las embestidas y se dejo ir dentro de Cayetano, se vació. Cayetano irguiéndose un instante penetró al Comisario, mientras Fontana se había colocado delante de Sánchez y este lo penetró. Cayetano iba y venía dentro de Sánchez embistiéndolo hasta dejarle su leche en el. Se retiró y quitó a Fontana y se hizo coger por el Comisario que bufaba como un animal salvaje. Tirando toda su leche en Cayetano. Los tres amantes quedaron desparramados por la mullida alfombra de la sala y arriba de los sillones.
Siguieron bebiendo. La noche fue cubriendo todo el cielo de la Pampa. Cayetano fue encendiendo las lámparas. La luz fue dejando ver los cuerpos sedientos. Los fueron envolviendo luces y sombras. Los tres siguieron fornicando hasta que el gallo del amanecer cantó, un canto desafinado y alegre.
Prometieron volver a verse. Esperando a que volviera el Padrino. Cayetano sabía que no estaría solo por mucho, que alguien llegaría y golpearía a su puerta. Después de todo, todos estaban un poco solos en aquella inmensidad de tierra.-
Muy buenos relatos amigolod he leído todos.