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Esteban se levantó de la cama, y mirando a Pedro, le preguntó:
-¡¿Me acabas de decir que te follaste a mi madre?!
-A la tuya y a la mía.
-¡Me importa una mierda que te hayas follado a tu madre, degenerado! Lo que me da por culo es que te has follado a la mía, hijo puta.
-Quien te da por culo soy yo.
-¡Encima!
-No, por detrás.
-¡Aquí van a llover hostias!
-A ver, Esteban, a ver. Hace un momento estabas dispuesto a follar a mi madre. ¿Qué diferencia hay en que yo folle a tu madre a que tú folles a la mía?
-¡Tu madre es madrastra, hijo puta!
-Ya somos dos.
-¡Me voy para mi casa!
-¿Y me vas a dejar el culo sin desvirgar?
-¡Mete un palo!
Esteban ya no tenía ganas de nada. Su polla estaba flácida y su cabreo era monumental. Sin decir nada más, se vistió y se fue a su casa.
La amistad de los primos se había acabado, aunque frecuentaban los mismos locales de la ciudad. Al sábado siguiente, Pedro, entró en un bar de copas y vio sentadas a una mesa a Dori y a Martu. Fue junto a ellas, y de pie, les dijo:
-¿Pero vosotras no estabais en el trullo?
Le respondió Dori.
-Dos mujeres de tu pueblo testificaron a nuestro favor.
-¡¿De mi pueblo?!
-Sí.
-¿Cómo es posible tal cosa?
-Todo empezó el día de Noche Buena. No teníamos dinero para pagar una habitación y fuimos a la dirección que nos diste. La puerta estaba cerrada. Llamamos y no había nadie. La casa de al lado tenía la puerta abierta. Entramos, y al rato llegaron estas dos mujeres que testificaron a nuestro favor.
-¡¿Les disteis el palo y os sacaron del trullo?!
La que le respondió ahora fue Martu.
-Les debió gustar que las obligáramos a comerse los coños.
Pedro ya tenía la mosca detrás de la oreja. La casa que estaba al lado de la suya llevaba vacía un año.
-¿Y cómo son esas mujeres?
-Parecían sacadas de un cuadro de Goya. Estaban enlutadas de la cabeza a los pies.
-¿Cómo se llamaban?
-Ni idea. Lo único que sabemos de ellas es que eran hermanas.
Entró Esteban en el bar. Al ver a Pedro hablando con Martu y con Dori, fue a saludarlas. Al llegar a su lado le dijo Pedro:
-Tengo que hablar contigo. Cuando sepas lo que te tengo que contar te vas a caer de culo.
-¡Contigo nada tengo que hablar!
Dori, les dijo:
-Sentaos. ¿Qué fue lo que os pasó?
Se sentaron, y le dijo Pedro:
-Nada que no se pueda arreglar. Contarle a Esteban que le hicisteis a las dos mujeres de nuestro pueblo que os quitaron del trullo.
Dori, le dijo:
-Si pagas algo.
-Eso puedes darlo por descontado. Cuenta todo desde que entrasteis en la casa.
-Fue el día de Noche Buena, a la una de la mañana, más o menos. Estábamos en la cocina buscando algo de comer cuando llegaron las dos enlutadas. No creo que llegaran a los 40 años...
Llegó el camarero y pidieron de beber 4 gin tonics. Dori siguió con la historia.
-... Recortadas en mano les hicimos que nos dieran los 300 euros que tenían en casa. Después nos divertimos con ellas. Mientras Martu me comía el coño hicimos que se los comieran ellas. Se llegaron a calentar tanto, que de verlas, me corrí en la boca de Martu. Y eso es todo, bueno, todo no, ya que como te dije, gracias a su testimonio estamos libres.
Martu, añadió.
-Ahora vamos a volver a vuestro pueblo. Les tenemos que devolver los 300 euros, y de paso, comerles el coño bien comido, a punta de recortada, no queremos que se sientan culpables de dejarse.
Esteban, le preguntó
-¿Y eso?
-Me da a mí que antes de obligarlas a comerse los coños, eran dos beatas de mucho cuidado.
Pedro, le dijo a Esteban:
-Dos mujeres, beatas, liadas en nuestro pueblo. ¿Quiénes serán?
Esteban le preguntó a las dos muchachas:
-¿Y cuándo vais a volver a nuestro pueblo?
-Habíamos pensado ir esta noche.
Eran las 12.30 de la madrugada. Dori y Martu, a lomos de sus motos (hondas) llegaron a un bosque que había cerca de la casa de Jerónima. Dejaron agachadas las motos... Llegaron a casa de Jerónima. Les extrañó que la puerta de la casa estuviese abierta, pero no le dieron importancia. Se acercaron a la puerta de la habitación y sintieron gemidos. Recortadas en mano irrumpieron en ella. Dori encendió la luz. Pillaron a Jerónima con la cabeza entre las piernas de Alpidia. Le dijo Martu a Dori:
-Mira las hermanitas que bien se lo montan.
Dori, apuntándolas con la recortada, les dijo:
-¡En pie!
Jerónima no se lo podía creer.
-¿Cómo nos podéis hacer esto después de lo que hicimos por vosotras?
-¡Por qué somos malas! ¡¡En pie!!
Jerónima y Alpidia salieron de la cama. Dori se agachó delante de Jerónima y Martu delante de Alpidia. Comenzaron a comerle los coños. Martu le dijo a Dori:
-Esta está tan empapada que no me aguanta la lengua ni dos minutos.
-¡Anda que esta! ¿Las follamos?
-Las follamos.
Dori y Martu sacaros del bolsillo trasero de sus jeans dos condones. Se los pusieron a los cañones de las recortadas. Los metieron en las bocas y los ensalivaron. Alpidia estaba excitada y asustada.
-No poner los dedos en los gatillos, por Dios bendito, no los poner que se os puede ir el dedo.
Dori, ordenó:
-¡Abrir las piernas!
Las hermanastras abrieron las piernas. Los cañones entraron apretados en los coños... Al rato ya estaban tan lubricadas que entraban y salían produciendo un placer tan grande a las hermanastras que no paraban de gemir, y más cuando Dori y Martu giraban los cañones dentro de los coños.
Dori, le dijo a Jerónima.
-Cuando te vayas a correr quiero que me lo digas. ¿Cómo te llamas?
-Jerónima.
-¿Me lo vas a decir, Jero?
-Sí.
Martu, le dijo a Alpidia.
-¿Y tú cómo te llamas?
-¡Alpidia! ¡¡¡Y yo, yo ya me corro!!!
Alpidia se corrió. El jugo mucoso de su corrida bajaba por los cañones de la escopeta recortada. Sus piernas temblaban y sus gemidos eran deliciosos. Estaba acabando Alpidia, cuando le dijo Jerónima a Dori:
-¡Me viene!
Dori la folló más aprisa.
-¿Qué te viene?
-¡¡¡Una corrida como un mundo!!!
Y como un mundo fue la corrida que encharcó los cañones. A Jerónima tuvo que sujetarla su hermanastra, ya que las piernas le temblaban tanto, que si no la sujeta, se desploma.
Al acabar de correrse Jerónima, Martu, besó a Alpidia y le preguntó:
-¿Si dejo a un lado la recortada, me la comerías?
-No.
-Prefieres que te obligue.
-Prefiero que os marchéis.
-Si eso es lo que queréis, nos vamos. Pensábamos pasarlo bien con vosotras, pero ya veo que no va a ser posible.
A Alpidia le entró la curiosidad.
-¿Y qué nos pensabais hacer?
-Mujer, comeros el coño y que nos lo comierais. Masturbaros y que nos masturbareis... Corrernos unas cuantas veces. Lo típico de una noche loca. En fin, devuélvele los 300 euros, Dori.
Dori sacó del bolsillo 3 billetes de 100 euros y se los dio a Jerónima, diciendo:
-Me hubiese encantado comerte el coño y que me lo comieras.
-¡Si nos acabáis de violar con dos escopetas! ¡¡Pudisteis hacernos pedazos!!
Dori, abrió la escopeta, que seguía con el condón puesto.
-Nunca las llevamos cargadas. ¿Queréis que nos quedemos, o no?
Alpidia, que tenía unas ganas locas de comer un coño fresquito, le preguntó a Jerónima:
-¿Le damos alegría al cuerpo?
Jerónima, le respondió:
-Ya que estamos...
Las hermanastras, desatadas, desnudaron a las rubias... Al quitarles los sujetadores les comieron las pequeñas tetas, con aureolitas rosadas y pequeños pezones... Al quitarles las bragas y encontrarse con sus pequeños chochos empapados los saborearon como si fuese un delicioso manjar. Las llevaron de la mano a la cama. Las rubias se echaron boca arriba y Jerónima y Alpidia se metieron ente sus piernas. Gemían una cosa mala Martu y Dori, cuando entraron en la habitación Pedro y Esteban con dos escopetas de cartuchos en las manos. Pedro, en tono jocoso, dijo:
-Buenas noches.
Tras la sorpresa inicial, en que las cuatro se taparon con la misma sábana, les peguntó Dori:
-¡¿Qué hacéis aquí?!
Le respondió Pedro.
-Yo estoy en mi casa. ¿Qué les hicisteis a nuestras madres para que acabasen comiendo vuestros coños?
-¡¿Son vuestras madres!?
-No, son las vuestras, no te jode.
-¿Esas escopetas están cargadas?
-Están.
-¿Qué pensáis hacer con ellas?
Pronto lo iba a descubrir.
-¿Cuál de las dos te gusta más para estrenarte, Esteban?
-Sabes que hace tiempo que me gusta Martu.
Martu, dijo, asustada.
-¡No, a mí, no!
-A ti va a ser que sí. Apartaos las tres para un lado y dejar a Martu sola.
Jerónima, Alpidia y Dori, se echaron a un lado. Esteban le dio la escopeta a Pedro, que ahora apuntaba a Martu con las dos armas. Esteban se desnudó en un tris, y empalmado fue hasta la cama. Martu estaba muy nerviosa.
-No lo hagas, Esteban.
Esteban, sin chupar tetas ni leches, se la metió. La polla, al estar el coño lubricado, entró como entra el hilo en el culo de una aguja, aunque lo que más ayudó a que la polla entrara con tanta facilidad fue que Martu ya se había metido algún consolado más grueso que la polla de Esteban.
Martu, fue meterle la polla y comenzar a gozar, pero tenía que disimular.
-Si buscas que me guste pinchas en hueso, cabrón.
A los cinco o seis minutos, Pedro le dijo a Dori:
-Cómele las tetas a tu amiga.
Martu, se alarmó, estaba cerca de correrse, y si Dori le comía las tetas, se corría sin remedio.
-¡No le hagas caso, Dori!
-¿Quieres que me vuele la cabeza?
-Está su madre contigo. No se atrevería a apretar el gatillo.
Dori no le hizo caso. Le comió las tetas.
Al ratito, Martu, estaba perdida.
-¡Me cago en todo! ¡¡Me cago en todo!! ¡Joder, joder, joder! ¡Me voy a correr y no quiero!
Martu, cogió la nuca de Esteban, lo acercó a ella, lo besó con lengua, y después, le dijo:
-¡¡Te voy a matar, cabrón!! ¡¡¡Me cooorro, hijo puta!!!
Martu se corrió con una fuerza brutal. Comió a besos a Pedro, que no pudo aguantar más. Sacó la polla del coño de Martu y se corió en su monte de venus.
Al acabar de correrse su primo, Pedro, le dijo a Esteban:
-Ven aquí y pilla las escopetas que voy a follar a Dori.
Dori, se puso brava.
-¡¡A mí no me follas tú, pichín!
-¡¡Tú follaste a mi madre y yo te voy a follar a ti!!
-¡¡Y una mierda!!
-¡¡Si no te follo vais a servir de comida para los cerdos!!
Dori, se asustó.
-Vale, vale, pero que conste que lo hago por Martu.
Esteban cogió las dos escopetas y se creció.
-¡¡Hacer que se corra mi madre, zorras!!
No hizo falta que lo repitiera. Martu le iba a comer el coño a Alpidia y Jerómina la iba a besar y a comerle las tetas.
Dori, al ver desnudo a Pedro, se arrepintió de haberle llamado Pichin, Pedró tenía un pichón.
-¡Jesús, que grande es! ¡Me vas a reventar!
Pedro, se echó encima de Dori. Buscó sus labios. Dori le escupió. Le metió la cabeza de la polla en su pequeño coño.
-¡Ayyyy!
Volvió a buscar sus labios y Dori le volvió a escupir.
-¡Jamás me besarás, hijo puta!
Pedro metió y sacó del coño la cabeza de la verga hasta que Dori se dejó de quejar. Después, le preguntó:
-¿Te la meto un poquito más, Dori?
Dori parecía una llama, volvió a escupir. Se la metió un poquito más y venga a escupirle en los labios. La metió un poquito más, más, más, más. La metió toda y le volvió a escupir por novena vez. Como no se la metía más, le dijo:
-Métemela un poquito más.
-Ya la metí toda.
Pillada con la empanada, tuvo que disimular.
-¡Ya lo sabía, hijo puta! Tus cojones están tocando mi culo.
Pedro comenzó a meter y sacar con mucha suavidad.
Al rato...
-¡¿No sabes da caña, capullo?!
Pedro le empezó a dar canela en rama.
Alpidia, agarrando la cabeza de Martu y besando a Jerónima, se corrió. De su coño nació un río de jugo. Martu, viendo la cantidad de jugo que salía, dijo
-¡Esta se va a quedar seca para la vida! ¡¡Que corridón!!
Luego bebió de ella mientras Alpidia se retorcía de gusto.
Pedro volvió a buscar los labios de Dori. Dori le volvió a escupir. Esta vez. Pedro, le escupió también a ella. Dori, que tenía los labios de Pedro junto a los suyos, le pegó un morreo que lo dejó a temblar, y Pedro, temblando, sintió que se iba a correr. Quiso quitarla, pero Dori también se empezaba a correr. Le cogió el culo, y volvió a meter la verga hasta el fondo. Besándose se corrieron juntos.
Al acabar, le dijo Dori:
-Sabes que si no nos matáis estáis muertos, ¿verdad?
-Pues vais a tener que matarnos porque las escopetas las tenemos descargadas y en la casa no hay cartuchos.
-¡Seréis hijos de puta!
Jerónima, les dijo.
-¿Y si comemos algo antes de que alguien mate a alguien? Tengo un jamón recién estrenado, y vino tinto y pan hay de sobras.
Martu, le dijo a Dori:
-A mí me apetece, ¿y a ti?
-También. Tiempo habrá para ajustar cuentas.
Pedro, le dijo al oído a Dori:
-¿Echamos después otro polvo?
-Ya veremos.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.
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