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Categoría: Maduras

LAS CORONELAS

Las coronelas.


Transcurre el año de 1955 en Venezuela. Una dictadura arropa a todo el país. Asesinatos y torturas están en la orden del día. Sin embargo en un recóndito pueblito del oriente de Venezuela, las esposas de unos coroneles planifican la forma de ser infiel a sus esposos, a sabiendas de las andazas de estos últimos.
1955, poco y mucho se puede decir de este año. La dictadura de Pérez Jiménez ha logrado cambios sustanciales en la republica, sin embargo en Yaguaraparo estos cambios no han hecho acto de presencia. Yaguaraparo en un pueblo pequeño situados en las playas del golfo triste. No más de 60 casas rurales lo componen. Gente morena es la que habita en Yaguaraparo, de mirada triste y piel seca y curtía como tronco de saman. Deprime ver las casitas humildes que componen este pueblo oriental, su plaza Bolívar es tan diminuta que solo consta de dos asientos de hierro forjado donados por una de las amantes del General Gómez en 1922. Un solo abasto con extraños productos venidos desde la capital existe en Yaguaraparo. Un centro de telégrafos. Ha pero Yaguaraparo es especial tiene 8 bares y abiertos todos el tiempo.
La población de Yaguaraparo se dedica a la siembra del cacao, de ciertos tubérculos y a la recolección de la caña de azúcar. En cada casa se puede apreciar un espacio dedicado para tostar al sol, las semillas de cacao. También este espacio es utilizado para alojar al alambique que sirve para tratar la caña de azúcar.
Sin embargo hay una zona en este lado del golfo triste donde el tiempo decidió avanzar rápidamente. LA dictadura decidió colocar en este lejano pero maravilloso paraje, el regimiento 23. El regimiento 23 esta ubicado a 20 minutos del pueblo de Yaguaraparo por la carretera que da haci el naciente. A este regimiento, como en ningún otro lugar del golfo hay electricidad fija, baños limpios, sauna y demás comodidades. El regimiento 23 se ha convertido en el lugar de descanso y retiro de los coroneles mas allegados al General Perez Jiménez. He aquí parte de su historia.
En el salón azul, llamado así por sus eternas cortinas que intentan simular el cielo oriental, se encuentran cuatro mujeres bellamente ataviadas. Cuatro mujeres con historias tan distintas entre si, pero con dos cosas en común. La primera, ser esposas de Coroneles de la republica y la segunda, estar cansadas de los desmanes, atropellos, infamias e infidelidades de sus esposos.
De pie, al lado de la mesa donde se encuentra tres mujeres jugando barajas, se encuentra Maria Elena Pérez, mujer de mucho temple, soberbia pero pendeja y con gran afición a la bebida. En la mesa se encuentra, en una de las tres sillas, Anastasia Figueroa de Castro. Mujer sumisa y dedicada totalmente a su esposo. Al lado izquierdo de Maria Elena esta sentada Teresa Arismendi de Arismendi Mujer elegante, con garbo, mirada exquisita y excelente cuerpo. Por ultimo frente a Maria Elena con tres cartas entre las manos, se encuentra Ana Maria Sequera de Aristimuño. Alegre con una sonrisa eterna en su boca, juguetona, chistosa y ocurrente, su vida es el triunfo de la alegría sobre la adversidad, según ella.
Estas son las cuatro mujeres de esta historia. Cuatro mujeres diferentes, con vidas distintas pero unidas por la decepción y la rutina de vivir por mas de 6 meses en le regimiento 23. 4 Mujeres anhelando el bullicio de la ciudad de caracas y odiando hasta la muerte este lugar olvidado por la gracia de dios. Para ellas el Regimiento 23 es un lugar disfrazado de club militar, pero que en la realidad es una cárcel tropical con muchas comodidades.
Al tomar su tercer trago antes de la cena, Maria Elena le dice al resto de las mujeres – Saben, hoy estoy contenta, tengo en mi cabeza una idea genial y fantástica que posiblemente pueda concretar mañana. Una idea que aliviara totalmente nuestro tormento y nuestro encierro en esta estúpida cárcel.
Las tres mujeres, sin dejar de ver las barajas que tienen en sus manos, hicieron un sonido de aprobación con la garganta.
A lo que Marie Elena respondió – esta bien seré yo la única que tenga sexo en este maldito infierno – Se dio media vuelta y se sentó en uno de los sillones destinados únicamente a los coroneles.
Luego de unos 10 minutos de lento juego de cartas, en la mente de cada mujer se estaba formando una imagen como respuesta a la palabra casi olvidada que había pronunciado Maria Elena “SEXO”.
Teresa, dejo sus cartas en la mesa y dijo al resto de las jugadoras. – ¿amigas, escuche mal o de verdad escuche la palabra SEXO?. Anastasia, dejo caer sus barajas con algo de estupor en su cara y dijo – sexo no teresita dijo seso, cabeza, mente...- . Por su parte Ana Maria, estaba tratando de recordar el significado de esa palabra. Luego de unos segundos, las tres mujeres voltearon su mirada al mismo tiempo hacia el lugar donde están ubicados los sillones destinados solo a los Coroneles y en uno de ellos estaba con una sonrisa y algo de miedo, Maria Elena.
Maria Elena, con algo de picardía y afectada ya por los grados de alcohol de su ya 5to trago, dijo - Se embromaron, ahora no les cuento nada. Pero cuando me vean con una sonrisa en mi boca, su envidia se las tirare a los cochinos...-
Teresa, con un tono de voz, que la mujeres lo aprecian como conciliador y los hombres como seductor, le dijo a Marie Elena - Por dios mi santa, ven y siéntate aquí mi niña, en mi propio asiento, que yo buscare otra silla para mi. Es mas niña levántate de esos sillones que si te llega a ver algún edecán o cualquier soldadito, se va a volver a prender la san pablera .
Luego de sentarse con aires de diva, Maria Elena les dijo a sus compañeras de sala. – Bueno niñas, ustedes están claras que nuestros esposos dos o tres noches a la semana, se reúnen secretamente para analizar estrategias militares y toda una zarapanda de cosas tácticas que yo no entiendo. Cierto ¿no? -. -Si - dijeron al unísono las demás mujeres.
-Bueno, y las cuatro sabemos que los muerganos de nuestros esposos se van a fuera del regimiento para realizar dichas reuniones ¿verdad? – Esta vez asintieron con la cabeza.
-Pues bueno – prosiguió Maria Elena con su exposición – eso es puro mentira y gamelote p’a burro. Todas aquí sabemos que nuestros maridos sinvergüenzas y respaldados por el General Andrade, se han dado la satisfacción de traer a sus amantes a una nuevas casas que construyeron a menos de 45 minutos de este infierno, Es decir amigas - Marielena tomo el ultimo sorbo de su 6to trago y aclarando la voz y los pensamientos dijo- que los muerganos coño de madres de nuestros maridos no conforme con tenernos apresadas en esta cárcel con playa, río, posos y palmeras, se traen de Maracay y Caracas a sus amantes de turno, les montan unas casas y se ven con ellas tres veces a la semana. Esa viana solo lo hacen los malhechores, los sin madre y los hipos de puta.
-Anastasia de levanto de la mesa y dijo con lo que ella asumió que era un grito – no Maria E. Estas equivocada mi Castro es incapaz de hacer eso, él es un hombre integro, de familia y con excelentes valores. Valores que le inculco su difunto abuelo Julián Castro. Así que no permito que hables así de mi marido.
Teresa, tomó a Anastasia por el antebrazo y de un jalón la sentó nuevamente en la silla, diciéndole – Cállate mujer, que el tuyo es el peor de los tres, pues le monto tres muchachos a Clotilde Hernández su amante y a ti ninguno. Así que cállate y escuchemos a esta borracha -.
- Bueno borracha o no, yo Maria Elena Pérez, tengo la solución a nuestro encierro- Dijo sirviéndose su séptimo vaso de Whisky - Por hoy solo les voy a decir que mañana buscare en Yaguaraparo la solución a nuestro dilema, solo mañana les podré decir si acabara o no nuestra mononomia -
- Mononomia no Maria Elena, es Monotonía- le repara Anastasia a la borracha.
A todas esta Ana Maria, no había pronunciado palabra alguna. La ideas se le mezclaban en la cabeza. Que podía ofrecer sexo y solucionar el martirio de sus vidas? Será un hombre asesino que mientras maté a los coroneles, les haga el amor. O será que Maria E. Por fin concretaría esa idea loca de realizar una fiesta para todos los soldados del regimiento donde nosotras nos vestiremos de negritas y haremos el amor con todos los saldados sin quitarnos las mascara? Todas esas ideas revoloteaban como periquitos enjaulados en la cabeza de Ana Maria.


En la mañana siguiente, Maria Elena hizo todos los tramites para conseguir un carro sin identificación, para trasladarse al pueblo de Yaguaraparo. Ella es la única mujer en todo el país capaz de manejar desde una moto hasta un tanque. Lastima que este poco tiempo sobria para disfrutar de el placer de manejar. Su intención al salir del regimiento era dirigirse a una casita vieja y sucia que esta a la vera del camino entre Yaguaraparo e Irapa. Allí buscara el asunto que cambiaria su vida. Luego retornaría por la misma carretera de tierra, pasando por el frente del regimiento, para dirigirse unos 8 kilómetros en la vía hacia el Pilar hasta llegar a al casa Blanca. Un intinerario largo, para lo cual se llevaría una botella de Whisky como copiloto.
Al llegar a la casa vieja, se apeo del vehículo y caminó con mucha entereza y sensualidad hasta la puerta de la casa vieja u sucia. Su melena amarilla, fruto de los nuevos productos americanos que su “fiel” esposo le había traído de Norte América, bailaba al ritmo de su caminar y jugueteaba con el viento seco de oriente. Estaba tensa de solo pensar la propuesta que le iba a realizar a la viejita que vivía en esa casa.
Al pasar al patio Marie Elena se sentó, no con mucho gusto, en una silla histórica de madera que tenia las mismas condiciones que la casa. Al frente tenia a una adorable viejita que con mucha dificultad de audición pero con toda la lucidez del mundo, le ponía el máximo de atención.
Bueno doñita – dijo Marie Elena para comenzar a explicarse -. ¿Usted me recuerda? Soy la esposa del Coronel Estrada, la que lamentablemente atropello a su nieto hace mas de 3 semanas... ¿Me recuerda?. Bueno, vengo a ofrecerle la oportunidad para que Pedro se recupere en el dispensario del regimiento y se inicie en la vida militar. Ya he conversado con las autoridades del Regimiento 23, les expliqué el caso y recordando que soy la esposa del Coronel Estrada, aceptaron rapidamente mi propuesta. ¿Qué le parece, mi doñita?.
Mientras Maria Elena hablaba, la viejita la escuchaba y a su vez con la mano izquierda temblorosas espantaba una mosca que tenia en el labio superior. En la mente de la viejita se formaron dos ideas mientras escuchaba las explicaciones de la señora de pelo amarillo. La primera es que sería una buena oportunidad para su nieto Pedro pudiera entrar el ejercito y tal vez poder entrar a trabajar con un coronel que le dé buena vida, dinero y futuro. Esta era la idea que menos le preocupaba. La que más la preocupaba era la segunda idea. - ¿por qué carrizo una muje de un corone tiene que veni a peldel su tiempo en esta casucha y con esta vieja, y solo pa´pedi cuidal a mi muchachito que ni siquiera conoce?.
Con una mirada fija de desconfianza, pero disimulada bajo un matiz leve de agradecimiento, la viejita le dijo a Maria Elena. – Mire mi seño, yo sé que tu tienes bueno corazón y que ese corazón te esta guiando pá dame esa ayudita a mi muchacho y le doy las gracias mi seño. Pero si mi muchacho le joroba la via usted ¿me lo va a trae ? -. Y volviéndose a quitar la mosca de la cara, le dijo suavemente – bueno... en sus manos le dejo a mi muchacho, cuídele y eso si, si lo va a conveltí en hombre, pues que sea un hombre de bien, macho y bregao, pues eso es lo que le ruego a la vilgen de coromoto -.
-Maria Elena se monto nuevamente en el vehículo, manejo rápidamente para alejarse de la casucha. Dejo a la Viejita pensando lo siguiente – Bueno allí se va mi niño, y estoy segura que en ese luga pa’ donde va lo van a conventil en hombre...-.
Maria Elena, manejo nuevamente de regreso a Yaguaraparo y al regimiento con su cargamento. En el pueblito de Ño Carlos, hizo la parada obligatoria. Estaciono el carro detrás de una casa grande, con paredes blancas. Una casa que era demasiado casa para el Pueblo de Ño Carlos. Por un portón Marie E. Asomo la cabeza y grito un Nombre.
- Eulasia, Eulasia!!!-
De la sombras del corredor trasero de la casa salió una joven de unos 16 años, con falda y camisa de flores, diciendo. –Wue?, y quien busca a la doña?. A lo que Maria E. Respondió, - mire muchachita, no sea salida y busque a Eulasia, dígale que la Señora esta aquí, córrale pues, córrale!-
El Calor era insoportable, ya a las 11:00 de la mañana, el vestido de Maria E. Se unía a su piel. Largo había sido el camino desde la casa de la vieja hasta Ño Carlos. El Pedro aun estaba en el carro, viendo extrañado a la mujer con los cabellos de color extraño, pegando brincos y gritos en una casa. Aun le atemorizaba el carro, luego del accidente.
-Si ya voy, ya voy! – Grito Eulasia, desde el corredor de la casa. Al llegar al patio, donde ya se encontraba Maria Elena ocultándose del sol bajo un Limonero, dijo. – mi Señora como esta usted? Encontró lo que buscaba?. Tráigamelo para verlo y nos dejamos de zoquetadas...
Maria Elena, se molesto por el tono mandón de la voz de Eulasia. Se aparto del portón trasero de la casa de Eulasia y con movimientos de la mano, le señalo a Pedro que se bajara del carro y se acercara.
Éste es Eulasia, vengo por él en diez dias y espero que este tan listo como me lo prometió, ¿estamos claro?. Recuerde que si no, no le entrego los 10 bs. Restante del trato.


Sentadas en el porche de la casa club del regimiento, Teresa, Ana Maria y Anastasia, esperan impacientes la llegada de Maria Elena. Sentadas platican, sobre un hecho muy extraño sucedido la noche anterior en el regimiento.
-Si Teresa, anoche mi Aristimuño tuvo que acercarse a la casa de Estrada, pues Maria Elena no dejaba de tomar y de reír. ¿Sabes? otro de sus ataques. Juan me contó, al regresar a la casa, que el pobre de Estrada le dijo que - Maria Elena tomo una botella de wisky, “como siempre” y se puso esta ves a bailar y dar vueltas en la sala. Mientras giraba, reía como una burra loca.
Si Teresa, esta parece que no tiro los platos, ni rompió los muebles, ni hizo los berrinches de siempre, Solo se limito a cantar, bailar y reir.
-¿De verdad Aristimuño te contó eso? – pregunto incrédula Anastasia. – Por dios pobrecito Estrada, tener que aguantar los embates y embestidas de Maria Elena la borracha. ! Pobre hombre ¡-. Sentencio la esposa del coronel Castro.
- Por amor al santísimo sepulcro de mi señor Jesucristo, tú si hablas pasjuatada Anastasia. Que Estrada reciba un poco de su propia medicina no le hace mal. Es mas, Ojala Maria Elena le hubiera dado unas pescozadas a Estrada para que la cosa quedara en tablas. – Sentencio Teresa, acercándose a la mesa para tomar de su vaso.
- Bastante que han aguantado tú y Maria Teresa, con los hombres que dios les ha puesto en su camino. Camino convertido en un trajinar de castigos, penas y desalientos.
- Pero soy la esposa de Castro, del Coronel Castro. Digno heredero de la estirpe andina que ha sacado a este país de la miseria que lo tenían los...- Dijo con vos áspera Anastasia hasta que fue interrumpida por Teresa.
– Cállate carajo!!! – Dijo Teresa- Cállate siempre saca a relucir la cagada de la estirpe de Castro. Recuerda que no estas en esas reuniones del Club de la Comandancia con las esposas de uno que otro teninetico. Estas aquí en el golfo triste, olvidados por todos y en presencia de nosotras que si sabemos tu historia y además de como te maltrata Castro y como hasta te quiso compartir en plana borrachera con un simple soldado. Pendeja eso es lo que tu llamas estirpe, ese no es sino otro cabron mas del grupo.
Anastasia sorprendida, trató de atacar a Teresa diciendo – Pero por lo menos Castro amanece en mi cama, en cambio tu Arismendi no sabe donde lo agarrara la Mañana, si en la cama de un Subteniente o en el catre un cochino soldado!!! -. Ana Maria con su eterna sonrisa trataba de apaciguar la confrontación proponiendo un juego de damas o intentando de servir mas bebidas a las dos Pericas.
- Si es cierto Arismendi es marico! Si, y cual es el problema, ya media fuerza lo sabes, Lo sabes gasta el Mismo Generalisomo Pérez Jiménez, pero Arismendi tiene mas cojones que todos los generales juntos y por eso el Generalísimo lo tiene descansando aquí, para luego darle toque final al proceso. Yo por mi parte no me siento dolida mija por eso, mucho me costo llegar a donde estoy, mucho me costo casarme con Arismendi, para que por culosuelto y marico deje yo de gozar todos los beneficios del proceso del Generalísimo. Yo si he disfrutado de proceso. He viajado mas de 10 veces a Europa con Arismendi, nos han alojado en los mejores hoteles de Francia, Alemania, Roma, Venecia etc... Pero tu, mi pequeña, solo conoces los bailes en el Circulo Militar, de las reuniones en el Club Tachira y los Toros de Maracay.– Recostándose satisfecha dijo Teresa – ¿ para ti, mi querida, eso es vida? Ya entiendo por que aceptas las barbaridades de Castro.
¿Tu crees que si Castro no me hubiera sacado a viajar a conocer el mundo, no me hubiera comprados joyas y ropa costosa, yo le hubiera aceptado las maniconerias? No!!! mi Amor... Claro que no, él necesita una esposa, yo necesito un status y ser libre, viajar, tener buena ropa, zapatos, hombres. Y todo eso me lo da Arismendi y con el gusto del mundo.
- Si pero – Trato de decir Anastasia, cuando irrumpió en el salón azul Maria Elena. Las mujeres dejaron sus reproches y sus pensamientos paralizados. Todo el ambiente se despejo Ana Maria sintió alivio con la llegada de Maria Elena.
Esta ultima dijo – Bueno niñas, se acabaron nuestros problemas con los Hombres, ya no mas castigo, sumisión, docilidad, esclavitud, masoquismo ni sodomía obligada – Términos que le gustaba utilizar para describir una relación Sexual. – No mas niñas! en diez días, es decir el próximo martes. Tendremos en el regimiento nuestra solución, nuestro pase a la gloria. Bueno, no se, por lo menos la tendré yo jajajajja – termino con una dura sonrisa, mientras caminaba hacia la mesita del bar.
Teresa, siempre meticulosa, observaba a Maria Elena. Observaba su caminar, su prestancia. Detecto un nuevo animo, una alegría que Maria Elena no podía ocultar. Sin quitarle la vista un segundo le dijo – Maria Elena, dinos mujer ¿cual es esa salida que tienes, supuestamente, a nuestros problemas?. ¿Cuál es esa pócima mágica que encontrastes en estos montes? Dinos mujer!!!.
Maria Elena, vaso en mano, se voltea hacia sus anfitrionas y dice... - no es una pócima, es un objeto mágico – y en diez días me lo darán. Una amiga de Estrada lo esta puliendo para mi y tal vez para ustedes también.
- ¿Si Pero que objeto? -. Pregunto animada Anastasia. – Es un palo mágico!!!! Jajajaja – La sonrisa fue fingida para tratar de eliminar la alegría que acompañaba a Maria Elena. Esto No sucedió.
- Mi querida socias – Dijo aguantando un poco la respiración para tratar de sentarse en una de las sillas del salón. – ¿Ustedes recuerdan el accidente que tuve con el jeep de García?. Bueno en realidad lo sucedido fue que atropelle a un muchacho. Dentro de mi borrachera, pude levantar al chico y lo monte en el asiento del copiloto. Sangre por todos lados, una fractura en la pierna derecha... – relataba con ansiedad y con la vista perdida, Maria Elena – y luego...!!! Del pantalón todo rasgado, salió aquello... Frene repentinamente, la frente del muchacho fue a dar al tope de tablero del jeep, fue cuando se desmayo. Yo pensé que era una culebra, por eso frene, pero no niñas!!! Era el pipi más grande que yo haya visto en mi vida!!! Bello, grande Musculoso aun dormido...
Todas las mujeres se vieron a los ojos, Ana Maria con una sonrisa corto el silencio de la sala. Anastasia, se persigno cuatro veces. Teresa trataba en su mente de crear la escena en el jeep.
Maria Elena continuo. – Bueno, bueno ¿no van a decir nada? – Dijo acercándose el vaso a su boca para tomar un buen trago de licor y así poder aclarar la voz y el cuento.
Teresa con su temple dijo – Mujer si eres tu la que esta hablando, por dios continua, continua.-
Teresa escucho sus palabras y reacciono al meter a dios en esta conversación. Siguiendo el ejemplo de Anastasia se persigno 3 veces, pues cuatro le seguía dando cansancio.
- Si niñas, me quede viendo eso por mas de 5 min., creo yo. Luego el chico lentamente recuperó la conciencia. Acelere el jeep a toda velocidad. No podía llegar al regimiento pues metería en problemas a García por dejarme manejar borracha el Jeep. Me fui entonces hasta El Pilar y le pedí ayuda a Carmela la esposa del Doctor Hernández. ¿Sabes? ese doctor que buscan los adecos para lanzarlo de gobernador del estado. Pues bien, Hernández atendió al chico y luego de 5 semanas ya estaba de vuelta en su casa -.
- Recuerdan que a veces me perdía por todo un día de esta infierno, pues bien me escapaba para ir a la casa de los Hernández para poder ver a Pedro. Le llevaba comida, ropa y zapatos del regimiento. Varias veces cuchuche con la esposa del Dr. Hernández sobre el tamaño de aquella cosa. Ella dijo que era el triple del tamaño comparado con la lombriz de tierra de Hernández.
- Bueno Maria Elena, los hombres sabios y santos no necesitan mucho de aquello – Dijo Anastasia interrumpiendo a Maria Elena, quien aprovecha para llevarse nuevamente el vaso a la boca. El liquido favorecería la fluidez del cuento.
Luego de sentir él liquido en su estomago, Maria Elena dijo – ¿Saben? una vez llegue a la casa de los Hernández y La esposa del Doctor me recibió con una expresión de sorpresa. Me tomo de la mano y me llevo sigilosamente al cuarto donde estaba Pedro. Entramos, ella encendió una linterna de kerosén que estaba en una mesa al lado izquierdo de la cama Y.. Dios mío, que maravilla!!!!-
Teresa dijo para sí - Coño ya volvieron a meter a dios en este cuento. Bueno pensándolo bien... ¿quien mando a Dios a ponerle ese pene de burro tal pedrito.? Bueno me imagino que debe ser un bichote, pues si no para que tanta bulla y cabuya...
Maria Elena termino de relatar sus visitas a la casa de los Hernández. Todas quedaron asombradas con las palabras de la mujer quien tomaba su cuarto whisky. La imaginación estaba encendida en la mente de las cuatro mujeres que estaban en la sala del club del regimiento. Cuatro Mujeres que sin soltar palabras, se miraban tratando cada una de decir algo para romper el silencio. Sus pensamientos estaban calientes.



En el pueblito de Ño Carlos, donde Maria Elena había dejado a Pedro a cuidados de Eulasia Pinzon, todo estaba tranquilo como siempre. Soldados entraban y salían de puerta grande de la Casa blanca, la casa más bella de todo el Golfo Triste. Cuentan las malas lenguas que la Casa la construyo un edecán del Generalísimo Pérez Jiménez, al verse rechazado por una de las mujeres de Eulasia. Este Edecán le demostró su apego a su amor imposible construyendo esta enorme vivienda. Al entregarle la casa a Eulasia le dijo que lo hacia para que Genoveva siguiera practicando el oficio mas viejo del mundo, pero en mejores condiciones.
La casa Blanca era una casa alegre, despierta y casi nunca cerraba sus puertas. El jolgorio dentro de la Casa Blanca no daba tiempo a los hombres ni momento alguno de precisar si era de día o de noche. Podías entrara a las 5 de la tarde y salir de ella a después de dos soles y una luna.
En la casa blanca, las mujeres mayores o “Madames”, como las bautizo ves un sargento francés que estaba de visita en la zona, estaban como siempre sentadas tomando Ron y Caña Clara con sus jóvenes amantes de turno. Ella los emborrachaban así dominarlos y en definitiva acelerar el acto sexual. Las madames sabían que mientras mas borrachos estuvieran los soldaditos, mas rápidos eyacularian gracias a sus secretos de oficio. Por su parte, los soldados pensaban que rascados tenían el control del acto, cosa que en definitiva no era cierto.
En el ala izquierda de la amplia y oscura sala se encontraban sentados los Sargentos y Tenientes de las diferentes zonas militares del oriente, acompañados por las mas lindas jóvenes casi niñas que Eulasia había encontrado en sus viajes por todas las apartadas zonas del oriente venezolano.
Así era la casa de Eulasia, así era la Casa Blanca, Hombres mayores con jóvenes niñas, mujeres mayores con jóvenes solados.
A Pedro durante los primeros dos días en la Casa Blanca realizo trabajos de forzados. Eulasia se encargo de utilizarlo al máximo en los quehaceres de su casa, dada la falta de los soldados que enviaba de vez en cuando su marido de turno, el Teniente Guzmán. El muchacho corto madera para la cocina, elimino todo el monte y la mala hierba que rodeaba a la casa, pulió y limpiando los dos pasillos, alimentado tanto a los pollos como a los cerdos que tenia Eulasia. Acomodo las tejas de 3 cuartos y del gallinero.
Pedro era muy callado para ser tomando en cuenta. Ni los soldados ni los tenientes llegaron a percibir la presencia de Pedro.
Al tercer dia Pedro termino de cortar el monte en la pequeña loma que estaba en colinda con el patio de la Casa Blanca. Era la ultima tarea que tenia asignada. Cansado se sentó bajo una lamina de madera que hacían de techo, en el lado izquierdo del patio. Allí se le acerco Amelia con un plato de sopa de pollo que Eulasia le había enviado. Tomó con desesperación el liquido y las verduras. Luego Amelia le dio un trapo medio sucio, como paño para que se secara después del baño que debía darse.
Al entregarle el trapo, Amelia le dijo - tome mijo y apurese que doña lo esta esperando en su cuarto, apurese! apurese! Corra carajo-
Pedro viendo el trapo sucio y sin decir palabra alguna, se metió en la casucha del baño, tomo la tapara y se baño.
A la hora en que Pedro se estaba bañando, la mayoría mujeres de la casa estaban durmiendo para recuperar así fuerzas para la noche. Habían dos mujeres en la cocina tomando sopa y agua fresca. Otras tres, mas jóvenes, estaban con dos Tenientes totalmente borrachos en el pozo que estaba ubicado al final del patio. Las jóvenes totalmente sobrias y con las hormonas en plena efervescencia, trataban de tener sexo pero los desdichados militares ya estaban totalmente destruidos por el trasnocho, el licor y el baile. Pedro desde una rendija del baño podía ver como las muchachas desesperadas tomaban el pene de los pobres hombres, se lo llevaban a la boca pero sin conseguir ningún resultado.
Pedro salió del baño, tomo rumbo puesto al pozo y de dirigió a pasillo de la casa unía el patio con el 2do salón. Estaba cansado, aunque su cuerpo estaba acostumbrado a largas jornadas de trabajo en la Finca de los Pacheco y en el conuco de su abuela.
Llego a la habitación de Eulasia, toco la puerta sin ganas y pudo escuchar desde adentro el permiso que le deba la mujer para entrar. No había visto nunca la habitación de Eulasia, como tampoco había visto los cuartos de las chicas jóvenes, pues le estaba prohibido. Al curto de las madames si tenia acceso y en tres oportunidades estuvo acompañándolas, hablando con ellas y compartiendo uno que otro trago de aguardiente. En esos pequeños ratos Pedro pudo ver como la mujeres entraban al cuaro las mujeres profiriendo improperios contra uno que otro solado lascivo y bellaco. Pedro ya había escuchado de la Casa Blanca, pero solo se dio cuenta que estaba en ella en esos ratos de compartir con las Madames
Pedro traspuso la puesta del cuarto de Eulasia, la cerro y con su cara en alto y tostada por el sol, se detuvo al lado de un espejo enorme, Mucho más grande que el que tenia en la sala de su hacienda la Señora Pacheco.
Miro alrededor, pudo observar la cama enorme de la señora Eulasia. Tenia un trapo blanco transparente que guindaba de un palo y que cubría toda la cama y que según para espantar los zancudos y los bichos. Había además una mesa con flores y pequeño cuarto donde tenia guardada mucha ropa. Miro hacía el otro extremo del cuarto y vio una pequeña puerta que conducía al lavado. De allí salía Eulasia.
Eulasia es una mujer madura, dicen que tiene 32 años, pero como dice él teniente Zambrano -parece una carajita con cara de mujer. Eulasia caminaba en pantaletas y sujetadores. Ya en estos tres días Pedro se había acostumbrado a mirar con detalle a las mujeres de la Casa Blanca en ropa de dormir e intima. Pero Eulasia era diferente, las piernas estaban bien torneadas y duras. Sus senos no brincaban y su estomago era cóncavo. Sus brazos eran fuertes sin dejar de ser delicados. Dientes blancos en su cara.
- Siéntate muchacho - le dijo Eulasia a Pedro.
- Éste busco donde hacerlo mirando a todos lados se sentó en una sillita que estaba en la esquina contraria a la cama. Callado se disponía a escuchar a la Dueña de la Casa Blanca. – Bueno muchacho, Amelia me dijo que has trabajado mucho estos tres días, que no dejates ná para después y eso me pone contenta de verdad. Hiciste el trabajo de 10 soldados en menor tiempo, que cosa tan buena caray.... Pero sabes – le decía Eulasia peinándose con tranquilidad su largo cabello negro y aun en pantaletas – no estas aquí para cortar monte, limpiar ni cosas de esas, estas aquí por un encargo de la Señora Marie Elena-
- Mira muchacho, la señora Maria te necesita para que seas su ayudante personal. Estarás con ella en el regimiento pa´rriba y pa´bajo, sobre todo en las noches. Harás lo que ella te pida, sin decir nunca nada. Para eso te enseñare unas cuantas cositas que le gustan muchos a las mujeres y cuando ella te pida que le hagas cositas, tu le harás todo lo que en estos tres días te voy a enseñar. Primero, quítese la ropa póngala doblaita en la silla, váyase al lavado y espéreme allá.
Pedro se quito la ropa, caminó hacia el lavado sin pensamiento alguno en lu mente. Volteo unos segundo para apreciar a Eulasia y pudo ver como la mujer veía con grandes ojos su pipi. Termino de caminar y espero a la señora al lado de la pila.
Eulasia entró al cuartito del lavado, podía creer lo que sus ojos veían. Con razón, pensó ella, Amelia estaba siempre detrás del muchacho. Sin apartar la vista del pene de Pedro y con un dejo de indiferencia en el rostro le dijo con calma al muchacho.
– bueno mijo acérquese a la piedra y ponga su pito allí.- Eulasia sin salir de su asombro tomo entre sus manos el pene. Claro tuvo que utilizar las dos manos.
Con la gracia de quien por primera vez tiene una gema en sus manos, poco a poco lo acaricio, Eulasia sentía como la sangre del muchacho empezaba a correr por las venas del pene. Sintió como su miembro se iba inflando y endureciéndose. El corazón de Eulasia se había acelerado.
Pedro, totalmente estático como la estatua de Bolívar de la plaza mayor de Yaguaraparo, le empezó a gustar las calientes manos de Eulasia. Sentía los dulces masajes de los dedos de la Señora. Sentía como ella apretaba la base de su “pedrito” . Las sensaciones le llegaban a Pedro como ráfagas de viento a la cara.
Pronto a Pedro le empezó a extrañar lo rojo en que se convirtió la cara de la Señora. No se pudo explicar el por que se le aceleraba la respiración a la mujer, con cada movimiento de sus manos. Cerro los ojos y empezó a sentir como también su respiración se aceleraba. Le comenzó a agarrar el gusto a las manos ágiles de Eulasia. Sentía como el cuerpo se le calentaba al igual que cuando se cogía a las burras de la finca de los Pacheco. Sin embargo Pedro sentía algo diferente.
Al abrir los ojos el muchacho pudor ver todo el cuerpo de la mujer es su esplendor. El ya tenia la respiración tan acelerada como la mujer. Bajando la mirada pudo apreciar como Eulasia se quitaba la pantaleta y se tocaba sus partes, mas rápido de cómo le tacaba a Pedrito.
Eulasia con una gran agilidad, aprendió manipular el pene de Pedro con una sola mano. Con la diestra y con mucha pasión se tocaba su clítoris, para luego subir a sus duros senos.
La Mujer se aparto del muchacho y con paso apresurado se dirigió a su cama. Pedro no la siguió, pues la orden que tenia era de estar de pie en el lavado. Eulasia se acostó en la cama sin darse cuenta que el joven no la seguía. Al darse vuelta y esperar el cuerpo del muchacho, se sorprendió ésta, al verlo con la verga parada como estatua al lavado.
- ¡Bueno muchacho muévase, venga pa´ca, acuéstese aquí a mi lado! que le seguiré enseñando cosas para la Señora Maria Elena. Primero le voy a enseñar lo que la señora Maria le va a hacer a usted.
Aulasia no tenia ganas de estar enseñando nada a nadie. Tenia en mente la única idea de introducirse en la boca a “Pedrito” y tratar de ver hasta donde era capas de dejar una marca de saliva en el pene del muchacho.
Eulasia pensó: “Que mujer exigiría sexo ante tal ejemplar. Ninguna, ninguna, ninguna”.
La mujer procedió a la aventurada tarea de saborear al muchacho. A los tres minutos de intentos fallidos, se percato ella misma que había perdido condiciones. Se saco el pene de la boca y con la vista busco hasta donde había dejado la marca de saliva. Gran desilusión, solo llego a la mitad del pene del muchacho.
Pedro mientras tanto, asombrado de las gesticulaciones de Eulasia. NO entendía para que Eulasia debía meterse de lleno su pene en la boca si mas a gusto estaba cuando al principio la mujer con sus labios aun carnosos y rojizos le chupaba la punta de su pene. Eso le daba cosquillitas y le hacia temblar las piernas
Pedro prefirió ver el cuerpo de la mujer con mas detalles, la luz de la tarde aun se lo permitía. Pudo notar que los senos de la Señora estaban un poco flojos pero mas grandes que el resto de las madames y de algunas muchachas.
El muchacho no entendía el desespero de Eulasia. No entendía su respiración acelerada, cual burra maniá. No entendía que luego de delicadas caricias en el lavado, ahora tratara de matárselo con la boca. Pedro penso “Si, debe ser cosas de las madames, debe ser eso”.
- Bueno Pedro – y era primera vez que Eulasia lo llamaba por su nombre – Ahora venga, agarre fuerte aquí con cada mano, agarreme bien fuerte cada teta y dele usted muchos besos, chupelos u dele mordisquitos pequeñitos. ¡Ande aprietelos! ¡más fuertes carajo! Asi, mas fuertes, así así, eso asi.
Le agarro el gusto a los grandes y duros senos de Eulasia. Con mas ímpetu los tomaba entre sus manos y jugaba con ellos. Con cada beso que les daba, percibía la excitación de la señora que a su vez incrementaba la suya.
Repentinamente la señora lo empujo con las manos puestas en la cabeza hacia abajo, hasta que la cara del muchacho llego a los vellos del entrepierna. La cara de Pedro quedo entre las veteranas pero firmes piernas de Eulasia. El podía sentir la humedad y el calor de brotaba del coño de Eulasia. El olor era penetrante, un poco amargo sin llegar a ser desagradable. En el olor, había algo que lo incitaba a chupar y a lamer del coño de Eulasia. Él no sabia que era, pero algo lo impulsaba a hacerlo.
Eulasia no tuvo que decirle nada al chico, pues éste con mucha rapidez y desespero se estaba comiendo ya su cosa. Ella s dijo a si misma “ muchacha, parece un cochinillo comiendo por primera vez de la teta de su madre”.
No había tiempo para parar el trajín del muchacho y dar alguna lección, pues Eulasia ya iba rumbo a su tercer orgasmo. La señora penso: “Que coño importaba si no lo hacia del todo bien, lo importante en ese momento era la cantidad mas no la calidad”. Además pensó, que viendo bien las cosas nunca había acabado tantas veces y en tan corto tiempo con un solo hombre.
Eulasia en verdad de Calidad, poco sabia. Todos los hombres con quien habia estado, desde un punto de vista “profesional” solo se montan para descargar y no para amar. Por eso para ella, era tan importante el licor antes de un encuentro amoroso, pues así él que venia a descargar, lo hacia rápido (2 a 5 min.) doblegandose a las rutinas y las exigencias impuestas por ella. Eulasia seguía en sus pensamientos diciendo: “ este carajito no es un torbellino de pasiones. No, no lo es. Dios quisiera que lo fuera, pero no es así. Lo veo mas como un pequeño animal hambriento que esta arrasando con el alimento que tiene al frente luego de un largo período de encierro. Este muchacho es sin saberlo una mezcla de un brioso corcel joven con un verdadero semental. Pedro esta bien dotado y es hora ya de que me meta esa bestia, ese manjar adentro”.
Así que tomo a Pedro por los hombros, subió su cuerpo hasta tenerlo cara a cara. Podía notar los movimientos bruscos de las caderas de Pedro tratando meterle su gran miembro. Así que para evitar alguna viana del chico, doblo sus propias rodillas dejando su flor totalmente húmeda al descubierto. Luego con el chico arriba de ella, sujetó la espalda de Pedro con el brazo izquierdo y con la mano derecha tomo el gran manjar y poco a poco se lo introdujo. Un grito de dolor y pasión soltó la Señora y sabia que lo soltaría. No era fácil recibir ese enorme regalo acompañado de duras embestidas de este joven semental.
A penas Pedro sintió en su pene el calor majestuoso de Eulasia, se volvió como un loco desesperado, como un animal acorralado, que por descuido de su agresor, logra morder, hasta matar, a su amenaza. La señora trataba de controlar los movimientos agitados y turbados del muchacho, apretándolo con sus piernas, pero la tarea, luego de unos 7 min, la fatigo.
Pedro se agitaba por una pasión y una fogosidad desconocida hasta ese momento para él. Aunque trataba de hacer los mismos movimientos que con las burras de la finca de los Pacheco, rápidamente comprendió que no era igual clavarle su verga a una burra, que a una mujer. La experiencia era diferente, tenia un mejor gusto. Los gritos de la mujer mas allá de atormentarlo, le fascinaron. Pronto le tomó el ritmo a la cogida. Si quería que la señora gritará, se levantaba en sus rodillas y profundizaba su penetración. Si deseaba que Eulasia respirara lentamente, solo le dejaba la mitad de su pene adentro.
Para Pedro resulto una experiencia placentera el estar con Eulasia. Ella es una mujer con don de mando y una soltura tan especial, que le agrego un extra a la iniciación de Pedro como Hombre.
En el cuarto de la Señora, se olvido quien enseñaba y quien aprendía. Eulasia solo de dedicaba a captar de todos sus sentidos cada sensación que le producía el deleitarse a ese novato. Sexo sexo y mas sexo pedia Eulasia. Su vulva se estiro al tratar de recibir la dureza de Pedro. Los senos le dolían. La cadera no tenia fuerza alguna Su vientre un poco hinchado era puro dolor mezclado con vestigios de placer. Su boca mordida dos veces por Pedro estaba mas roja de lo normal. El cuerpo de Eulasia habia recorrido un largo camino en una sola tarde.
Luego de unas horas, El gran espejo estaba empañado, el sudor arropó la cama de la Señora. Eulasia quedo sorprendida que al muchacho se le parará tal mounstrosidad en 5 oportunidades, luego de unos pocos minutos de descanso.
La señora regaño a Pedro en el preciso instante, en que lavándole el pito se le erecto, diciéndole:
– Bueno muchacho del carrizo ya esta bien!, ya esta bien! Tengo la bicha ardiendo y no por el deseo ni la pasión. – Mientras ella le decía esto, con un tono de sorpresa mas que de regaño, no dejaba de masajearle el musculoso miembro debajo del agua que salia del grifo. La experiencia fue profunda para la Señora, realmente fue mucha. Eulasia y Pedro no salieron del cuarto sino al nacer el cuarto día.


Al amanecer Pedro traspaso, hecho un hombre, la puerta del cuarto de la Señora.
Algunas Madames que estaban paradas en el pasillo de la casa, al verlo salir triunfante del cuarto, le comentaron.
– Ño jile Seño, seño... recuerde que nosotras también queremos de lo bueno, no solo carne buena debe comé La Señora, nosotras también podemos. Nosotras también queremos gritar igual que la Doña!!!.
Pedro sorprendido y avergonzado, respondió con una simple mueca en su cansada boca. Se dio media vuelta y avanzó hacia su lugar , es decir el patio trasero de la Casa Blanca.
El solo hecho de pensar que las madames que días atrás lo rechazaban, ahora solicitaban sus servicios, le hizo para su andar y su pene también. Dio unos pasos en el polvoriento piso del patio y se detuvo. Pensó algo y regreso al pasillo de donde había salido, se detuvo en la puerta y dijo con fuerte voz desde la puerta.
- Señoras cuando ustedes quieran...!
En uno de los cuartos destinados para las Madames, Pedro estaba ingiriendo grandes cantidades de aguardiente rodeado de 4 mujeres. En ese momento eran las cinco de la mañana, la luz del sol acompañaba los ya molestos cantos de los gallos. A empujones lo habían metido al cuarto, cuando él había acepto el reto de las Madames. Entre besos y toscas caricias, las mujeres poco a poco desvistieron a Pedro para quedar atónitas ante semejante espécimen. La de mayor Edad le salió de la boca un – “Por mi santos benditos!!!” . La otra, la menos vieja, no encontró pecaminoso el hecho de persignarse ante un enorme pene.
Las cuatro mujeres se apartaron de Pedro para permitir que la débil luz proveniente de las velas alumbraran aun más la maravilla que tenían ante sus ojos. De las Cuatro mujeres, dos quedaron arrodilladas frente al Muchacho luego de desvestirlos, las otras dos aun de pie estaban con las manos entrelazadas en forma de plegaria. La escena podía dar a entender erradamente, que las cuatro mujeres le estaban rezando al pene del muchacho.
Pasados unos segundos y luego que la sorpresa abandono el rostro de las Madames, las manos de estas se apoderaron del manjar carnoso..
-¿ Maria y que hacemos con esto?- pregunto desorientada la menos vieja de todas –
-¡ Pues echarle pichón entre las cuatro, jajajajaja que mas..!. Es mas creo que si nos acomodamos las cuatro a la ves podemos probar de este muchachote jajajajaja Eso si la cabeza es mia. - respondió la veterana Maria.
Eran ya la tarde del cuarto día. Un enorme murmullo recorría los pasillos de la Casa de Eulasia. Las mujeres entre susurros trataban de explicarse como las cuatro Madames habían amanecido con en muchachito Pedro. El chisme empezó a correr, desde que Inmaculada abrió la puerta del cuartucho para limpiarlo y sorprendida vio a Pedro entre las cuatro Madames. Mas sorprendió a Inmaculada, el tamaño de la cosa que tenia Pedro entre sus piernas, aunque estaba dormido. Ella había visto penes grandes y conocía también de la leyenda del “Negro Evandro”. Pero ver algo así en pleno día directamente, fue como dos cachetada en cada mejilla.
Eulasia se levanto al escuchar el alboroto, fue directamente al cuartucho con un cinto de cuero en las manos, como lo hacia cada vez que una mujer se guindaba a pelear con otra. Tumbo la corina del cuartucho para descubrí a Pedro con las Madames. A estas cuatro les dio una cueriza dura y las mando a bañarse. Las mujeres adoloridas salieron tapándose con la prenda que pudieron tomar del piso y sin pronunciar palabra o quejido alguno. Luego de sorpresa le dio una cachetada en la mejilla izquierda a Inmaculada, la cual la desperto del encantamiento en que había caído luego de ver a “pedrito”.
La señora, monto nuevamente la cortina del cuartucho y camino hacia Pedro que estaba en una esquina como lobo apresado, temeroso de aquella mujer: Temeroso de su cara, de su fuerza y de la delgado cinto de cuero que llevaba en la mano.
-Pedro, Pedro, Pedro – Dijo Eulasia, golpeándose con el cuero, la parte externa del muslo derecho.
– Bueno – continuo diciendo la Señora con aires de dominio. – ¿ Así que se acostó con las putas veteranas esas?. Bueno espero que haya aprendido algo mas muchacho. Pero ahora parece y póngaseme al frente que quiero probar nuevamente de su cosa enorme.
Pedro se vistió después rápidamente salió al patio y trato de hacerse el desapercibido. Cosa que no logro, gracias a los comentarios de la Inmaculada.
Del cuarto día al noveno día al noveno que estuvo Pedro en la Casa Blanca, compartió su tiempo entre trabajos y sexo. En la mañanita bien temprano limpiaba el patio, los pasillos y el frente de la casa. Luego a media mañana, arreaba las 4 cabras y los 3 cochinos hacia el monte para que se alimentaran. Aprovechaba, recogía monte para la burra y limpiaba el corral de las gallinas. Luego a final de la mañana, le tocaba una clase magistral con Eulasia. En estos días, la doña si se dedico a enseñarle a Pedro las cosas secretas sobre el sexo.
Luego de salir del cuarto de la señora, comía, dormía y se levantaba a media tarde para tener sexo con cualquiera de la Casa Blanca. A veces eran las 9 de la noche y aun Pedro estaba con dos o tres mujeres en la cama. Bueno mejor dicho, las dos o tres mujeres estaban con Pedro en la cama, pues Pedro se había convertido en una especia de atracción circense para las mujeres de Eulasia.
Todas las Madames apreciaban tener sexo con él, pues lograban sentir en su ya estirada y flácida vagina, el fuerte roce de la penetración. Cosa que no sucedía ya con ningún hombre del Golfo Triste.
Las jóvenes, en grupo, jugaban a quien se metía todo el pedrito en la vagina. Para ello tenían un crayón, el cual mojaban con la punta de la lengua, para marcar el pene de Pedro, justo hasta donde lograba el máximo de penetración. Una tarde Pedro tenia mas de 12 rayitas de crayón en su pene. La mas arriesgada de todas, dejo sin embargo 4 cm de pedrito fuera de su vagina.
Pedro recibía los mas atrevidos piropos y elegios de todas y cada una de las mujeres de la Casa Blanca. Desde Eulasia, hasta la señora Maria Antonia, la vieja que cocinaba en la Casa, que llego a probar del manjar de Pedro a petición de la jóvenes de la casa.
Pedro no se bañaba solo en el patio como al principio de su llegada a la Casa Blanca. Siempre estaba acompañado por lo menos de 2 mujeres.


En la noche de 8vo día de Pedro en la Casa Blanca, La señora esperaba al General. Ella a pesar de todo amaba a su general. Pero esa noche él no llegó a su encuentro. Eulasia se había puesto el mejor vestido que tenia para recibir a su amante, pero fue en vano.
Un elegante vestido color crema ceñido a la cintura por medio de unos exquisitos pliegues, tenia la señora puesto. Este permitía ver su aun poca gastada voluptuosidad. El vestido tenia un diseño atrevido que mostraba generosamente los hombros. Un corte “clásico” en el escote del vestido mostraba la unión de los senos de la Señora. La falda a tres cuartos por debajo de la rodilla, un atrevimiento para esa época, tenia una abertura en lateral que no dejaba a la imaginación nada de las piernas de Eulasia. De verdad que si no fuera por su tez dura y seca, cualquier pensaría que Eulasia no superaba los 27 años.
Esa noche todas las mujeres estaban preocupadas por el mal humor de la Señora. Sabían que cuando el general no llegaba a la cita, Eulasia estaba de truenos y rayos. Pare evitar cualquier desafuero de la Señora, Maria la experimentada Madame se ideo un plan . Para ello llamo a Pedro y converso con él por espacio de 15 min. Dándole una serie de indicaciones capaces de apaciguar a la Leona herida.
Al finalizar la conversa con Maria la Madame y con una seri de pensamientos es la cabeza, Pedro se llegó hasta la sala donde estaba Eulasia en compañía de dos subtenientes recién llegados a la zona a los cuales le estaba dando la bienvenida. Con vos pausada pero firme, Pedro le dijo a la Señora, viéndole a los ojos y sin tomar en cuenta a los presentes
– Señora deseo conversar con usted, cuando se desocupe, la espero en su cuarto- haciendo hincapié en esas dos ultimas palabras.
Eulasia no respondió, solo asintió con la cabeza. Pedro se retiro de la sala rumbo al cuarto de la señora. Entro en él, se fue directamente al lavado y se limpio su pito. Se despojo de toda la ropa, camino hacia la cama de la Señora, no sin antes apagar 3 de las 6 velas que brindaban tenue luz al cuarto mayor. Se acostó en la cama y pensando en todas las mujeres de la casa, inicio su masturbación a espera de la Señora.
Eulasia, llena de ira por el atrevimiento de muchacho, entro rápido al cuarto dándole un certero golpe a la puerta. Inmediatamente detuvo la velocidad de su andar ante la poca luz que reinaba en su cuarto. Volteo a la cama y aprecio la enorme erección que tenia Pedro en sus manos.
Sin perder postura dijo con un tono que intentaba ser grave – Mire carajito , le voy a decÍ una vaina, yo no soy mujer de estar recibiendo...
Pedro la interrumpió y le dijo – Mi señora acuéstese a mi lado, ande, quítese la ropa y acuéstese a mi lado, hora soy yo quien se lo pide.
Eulasia sin mediar palabras y olvidando el regaño que ya le tenia preparado al muchacho, se quito el lindo vestido que llevaba de una forma muy sensual. Primero retiro las cintas de los hombros, para dejar ver sus enormes pechos sin sujetador. Luego elimino el gacho de la cintura que daba la libertad a los pliegues del vestido. Eulasia se sentía sublime, rica y erótica ante el muchacho y su pene. Luego, sin dejar de verlo se quito el resto del vestido de bello color crema. Aun estaba de pie sobre los encantadores zapatos de patente color negro que le había regalado su amante General. La imagen era realmente de seducción. Esa noche Eulasia no tenia que envidiarle a ninguna mujer del mundo de la seducción.
Con una postura sumisa, ella sintió los dulces besos del muchacho. Sintió como, sin apuros, le retiro las medias de nylon y la pantaleta. Estaba asombrada, asombrada de la soltura y desenvolvimiento del Pedro. Se dijo a sí misma “ soy una estupenda maestra del sexo”, en desconocimiento de la clase magistral que le había dado la Madame Maria al muchacho.
Sintió, como él le acariciaba los senos con delicadeza y luego como vigor se los chupo deliciosamente. Sentía como Pedro se esmeraba en acariciarla y besarla como un verdadero hombre como un verdadero macho. Sentía como su cuerpo era un manojo de sensaciones y nervios a punto de estallar. Ya no era la Señora sino La Cautiva. Le sorprendió ser , en las manos de Pedro una esclava, en vez de ser la Dueña y señora.
Luego de unos minutos y una lluvia de besos ya a ella, el ser esclava, no le molestaba en lo mas mínimo. Eso si, le extrañaba que su “alumno” demostrara hábilmente ciertas actitudes sexuales y eróticas que ella no le había enseñado. Pero bueno con tal de disfrutarlas, no había por que indagar nada mas.
Pedro, recordando cada una de las palabras de la Madame Maria, seguía explorando cada centímetro de la piel de Eulasia. Primero con sus manos, luego con los labios, para terminar con su lengua y sus dientes.
Despacio recorrió desde sus pequeños pies hasta su espalda sin mancha. Desde sus senos grandes hasta sus enormes muslos. Pedro intentaba, no sin éxito, cambiarle el animo a la Señora.
- Voltéese y póngase boca pa´riba – le dijo Pedro a Eulasia. Con precisión él se montó sobre ella y la penetro, a mismo tiempo que la observaba con una mirada retadora. La mirada de Pedro le exigía a Eulasia eliminar cualquier expresión de dolor producido por la penetración.
No era necesario que Pedro le enviara esa orden, en la mirada, a la Señora, pues ella ya no sentía dolor. Todo se había transformado en placer. Con unos pocos movimientos Eulasia ya terminaba su primer orgasmo a gritos de lujuria pero no de dolor. Esa noche para Eulasia el dolor se iba transformado en satisfacción. De verdad que no sentía dolor sino placer, un placer nuevo y extraño para ella. Era el placer de ser sumisa y avasallada por un hombre.
La noche continuo. Afuera, en la sala de la Casa Grande, las muchachas y las madames ahora estaban un poco mas relajadas con sus clientes pues sabían que el encargo que Maria le había dado a Pedro, se estaba cumpliendo a cabalidad. Todas estaban tranquilas ya que la señora había gritado un par de veces. Veces, que cada una de las mujeres envidio pues eran gritos de pasión y fogosidad sexual. La envidia estaba en el aire de la sala de la Casa Blanca y el aire estaba pesado.
Luego de largas embestidas, de sudor y de besos apasionados, Luego de algunos clímax y orgasmos intensos, Pedro tomó a Eulasia, que aun yacía sobre su espalda y le dijo:
-póngase así – indicándole la posición de perro o cuatro patas.
El muchacho en ese momento volvió a recordar a las burras de la Finca de los Pacheco, pero lo que tenia al frente era mucho mejor y por eso desechó rápidamente esos recuerdos.
La señora se preocupo pues esa posición no se la había enseñado ella, mas sin embargo se dejo llevar.
En la posición que Pedro tenia a Eulasia, ella podía ver su bello vestido color crema tirado en el piso. Podia ver la macha de su sudor en la sabana. Podía, además, verse a si misma en el espejo enorme del cuarto. Se fijo como el muchacho la tenia dominada. Observaba como su aprendiz la veía con ojos de deseo, con ardiente pasión y apretando duro los labios por la pasión. Veía como le acariciaban la espalda. Como con manos, ahora de hombre, el muchacho le apretaba y le acariciaba los senos.
Ante este escenario, Eulasia bajo la cabeza y se entrego.
El aprendiz tomó su pene con las dos manos, como siempre, y lentamente se lo introdujo a la Señora en su vulva húmeda. Desde esa posición él podía ver fácilmente como entraba y salía su pene envuelto en una suave humedad. Humedad que reflejaba exiguamente algunos destellos prevenientes de las velas que estaban por ya por apagarse.
Retuvo un poco la respiración, vio lo bien mojado que estaba su pene y con un leve esfuerzo le introdujo lentamente en el culo de la señora.
Ella reaccionó instintivamente, pero era tarde, ya Pedro la tenia dominada, no podía zafarse de él. Ella vio como el muchacho la tenia ahora tomada por la cintura y por el cabello. Sentía como poco a poco le metían ese enorme pene en su culo.
No había dolor, el sobresalto no permitió que el dolor se presentara. Ella no podía creer que su alumno actuara de esa forma tan básica, animal y deliciosa. Eulasia sabia que no debía hacer resistencia alguna, pues dolorosa se podía convertir esa penetración. Así que trato por todos los medios de relajar su cuerpo para sentir como ese hermoso manjar le entraba y le salía.
Con la respiración controlada, subió su cara buscando nuevamente el espejo y se observo a si misma. Se vio reflejada en él, se vio como una de esas niñas que ella misma había llevado a su casa para su iniciación. Se sintió iniciada en el mundo de la sumisión, pues ningún hombre la había... hecho sentir así.
El humor de la Señora desde esa noche cambió para siempre.



Las Coronelas 2da Parte


Llego el día esperado, Maria Elena estaba sentada enfrente al espejo de su cómoda. Peinaba su cabello con delicadeza mientras miraba su cuerpo desnudo. Ella pensaba que su cuerpo era maravilloso. El amarillo oro de su cabellera estaba más brillante que nunca. Una sonrisa se resistía a abandonar la boca de la mujer y los ojo mostraban vestigios de las copas de la anoche anterior.
Se vistió con un sujetador de hermosos detalles y una pantaleta que elaboro ella misma, tomando como modelo un bañador que aparecía en una revista de moda Francesa. Esta prenda era una tentación y había causado un revuelo en toda Europa. Era una mezcla entre pantalón corto y pantaleta que subía atrevida y vulgarmente en lo laterales, hasta bien iniciada la cintura. Así, se dejaba a la vista casi en su totalidad las piernas. Hacia mas de meses que la había elaborado, pero ahora y solo ahora tenia un motivo para colocársela.
Se colocó un vestido ligero de flores y los zapatos de tacón alto de patente blanco. Se dirigió hacia el carro sin identificación que había solicitado el día anterior y traspaso la vigilancia de la entrada del regimiento.
Las otras tres mujeres Anastasia, Teresa y Ana Maria, vieron desde la ventana de cada uno de sus cuarto, la partida de la Mujer de Pérez, con alegría y también algo de escepticismo.
Maria Elena llego rápido al Pueblo de ÑoCarlos donde está la casa de Eulasia. Volvió a detenerse al costado izquierdo de la casa y se asomo nuevamente por mismo portón de madera donde diez días atrás había dejado su gema para ser pulida. Llamo cuatro veces a Eulasia y al poco tiempo una mujer salió a la claridad del patio.
“Efectivamente es Eulasia” - pensó para si Maria Elena -“ pero con un nuevo semblante”. “Esta muergana coño de madre, tiene cara de haber comido bien en estos días”.
- ¿Cómo esta doñita?.- Dijo Maria Elena a Eulasia, haciendo hincapié en la ultima palabra, para recordarle su antiguo semblante.
-Bueno mijita, bastante bien, estoy contenta con él... con “él” trabajo que hice con ese carricito-. Mientras decía esto, Eulasia sentía aun las Penetraciones de Pedro.
-Bueno dile al muchacho que lo espero en el carro. Espero que se mejore Eulasia, pues tienes cara de enferma, si la veo algo demacrada. Si quieres le mando a buscar mañana con un soldado para que la vean en el dispensario del regimiento!!!
A lo que Eulasia Contesto – no mi Doña – haciendo énfasis también en la ultima palabra – eso es debido a la cantidad de trabajo que he tenido esta semana, pero gracias mi Señora, ya estaré bien.
Eulasia entro a la casa, busco a Pedro que aun se vestía en su cuarto y le dijo.
-Bueno mi amor, usted ya esta listo pá entrar en ese regimiento. Tal vez no le pongan de rapidito un uniforme, pero usted trabaje mucho, como lo hizo con esta casa y conmigo y así, dios por medio, será un hombre de bien y ayudara luego a su abuela. Llegaras a hacer un buen militar y de vez en cuando visíteme, no se olvide de su mujé que tanto lo quiere y lo aprecia.
Pedro se termino de vestir, le dio un beso en la boca a Eulasia y salió al patio. Se monto en el carro con la Señora de cabellos de Oro.
No deseaba volver la vista hacia la Casa Blanca, mantuvo su mirada hacia el frente. Luego de haber avanzado unos metros, se subió erguido sobre en el asiento, levantó su cara hacia la entrada principal de la Casa Blanca, de donde salían empujándose las mujeres para verlo marchar. Levanto su mano derecha y con una gallardía sin precedentes grito “las quiero a todas, adiós”.
Pedro no habló en todo el camino, tampoco lo hizo la Señora. Traspasaron el umbral del regimiento, la mujer detuvo el vehículo al lado de la caseta donde estaba el General del Regimiento y se apeo del vehículo. Camino hacia la puerta de la caseta, mientras Pedro miraba con sumo detalle todo lo que componía el lugar.
No duro mucho la conversación con el general, La señora salió de la caseta y con una reverencia abrió la puerta del carro para que Pedro saliera. Se apeo el muchacho sin decir una palabra.
-Mire pronto vendrá un soldado y lo llevara a una cuadra, donde se cambiara de ropa y se aseara. Luego, bien arregladito te vas a aquella casa con las cortinas azules y yo lo estaré esperando allí.
Terminado de decir esto llegó el solado y se llevó a Pedro.
Maria Elena por su parte se dirigió hacia su cuarto y tomo un pequeño baño. Se volvió a colocar la misma ropa, pues ella pensaba que le daba aires de supremacía y erotismo, que según ella era una mezcla peligrosa para cualquier hombre. Salió del cuarto, no sin antes haber tomado sus dos whisky del medio día. Se dispuso a buscar a sus amigas para llevarlas a salón Azul del regimiento.

En el salón Azul, estaban las cuatro esposas de los coroneles. Teresa, Maria Elena, Anastasia y Ana Maria. El soldado que las vio entrar al salón, le pareció atrevida la vestimentas lucían cada una de ellas, pero igual sigui con sus tareas del día.
Adentro en el salón, estaba Maria Elena de pie al lado de la puerta, con el acostumbrado vaso de whisky en la mano. Caminó un poco hacia donde se encontraban las otras mujeres y les dijo con un tono de libertad – Amiga, amigas amiga – tomó un sorbo del divino licor, espero que bajara por su garganta y continuo diciendo – Este día será el inicio de lo mejor de nuestra vidas. Será el inicio de una liberación como nunca antes vista.
La sonrisa que tenia Maria Elena era envidiable
Mientras decía esto, el resto de las mujeres se estaba haciendo de una opinión sobre el atrevido traje de flores que tenia Maria Elena. A Teresa la pareció vulgar y simplón. A Anastasia lo juzgó atrevido, sexy pero demasiado para su gusto. A Ana Maria le dio rabia que Maria Elena tuviera un diseño parecido a su mejor vestido, Gracias a dios que el de ella no tenia flores.
- Amigas, hoy fui a buscar a nuestro querido objeto liberador. Estuvo 10 días en la Casa Blanca. Si!, –dijo Maria Elena mirando a sus amigas- en esa famosa casa de citas que de tanto hablan los militares de este horroroso golfo. Para resumirles el cuento, lleve a Pedro a que lo prepararan en la Casa Blanca. Lo acabo de traer de Ño´carlos y ya lo presente al General Izquierdo, quien gustosamente atendió nuestro pedido.
-¡Cómo carajo que nuestro pedido! – grito Anastasia, colocándose de pie.
-Si mi vida- dijo agriamente- le dije al general que las cuatro deseábamos la presencia de este muchacho en el regimiento para atender algunas de nuestras cosas, que los soldados amargamente se habían negado a hacer.
-¿Cómo que cosas? – pregunto Anastasia, que permanecía aun de pie.
- Bueno – contesto Maria Elena - como ayudar en la decoración de este salón, como ayudarnos en las compras en las mercerías de los pueblos, como sacar a pasear tu peaso de mascota, como.. Bueno, tu sabes las pendejadas de nostras mujer!
- Bueno pero donde esta el bendito muchachito – dijo Teresa tratando de ocultar su incertidumbre con un tono de desdeño.
Maria Elena, se alisó la falda, se subió un poco el escote y dirigiéndose a la mesa donde estaban las botellas dijo.
– Estará aquí en 10 minutos, tiempo suficiente para planear nuestros encuentros con el muchacho. Así que para no perder mucho tiempo he hecho este pequeño cronograma de sexo – Ella hizo hincapié en esta ultima palabra mirando a cada una de las mujeres para así apreciar su reacción ante esta ya casi olvidada palabra.
Ana Maria se persigno.
Teresa se dijo a si misma – Carajo ya ésta metió a Dios nuevamente en este berenjenal.
Anastasia, dejando aun lado el temple y el talante, se sentó, con un aire de niña sumisa que espera impaciente un pedazo de torta en una fiesta de cumpleaños.
Maria Elena dijo sentándose en medio del sillón azul a la vista de todas sus amigas.
- Bueno ya sabemos, que nuestros maridos se marchan los martes y viernes a donde sus amigas. Regresan bien entrada la noche, cansados y sin muestra alguna de arrepentimiento. Es mas vienen mas arrechos quel coño. Entonces esas noches, ahora, serán para que Pedro se quede acompañando a cada una de nosotras según este Cronograma, por supuesto que inicio yo la tanda, luego Teresa, Anastasia y por Ultimo Ana Maria.
Ninguna de las Mujeres puso resistencia a la oferta. Aunque Ana Maria pensó
“¿coño y por que yo de ultima?”.
La mujer de los cabellos de oro continuo diciendo. – En horas del mediodía, de los lunes, martes y viernes, cuando las tropas y nuestros esposos estén en sus ejercicios físicos o de tiro, Pedro tendrá una sesión de sexo de 45 minutos con cada una de nosotras. Los lugares para esto pueden ser el baño de vapores o en la piscina. ¿qué les parece? – termino diciendo ella a sus amigas y llevándose el vaso de licor a su boca.
Las mujeres no opinaron de inmediato. Ana Maria, se levanto sé servio un vaso de Whisky puro, cosa que rara vez hacia.
Por su parte Teresa se vio las manos, reviso sus uñas, vio el techo y quedo a la espera de la siguiente palabra, sin importar de que boca saldría.
Anastasia solo se limito a decir – Esta bien-. Sin hacer preparo a las palabras de Maria Elena.
Ana Maria, de pie junto a la mesa de los licores, dijo – Bueno mujer y ¿donde esta el susodicho.?
Todas miraron a Ana Maria, pues pocas veces se le escuchaba tal seguridad y temple en sus palabras. Sin embargo ella, con un gesto común de recato, eliminó cualquier extrañeza de la cabeza de sus amigas.

En eso un soldado abrió la puerta del salón y dejo entrar a Pedro.
Instintivamente todas las mujeres posaron su vista dos segundos en el rostro del muchacho y los restantes minutos, con poco disimulo, trataban de escudriñar en los pantalones de Pedro.
Pedro observo esto. Ya sabia el poder que podía tener su pene sobre las mujeres, pero disimulo.
El muchacho luego de entrar pudo reparar unos segundos, en cada una de las mujeres que tenia al frente.
A la señora del cabello color sol, no hacia falta detallarla mas. Mientras venia por el camino hacia el regimiento, miro de reojo las fuertes piernas blancas de la Maria Elena y sus lindos tobillos. Pedro comparo el vestido Color crema de Eulasia con el de la Señora de los Cabellos color oro y para su pesar, mas bonito era el de esta ultima.
Luego miro a la mujer que estaba de pie al lado de las botellas, la vio unos 4 segundos pero luego se dio cuenta que no provocaba detallarla. Ana Maria era algo insípida.
Así que volteo su mirada hacia la que después conocería como Teresa. Era una Mujer elegante y mas refinada que Eulasia y que la Señora Cabellos de Oro. Prontamente detallo las bellas facciones y sus grandes ojos de un llamativo color extraño. El cabello de Teresa, como el resto de las mujeres de la sala, tenia una forma bella muy alejada a los pelos chicharrones de las mujeres de la Casa Blanca.
Cuando Pedro vio a Anastasia, vio en ella la mirada de las Madames. Una mirada de desenfreno de incontinencia sexual, escondida tras unos gestos de recato, decoro y pudor.
Anastasia
Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 5.13
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