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Hola, soy Caro, profesora de historia, tratando de continuar el relato interrumpido en "Las confidencias de Jordi (4)".
Luego de haber oido la serie de confidencias hechas por Jordi me quedó una duda que estaba dispuesta a lograr que me aclarara. Nada mejor para tirarle de la lengua que dejarlo fumar su puro y servirle un buen vaso de whisky. Una vez cumplido el rito, me dispuse comenzar mi hábil interrogatorio.
"De todo lo que me contaste hasta ahora, llego a la conclusión de que tus experiencias sexuales fueron exclusivamente con veteranas. Exceptuándome a mi ¿Nunca lo hiciste con una mina que rondara tu edad?" – inquirí con picardía femenina.
"¡Uy, qué pregunta! Si bien es cierto que siempre preferí a las veteranas, como vos decís, eso no significa que no me voltease a alguna que otra pendeja" – respondió degustando su puro. "Antes de explayarme más sobre el asunto quiero comentarte el por qué de mi afición por las maduras. Por lo general, no les tuve que enseñar nada, al contrario, me enseñaron. Descontemos las pacatas y remilgadas de siempre, las que se hacen las estrechas, en fin, las rebuscadas".
"A mi me pasa algo semejante. En la mayoría de los casos, los pendejos son más vigorosos y lindos que los algo más mayorcitos. Pero también tengo que aceptar que ya no me quedan las ganas suficientes como para de oficiar de maestra" – opiné reforzando su pensamiento.
"Otra cosa más, las pendejas tienen pinta de mujeres pero continúan siendo chiquilinas y actúan como tales. Histeriquean, se ponen caprichosas, en fin...son muy vuelteras. Sabés muy bien, porque lo comprobaste, que cuando te dije que quería culearte mi única intención era gozar haciéndolo. ¿Verdad? – aseveró para luego sorber un poco de whisky.
"Lo que decís es cierto pero sólo en forma parcial. Lo nuestro es bastante singular y especial. No somos el mejor ejemplo para graficar el tema, pero vaya y pase. Tené presente que sabés muy bien que me encanta que me digas "quiero culearte". ¡Hasta lo considero un halago! Pero también tené en cuenta que a veces te dije que no, que en ese momento no se me antojaba hacerlo así y lo aceptaste sin chistar. Eso sí, ¡Me la metiste hasta el fondo por la cachu! Sucedió así porque nos tenemos confianza y, ambos, estamos dispuestos a gozar lo mejor que se pueda" – filosofé maliciosamente.
"Entiendo. Te garantizo que desvirgar a una mina es algo que no me atrae demasiado. Como es la primera vez, lo que menos hace es prestarte cinco centavos de atención. Es algo lógico porque la mina está ansiosa por saber si le va a doler o no, si va a tener un buen orgasmo, si esta haciendo un buen papel" – reveló con cara burlona.
"Por otra parte, la que piensa que la primera vez va a tener un orgasmo es una ilusa. Y lo del dolor también es cierto. Varía la intensidad pero, que duele, duele. En mi caso personal, no fue para tanto" – confesé ruborizada.
"¡Vos sí que sos cómica! ¿Ahora te dá vergüenza contarlo? Las mujeres tendrían que venir con un certificado de desvirgamiento para evitarme todos esos engorrosos problemas " – bromeó riéndose alegremente.
"¡Qué malo que sos! Pensá solamente en la nerviosidad que tenemos antes de la primera vez. ¡Es un momento importantísimo de la vida!" – respondí semi enojada.
"No lo tomes así. Te entiendo, a pesar de todo. Lo cierto es que cuando uno decide coger, tiene que coger y olvidarse de todo lo demás. Pero dejemos esta moralina para ir al grano de tu pregunta" – acotó aspirando su puro.
"No pienso que sea una moralina pero no importa. Contame lo que prometiste" – respondí apurándolo.
"Pasando los veinte años tuve varios entreveros con minas casi de mi edad, apenas mayores o menores que yo. La más memorable de todas fue Vivi, amiga de la adolescencia. Una muñequita de 1,60 de estatura, carita angelical, más o menos 54 kg de peso, corpiño 94 bis, pelito castaño cortado a lo príncipe Valiente y con flequillo. ¡Lindo cuerpo! Era tan linda que me parecía algo inalcanzable. A pesar de que me gustaba bastante, jamás intenté encararla. La consideraba una buena amiga y nada más. Por otra parte, acordate que yo en ésa época andaba enganchado con varias maduras, incluida Eulogia, la tucumana. Disfrutaba viendo su belleza y punto" – confesó con convicción.
"Te quedabas en el molde porque, lo que se dice coger, cogías. La mirabas como si fuese un ideal, pero no la tocabas. ¿Che, quién es el príncipe Valiente?" – Opiné y pregunté curiosamente.
"¡Mirá lo que me preguntas! El héroe de los libros de Harold Foster, los que estaban llenos de ilustraciones. Dejémoslo ahí porque me ponés frenético. Sigo. Una vez por semana cenaba con su familia porque me querían mucho. ¡La madre era una tipa fenomenal y el padre ni te cuento! Por eso era que estaba enterado de todo lo que pasaba en esa casa. Sobre todo, los amores pasajeros y no tan pasajeros de Vivi. Dejaba a un tipo y se metía con otro y también sufría como una Magdalena. ¡Carajo! ¿Por qué se empeñaba en sufrir? Lo peor era que me elegía a mi como paño de lágrimas. Horas y horas escuchando como contaba sus "desdichas". Yo le prestaba el oido pero no le daba ni cinco de bola porque siempre contaba lo mismo".
"Por lo que decís intuyo que andaría cerca de los veinte, así que lo que hacía era perfectamente normal. Sabía que era sexy, le gustaba mostrarse y aprovechaba la coyuntura. Quizá no tomó en cuenta que los hombres pueden ser un poco volubles. Le faltaba madurar un poquito. Lo que se deja, invariablemente duele un poco. Como ella lo hacía con demasiada frecuencia, peor".
"Puede ser que estés en lo cierto. Sigo. Cuando llegaba el verano mi jefe me encargaba leer varios libros y exigía que los criticara. Una excelente forma de entrenarme para ser lo que soy hoy en día. Para eso me dejaba libre todas las tardes con la condición de presentarle los lunes un informe semanal. Era bárbaro porque así podía disfrutar de cinco tardes haciendo lo que se me cantaba. Sabiendo que a Vivi le encantaba la lectura le llevaba los libros para que opinara y así mataba dos pájaros de un tiro. Cumplía con mi trabajo y podía admirar el cuerpo de mi amiga. Te estarás preguntando por qué. Lo que pasaba era que una de sus fascinaciones era tomar sol como los lagartos, tirada en el jardín, dejándose castigar implacablemente por los rayos de Febo. Aquí viene lo lindo y lo más doloroso al mismo tiempo. "¿Jordi, me pasás bronceador por la espalda?". Y yo cumplía diligentemente con su pedido, a pesar de la calentura que me provocaba hacerlo".
"Después te ibas directo al baño y te mandabas una paja para calmarte la calentura. ¿Me equivoco?"
"Si, te equivocaste. Recurría a una de mis maduritas y le daba como en la guerra. ¡Qué polvazos más memorables! Lo que se dice un desideratum. Una de esas tantas veces que tuve que cumplir con la ceremonia de frotamiento del bronceador por la espalda de Vivi le dije que no se olvidara que yo no era de corcho. ¿Sabés qué me contestó? "No puede pasar nada porque vos sos Jordi". No entendió un carajo lo que quería decirle. ¿Se pensaba que era un eunuco?"
"No te quejes tanto. No te cogías a la pendeja, pero bien que te morfabas a las veteranas".
"Dejá que te siga contando. Una tarde llego y la encuentro llorando a mares. La ví venir desde lejos, seguro que es otra de las acostumbradas peleas o desvinculaciones con el noviecito de turno. Ahí el que se estaba equivocando era yo. La cosa venía por otro lado. Al principio fue bastante renuente a contarme lo que le pasaba. Después la entendí. Al fin terminó largando el rollo. "Jordi, tengo un atraso de tres días". Con la más sana intención de levantarle el ánimo no se me ocurrió otra cosa que decirle "Yo no fui". ¡No te podés imaginar como se puso! "¡Sos un odioso, con eso no se bromea!" Me la banqué bien, pero bien piola porque tenía razón. No era momento para hacer chistes. Retomé la seriedad para intentar hacerla reflexionar con más tranquilidad. Lo mejor era esperar hasta que se pudiese determinar con certeza que estaba embarazada porque, de otra manera, se preocupaba al pedo. Después, pensar seriamente cómo prevenir futuras situaciones similares. Creo que fui bastante franco y directo. ¡Decile a tu novio que la próxima vez use un forro! Al día siguiente me llamó para contarme que le había bajado y que se sentía mucho, pero mucho más tranquila. Antes de finalizar la conversación me dijo que recordaba muy bien la recomendación que le había hecho seguida de un "¡Cómo te quiero!". Corté y me puse a pensar cómo sería Vivi en la cama".
"Lo que te tendría que haberte hecho sentir contento fue la confianza ciega que te tenía esa piba. No a cualquiera se le confían cosas tan íntimas. "El cómo te quiero te dio vuelta.".
"Casi hacia el fin de ese verano unos amigos comunes nos invitaron a comer un asadito en la quinta que tenían en Del Viso. Vivi iba con el noviecito y yo, solito, con mi Fiat 600. Un sábado con un sol espectacular. Fui uno de los tres encargados de vigilar la parrilla mientras los demás se zambullían en la pileta. Vivi se puso una bikini negra como para hacer que se le parara el pito hasta a un muerto. Pero algo andaba mal porque, desde lejos, noté que discutía varias veces con el boludo del novio. A eso de las 4 de la tarde el tipo salió disparado hacia la casa para salir cargando su bolso, subió a su coche y se largó. Me la veía venir. Tres minutos después Vivi se me acercó y me preguntó si la podía llevar a la casa porque el pelotudo del novio se había ido. Asentí con la cabeza sin pedirle explicaciones. A los diez minutos la tenía nuevamente a mi lado, lista para partir. "Jordi, no tengo ganas de quedarme más tiempo aquí. Me siento mal". Busqué mi bolso, saludé a todos los presentes y despegamos. Ni bien llegamos a la ruta, se largó a llorar como nunca. No entendí que fue lo que había pasado porque sollozaba y hablaba, volvía a sollozar y a hablar. Los que pasaban a nuestro lado seguro que pensaron que yo era el hijo de puta que la estaba haciendo llorar. Me sentía muy incómodo, mucho más todavía cuando me pidió que fuéramos a mi casa porque no podía llegar tan temprano a la suya para no tener que dar explicaciones. Si el padre se llegaba a enterar del motivo de la pelea, buscaba al tipo y lo trompeaba".
"Creo que estuviste bien. Sobre todo, no preguntando detalles que podían ser incómodos para contar".
"Así fue como rumbeamos para Suipacha y Santa Fe. Estacioné el 600 en la cochera y subimos. Entramos, prendí las luces y se largó a llorar a moco tendido. ¡Mirá vos en el quilombo que me había metido sin comerla ni beberla! Media hora larga tratando de calmarla pero sin conseguirlo en absoluto. ¡Ahí fue cuando metí la pata! ¡O no! Según como quieras interpretarlo. Puse las dos manos sobre su quijada y con los pulgares despejé cariñosamente las lágrimas que caían sobre sus mejillas. Lo que le dije funcionó como si hubiese tirado nafta en el fuego. ¡Calmate, chiquita mía, no llores que me hace mal. No vale la pena que esos ojitos se pongan rojos¡ ¿Sabés qué hizo? A pesar de estar sollozando, sonrió y se metió mis pulgares en la boca para chapármelos. Una vez dentro de la boca, sentí que los acariciaba con su lengua para terminar succionándolos suavemente. ¡Qué momento! Bajé la cabeza para besarla en la frente. "¿Te gusto?" preguntó haciendo un pucherito con la boca. Claro, y también te quiero. "¿Cuánto?" No sé, mucho. "¿Entonces por qué nunca me lo dijiste?" Sos mi amiga. "¿También soy mujer". ¡Mierda, había destapado la caja de Pandora! "¿No te molestas si te doy un beso en la boca?"
"¡Se sirvió en bandeja y decorada con un moñito! Quiero suponer que aprovechaste la volada y atacaste a fondo".
"Calmate un poco y no me interrumpas. Para tu mejor gobierno, aproveché la volada. Nos besamos en la boca, primero muy suavemente, después con un frenesí digno de película porno. ¡Se me prendió de la lengua y no la soltaba ni a palos! Le coloqué las en la nuca y la despeiné jugando con su cabellera. Bajé la mano hasta su cintura para luego acariciarle la espalda.. "¡Quiero sentirte como cuando me pasás el bronceador!" ¿Te gusta? "¡Me desarmás, Jordi, me desarmás¡" Alentado por esa confesión, desabroché el 94 bis para liberar la espalda del último obstáculo. ¡Qué suave, qué delicada! No creas que Vivi se quedó inmóvil. Buscó la hebilla de mi cinturón, lo desenganchó, desprendió el cierre del pantalón y dejó que cayese para introducirme una mano dentro del calzoncillo. ¡Uau, qué calentura la mía! "¿Te gustan mis tetas?" ¡Si bebé! "¿Por qué no me las chupás?" Y las chupé, lamí y mordí después de tirar a la mierda la camisa, el corpiño y todo lo que se interponía con mi meta. Otra de las cosas que también se fueron a la mierda fueron los pantaloncitos bermuda. Con la bombacha sucedió algo parecido. ¡La tenía en pelotas y a mi disposición! Impetuosamente se puso en cuclillas frente a mi para agarrarme el pito y metérselo en la boca. Usó el mismo procedimiento que con mis pulgares. Caricias linguales seguidas de intensas succiones. Fui bajando el cuerpo hasta quedarnos acostados sobre el piso. Giré sobre mi mismo para lograr una cómoda posición 69 con ella arriba. "¡Chupame la concha, bebé, chupame la concha!" ¡La tenía muy, pero muy mojada! Tengo que reconocer que fue un delicioso paseo para mi lengua. Subí el torso para poder alcanzarle el ojete. ¡Metí lengua, lengua y más lengua! "¡Ay cómo me gusta, ay cómo me gusta!" fue el aliento impulsor de mis lengüetazos. Los cosas se desarrollaron como si estuviésemos leyéndonos el pensamiento. Suspendimos las mamadas, ella se colocó de frente, abrió las piernas y me ofreció la cachu para que hiciera lo que tenía que hacer. Siguiendo con mi costumbre habitual, agarré el pito con la derecha, corrí la pielcita para atrás, coloqué el forro en su lugar, lubriqué con saliva, busqué el perineo y lo froté con la cabeza del amigo. Vivi me miraba con los ojos entrecerrados mientras se tomaba los pechos con las manos. ¡Estábamos entregados! Busqué la entrada con delicadeza, le hice colocar las piernas sobre mis hombros y fui penetrándola de a poco. "Hacelo despacito así dura mucho, muñequito". Entendí muy bien cual era su deseo. Se estaba mordiendo el labio inferior mientras buscaba el clítoris con la mano derecha. Como siempre decís vos, no sé cuanto tiempo duró pero fue muy bueno. Entrada, salida, entrada salida. Pausa. Entrada, salida, entrada. "¡Así putito, así. Putito divino. Haceme ver las estrellas!" Entrada. Salida, entrada, salida Pausa. Entrada, salida, entrada, salida. Pausa. "¡Dejala un poquito quieta y adentro que la quiero disfrutar!" No creas que me pude quedar quieto por mucho tiempo. Salida, entrada, salida, entrada y final. ¡Glorioso final! Seguí balanceando el cuerpo pero, por mi lado, misión cumplida. No te voy a contar que tuve que recurrir a los dedos para que ella lo hiciera también porque te lo podés imaginas".
"¡Por fin te diste el gusto! ¿Ella qué dijo, cómo reaccionó? – insistí preguntando con mucha curiosidad.
"Me reprochó que hubiese tardado tanto tiempo en decidirme, que le hubiese ahorrado muchas angustias y cosas por el estilo. Juro que no supe que decirle. Mucho menos a la pregunta que siguió: "¿Cómo no te diste cuenta de que te tenía ganas desde hace tiempo?" Lo jodido de estos casos es cuando contestás con otra pregunta. ¿Lo del bronceador era una señal para que intentase algo más? Bajó la cabeza y asintió. Te habrás podido dar cuenta de que estuve años haciendo el papel de boludo. ¡Si, de boludo a la enésima potencia! No interpreté las señales que me estaba enviando y desperdicié el tiempo en pavadas. ¡Qué me contás!"
"Eso te demuestra lo poco que saben de las mujeres. Somos capaces de decir muchas cosas sin decir siquiera una palabra. Una mirada, un gesto, un movimiento, una estupidez pueden significar muchísimo más que el acto en sí mismo. Metamensajes, como le dicen algunos. ¿Terminó todo con eso o hubo más?"
"¿Qué si hubo más? ¡Vaya si hubo! Seguimos zarandeándonos hasta casi las 10 de la noche. Después la llevé hasta la casa donde la estaban esperando los viejos semi desesperados. El flor de pelotudo del novio hacía como cinco horas que llamaba cada diez minutos para saber si había llegado bien. Lo primero que le preguntaron fue por qué no estaba con él y ahí se armó flor de quilombo. Conmigo todo bien porque la traje sana y salva. Don Quijote, Batman y Superman al mismo tiempo. Bueno, es un decir".
"¿Cortó con el otro tipo o siguió saliendo con él? Dejame adivinar. Lo mandó a la mierda y se puso de novio con vos".
"¡Sos una fantasiosa! Lo largó, pero no se puso de novio conmigo. Seguimos el jueguito por un tiempo hasta que pensamos que el ciclo estaba cumplido. El domingo a las 8 en punto de la mañana me llamó para decirme que estaba saliendo para casa. ¡Qué querías que le dijese si no me dejó meter ni un miserable bocadito! Creo que empezó a desnudarse ni bien entró en el ascensor del edificio. ¡Mamita querida qué ímpetu! Entró y se me colgó del cuello para besarme y comenzar a ponerme en pelotas. ¡Me arrancó la ropa y la tiró al carajo! "¿Recuperamos el tiempo perdido?" Y empezamos inmediatamente la recuperación. Esta vez fue un poquito más salvaje que el día anterior. ¡Era una tigresa desenfrenada a mil revoluciones por segundo! No me dio ni un minuto de descanso. Paramos veinte minutos para morfar lo poco que tenía en la heladera y seguimos la tourné. Ahora te voy a marcar una hora crucial y definitoria, las tres de la tarde. "¡Haceme la cola, metémela hasta que me llegue a la garganta!" Menos mal que el viernes había comprado suficiente cantidad de forros. ¿Te lo hicieron antes? "No, ¿por qué?" Puede dolerte un poco. "Pero también puede gustarme". Di por finalizada la etapa de las preguntas estúpidas para poner manos a la obra. No sé si le dolió o dejó de dolerle porque la cuestión fue que aguantó a culo firme mis embestidas. Se la hice bien despacio, lubricada y con grandes pausas. Respiraba agitadamente, gemía de vez en cuando y se metía los dedos profundamente adentro de la cachu. Tuve la gran suerte de poder aguantarme el chorro hasta notar que arqueaba el cuerpo hacia tras dando señales obvias de la llegaba el orgasmo. ¡Mil puntos, tanto para ella como para mi! "¡Qué bien que se portó Arturito!" Arturito era mi pito y no me preguntes por qué lo bautizó así porque jamás quise averiguarlo".
"Che, contame algo. ¿Llegaron convivir?" "Convivir, lo que se dice convivir no. Aunque pasamos juntos quince días en Mar del Plata. Hacía cuatro días que disfrutaba de mis vacaciones anuales, tirado en el balcón leyendo un libro, cuando sonó el teléfono. "¿Te animarías a venir conmigo a Mar del Plata¡ Mi tío tiene un departamento que no ocupa hasta fin de mes. Yo pago la nafta". Siete horas sentado al volante del Fiat 600 casi me borran la raya del culo, pero el sacrificio valió la pena. ¡Genial ella y todo lo que vivimos juntos! Lo malo eran las bikinis que se empeñaba en usar. La miraban hasta los ciegos. Más de una vez estuve a un tris de trompearme con los que le decían cosas algo subidas de tono. Le advertí que el día menos pensado iba terminar entre rejas por defenderla. "¿Ahora sos celoso? A vos también te mira cuanta mina se nos cruza y yo no digo nada. ¿Lo vas a negar?" Se hacía la ofendida y me daba vuelta la cara. Al rato venía para decirme siempre lo mismo. "Con vos estoy enojada así que voy a bajar para charlar muy seriamente con Arturito". Se ponía en cuclillas, me bajaba los pantalones y comenzaba el "diálogo" bucal. "¡No hay nada que hacerle, con Arturito me entiendo mejor que con vos". Enseguida se incorporaba para darme un chupón con la boca chorreándole semen. Lo único que me atreví a reprocharle fue su manía por el orden. Todo tenía que estar en su lugar y ¡guay! si dejaba algo tirado por ahí.. ¡Cómo me rompía las pelotas! Fueron quince días de locura pero se terminaron y a otra cosa".
"¡Qué extraño que no te hayas casado o juntado con ella! Por lo que contás era una mujer bastante completa". "Lo llegué a pensar seriamente pero algo me impidió decidirme. Me acordé de los metamensajes y advertí que me los estaba mandando a cada instante pero yo insistía en ignorarlos. Mejor dicho, los recibía muy bien pero me daba cuenta de que no me daba el cuero para casarme. No era por la guita, porque yo ganaba bastante bien como para mantener un hogar. No deseaba acollarme con nadie porque me gustaba disfrutar de mi libertad, de hacer lo que se me venía en gana cuando y donde quería. Se lo dije y se rió. Ella sabía perfectamente bien que yo tenía vocación de lobo solitario, pero se calló y no hizo nada para convencerme de que estaba equivocado. Empezamos a encontrarnos cada vez más salteado hasta que un día me llamó al diario para contarme que se casaba a los veinte días".
"¡Te hizo mierda!" "No, me sacó un gran peso de encima. Hasta fui su testigo en la ceremonia civil. Cuando terminó la firma del acta me abrazo, acercó su boca a mi oido y me dijo "Quiero mucho a Marcelo pero vos seguís siendo el gran amor de mi vida". No contesté".
"¡La dejaste ir sin pelear!" "No, hice lo que hacen los lobos solitarios, seguí mi camino sin mirar hacia atrás. ¡Lo pasado, pisado! Pasando a otro tema. ¿Cuándo te vas a dignar a contarme lo que les pasó a Euge y a vos en el taller de mejoramiento de la autoestima?"
"Es demasiado largo para esta noche. Es preferible algo que nunca te revelé y que te va a dejar con la boca abierta por la sorpresa. ¡Si?" "Largá pronto el rollo así me develas la incógnita":
Dos años antes de conocerte como amigo, estuve a días de casarme. ¿Por qué me mirás con esa cara de asombro si te lo advertí? No te rías porque es algo muy serio. Conocí a un tipo, Raúl, que me copó desde el primer momento. Por primera vez en mi vida prestigié los impulsos dejando de lado el razonamiento lógico. Simpático, pintón, bien vestido y con guita. Puedo afirmar que me hechizó desde el primer momento y por eso no intenté averiguar nada sobre él. El único que me cantó la justa fue el flaco Figueroa, amigazo desde el profesorado que ahora está trabajando para la UNESCO en Marruecos. Todavía me parece que lo estoy escuchando diciéndome que escarbara un poco, que averiguara quién era Raúl, donde vivía, a qué se dedicaba, cómo era su familia. Por supuesto, todo me entró por un oido y me salió por el otro".
"Yo hubiese hecho lo mismo que Figueroa. Pero vos tenías la más absoluta libertad de no hacer nada y quedarte con los brazos cruzados. A lo mejor estoy diciendo pavadas pero ¿qué fue lo que vió el flaco que vos no viste?" "Nada, no vio nada pero no le pareció trigo limpio. Algo así como una corazonada, una premonición funesta. Raúl hizo algo parecido a lo que hiciste vos cuando empezaste a dejar algo de ropa en casa pero con una gran diferencia, conozco tus reglas de juego y vos las mías. Tengo bien claro hacia qué lado apuntas. Él las dejó de prepo y sin muchas explicaciones. ¡El placard del pasillo lleno hasta el tope! Estaba tan embobada que no me di cuenta de nada. Nos veíamos de lunes a viernes, pero sábado y domingo, salvo raras excepciones, jamás estaba disponible para mi".
"¡Me la veo venir pero no voy decir nada!" "Es justamente eso mismo que estás pensando. Lo mismo que dijo Figueroa: "Este tipo es casado". Mi viejo fue el otro que sospechaba que había gato encerrado. La vida lo hizo desconfiado. No se si sabrás que fue enfermero durante la Guerra Civil española como buen anarquista que era y sigue siendo todavía. Agallas para enfrentarlo no le faltaban pero yo me emperré en que me dejaran hacer mi vida y no se metieran. Hice oídos sordos a todas las advertencias hasta que un día se destapó la olla. Creo que cuando notó que el casamiento era inminente, me llamó por teléfono para decirme que no podía ser, que era casado. ¡Qué boluda que fui!"
"Menos mal que lo reconocés. ¿Qué hiciste?" "Me puse furiosa, metí toda su ropa en una bolsa y la dejé en portería y por último, para terminar de embarrarla más, le di al trago como si fuese un marinero griego recién desembarcado. ¡Me agarré un pedalín de novela! Reconozco que no fue el mejor camino. Llegó un momento en el que me sentí para el reverendo carajo, mareada, vomitando, arrastrándome por el piso. Lo único bueno fue que me acordé del flaco Figueroa y lo llamé por teléfono. Falta que te cuente un pequeño detalle, eran las 2 de la mañana. Llegó más rápido que un bombero al que convocan para apagar un incendio. Todavía no sé de dónde saque fuerzas para abrirle la puerta. ¡Me encontró hecha una verdadera piltrafa humana! En camisón, sucia, despeinada como si fuese una loca y con una borrachera de órdago. No puedo asegurarte que lo que cuento sea exacto porque fue lo que después me contó el flaco que hice y dije".
"No conocía esa faceta de tu personalidad". "No te rías que es algo muy serio. Me contó que me llevó al baño, me hizo vomitar, me desvistió y me metió en la bañadera. No tengo palabras para explicar la vergüenza que me dio cuando supe todo lo que hice en medio de la borrachera. Lavame las tetitas flaco. La colita también. No te olvides de la cachu, no vaya a ser que me quede sucia. Dame un besito, haceme mimitos. ¡Qué horror! Le llevó casi una hora entre bañarme y secarme. ¡Por nada del mudo dejé que me pusiera el camisón! Me levantó en brazos para llevarme a la habitación y acostarme...totalmente en bolas. Esperá un poco que la cosa todavía no terminó. Algo me acuerdo, pero de manera muy difusa. El baño había servido, pero no tanto. Escuchaba todo lo que decía, pero no me podía controlar. Flaqui, quiero garchar. Chupame la cachu. Tengo ganas de lamerte las bolitas. ¡Garchame Figueroa, garchame que estoy caliente! ¡Pobre flaco! No te imaginás la cara de sorpresa que tenía. Le tiraba de las mangas de la camisa, le manoteaba el bulto, le tocaba el culo. ¡Cojéme, flaco, cojéme! Desperado por los gritos que estaba dando, me tiró sobre la cama, metió la cabeza entre mis piernas y comenzó lamerme la cachu. No sabés cómo me miraban los vecinos al otro día. Seguro que algo escucharon. ¡Qué bochorno!"
"Sin comentarios. Seguí contando que se está poniendo interesante" "¡No te rías, turro! Dejé de gritar pero éso no significaba que estuviese aplacada. Dame lengüita, flaco, dame lengüita. En el culito también. ¿Me tenés miedo? ¡Animate, animate! Poneme el dedito. Quiero chuparte la pija, hagamos 69. ¡Te juro que lo veía como si fuese una película! Pero no me podía dominar. Le hice una mamada como las que conocés y después me monté sobre su cuerpo para metérmela yo misma en la cachu. Ahora viene lo más terrible. Mientras lo montaba gritaba hico, hico caballito. ¡Por favor, no te sigas riendo que me dá vergüenza! Sigo. Lo reventé, lo hice terminar adentro, me bajé y se la chupé como una enloquecida. Después debo haberme quedado dormida porque no me acuerdo de nada más".
"¡Nena, qué nochecita agitada!" "Pará que todavía no terminé. A la mañana siguiente me desperté con un dolor de cabeza de padre y señor mío, en pelotas y abrazada a Figueroa, también en pelotas. Lo zamarreé para despertarlo y averiguar qué había sucedido. Entre balbuceos y dudas me fue relatando, paso a paso y minuto a minuto, todo lo acaecido la noche anterior. Lo escuché con la cara cubierta a medias con la sábana tratando de ocultar mi verguenza. ¡Qué terrible! Dije desesperada. "Diría que genial pero ¡lastima que estabas en pedo!"
"Dramático pero divertido. ¡No lo niegues!" "¡Vergonzoso, patético y terrible! Eso es lo que fue. Aunque no me lo creas, fue la única y última vez que me acosté con el flaco Figueroa. ¿Qué te parece si nos fumamos un cigarrillo, terminamos el vaso de whisky y nos vamos a dormir?" "Buena idea. Mañana será otro día".
Colorín colorado, esta historia se ha acabado por hoy porque la pareja de lobos solitarios se fueron a dormir.
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