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Categoría: Maduras

Las confesiones de Marta (1)

Cuando hice click en el ratón no supe por qué. Quizás fuera el aburrimiento, quizás la soledad de la casa, quizás que Enrique se había incorporado ya al trabajo mientras a mí me quedaban algunos días de vacaciones antes de volver al despacho, quizás fuera la necesidad de… No lo sé. Lo cierto es que clickeé aquel acepto para entrar en aquel Chat con ‘Marta’, mi nombre, como nick, y en la Sala ‘Más de 40’ como lugar.



Hacía mucho calor aquel día y, ya que la chica de la limpieza se había marchado ya, sólo vestía un tanga negro y una camiseta escotada bonísima de Versace, color rosa, sin sujetador.



-Hola Marta- Mi primera conversación no se hizo esperar- ¿Cómo estás?



 



Me quedé paralizada. Sin motivo, pero paralizada.



-Hola- contesté- Bien, gracias. ¿Y tú?



-Muy bien. ¿Qué edad tienes, Marta?



-Pues 43 recién cumplidos. ¿Y tú?



-Espero que no te moleste. Tengo 21.



Mi mano se dirigió rápidamente al símbolo de cerrar, dispuesta a dar por terminado aquello. Sin embargo, la curiosidad, o algo más, me hizo detenerme.



-Bueno, no tiene por qué molestarme realmente, pero me gustaría hablar con personas de mi edad.



-Ya, entiendo, pero, no sé, me apetece hablar contigo. ¿Te apetece?



-Pues no creo que tengamos muchas cosas en común- dije- Y no me gustaría perder el tiempo.



-Te repito que me gustaría mucho hablar contigo, pero respetaría tu decisión…



Aquello provocó un sentimiento de ternura y comprensión sobre aquel chico, cuyo nick decía BukkakeBarna, término cuyo significado, en aquel momento, yo desconocía.



-Venga, anda, hablemos…-dije al final



-Gracias. ¿Puedo hacerte algunas preguntas?



-Depende de lo que preguntes.



-No respondas a lo que no quieras. ¿Tienes pareja Marta?



Aquella intromisión en mi intimidad me molestó, pero también comprendí que podría ser una técnica para romper el hielo.



-Sí, soy una señora casada felizmente.



-Me alegro. ¿Hijos?



-No, no tenemos.



-¿En qué trabajas?



-Soy socia de un buffete de abogados.



-Vaya, empresaria. Has de conocer mucha gente.



-Sí, hay mucho trabajo y tenemos mucho trato con muchos clientes.



-¿Te enfadas si te pregunto si le has sido infiel a tu marido?



-Pues… no, no me enfado, porque nunca he sido infiel y me enorgullezco de ello.



-¿Nunca te lo has planteado?



Tenía ya escrito el ‘Por supuesto que no’, pero lo borré. ¿Por qué? No lo sé.



-No he de planteármelo. Soy feliz.



-¿Y él, te ha sido infiel?



Aquello me tocó la fibra sensible. Enrique tuvo un par de años antes algunos escarceos con dos secretarias a las que yo le doblaba la edad aunque nunca, ni física ni intelectualmente, me consideré inferior a ellas.



-¿He de contestar a eso?



-Si quieres, sí.



-Sí, él me fue infiel. Pero ya lo superamos. No quiero hablar más de ello.



-¿Nunca te planteaste una venganza?



-No quiero hablar más de ello.



-OK… A ver… Es un caso ficticio pero… ¿cuál sería tu perfil de persona si algún día fueras infiel?



-No sé por qué sigues por ahí…



-Es un caso ficticio…



-A ver… Un hombre cariñoso, atento, elegante… Pero eso ya lo tengo con mi marido.



-¿De tu edad? ¿Más joven? ¿Más mayor?



Aquello me cogió en fuera de juego. En ese momento recordé, en una de mis tardes sola en casa, una película x que me sorprendió en una plataforma digital. Estuve apunto de cambiar de canal al verlo. Pero no lo hice. La escena mostraba a un joven moreno, con un cuerpo extraordinario, trabajado, que penetraba al menos en cuatro posturas distintas a una mujer rubia, guapa, pero mucho mayor que él, al menos 20 años, y que disfrutaba del enorme y grueso miembro que cobijaba en sus humedades. Aquella noche, fantaseé con tener entre mis piernas a aquel joven al que, seguro, yo doblaba la edad. La energía que expresaba en la película y el gozo que parecía recibir aquella señora me causó una tremenda envidia que me avergonzó, y en mitad de la noche, mojada de forma involuntaria, me vi obligada a levantarme, y a darme una ducha fría. Mientras el agua corría por mi cuerpo, vino a mi vente el momento en el que aquel casi adolescente tomó su desmesurado miembro y lo dirigió al rostro de la veterana actriz, que recibió unos tremendos y potentes chorros de semen que llegaron hasta su pecho y su pelo.



-Pues no lo sé. Creo que en el amor no hay edad.



-No hablo de amor. Hablo de sexo…



-Estamos hablando de cosas distintas. Creo que lo mejor será que nos despidamos. Ha sido un placer…



-¡Espera, espera! Simplemente quería saber si a mujeres como tú, pueden atraerle chicos jóvenes.



-Siento desilusionarte, pero no- Recordé en ese momento el disfrute de la madura actriz porno en manos de aquel joven torrente de sexo.



-¿Tú eres feliz, sexualmente hablando?



- Soy feliz en todos los aspectos de mi matrimonio.



-Eso suena a excusa. En la cama, ¿estás satisfecha? Sin ser descortés, ¿cuántas veces lo haces a la semana? ¿Cuántos orgasmos te da tu marido en casa ocasión?



Aquello volvió a desconcertarme. Acostumbrada a tener sexo sólo una vez a la semana, y a veces ni eso, que aquel chico me hablara con tanta normalidad del plural me hizo pensar que la pasión en mi cama era escasa y que había por ahí gente que disfrutaba mucho más que yo. En cuanto a los orgasmos, no recordaba el último que mi marido me había provocado. Quería saber cuántas veces lo hacía aquel chico a la semana, cuántos orgasmos provocaba, pero recuperé la cordura.



-He de irme, lo siento.



-¿No eres capaz de responder?



-No, es que he de irme.



-Venga… Contesta…



No perdía nada. Me desaté.



-Mi vida sexual es plena con mi marido. Y si no, también puedo abastecerme sola.



-Pues yo creo que un joven te daría mucha vida. Creo que es mentira lo que me has dicho.



-Ya, pues tú mismo.



-¿Has tenido alguna fantasía sexual?



-Creo que me estoy aburriendo- mentí.



-Y yo creo que si me conocieras, disfrutarías más de la vida. Me he encontrado muchas como tú.



-¿Qué quieres decir con eso de muchas como yo?



-Pues muchas mujeres que guardan las apariencias, pero que están insatisfechas.



-No mereces que te respondas. ¿Por cierto, por qué iba a disfrutar más de la vida?



-Porque sentirías en tu cuerpo mi fuego, la fuerza que a tu marido le falta, mi energía, y mi miembro.



-¿Crees que tú eres el único hombre que tiene pene?



-Nooooo. Jaja. Pero estoy muy orgulloso de él.



Aquello estaba yéndose de las manos. Decidí cerrar. Tomé el ratón.



-¿Quieres verlo?



Paré al ver aquella respuesta. Decidí de nuevo cerrar. Pero algo, no sé el qué, me paró. Y decidí darle cuerda a la conversación.



-¿Tu pene? Vamos, ¿por quién me tomas? No me seas gallito.



-Sólo quiero que lo veas, si te apetece…



Mi silencio le dio ventaja.



-No pierdes nada. Si me das tu msn, pongo la web cam y me ves. No te exijo nada.



Era cierto. No perdía nada. No tenía nada mejor que hacer. Y tenía un msn falso que empecé a usar hace varios años a raíz de entrar en algunos foros sobre temas femeninos: bronceado, menstruación (y su retirada), dietas…



-No creo que sea buena idea…



-La ves. Si quieres seguir, sigues. Si no cortas, así de sencillo. Sé perfectamente que no cortarás.



Mis ojos se pusieron como platos cuando vi aparecer mi dirección de msn. Mi deseo había sido más rápido que mi cerebro.



-OK, guapa. No te vas a arrepentir.



Abrí el msn y de forma instantánea apareció ante mí una petición de aceptación y, luego, otra petición, esta vez para ver una imagen de web cam. Asentí, impaciente.



Ante mí apareció el pecho fuerte de aquel chico.



-Hola, ¿estás?



-Si, estoy.



-Bien, me voy a levantar y te lo voy a mostrar todo.



-Esto es una locura…



El ya había empezado su movimiento y pude contemplar sus calzoncillos, boxers de color tojo intenso. Bajo ellos, se notaba un tremendo bulto que me hizo resoplar. Se dio la vuelta. Se bajó los calzoncillos y pude ver su formado culito. No me reconocía a mí misma. Me estaba excitando. Yo lo había provocado todo. Y lo peor es que estaba deseando verle el miembro a aquel chiquillo.



Noté que se estaba tocando, aún de espaldas, y yo estaba paralizada ante la pantalla, siguiendo cualquier movimiento. Supongo que fue cuando llegó a la erección, aquel muchacho se dio lentamente la vuelta, y se acercó.



Tragué saliva. Ante mí apareció un miembro grande, descomunal, grueso y venoso, que apuntaba hacia arriba, deseando de encontrar calor. El chico tenía su pene descapillado, y lucía de forma extraordinaria, con un glande extraordinariamente exagerado y reluciente. El chico tomó su pene y comenzó a masturbarse. Sus testículos también eran grandes y se los tocaba con su mano izquierda. Noté como ponía saliva en su polla con la mano derecha, tomaba su miembro, lo pajeaba, rápidamente, lentamente, me acercaba el capullo, su tronco entero, veía sus venas, su grosor, un grosor…



-¿Te gusta?



-Mira, creo que voy a cortar.



-Estás en tu derecho. Pero antes, sólo una cosa. ¿Te gusta?



Mirando aquel tremendo paquete, gigante, poderoso, exagerado, noté un tremendo deseo de eliminar aquella pantalla y sumergirme en su fuerza juvenil. Inconscientemente, había acercado mi cara a la pantalla, como queriendo sentir y oler aquella polla desconcertante y noté mi de la comisura de mi labio salía un pequeño hilo de saliva que, al caer sobre el teclado, me hizo despertar. Y tomé la decisión de cortar aquella conversación.



Inmediatamente, decidí darme una ducha y al quitarme el tanga noté, no sin rubor, que mi vagina estaba muy húmeda, deshonestamente húmeda, preparada para una penetración enorme.



No pude resistir la tentación de masturbarme bajo el agua, imaginando aquel miembro atravesando mi cuerpo en las cuatro mismas posturas de la película. Alcancé dos orgasmos y, derrengada, me vestí y salí del baño. Me senté en el sillón y me masturbé una tercera vez.



Dos días más tarde, fue a un pueblo cercano de Sevilla (capital donde vivo) en busca de un sex shop. No sin vergüenza, entré en el local, buscando algo muy concreto. Tras seleccionar muy cuidadosamente, encontré lo que buscaba: una película llamada ‘Madres de familia se follan a niñatos pollones’.



Eso fue hace dos semanas y ya me la sé de memoria. En mi correo, además, tengo no menos de diez mensajes de BukkakeBarna sin leer. Tengo miedo de lo que pasa por mi cabeza.



No sé lo que pasará, pero creo que es conveniente poner aquello de Continuará…


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1996
  • Valoración:
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