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—Cariño, despierta —me decía suavemente al oído. Después del polvo nos habíamos quedado dormidos—. He quedado con las chicas a las nueve para ir a cenar y después a la disco.
—Vale —respondí desperezándome.
Nos vestimos y la llevé a su casa, a unos diez minutos en coche de la mía. Por el camino no hablamos, cada uno iba sumido en sus pensamientos.
—Disfruta esta noche —le dije al llegar al destino.
—Cariño, te quiero por encima de todas las cosas. Te amo. Si quieres puedo cancelarlo y me quedo contigo.
—Cada día que pasa te quiero más —le conteste sonriéndole con amor—. Disfruta esta noche.
La observé caminar hacia su casa después de darle un beso de despedida y pensaba que prácticamente la había empujado a volver a acostarse con su ex. Era una locura. Pero inevitablemente, me encantaba.
A las diez y media de la noche me llamó por teléfono.
—Hola cariño, ¿que haces?
—Estoy en el cuarto viendo una peli. ¿Y tú?.
—Hemos acabado ahora de cenar y vamos a ir para la disco.
—Muy bien. ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—Nervioso —admití—, pero muy bien.
—¿Sigo con el plan?
—Tienes que decidirlo tú. Si te apetece, adelante, pero mañana tienes que contármelo todo.
—Vale, amor. Voy a bailar un rato. Ya te informaré.
—Ok. Te quiero.
—Te quiero.
A los doce menos veinte ya no aguantaba más la incertidumbre y le mandé un sms preguntándole como iba la noche. Estaba deseando saber qué hacía, si había hablado con su ex, si ya estaba con él.
—Muy bien, cariño. Estoy todavía con las chicas.
—¿Sabes algo?
—Sí, hace un cuarto de hora me ha enviado un mensaje, me ha dicho que venía para aquí. Que me hacía una perdida cuando estuviera fuera.
—Vale, ¿vas a ir? —pregunté nervioso, con una mezcla de celos y excitación.
—Sí —contestó—. Me acaba de llamar, te dejo. Voy para fuera.
No supe más en toda la noche. Estaba excitado, celoso, impaciente, intrigado...No paraba de pensar que estaba con él y quería saber lo que estaban haciendo. Por mi mente pasaban imágenes de Pilar y Ángel besándose, desnudándose, acariciándose, chupándose, ella volviendo a intentar tragarse su pollón, follando... Mi polla cada vez estaba más dura y no podía dejar de tocármela. ¿Estarían en la cama?, ¿en el sofá?, ¿no habrían esperado y se lo habrían montado en el coche?
No pude resistirlo más y a las cuatro y diez de la madrugada, después de correrme un par de veces imaginando imágenes de mi novia con su ex, le escribí un sms.
—Hola mi amor. ¿Cómo estás?. ¿Está yendo bien la noche?.
Esperaba con el móvil en la mano y la polla dura de nuevo. Pasó un minuto y no había recibido respuesta. Dos, tres, cinco, diez, treinta. Una hora. Quería llamarla. Dos horas. Una nueva corrida y más ganas de llamarla. Decidí no hacerlo para no molestarla. Tres horas. Cuatro.
A las ocho y media de la mañana, habiendo pasado la noche en vela sin poder dormir y habiéndome corrido cuatro o cinco veces, decidí levantarme y desayunar.
—Buenos días, amor. Me cabo de levantar. Voy a pegarme una ducha. ¿Te paso a buscar? —escribí mientras acababa de desayunar y me dirigía al cuarto de baño para darme una ducha y despejarme.
Al salir de la ducha todavía no había recibido ninguna respuesta. Volví al cuarto cada vez más nervioso. ¿Le habría pasado algo?. Encendí un cigarrillo y aspiré con fuerza para relajarme. Seguía fumando, contemplando el humo flotando en la habitación cuando el sonido de mi móvil me sobresaltó.
—Buenos días, mi amor. Todo ha ido muy bien. Ángel acaba de dejarme en casa. Estoy agotada. Voy a darme una ducha y acostarme un rato. Quedamos mejor por la tarde. ¿Me recoges a las cinco y vamos a tu casa?. Te quiero muchísimo.
Los minutos no pasaban, cada segundo se me hacía una eternidad esperando que fuera la hora de ir a buscar a Pilar. Aunque solo tenía diez minutos de camino, a las cuatro y media ya no pude esperar más y salí. Estaba deseando verla, besarla. Impaciente porque me contara lo que había pasado. Llegué a la puerta de su casa, aparqué, encendí un cigarro y volví a esperar. Cuando acabé de fumar cogí el móvil y le escribí.
—Estoy abajo.
—Vale, ahora bajo :x —contestó.
La vi salir por la puerta y acercarse a mí con una gran sonrisa. Llevaba un pantalón corto tejano y una camiseta de tirantes blanca. El pelo largo y castaño atado en una cola. Estaba preciosa.
—Hola, cariño —dijo abriendo la puerta del coche y entrando.
—Hola, guapísima —respondí mientras se acercaba a besarme.
—Te quiero muchísimo, muchísimo —dijo después de darme un beso que casi me deja sin respiración.
—Y yo a ti —respondí recuperando el aire—. ¿Cómo te fue?
—Ufff... genial —contestó con cara de placer y felicidad—. ¿Y a ti?
—Nervioso y muy cachondo.
—¿Te pajeaste?
—Sí, cuatro o cinco veces.
—¿En serio?
—Sí, estaba muy cachondo.
—¿Y te queda algo para mí? —preguntó apretándome la entrepierna mientras me besaba de nuevo.
—Siempre hay para ti.
—Pues llévame a tu casa que te voy a agradecer que seas el mejor novio del mundo.
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