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Una espesa nube de niebla artificial nubla mi visión, de pronto todo es oscuro, mis manos se apoyan en las paredes de aquel estrecho lugar, creo pensar que es un pasillo, mis pasos son dudosos, recelosos del abismo, pero continuo andando, a lo lejos se oyen voces, que no logro a reconocer, música, risas, algo que comienza a ser agobiante, y que en otra situación hubiera sido divertido y prometedor.
Unas manos en mi cintura que estiran de mí hacía otro lugar, una luz blanca cegadora, que deslumbra mis ojos, noto esas manos que suben por mi cuerpo, acariciándolo hasta mis pechos, envolviéndolos con las palmas, me encuentro inmóvil, siento algo frío y sólido en mi espalda, en mis piernas un roce de un cuerpo, una aproximación, otro roce, mis manos en unos hombros desconocidos, hacen fuerza para alejarlo de mi, mientras que una voz cálida y conocida…
Tranquila, soy yo.
Unos labios que me besan el cuello con pasión, con deseo, saboreando cada poro de mi piel y me entrego, me dejo llevar por la situación, bajo mis manos hacía esa cintura, la rodeo con estás, siento unos dedos por mi espalda, y el roce de su pecho con el mío, mmmmmm, hace que note lo excitados que están los míos, siento como se me endurece el pezón y como mis braguitas empiezan a humedecerse.
Un suspiro de mi boca, su respiración en el lóbulo de mi oreja y un escalofrío en mi cuerpo, unos botones que saltan de los ojales de mi camisa, dejando al descubierto mi sujetador de color negro, el cual aprisiona mis pechos, otro estirón y la liberación de estos, sus labios en mis pezones, los rozan, excitándome, deseando que los lama, los chupe y los succione hacía él, otro suspiro de mi boca y una sed de besar.
Mis manos se pierden buscando ese rostro desconocido, con voz no tan extraña, que me susurra al oído, el deseo que siente por mí, por mi cuerpo, por que sea suya, me embriaga con su dulzura, pero mi deseo me puede, le quito su camiseta y noto el calor de su cuerpo contra el mío, es una sensación inexplicable, la dureza de su sexo en mi vientre, la locura de su lengua en mis pechos, y beso esos hombros fuertes, bien formados, subo por su cuello, lo muerdo, ardo en deseo de ser suya, subo hasta su oído y gimo de placer, por que sus dedos se han perdido entre mis pantalones y juegan mi vello, haciendo que me humedezca más todavía, abro poco a poco los ojos, estoy en un laberinto de espejos, con mi cuerpo completamente desnudo, visto desde todas las perspectivas, mientras que su cuerpo se roza cada vez más al mío y lo envuelve por completo.
Su sexo duro y empalmado me aprisiona, provocándome que me agache hacía él, y lo pase por mis labios, remarcando su forma, su glande, sintiendo su dureza en mis carnosos labios, entre abriéndolos, para humedecer su sexo con mi lengua, y sentir su sabor en está, lo introduzco más en mis labios, pasando mi lengua a lo largo de esté, lamiéndolo en toda su forma, dejándolo sin aliento, con una respiración acelerada, con un cuerpo tenso que hierve de calor, y siento sus manos en mi cuello, que me suben hasta su boca, me besa con pasión, con lujuría, como si fuera su último gesto, mi cuerpo tiembla de deseo, siento que sus manos me giran, y mis pupilas se clavan en mis otras pupilas, aquellas que se reflejan en el espejo, su rostro aparece por mi hombro, mientras que su sexo me separa las piernas, arqueando mi cuerpo para ser mejor penetrado en esa postura, sus manos bajan hacía mis caderas y conociendo mejor que nadie mi cuerpo, empieza a adentrarse en lo más profundo de mi ser, haciéndome sentir mil sensaciones de placer, sacándome los más escandalosos gemidos, con un movimiento ritmico y fuerte de caderas, haciéndome suya a cada embestida, y sintiendo su mirada en mi, en ellos, en los que nos miran desde el otro lado del espejo, sintiéndome observada, deseada y atraída por cada una de sus miradas.
Sus manos en mis manos, abriéndome los brazos por completo, dejando ver los movimientos de mis pechos, el vaivén de estos a cada roce de nuestros sexos, y siento que me vengo, que ya no aguanto más, me mi cuerpo se tensa para recibir la primera descarga de placer, que inunda todo mi ser, dejándome en un estado de levitación, que pronto se ve acoplada a un calor inmenso de un líquido que corre en mi interior, el peso de un cuerpo en mi, que me une a mi otra yo, que con mirada de satisfacción cae rendida a ella para ser abrazada en su tacto frío y sólido, junto a la mirada de él, susurrándole al oído palabras que no llega a entender, alejándola de aquel abismo, para volverla a dejar a donde siempre estuvo y nunca se fue.
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