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Categoría: Maduras

La viuda complaciente

Era principios de mayo, acababa de cumplir los 19 años, estaba a punto de salir cuando llamaron al teléfono.



-          Si dígame – dije cogiendo el auricular.



-          José Antonio eres tú.



-          Si papa soy yo, estaba a punto de salir para la universidad.



-          No es mucho lo que voy a entretenerte, necesito que me hagas un favor.



-          Dispara.



-          ¿Te acuerdas del señor Galán? ¿Carlos Galán?



-          No – en ese momento no me acordaba.



-          Acuérdate, aquel señor que tenía una hija unos cinco años mayor aque tu, y te decía: “Si no fueses tan joven serias un buen partido para mi hija”.



Me acaba de acordar, no por su hija que nunca la había visto, sino por su mujer. La señora Galán, Cècile, la recordaba como una mujer madura y muy atractiva, que le gustaba vestir provocativamente. Era francesa y al hablar con ese acento francés la hacia a un mas deseable.



-          Creo recordar, ¿Que le sucede? – seguro que el señor Galán había pillado a la señora Galán en la cama con otro.



-          Se casa su hija, me ha invitado pero me es imposible asistir, ¿Podrías ir tú en mi lugar?



-          ¡Papa!



-          Es que acepte la invitación pero no recordaba que este fin de semana tenía que salir del país.



-          Y encima es este finde.



-          Si. Puedes llegar en avión el sábado, coges un vehículo de alquiler.



-          Pero todos los gastos van a tu cuenta.



-          Eso quiere decir que aceptas.



-          Como voy a negarme, ahora te dejo, esta noche me llamas y concretamos.



-          O.K.



Colgué el teléfono y me marche.



Lo cierto es que estaba un poco agobiado y ese fin de semana lejos de todo me podría venir muy bien.



El sábado, tras dos horas de vuelo llegue al aeropuerto de mi destino, recogí la maleta y me dirigí al aparcamiento a recoger el vehículo. Cuando saque el billete de avión reserve un vehículo, un mercedes deportivo.



Después me dirigí al hotel. Ya en el hotel me duche y me prepare para ir a la boda, primero a la iglesia, me costó encontrarla. Me situé en la parte de atrás, intentando pasar desapercibido. La ceremonia duro una hora al principio fue bastante alegre e interesante, pero a medida que se alargaba se iba convirtiendo en un tostón. Fue terminar la ceremonia salí de la iglesia, me coloque algo alejado viendo como los invitados se situaban en la entrada y al salir los novios le tiraron el tradicional arroz, después comenzaron las fotos, yo me dirigí al coche, estuve dando unas vueltas para encontrar el restaurante. No fui el primero en llegar, ya había invitados esperando. Cuando estuvieron casi todos comenzó un pica-pica en el exterior del salón donde se celebraría la comida, en espera de los novios. Como no conocía  a nadie decidí pasear picoteando de todo lo que se me acercaba. Mire donde me iba a sentar, me gusto el sitio pues estaba justo delante de una puerta de salida. Pude ver que en la mesa éramos 8 personas, como en el resto de mesas exceptuando la de los novios que solo eran seis.



Media hora después llegaron los novios y entramos en el salón.



Al sentarme me fije en mis compañeros de mesa, tres hombres y cuatro mujeres, todos alrededor de los cuarenta o más, comprendí que era la mesa ideal para mi padre. La mujer que estaba a mi lado, era las mas joven de la mesa, no llegaría a los cuarenta, y parecía ser que al igual que yo no tenia pareja.



Mire el cartelito que tenia ella delante, con el nombre Francisca, al darse cuenta.



-          Soy Francisca, aunque todos me llaman Paquita o Paqui, soy la tía de la novia, cuñada de Carlos, el padre de la novia.



-          Es un placer conocerla, ¿Su marido no ha podido venir?



-          Si hubiese venido creo que la mayoría de la gente habría salido corriendo.



-          ¡Tan feo es! – quise seguir la broma.



-          No es que sea feo, es que lleva muerto más de diez años.



-          Lo siento – me di cuenta que en mi intento de ser gracioso me había pasado.



-          Pues yo no.



Aquella última contestación me dejo cortado.



La mire de reojo, Paqui no era precisamente una mujer discreta, se conservaba estupendamente, llamaba la atención por su vestido rojo, corto muy por encima de la rodilla con un escote muy pronunciado.



Durante la comida dejo claro que además era simpática. Se me acerco Carlos, el padre de la novia, cuñado de Paqui.



-          Todo bien – dijo Carlos.



-          Si todo bien.



-          Lo siento pero la distribución de las sitios estaba ya dispuesta cuando tu padre nos dijo que tu lo sustituirías.



-          No hay ningún problema.



-          Es que estas rodeado de carcamales.



-          ¡Eeeeeh! Eso de carcamales lo dirás por el resto – replico Paqui.



-          Vale, todos son unos carcamales menos Paqui. Muchas veces me pregunto si mi hermano, Miguel habría llegado a viejo al lado de ella. Es mucha mujer para cualquiera.



-          Eres un viejo verde – le dijo Paqui a su cuñado.



Carlos, el padre de la novia siguió su visita a las mesas.



Tras la comida comenzó el baile, yo me acode en la barra y me tome un ron-cola. Fue Paqui la que vino a buscarme.



-          Ven a bailar.



-          Mejor será que no, soy muy mal bailarín.



-          A mi lado serás un fenómeno – dijo arrastrándome a la pista de baile.



Se movía de forma que hacia que todos los que estaban en la pista y fuera de ella nos mirasen. Con los lentos fue una pasada, pues se pegaba, haciendo que sintiera el palpitar de su cuerpo, eso hizo que mi polla reaccionara, estaba seguro que ella debió de notarlo, pero no dijo nada, simplemente sonreía. Me encontraba en un dilema, estaba a gusto junto a Paqui, pero a la vez violento por las miradas de los otros invitados. Pareció que Paqui se dio cuenta.



-          ¿Te encuentras bien?, ¿Quieres que salgamos a dar un paseo?



No sabía si eso seria mejor o aun peor.



-          Vale - salimos del salón y nos fuimos a pasear.



-          Las mujeres que me estarán despellejando con la mirada.



-          ¿Por qué?



-          Estas de broma. Muchas de estas arpías que seguro que engañan a sus maridos se preguntaran que hace una viuda de 38 años, con un jovenzuelo.



-          No les hagas caso.



-          No es tan sencillo, llevo muchos años peleando por que me dejen en paz.



Había un parque cercano y en uno de los bancos nos sentamos.



-          Por lo que he escuchado a Carlos has venido en representación de tu padre.



-          Si el por negocios tenia que ausentarse, y como se había comprometido con el señor Galán.



-          Creo que la que ha salido ganando he sido yo.



-          Yo creo que también he salido ganando al conocerte.



-          Que peligroso eres, un adulador sin par.



-          Creo que ha llegado el momento de despedirme, debo ir al hotel, mañana sale temprano mi avión.



-          Ya te vas, ahora que nos estábamos conociendo.



Me tenía confundido, en otro lugar, sabría que hacer ante aquellas insinuaciones.



-          Quédate un ratito mas, no me dejes sola aquí entre tanto carcamal.



-          Vale solo un ratito.



El ratito se convirtió en varias horas; pero mereció la pena. Paqui era una mujer encantadora, pero llego el momento de la despedida.



-          Me tengo que ir, como te dije antes mañana tengo que coger el avión.



-          Tienes coche.



-          Si.



-          Puedes hacerme un último favor, llevarme a casa.



Habia algo en Paqui que me atraía, a pesar de los casi 20 años de diferencia, sabia el resultado de llevarla a su casa. Cuando llegamos al aparcamiento, y vio el coche.



-          ¡Dios! Veo que sabes cuidarte.



-          Es de alquiler mañana lo tengo que devolver en el aeropuerto.



Nos montamos en el coche, ella me indico el camino, tardamos casi una hora, en el trayecto hablo ella. Cuando me indico que habíamos llegado, me encontré con una gran verja.



-          Espera.



Rebusco en su bolso, saco un mando. Presiono un botón y se abrió la verja.



-          Sigue adelante.



Seguí por un camino hasta llegar a una gran casa.



-          ¡Guau! Vives tu sola aquí.



-          Si y no, vivo sola pero tengo una sirvienta y un chofer.



Salimos del coche, me acerque a ella.



-          Bueno ha llegado el momento de decirnos adiós, realmente ha sido un placer conocerte.



-          Eso de un placer de conocerte ha quedado bien, pero solo se ha cumplido una parte, la de conocernos pero la del placer…



Se me engancho al cuello y me beso.



-          Ven, entra conmigo.



La seguí, como un corderito, ya en la puerta.



-          Pero mañana tengo que coger un avión.



-          Mañana será otro día.



No llego a abrir la puerta, se abrió de pronto, una mujer de unos cincuenta años apareció.



-          Paqui ya estás aquí, como ha sido la boda… - se cayó al verme.



-          Isabel, este es José Antonio, un amigo, puedes retirarte.



Isabel se marcho.



-          Ven, subamos – dijo.



Subimos las escaleras, me llevo a su habitación, ella entro.



-          Entra – dijo.



Entre tras ella, una vez dentro cerró la puerta tras de sí.



-          Sabes desde que murió mi marido ningún hombre ha entrado en esta habitación.



-          Quieres decir que en ese tiempo no…



Sonrió.



-          No te equivoques, el que no haya entrado ningún hombre aquí no significa que haya guardado celibato.



Me sorprendió.



-          Mi marido no era precisamente muy fiel, aunque como siempre se dice la cornuda es la última en enterarse. Bájame la cremallera del vestido.



Se situó frente al espejo, me ofreció su espalda, donde se encontraba la cremallera, se la baje, bese su cuello, ella dio un respingo.



-          Ha habido muchos hombres después de la muerte de tu marido.



Vi reflejado en el espejo su rostro risueño.



-          Mas de los que imaginas, y menos de los que quisiera.



Dejo caer su vestido, en el espejo vi su cuerpo semi desnudo, llevaba unas bragas blancas tipo tanga y un sujetador blanco de puntilla, que duro solo unos segundos dejando al aire sus pechos. Me apreté a ella, haciendo que mi paquete se pegara a su trasero, agarre los pechos con las manos, apretándolos, ella gimió, se giro quedando frente a mí, nos besamos.



-          ¿Qué te parezco?  Tengo barriguita, pero para mis 38 años estoy muy bien ¿No?



-          Nadie diría que tienes 38.



-          Gracias. Vamos a la cama – dijo dejándose caer, quitándose las bragas, dejando ver su vello púbico bien poblado pero recortado.



Comencé a desnudarme, cuando me quite el slip quedándome desnudo, con la polla tiesa, ella pasó su lengua por sus labios, relamiéndose.



-          Ven y fóllame.



Me deje caer sobre ella, unos segundos después estábamos follando, yo me corrí dos veces, no se los orgasmos que ella alcanzo, terminamos los dos exhaustos, para quedar dormirnos poco después.



Por la mañana me desperté al sentir un ruido cerca y una voz.



-          Paqui, Paqui.



Era Isabel, al despejarme me di cuenta que estaba desnudo sobre la cama, y a mi lado Paqui.



-          Que quieres Isabel.



-          Su sobrina Ceci y su marido están abajo.



-          ¿Para qué?



-          Paqui, te acuerdas que ayer se caso.



-          Si…



-          Pues vienen a despedirse, esta tarde se van de viaje de novios.



-          Dile que suba.



-          ¡Aquí!



-          Sí; pero ella sola.



Isabel se marcho.



-          Sera mejor que me vista.



-          ¿Por qué?



-          Viene tu sobrina.



-          Y…



-          Me vera desnudo.



-          Eso espero.



Entonces se abrió la puerta, y apareció Ceci, la novia del día anterior.



-          Tía… perdona no sabía que estabas…



-          ¿Desnuda?



-          ¡No! Acompañada.



-          Ah, José Antonio, estuvo en tu boda, lo recuerdas.



-          Sí; pero ahora está desnudo en tu cama.



Yo asistía, incrédulo a la conversación de tía y sobrina. La sobrina, Ceci, intentaba apartar la vista de mí aunque de vez en cuando me miraba, aunque no a la cara.



-          Lógico – dijo Paqui, agarrándome la polla, acariciándola, haciendo que se pusiera tiesa – anoche estuvimos follando.



-          ¡Tía!



-          Que pasa que tu no follas. Te quiero hacer tu primer regalo de casada.



-          Mi primer regalo de casada.



-          José Antonio ¿Te la follarías?



Mi sorpresa iba en aumento, Paqui se había levantado y estaba al lado de su sobrina.



-          ¡Pero TÍA!



-          Tu marido tarde o temprano te engañara, así que se tú la primera.



-          Pero él está abajo.



Nuevamente me sorprendió, pero en este caso fue la sobrina, simplemente se preocupo de que su marido estuviera abajo.



-          Yo estaré vigilante en la puerta.



Entonces Ceci, me miro a la polla, se acerco a la cama.



-          No me gusta devolver los regalos, sobre todo si son de mi tía.



Mire a Paqui que sonreía, me hizo un guiño. Que podía perder, si ella quería quien era yo para contradecirla.



-          Desnúdate y ven – dije, dando unos golpecitos en la cama.



Ceci sonrió pícaramente, se desnudo. Su vello púbico estaba recortado en forma de corazón. Se dio cuenta que lo estaba mirando.



-          Era un regalo para mi marido por la noche de bodas.



-          ¿Y qué dijo? – pregunto Paqui.



Ceci miro a su tía.



-          Nada, anoche terminamos muy tarde, cansados y no….



-          Nosotros también terminamos tarde y cansados; pero sí que follamos.



-          Ya veo – dijo, metiéndose en la cama.



Comenzamos a besarnos, acariciarnos, chupe sus pezones, metí mi mano en su entrepierna, gimió. Estaba muy húmeda. Me situé entre sus piernas, y la penetre, mientras follábamos, Paqui se acariciaba los pechos y se metía la mano en su entrepierna masturbándose. Ceci no tardo en alcanzar un orgasmo. Cambiamos de posición, ella se situó encima, unos minutos más tarde estaba a punto de correrme, aguante hasta que ella alcanzo su segundo orgasmo. Paqui estaba sentada en una silla siguió masturbándose hasta alcanzar el orgasmo.



Tras un breve descanso Ceci se levanto.



-          Tía, tía, deja de tocarte, necesito algo para limpiarme.



Paqui abrió un cajón y saco un par de toallas, una se la dio a Ceci y la otra se la quedo ella, tras limpiarse Ceci se vistió, Paqui simplemente se puso una bata. Ambas salieron de la habitación y bajaron a ver al marido de Ceci. Mientras recogí mi ropa y me vestí. Cuando llego Paqui yo ya estaba vestido.



-          ¿Qué haces?



-          Vestirme, tengo que ir al hotel a recoger mi ropa, dejar el coche en el aeropuerto y coger un avión.



-          Creí que te quedarías… unos días.



-          Ya te dije que tenía que irme.



Le di un beso y me marche, en el salón estaba Isabel, su mirada era de las que mataban, salí al exterior cogí el coche, fui al hotel, me di una ducha, recogí mis maletas y me fui al aeropuerto.



Deje el coche en la empresa de alquiler, fui a la terminar de vuelos, allí estaba Paqui.



-          Quédate, unos días, yo te pago el vuelo.



Me sorprendió escucharla.



-          Sera mejor que me vaya – dije,



Acerco sus labios a mi oreja.



-          No creas que estoy enamorada de ti; pero me gusta como follas – dijo en voz baja.



Aunque tenía que irme, decidí quedarme.



-          A mí también me gusta follarte.



-          ¿Entonces?



Mi respuesta fue coger las maletas.



-          Vamos a tu casa.



-          Bien, pero antes iremos a comer.



Fuimos al aparcamiento, di un silbido al ver el coche, era un BMW biplaza, descapotable.



-          ¿Te gusta?



-           Es impresionante.



Ella sonrió, me acerco las llaves.



-          Pues llévalo tu.



Salimos del aparcamiento, me indico donde estaba el restaurante, mientras comíamos nadie se fijo en nosotros, supongo que pensarían que éramos familiares o amigos, no podían imaginar que fuéramos amantes. Para el postre los dos pedimos mouse pero ella de fresa y yo de chocolate. Paqui probo el mouse de fresa, se relamió.



-          Esta buenísimo, ¿Quieres probarlo?



Me encogí de hombros. Ella cogió la cuchara, la lleno de mouse de fresa, esperaba que me acercaría la cuchara; pero no lo hizo, se la metió en la boca, se levanto, y ante la mirada de todos los comensales me beso, un beso con lengua, parte de su mouse de fresa paso a mi boca, en otra situación me habría parecido asqueroso, pero en ese momento fue tan excitante que mi polla se puso tiesa.



Escuche un murmullo en el salón del restaurante, que fue en aumento cuando salimos del restaurante.



-          Has visto las caras de envidia de todos.



Sonreí, no dije nada.



Mientras conducía dirección a la casa de Paqui, esta decía lo que íbamos a hacer, haciendo que me excitara. Cuando llegamos Isabel nos abrió la puerta.



-          Isabel, nos vamos arriba.



Subimos las escaleras, en ese momento llamaron a la puerta, nos quedamos a medio subir. Isabel abrió la puerta. Era Cècile, mujer de Carlos Galán, como siempre vestía provocativamente, una blusa blanca abierta dejando ver su canalillo y una falda corta.



-          Es mi cuñada, Cècile, la mujer de Carlos y madre de Ceci – me dijo en voz baja.



-          Lo sé, la conozco.



Paqui me miro sorprendida.



-          No pienses mal, no he follado con ella, siempre me pareció…



-          Una casquivana, Carlos es un gran cornudo.



Paqui bajo.



-          Querida ¿Qué haces aquí?



-          Ayer te fuiste sin decir nada.



-          Es que tenía cosas mejor que hacer.



Cècile me miro.



-          Conoces a José Antonio.



-          Creo que sí, es el hijo de…



-          … de su padre.



-          ¿Qué tenias que hacer mejor que la boda de tu sobrina?



-          Follar.



-          ¡Paqui!



-          Tú has preguntado y yo te he contestado. Y ahora mismo íbamos a follar otra vez.



En la cara de Cècile se reflejaba la sorpresa.



-          Pero si es…



-          Un joven dispuesto a darme placer.



Paqui comenzó a subir de nuevo, me agarro del brazo y tiro de mí.



-          Si tienes algo importante que decirme espera a que termine de follar.



Por supuesto no esperó dio la vuelta y se marcho. Nosotros subimos a la habitación, cuando salimos de ella era media noche.



Me quede unos días, en el aeropuerto nos despedimos.



-          ¿Nos volveremos a ver? – me pregunto.



-          Quien sabe – fue mi respuesta.



Han pasado muchos años, no nos hemos vuelto a ver, aunque a las que sí que he visto a sido a Ceci y a su madre Cècile pero eso será otra historia.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 7.5
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