Ella y yo nos amamos apasionadamente por mucho tiempo, luego el destino nos llevó por rumbos diferentes.
Con el correr del tiempo seguimos en contacto en la distancia, hasta que un día me sorprendió gratamente, voy a estar por allá en unos días y me gustaría verte, me pareció un buen plan, pero por los compromisos de trabajo el tiempo iba a ser muy reducido, así se lo hice saber, pero consintió en que fuera aunque sea por un momento.

Llegado el momento me llamó, estoy llegando, me encuentro abajo del edificio de la oficina, vine con kennet, su hijo menor, ya todo un hombre, al bajar la ví, el paso del tiempo se notaba en su corta cabellera, pero todavía mantenía la curvilínea figura de antaño, nos recibimos con un beso, saludé al muchacho y nos sugirió que nos montáramos el la parte de atrás del vehiculo el cual era grande y con todos los vidrios oscuros, me solicitó que le indicara que rumbo tomar para dar una vuelta y regresarme al sitio, se lo dije y acto seguido comenzamos a besarnos apasionadamente como antaño, comencé a desbotonar su blusa para tocar de nuevo sus tetas, pequeñas como naranjas, la besé por el cuello para bajar a sus pezones y comenzó a gemir de placer, tenia puesta una falda larga de bluejeans la que subí un poco para manosear sus muslos hasta llegar al entrepiernas, eché a un lado su diminuto tanga y comencé a meter un par de dedos, no no no, gritaba con placer, mientras mas lo negaba mas lo disfrutaba, al mismo tiempo desabotoné la correa y el pantalón y ella misma buscó dentro del interior mi verga, la cual manoseó como hacia tiempo que no lo hacia, inmediatamente bajó besando mi pecho y comenzó a mamarla, exactamente igual de deliciosa como la recordaba, era la reina de la mamada, acaba en mi boca, acaba en mi boca, me susurró y no aguanté mas y cumplí su deseo, llené su boca con mi semen el cual se tragó, cosa que nunca había hecho, siguió limpiando mi pene con su boca y al final con su lengua recurrió sus labios con satisfacción.