Habían pasado ya tres años, de que conocí a Melissa, Judith y Corina, una tarde apareció por mi oficina Corina, para invitarme al acto de graduación como maestra rural, Supe por ella que Melissa se había graduado dos años antes, y que se había casado con el novio, trabajaban en la misma escuela y tenía una hijita, Judith se había graduado un año después de Melissa, y trabajaba en una escuela rural cerca de su lugar de origen, después de aquella mañana en mi apartamento no las había visto, y nunca comentaron lo ocurrido. Ese mismo día de la visita me dijo que deseaba repetir lo de las veces anteriores, pero que no la fuera a penetrar, porque aún seguía siendo virgen. Fuimos al apartamento, ella me dijo que dormiría conmigo, empezamos a practicar el sexo oral, estaba hermosa a sus 18 años y medio, su cuerpo había cambiado un poco, ya no era delgada, sus piernas redondeadas y largas, mas grandes sus senos, y sus curvas extraordinarias, sus ojos color miel y su pelo siempre rubio, y más largo. en un 69 explotamos los dos, su vagina rojita, ahora depilada y siempre fascinado con su clítoris grande y grueso. Ella sentada sobre mí friccionaba la raja a todo lo largo de mi pene, sentía su movimiento hacia adelante y hacia atrás, sus labios de la vulva aprisionaban mi tronco y sentía ese hermoso clítoris frotarse sobre mí, arrancandole gemidos de placer, se corrió nuevamente, y empezó a lamerme el pene y chuparlo suavemente, me estaba llevando al cielo, se puso boca arriba, tomó una almohada para colocarla bajo sus nalgas, abrió sus piernas dejandome ver su vulva abierta, y con firme decisión me dijo Penetráme, tomé suficiente gel lubricante, y empezé a penetrarla, ella inmovil, rompí su himen y entré despacio al fondo, sentí sus uñas enterrarse en mi espalda, bombiaba despacio, su vagina ya dilatada, no era obstáculo para entrar y salir, deslizaba sin problemas, me rodió con sus piernas mi cintura y se empujó para claverse toda la verga, me apretó fuerte, ahogo en mi boca su grito de placer, y en ese instante mis chorros de semen se desbordaron su su interior, que delicia, que noche. Por la mañana quitó la funda de la almohada con los rastros de su sangre, sus jugos y mi semen, se lo llevó para recordar su desfloración. Fuí a su graduación, y dos días después llegó hasta mí para pasar un delicioso fín de semana. Se casó con el tiempo, pero teníamos encuentros furtivos, una o dos veces al mes.
que buen relato tan excitante