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Categoría: En el Trabajo

La violación de Miguel

Esto no funciona, pensó Marlene, mientras pasaba las hojas de la vieja revista. Cambió de posición, se quitó los zapatos, y dobló los pies cómodamente debajo de ella, en el sofá. Al otro lado de la sala Miguel se encontraba escribiendo a máquina. Habían trabajado juntos en ese libro y lo estaban haciendo muy bien. Luego tuvo uno de aquellos momentos repentinos de inspiración y volteó a ver a otro lado, enojado, porque no deseaba que ella volteara a ver por encima del hombro. Pensó: “Como si él también no mira siempre lo que yo hago”, y se inclinó para seguir trabajando. Ojalá tuviéramos una oficina con dos escritorios, dos máquinas de escribir, y una pared de ladrillos que nos separe!!! Con un suspiro, recogió otra revista y la introdujo mas abajo dentro de los cojines del sofá de Miguel.

Acababa de comenzar a leer un artículo muy fascinante sobre los descubrimientos arqueológicos de Tell-el-Amarna, cuando Miguel parecía decirle algo:

- Mira, se está haciendo tarde, y tengo muchas cosas que hacer hoy en la mañana. Ya es hora de que te vayas a tu casa.

Marlene cerró los ojos por un momento. “Está bien”, pensó. “si eso es lo que quieres…”
Se agachó para colocarse el zapato de nuevo, lanzó la revista sobre la mesa y se levantó. Su portafolio, cartera y todos sus papeles quedaron en la mesa cerca de la puerta, y volteó a mirar hacia ese lugar porque no deseaba encontrarse con Miguel. Algunas veces, pensó, quisiera que no me hablara para pedirme ayuda. Quisiera que no siguiera diciendo que ambos trabajamos aquí juntos y que tengo que colaborar. Quisiera que no...me involucrada mas. Ya no deseo colaborar.

El se colocó dentro del campo de su visión, sorprendiéndola porque estaba sumida en sus pensamientos y allí estaba Miguel, en medio de la luz reflejada por el escritorio, sin camisa, una sonrisa tenue en su cara. Si realmente quieres que me vaya, pesó ella, ¿Por qué te quitas la camisa? - Una sonrisa reemplazó la expresión en su cara.

- Si, Miguel. Ya he visto bastante la mitad de tu cuerpo, de la cintura para arriba. ¿Por qué no te quitas el resto de la ropa?

El miró hacia abajo para verse a si mismo como queriendo decir: “¿Quien, yo?” “Las damas primero” - dijo.

- A menos que me enseñes lo tuyo y luego yo te enseño lo mío.

Su tono de voz era ligero, algo sarcástico. – Ya me estoy preparando para acostarme en esa cama. – Hummm, pensó Marlene. Apuesto a que cree se va a deshacer de mi. Yo tengo derechos y también esto cansada de hacer todo a su manera.

– Está bien dijo ella suavemente, sin mas palabras: se sacó los pantalones blu jeans, se bajó el cierre, y los dejó caer en el suelo para luego sacar los pies del pantalón.
- ¿Así?.

Un silencio como muerto invadió la sala durante un momento.

– Espera, vuélvetelos a poner – respondió Miguel. Eso no fue lo que te quise decir. Tú lo sabes muy bien.

- No, Miguel. No lo se. Sólo hice lo que me pediste. Ya no se están haciendo las cosas como tú quieres. Fuiste el que comenzó con todo esto y ya es hora de que terminemos y le demos un paro definitivo.

Sorprendida por que tuvo el coraje de decírselo, se quitó la blusa grande de talla mas grande de la que usa, y la dejó caer también al suelo. Quedó cubierta sólo con un sostén rosado que hacía juego con las pantaletas, dio un paso para sacarse los zapatos y se le acercó: Miguel retrocedió un poco. Los ojos de la muchacha permanecían fijos en los de él. Ella sonrió, se acercó mas y pasó la punta de los dedos por el cabello suave del pecho del amigo, quien intentó tomar aire mientras ella todavía le sostenía la mano. Luego le agarró la otra mano para abrazarlo tiernamente.

- Vamos, Miguel - le dijo, atrayéndolo en dirección a su dormitorio.

Hubo un momento en que él opuso resistencia:

- No – dijo. – No podemos hacer esto. Paremos ya antes de que las cosas se salgan de nuestras manos.

- Ya las cosas se encuentran en nuestras manos, Miguel, y vas a venir ya mismo conmigo.

- No - dijo.

- Si - le contestó ella, jalándolo por la mano.

Trató de soltarse, pero sin hacer demasiada fuerza, por lo que la siguió hasta donde ella deseaba, hasta el cuarto, sobre la cama, y luego le dijo:

- Acuéstate aquí, Miguel, y te ayudaré a quitarte toda la ropa.

- Ya estoy cansada de vestirme y desvestirme. Toda la semana siempre la misma cosa - dijo con sarcasmo. Y ahora lo vas a hacer tú. Son muchas las cosas que tienes que hacer porque ahora es tu turno- dijo Marlene.

Ella dio la vuelta para alejarse caminando y abrir las puertas del closet en dónde Miguel guardaba su ropa. No miró hacia atrás sino después de un largo rato: sonidos muy sutiles indicaron que el muchacho se estaba desvistiendo. Ella encontró los ganchos en donde estaban colgadas las corbatas y volteó a mirarlo:

- Hmm, ¿Cuáles son las mas bonitas, las que mas te pones? ¿Por cuales cobran menos cuando las enviemos a la lavandería? - preguntó con una sonrisa. Estoy contenta de que use trajes con corbata para ir al trabajo. – Aquí hay una colección bien grande de trajes y corbatas.

Intentando escoger alguna entre la cantidad de colores que había, tomó cuatro que lucían un poco raídas, deshilachadas en los bordes. Sosteniéndolas en la mano, cerró las puestas del closet doblándolas entre si.

Miguel estaba sentado en el borde de la cama, quitándose las medias. Tenía puestos unos interiores azules tipo bikini de algodón. Era obvio que la situación lo comenzaba a estimular. Ella, por su parte, se dirigió a la pared en donde estaba el apagador de la luz, uno de los que la ponen bien opaca, y redujo la iluminación, con brillo bien opaco.

- Acuéstate, Miguel.
- No!!

Ella caminó hasta él, las corbatas colgando de una mano, y colocó la otra sobre su hombro. Sus tetas se habían puesto duras bajo del delgado sostén y se paró allí, con las piernas ligeramente separadas. Miró directamente a sus ojos.

- Si – dijo ella.

Silenciosamente Miguel se acostó sobre la cama, con los pies todavía reposando en el piso.

- No, Miguel, acuéstate bien sobre la cama para yo poder estar contigo.

Cambió de posición, montando los pies sobre la cama. Luego se sentó a su lado y colocó la mano izquierda de Miguel sobre la de ella. Luego se la llevó hasta la boca para recorrer con su lengua la punta de los dedos de la mano del amigo, y esto lo hizo temblar ligeramente. Luego,suavemente, abrió la mano de Miguel y le besó la palma. Luego tomó una de las corbatas y la amarró delicadamente pero con firmeza alrededor de la muñeca mientras él observaba, pero no se movía ni decía nada. De nuevo besó la palma de la mano a Miguel y se la mordió suavemente en la blando montículo de piel debajo del dedo pulgar para luego colocarla de nuevo sobre la cama y atarle el otro extremo de la corbata en la barra de la cama. Luego, con ambas manos le acarició el brazo, suavemente, todo el tiempo hasta llegar al hombro, y después de recorrerlo, siguió hasta su tetilla y luego hacia un lado. El se retorcía y respiraba con dificultad, pero no hizo sonido alguno.

La muchacha se levantó, llevando el resto de las corbatas y dio la vuelta alrededor de la cama hasta el otro lado. Los ojos de Miguel la seguían, apenas dibujada en la opaca luz de la habitación. Ella se sentó a su lado en el otro extremo, recorrió su mejilla ligeramente con su mano y luego le peinó su cabello hacia atrás, dejando que los dedos se introdujeran y luego dar un paseo alrededor de su oído, con mucha suavidad. Miguel movió la cabeza hacia un lado, y la mano de la chica quedó atrapada entre su oído y el hombro. Esto hizo que ella sonriera, para recoger su mano derecha, y recorrer las líneas de la palma de la mano con un dedo suave, luego con la lengua. Marlene tomó cada uno de los dedos del amigo y uno por uno se los metió en la boca para chupárselos también con suavidad. Miró hacia él y vio una delgada película de sudor en su pecho: y le sonrió. Luego ató la corbata suavemente alrededor de esta muñeca, puso esta mano sobre la cama para atar el otro extremo de la corbata en mismo poste de la cama. Luego, de nuevo, con ambas manos le acarició el brazo, hasta abajo y llegar al hombro. De allí comenzó a recorrer en círculos alrededor de la tetilla con dedos suaves pero insistentes. Miguel se retorció, jalando las corbatas, pero estas se sostenían firmemente.

Las manos de Marlene continuaron hasta el pecho, sobre su estómago, haciendo que la piel temblara y se agitara, hasta llegar a los lados, y finalmente hasta su pierna derecha. Haciendo círculos con la punta de los dedos, cambió de posición en la cama para acariciarle esta pierna, hasta el tobillo, luego los pies. Teniendo cuidado de no hacerle cosquillas , le masajeó el pie. Luego, tomó la otra corbata, la ató firmemente al tobillo del amigo, se colocó de pie, jaló su pierna un poco para atar la corbata de ese pie al copete de la parte de debajo de la cama.

La muchacha se puso de pie, y dio la vuelta hasta el otro lado de la cama, y lo miró. Esta vez permaneció parada, pasando la parte de arriba de las uñas lentamente, suavemente, hasta el final de la pierna, comenzando en los muslos, y llegando hasta el tobillo en lentos ángulos. Ella levantó el pie y rápidamente lo ató a la cama. Su propia respiración se hacía mas agitada en este momento.

- Dios mío, Miguel. No te desvestiste completamente. No se qué vamos a hacer ahora.

Miró el bulto enorme debajo de los interiores y sonrió, luego a Miguel sobre la cama por largo rato. Sus ojos estaban cerrados ligeramente, y su respiración era ahora mas rápida que antes y este cambió de posición en la cama para ver qué tan apretados estaban los nudos de las corbatas en sus pies y manos y vio que lo sostenían fuertemente.

Marlene lo miró con una sonrisa en los labios y luego, de repente, dio la vuelta y salió de la habitación.

- ¡Epa!! ¿Qué pasa?- Gritó Miguel. - ¿Todo esto para dejarme asi? ¿Esto era lo que querías?, pero bueno!!

- Solo ten paciencia, Miguel - se oyó una voz desde el otro cuarto. – Se que no estás preparado para esto, pero no hay mas remedio que dejarte así. De todos modos no te voy a dejar solo.

Miguel pudo oir el sonido de las puertas de unos gabinetes abriéndose y cerrándose. Intentó soltar una de sus manos, pero mientras mas jalaba, mas apretado se hacía el nudo. Todavía estaba haciendo un esfuerzo cuando ella reapareció.

- No confías mucho en mi, ¿No, Miguel? Te dije que no me iba. Ahora deja de hacer eso antes de que se te corte la circulación de la sangre en esa mano.

Colocó en el piso la pila de cosas que llevaba. Luego, con mucha habilidad, reajustó la corbata en el brazo izquierdo en donde ya su mano comenzaba a ponérsele morada.

- Te va a gustar, te lo prometo. No te vayas a enojar.

El se acostó en la cama, jadeando, sin perderla de vista. Aún bajo la luz opaca, se notaba que la muchacha estaba demasiado excitada, y ella se inclinó hacia delante para recoger las dos toallas grandes del piso, bastante usadas y desgastadas. Sentada, colocó las toallas dobladas sobre la cama al lado de Miguel.

- Date vuelta un momento y déjame meterte esto debajo.

Miguelito se giró lo mas que pudo sobre un lado hasta donde se lo permitieron los amarres y ella extendió las toallas debajo de él, suavizándolas para que se extendieran, con su tibia mano colocada contra la espalda, como si quisiera también aliviar la tensión en esa parte del cuerpo.

- Está bien, ahora da la vuelta así.

Caminó alrededor de la cama, jaló las toallas de debajo de él y las extendió completamente. Ahora había una capa de tela tibia entre él desde su cuello casi hasta las rodillas. Sorprendido la miró cuando caminó de nuevo hasta el otro lado y recogió del suelo una pequeña taza de pura cerámica para colocarla en la mesita de noche. Luego, parada al lado de la cama, comenzó, lentamente a darse acaricias. Sus manos recorrían alegremente la aureola alrededor de los pezones dando círculos hasta llegar al centro. Sus ojos casi cerrados; una espalda arqueada ligeramente con hombros que se movían de un lado a otro hasta que los dedos se introdujeron allí para sostener el primer pezón, luego el segundo, y lo jaló ligeramente hacia afuera contra el tejido del sostén. Luego sus manos continuaron su lento y lánguido viaje, haciendo un recorrido hacia abajo. Unos dedos se introdujeron en la banda de goma de las pantaletas. Aquellos ojos se abrieron ligeramente para mirar a Miguel con una sonrisa cuando torció las caderas, y muy ligeramente meter las manos mas adentro dentro de la tela de la pantaleta. Pero luego, en vez de continuar hasta el centro, presionó las manos hacia los lados, dio un pequeño paso hacia atrás y lentamente, lentamente se las bajó. Mientras lo hacía, mas y mas abajo, dio otro pequeño paso para alejarse de la cama para que la pudiera ver bien. Las corbatas se pusieron tensas al momento de levantar la cabeza en un intento por mirar todo esto.

Ella torció la cintura y las pantaletas se deslizaron hasta abajo completamente hasta caer al piso. Rápidamente, se inclinó para recogerlas, restregando el tejido entre las manos.

- Dios mío, me pregunto porqué están tan mojadas. ¿Quieres tocarlas, Miguel? - dijo, acercando la blanda tela a sus mejillas en el momento en que el movió la cabeza para evitarlas. – No? Aja, entonces, no se ha perdido nada. Ahora tenemos que hacer algo contigo, no?

Diciendo esto y dejando caer las pantaletas al suelo.

Su mano recorrió el camino hasta la pierna izquierda de Miguel, acariciándolo, gradualmente mientras seguí hacia arriba. Luego llegó hasta la goma del interior, la que queda en una de las piernas de la prenda de vestir, y metió la punta de dos dedos suavemente debajo , siguiendo la ruta de la goma alrededor de la pierna, para sentir el áspero pelo debajo de los interiores, acariciándolo, y llegó muy cerca del lugar en donde comienza el bulto del huevo, pero sin tocarlo.

Miguel giró ligeramente hacia ella e hizo un pequeño sonido y ya los dedos de Marlene se metían un poquito mas adentro a trabes de la prenda interior, para retirarlos y pasar la parte superior de las uñas por su estómago, muy suavemente. Esto hizo que la piel temblara y la espalda se le arqueara involuntariamente al contacto con los dedos: de nuevo, una y otra vez, hasta que comenzó a retorcerse sobre la cama.

- ¡Ya, detente!! – dijo respirando con dificultad.

- Está bien – dijo ella, alejándose de la cama para caminar alrededor hasta el pie de esta, sin quitarle nunca los ojos de encima. Se montó sobre la cama, para arrodillarse entre las piernas de Miguel. Observándolo, de nuevo, se comenzó a acariciar el cuerpo; sus manos seguían el mismo camino, pero se demoraban mas sobre las tetas y se jalaba los pezones repetidamente. Luego sus manos se movieron hacia abajo, debajo del sostén, y se lo sacó por encima de la cabeza para lanzarlo al piso. La tenue luz revelaba una capa de sudor muy fina. Se inclinó un poquito para llegar hasta donde estaba atada la mano izquierda. Con ambas manos acarició su brazo, lentamente llegando hasta arriba, utilizando las uñas en un suave concierto. Luego siguió hasta abajo en la aureola del pezón - hasta que otra vez Miguel se retorció: otra vez en la barriga, lo cual hizo que se retorciera bajo el contacto de sus manos. Pero ahora se acercaba a la goma del interior y metió los dedos debajo, introduciéndolos hasta adentro muy sutilmente, y luego soltó la goma un poco. Respiraba mas fuerte pero todavía sonreía.

Marlene recorrió el borde alrededor del huevo con la punta del dedo una sola vez. La espalda del amigo se arqueó de nuevo y presionó contra su mano, porque su cuerpo pedía mas. Pero las manos de Marlene se movieron hacia arriba hasta donde se encontraba la otra mano y el brazo de Miguel, y de nuevo, repitió el mismo masaje en dirección hacia abajo y cuando pudo llegar al huevo, ya Miguel estaba que no aguantaba por tanto estímulo.

- No, por favor!!!

- ¿Por favor qué, Miguel? ¿Qué quieres que te haga?

- Qué…aaayyyy….por favor, métetelo en tu boca!!!
- Ah, pero no te lo puedo hacer si no te quitas los interiores. Debiste haberte quitado toda la ropa, oíste? ¿Y ahora qué se puede hacer?

Los dedos presionaron la banda de goma hacia abajo un poquito para quitarle el interior, recorriendo un camino hasta donde se veía un huevo peludo.

Marlene se arrodilló en la cama y pensó qué debían hacer en este caso. Luego, ligeramente, comenzó a recorrer todo el huevo de Miguel pero con el interior puesto, a trabes de la tela: alrededor, hacia abajo, hacia arriba, hacia atrás, sus manos hicieron un recorrido sobre la tela de color azul pero nunca tocaban la piel. Miguel comenzó a mover las caderas rítmicamente al movimientos de los dedos de la muchacha, retorciéndose cuando ella le daba hacia arriba y hacía como si colocara las manos en donde el quería que se las plantaran. Sus dedos se movieron hacia abajo entre las piernas de hombre, juguetonamente, para luego introducirse dentro del interior para acariciarlo. Ella se acercó mas a él, para ver como reaccionaba. Su boca se abrió ligeramente y dobló la cabeza sobre sus manos. Miguel movió las caderas hacia arriba, buscando la boca de la muchacha. Sacudiendo la cabeza, ella pasó su cabello sobre el estómago de Miguel, y ligeramente sobre la cabeza del huevo, y se levantó. El saltó en la cama, desanimado, y la miró.

- ¡Puta del carajo!! - le dijo con los dientes apretados.

- Si, Miguel, soy una puta y mucho mas.

Ella miró hacia abajo para observarlo a trabes de unos ojos entrecerrados. Luego, lentamente, colocó el dedo índice dentro de su boca y se lo chupó, sacándolo y metiéndolo; a continuación, dos dedo y Miguel jaló las corbatas que amarraban sus manos, pero estaban demasiado apretadas. Ya muy enojado luchó tratando de soltarse, pero a ella no le importó y siguió chupándose los dedos mientras lo miraba. Por fin, cansado, abandonó su lucha. Ella se sacó los dos dedos mojados de la boca y los pasó alrededor del la cabeza del huevo.

- ¿Eso era lo que querías? - no hubo respuesta. – Te voy a dar lo que quieres, Miguel, pero tú también debes darme lo que yo necesito.

Sus dedos se movían ahora mas rápido, para sentir lo resbaloso que se había puesto su piel, regando los fluidos alrededor en círculos mas grandes.

- Si - dijo él, haciendo presión contra la mano de la muchacha. – Bueno, muy bien - contestó ella.

Colocando una pierna sobre la de él, luego la otra, se bajó de la cama y se paró al lado. Sus manos se introdujeron dentro de los interiores , y se los bajó. Se acercó mas a su alrededor y él arqueó la espalda para ayudarla a bajárselos.
- Ahora, Miguel, si no haces lo que yo te diga te voy a dejar aquí, amarrado, y me voy a casa. ¿Entendido?

- Si…

Sus dedos hicieron un recorrido por toda la pierna izquierda de Miguel, hasta abajo, haciendo círculos con la parte de arriba de las uñas. El levantó la cabeza para mirarla. En ese momento, desató la corbata que estaba al pié de la cama. Miguel torcía los pies para cumplir con lo que ella le pedía, y colaborar. La muchacha extendió la mano para bajarle el interior hasta el nivel de las rodillas y Miguel las dobló para permitirle estirar la tela sobre la rodilla y luego hacia abajo para que el interior saliera de la pierna. Luego colocó los pies acostados sobre la cama para finalmente tocar debajo de él haciendo que doblara el pecho para ella tener mejor acceso. Marlene presionó otra vez la pierna hacia abajo, suavemente, retiró la mano y reapretó la corbata. - Ahora, Miguel, si vamos a gozar.

Extendió su brazo para agarrar la taza de cerámica que estaba a un lado y sus manos regresaron, pero esta vez, brillantes por el aceite que las mojaba, y las restregó entre si, para acariciarse los senos de nuevo, una y otra vez, desplazando el aceite sobre su piel hasta que quedó brillando en medio de la luz opaca. Mas aceite, y las manos se movieron hacia abajo. Luego, mas aceite, y se lo pasó a él por su cuerpo, acariciándolo. Sus manos llegaron al pecho de Miguel, espaldas y estómago para luego sumergirlas de nuevo en el aceite y colocarlas en el pecho del individuo, proceder a subirse en la cama y arrodillarse entre sus piernas.
Ambas manos llegaron hasta abajo, haciendo un círculos en el estómago, y luego entre las piernas. Luego se desplazaron suavemente hacia arriba, pero esta vez cambió de posición para quedar muy cerca, muy cerca, hasta donde se lo podían permitir las manos, lo mas arriba posible. Hubo un momento en que llegaron a la cintura de Miguel, y las tetas de ella rozaban contra él: Una piel llena de aceite contra otra piel aceitosa, y se desplazó hasta abajo, una ligera presión pero sin dejar de hacer contacto, hasta que el huevo quedó entre las dos tetas.
Cambiaba de lado a lado. Restregándolo en suaves círculos. La espalda de Miguel estaba arqueada y ella le permitió presionar mas firmemente contra él por un momento. Luego comenzó a desplazar las manos suavemente hacia arriba a lo largo de la piel, levantándose un poco.

Jadeando, él la miró, intentando adivinar lo siguiente que Marlene haría. Ella sonrió. Luego se sentó abriendo las piernas montada sobre él, y torcía las caderas hasta que él sintió la mojada, suave cuca rozando contra su huevo. Luego ella extendió la mano para sostenerlo contra ella y comenzó a mover las caderas lentamente, moviéndose hacia atrás y hacia delante, mientras Miguel presionaba hacia delante con movimientos rítmicos con la esperanza de que pronto ella se lo introdujera y se metiera dentro de él. Jalaba las corbatas amarradas en los brazos cuando trataba de mantener el ritmo de los movimientos de Marlene.

Cuando la respiración del amigo ya era dificultosa, como débil y desgastada y asfixiado, ella se dio cuenta de lo excitado que estaba y dejó de moverse.

-No, Miguel, todavía no porque aún no estoy lista. Espérame un poquito.

Se sentó hacia atrás un poco, acomodándose de nuevo sobre sus piernas para quedar bien sentada, y comenzó a acariciarse los senos con ambas manos. Sus dedos hacían rápidos círculos sobre la piel ligeramente aceitosa, y se movían hasta las tetas, jalándoselas, atrapando los pezones entre los dedos, para luego soltarlos y comenzar de nuevo el mismo movimiento.

De pronto, una mano llegó hasta el estómago, en círculos, restregando el corto pelo púbico de la cuca y metiendo los dedos entre los labios vaginales.

En el cuarto oscuro, amarrado a la cama estaba él, Miguel, y en la forma que estaba no podía ver la mano de Marlene, pero por los movimientos del cuerpo de ella, pudo saber que lo hacía mas rápido, metiéndose los dedos dentro de los labios mayores y menores de la cuca, acariciándose y llegando lo mas adentro que podía, el dedo bien adentro, para quejarse en voz baja y de nuevo acariciarse los senos con círculos sin dejar de tocarse el centro de su deseo.

Miguel miró cuando las manos de la chica se movieron ambas a un solo ritmo, una arriba, otra abajo, y comenzó a darle a la cadera hacia atrás y hacia adelante, jadeando, con pequeños sonidos de placer.

De repente, ella colocó sus dos brazos alrededor, como abrazándose.
- Miguel, ¿Ya estás listo?
- Si - susurró.

- Si - ella repitió también como un eco, y se movió un poco hacia delante para acariciarle el huevo con las dos manos y sentir lo mojado que estaba. Desplazó los dedos sobre el palo para regar el lubricante a lo cual se agregó lo mojado de sus manos. Luego se levantó y puso de rodillas, hizo un movimiento hacia delante para sostener a Miguel con las dos manos, y lenta, muy lentamente, ponerlo en una posición adecuada para colocarse sobre él con el huevo a la entrada de la cuca: Miguel se lo metió, solo un poco: la tibia y pegajosa piel se resbalaba con facilidad. Ambos respiraban con dificultad cuando se le introdujo el pene. Ella mantenía las manos en su lugar para evitar que se lo metieran rápido lo que hacia que el amante buscara mas adentro lentamente, muy lentamente, y llegaba mas adentro… suavemente. El empujó contra ella, pero la muchacha estaba llena de deseo y no lo dejaba que se metiera rápido. Solo mas adentro, mas adentro, hasta que finalmente, lo tuvo completamente en el interior de la vagina: ya no entraba mas.

Aquella muñeca se detuvo un momento y Miguel pudo sentir mas aún aquellos músculos vaginales apretados contra el pene.

De repente, comienza a moverse: lento al principio, y luego mueve las caderas, sentada pero algo inclinada hacia delante, erguida para que él lo pudiera sacar todo y sin salirse, pronto dando hacia delante y se le metía de nuevo. La lubricación aumentaba y ambos se movían mas rápido uno contra el otro. Sus manos regresaron a los senos, para jalarse los pezones al ritmo de las caderas. Mas rápido, y mas rápido se movía Marlene, hacia arriba y hacia abajo, adelante y atrás, unas manos en movimiento constante.

Parecía querer que él le llegara mas adentro y luego cambió su respiración…cambió el ritmo…él pudo sentir las ondulaciones y temblores dentro de ella cuando un orgasmo la sacudió una y otra vez. Era demasiado y él no podía aguantar. Se movió contra ella, varias veces, haciendo que ella al mismo tiempo se apretara contra él, mas y mas rápido. Acabó junto con Miguel, deseosos, logrando sostenerse contra ella cuando el también tuvo su orgasmo y su cuerpo se retorció en tremendo clímax.

Luego ella se dejó descansar apoyándose en él, reposando sobre el pecho de Miguel, para estirar las piernas y quedar colocada encima. Ambos estaban jadeantes, con susurros suaves de placer. Pero ahora no estaba bien metido, y se había puesto fláccido, morbido, y se estaba saliendo, pero ella se rió entre dientes y apretó todos los músculos intentando prensarlo mas, exprimirlo, comprimirlo, y Miguel lo jaló hacia afuera, aquel pene débil. Lo terminó de sacar y sintieron todo mojado en el medio de los dos.

- ¿Ya conseguiste lo que querías? - preguntó él.

- Si – contestó Marlene, y comenzó a desatarle la mano.

End of Story


Traducido por Marcos Urbina
Traduttore_traidore


CUENTO ORIGINAL EN INGLÉS

It hadn't gone well, Darla thought, as she leafed through an old
magazine. She shifted position, took her shoes off, and curled her
feet up comfortably beneath her on the couch. Across the room,
Michael was still typing away. They'd been working together quite
well on the book, and then he'd had one of his sudden fits of
inspiration and had shooed her away, irritably, because he didn't
want her "looking over his shoulder." As if he hadn't looked over
mine enough, she thought. And leaned on it at the same time. I
wish we could get an office with two desks, two typewriters, and a
brick wall between them! With a sigh, she picked up another
magazine and slid farther down into the cushions that covered
Michael's couch.

She'd just begun reading a fascinating article on archaeological
discoveries at Tell-el-Amarna when Michael spoke. "Look, it's
getting late, and I have a lot of things to do in the morning. Time
for you to go home."

Darla closed her eyes for a moment. All right, she thought, if that's
the way you want it... She reached down, slipped on her shoes
again, tossed the magazine on the table and got up to go. Her
portfolio and purse and all her papers had been left on the table by
the door, and she turned that way, unwilling to look at Michael.
Sometimes, she thought, I wish you hadn't talked me into this so-
called collaboration. I wish you hadn't insisted that we both work
here at your place. I wish you hadn't...

He came into her field of vision, surprising her out of her train of
thought. He stood there in the light reflected from the desk, shirt
gone, tenuous smile on his face. If you really wanted me to leave,
she thought, why did you take off your shirt? A smile replaced the
sullen expression on her face.

"Gee, Michael, I've seen that half of you before. Why don't you
take the rest of it off?"

He looked down at himself as if to say, who, me? "Ladies first," he
said. "Or is it, you show me yours and then I'll show you mine?"
His tone of voice was light, slightly sarcastic. "I'm just getting ready
for bed here."

Hmmm, thought Darla, I bet he thinks that'll get rid of me. By all
rights, it should, but I'm tired of doing everything his way. "All
right," she said softly, and without another word, she quickly
unsnapped her jeans, unzipped them, let them drop to the floor and
stepped out of them. "Like this?"

Dead silence in the room for a moment. Then Michael said, "Now
wait a minute, put those back on. That's not what I meant, and you
know it."

"No, Michael, I don't know it. I just did as you asked. We're not
playing this game by your rules any more. You started it, and this
time you're going to have to finish it."

Surprised at her own sudden courage, she slipped out of the large,
loose overshirt she wore, and dropped that to the floor as well.
Clad only in a lightpink tank-top and matching panties, she stepped
out of her shoes and walked closer to him. He retreated. Her eyes
were fixed on his. She smiled. Moving close to him, she lightly
brushed her fingertips through the soft hair on his chest. He
gasped, and held her hand still in his own. She reached up with
her other hand, and now held his hand in a warm embrace.

"Come on, Michael," she said, pulling him in the direction of his
bedroom.

For a moment, he resisted. "No," he said, "we can't do this. Let's
stop it now before things get out of hand."

"They're already well in hand, Michael, and you come with me
now."

"No," he said.

"Yes," she said, and pulled him along by the hand. He tried to pull
away from her, but not with any real strength, and then he
followed.

She led him into the bedroom, over to the bed, then turned. "Lie
down here, Michael, and I'll help you take the rest of those clothes
off."

"I've been dressing and undressing myself for a few weeks now,
you know," he replied, sarcastically.

"All right then, you do it. I have some things to do here."

She turned and walked away from him, opening the doors to his
closet. She didn't look back at him. After a moment, soft sounds
indicated that he was undressing. She found his tie rack at the
back of the closet and looked it over. Hmm, which ones look the
softest, the most worn? Which ones will cost least for me to have
sent to the cleaners, she wondered with a smile. I'm glad he has to
wear suits to work -- this is a nice large collection. Sorting through
the colorful array, she selected four that looked a bit frayed around
the edges. Holding the ties in her hand, she folded the closet
doors shut.

Michael was sitting on the edge of the bed, pulling off his socks.
He was still wearing a pair of light blue cotton bikini briefs. It was
obvious that the situation was beginning to excite him. She went to
the light-dimmer on the wall and reduced the illumination in the
room to a soft glow.

"Lie down, Michael."

"No."

She walked over to him, ties dangling from her hand, and put the
other on his shoulder. Her nipples had hardened under the thin
tank top, and she stood with legs slightly apart. She looked directly
into his eyes.

"Yes," she said.

Silently, he lay back across the bed, his feet still on the floor.

"No, Michael, lie properly on the bed for me."

He shifted position, bringing his feet up on the bed. She sat down
beside him and took his left hand in hers. She brought it up to her
mouth and traced the fingertips with her tongue. He shivered
slightly. She gently opened his hand and kissed the palm. Then,
she took one of the ties and tied it gently but firmly around his wrist.
He watched her, but made no move. Kissing his palm again, then
biting him very softly on the soft mound of flesh beneath his thumb,
she laid his hand down on the bed and tied the other end of the tie
to the bedpost. Then, she took both hands and caressed his arm,
softly, all the way down to his shoulder, past it, over his nipple and
down his side. He wiggled and gasped, but made no other sound.
She got up, taking the rest of the ties with her, and walked around
the end of the bed to the other side. His eyes followed her outline
in the dimly lit bedroom. She sat down beside him on the other
side, and traced his cheek lightly with her hand, then brushed his
hair back, allowing her fingers to slip down and circle his ear, very
gently. He turned his head to the side, trapping her hand between
his ear and his shoulder. She smiled. Picking up his right hand,
she traced the lines on the palm with a gentle finger, then her
tongue. She took each of his fingers in turn into her mouth and
sucked on them gently. She looked down at him, saw the very light
film of sweat on his chest, and smiled. Then, she tied the tie gently
around his wrist, put his hand on the bed, and tied the other end to
thebedpost. Then, again, she took both hands and caressed his
arm, all the way down, over the shoulder, onto his chest, circling
his nipple with gentle but insistent fingertips. He wriggled, pulling
against the ties, but they held him in a firm grip of their own. Her
hands continued down his chest, over his belly, making the skin
flutter, down his sides, down his right leg. Making circles with her
fingertips, she shifted her position on the bed, caressed his leg,
down to his ankle, then onto his foot. Being careful not to tickle
him, she massaged the foot. Then, she took another tie, tied it
firmly around his ankle, stood up, pulled his leg out a bit, and tied
the tie to the footboard.

Then she got up, moved back around to the other side of the bed,
and looked down at him. This time, she remained standing,
running the backs of her fingernails slowly, gently, down his leg,
beginning at the thigh, reaching the ankle in slow degrees. She
picked up his foot and quickly tied it to the bed. Her own breathing
was coming more rapidly now.

"My goodness, Michael, you didn't get completely undressed. I
wonder what we'll have to do about that?" She looked at the large
bulge under the briefs and smiled.

Darla looked at Michael on the bed for a long moment. Her eyes
were closed slightly, and her breath was coming more quickly than
before. Michael shifted on the bed, testing the strength of his
bonds, and found himself held fast. Darla watched him with a
smile. And then, suddenly, she turned and walked out of the room.

"Hey! What IS this??" Michael shouted. "Is this what you wanted?
Leave me here like this? C'mon!"

"Just be patient, Michael," came her voice from another room. "I
know that's not one of your virtues, but this time you really have no
choice. I'm not leaving."

He could hear the sounds of cabinet doors opening and closing.
He tried to pull his hands loose, but the harder he pulled, the tighter
the knot got. He was still struggling when she reappeared.

"You don't trust me much, do you, Michael? I told you I wasn't
leaving. Now quit doing that before you cut off the circulation to
your hand."

She set the pile of things she'd been carrying on the floor. Then,
deftly, she readjusted the tie on his left arm where his hand was
beginning to turn purple.

"You're going to enjoy this, I promise you, so don't fight it."

He lay back on the bed, panting, and looked at her. Even in the
dim light, her own excitement was obvious. She bent down and
picked up two large, slightly worn bath towels from the floor. Sitting
down, she laid the folded towels on the bed beside him.

"Turn away from me for a moment and let me slip this under you."

He turned as far onto his side as the bonds would allow, and she
spread the towels beneath him, smoothing them out. Her warm
hand brushed against his back, as if to smooth away the tension
there as well.

"All right, now roll back this way."

She walked around the bed, pulled the towels out beneath him and
smoothed them across the bed. There was now a layer of warm,
soft terrycloth beneath him from his neck almost to his knees.
Puzzled, he watched her as she walked back to the other side of
the bed.

She picked up a small, heavy ceramic bowl from the floor and set it
on the bedside table. And then, standing beside the bed, she
began, very slowly, to caress herself. Her hands ran, teasingly,
from her collarbone over her breasts, circling from the outside
toward the center. Her eyes were nearly closed. Her back arched
slightly and her shoulders moved from side to side as her fingers
moved inwards. She held first one nipple, then the other, and
pulled them slightly outwards against the fabric of the tank top.
Then her hands continued their slow, languourous travel, making
their way downwards. Her fingers slid inside the waistband of her
panties. Her eyes opened slightly and she watched him with a
smile as she wiggled her hips, very slightly, and slid her hands
farther under the fabric, but then, instead of continuing to the
center, she slid her hands against her sides, stepped back a bit,
and slowly, slowly pushed the panties down. As she worked the
panties down, farther and farther, she stepped back a bit more from
the bed so that he could see her. He strained against the ties as
he lifted his head to watch.

She wiggled her hips and the panties slid the rest of the way to the
floor. Quickly, she bent over and picked them up, rubbing the
fabric between her hands.

"My goodness, I wonder why these are so damp? Do you want to
feel it, Michael?" -- bringing the soft fabric up against his cheek as
he turned his head away. "No? Ah well, no loss. Now, we need to
do something about you, don't we?" And with that, she dropped
the panties to the floor.

Her hand traced a path up his left leg, caressing him, gradually
working upwards. When she reached the elastic on the leg of his
briefs, she slid two gentle fingertips underneath it, tracing the path
of the elastic across his leg, feeling the coarser hair beneath,
teasing him, coming close to where his bulge began, but never
quite touching it. He turned slightly towards her and made a soft
sound. Her fingers slid a bit farther beneath the fabric, then
withdrew. She drew the backs of her fingernails across his belly,
very gently, and watched the skin flutter and his back arch
involuntarily at her touch. Again and again, till he was writhing on
the bed.

"Stop it!" he gasped.

"All right," she said, and moved back away from the bed, walking
around to the foot of it, never taking her eyes off him. She climbed
up on the bed, to kneel between his legs. Watching him, again,
she began to caress herself, her hands following the same path,
but lingering longer on her breasts, pulling the nipples out again
and again. Then her hands moved downwards, up under the tank
top, and she drew it up and over her head and tossed it to the floor.
The soft light revealed a light film of sweat.

Then she leaned forward a bit and reached up toward where his
left hand was tied. With both hands, she caressed his arm, slowly
working her way downwards, using fingertips and fingernails in
gentle concert. She traced her way down over his collarbone, his
nipple (circling until he writhed again) and again over his belly,
making him twist under her hands. This time, she approached the
waistband of his briefs and slid her fingers beneath, sliding them
down ever so slightly, releasing him a bit. Breathing faster but still
smiling, she ran a gentle fingertip around the ridge on his cock,
only once. His back arched again and he pressed against her
hand, his body wanting more.

But her hands moved upwards to his other hand and arm, and
again, she repeated the slow downward massage. By the time she
reached his cock, he was gasping.

"Oh God, please..."

"Please what, Michael? What would you like?"

"What... oh... in your mouth, please..."

"Ah, but I can't do that while you have those on. You should have
gotten undressed, you know? What shall I do now?"

Her fingertips pushed the waistband down a bit more, teasing him
by tracing a path through his hair.

Darla knelt on the bed and considered the situation. Then, lightly,
she began to trace the outlines of Michael's cock through the fabric
of his briefs. Around, down, up, back, her hands made a path over
the light blue material, but they did not again touch bare skin. He
began to move his hips in rhythm with her fingers, wiggling
whenever she moved upwards in an attempt to pull her hands
where he wanted them to be. Her fingers moved down between
his legs, teasingly, slipping inside the elastic now and again to
caress him.

She bent closer to him, watching his reaction. Her mouth opened
slightly, she bent her head down by her hands. He moved his hips
upward, seeking her mouth. Shaking her head, then, she brushed
her hair over his stomach, lightly over the head of his cock, and
then straightened up. He flopped back on the bed in
disappointment and looked at her.

"Bitch," he said through clenched teeth.

"Yes, Michael, all that and more."

She looked down at him through hooded eyes. And then, slowly,
she put her index finger in her mouth and sucked on it, moving it in
and out of her mouth. Then two fingers. He pulled against the ties
that bound his hands. They held him fast. Angry now, he
struggled, trying to break free, but she made no move, kept sucking
her fingers and watching him. At last, exhausted, he gave up. She
took two wet fingers out of her mouth and traced them around the
head of his cock.

"Is that what you want? Is it?" No answer. "I'll give you what you
want, Michael, but you have to give me what I want, too."

Her fingers moved faster, feeling how slippery his skin had
become, spreading the fluids around in wider circles.

"Yes," he said, pressing up against her hand. "Yes."

"Good," she said.

Moving one leg over his, then the other, she slipped off the bed to
stand beside it. Her hands slipped down inside the briefs, sliding
them down. She reached around him; he arched his back to help
her pull them down.

"Now, Michael, you have to do as I tell you, or I'll leave you here
like this and go home. Understood?"

"Yes..."

Her fingers trailed down his left leg, making circles with the backs
of her fingernails. He lifted his head to watch her. She untied the
tie from the foot of the bed, and he wiggled his foot, unsure of what
she wanted him to do. She reached up to slide the briefs down to
knee level and he bent his knee, allowing her to stretch the fabric
over his knee and then down and off his leg. He put his foot flat on
the bed, knee still bent, and she ran her hand down the back of his
leg slowly, circling, still standing beside the bed, finally reaching
beneath him, probing, making him curl his leg up against his chest
to give her easier access. She pressed the leg back down again
gently, withdrew her hand, and re-tied the tie.

"Now, Michael, we both get what we want."

She reached into the ceramic bowl on the bedside table and
brought her hands back out, shiny with oil. She rubbed her hands
together, then caressed her breasts again, and again, sliding the oil
over her skin until she shone softly in the dim light. More oil, and
her hands moved downwards. More oil, and she reached to caress
him as well. Her hands moved over his chest, his shoulders, down
over his stomach. Dipping her hands into the oil again, she placed
them on his chest and climbed back up to kneel between his legs.
She moved both hands down, tracing a circle on his stomach,
moving down between his legs. Then her hands slid gently
upwards again, upwards, but this time, she shifted her position so
she was leaning close to him. The higher her hands reached, the
closer she came, until by the time her hands reached nearly to his
wrists, her nipples were brushing against him. Oiled skin against
oiled skin, she slid down, the pressure light but the contact
unbroken, until his cock was between her breasts. She shifted
from side to side, rubbing him in gentle circles. His back arched,
and she allowed him to press more firmly against her for a moment.

Then she began to slide her hands gently upwards along his skin
again, raised herself up a bit. Panting, he looked at her, trying to
guess what she would do next. She smiled. Then she sat up,
straddling his legs, and wiggled her hips until he could feel her,
warm, wet, soft cunt brushing against him. She reached down to
hold his cock against her and began moving her hips slowly,
rocking back and forth. He pushed up against her, moving in
rhythm, hoping that soon, she would slide him inside her, pulling
against the ties on his arms as he kept pace with her motions.

As his breathing began coming in ragged gasps, she realized how
very aroused he was, and stopped her motion.

"No, Michael, not yet. I'm not ready yet. Wait for me."

She sat back a little bit, settling down against his thighs, and began
to caress her breasts with both hands. Her fingers made rapid
circles on the lightly oiled skin, moving inwards to the nipples,
pulling them out, rolling them between her fingers, releasing them,
circling outwards again. Soon, one hand moved down her
stomach, circling, brushing through her short, curly pubic hair,
sliding in between her lips. In the darkened room, tied on the bed
as he was, Michael could not really see her hand, but he could tell
by the motion of her body that she was moving it faster, sliding it
down between the lips, caressing herself as far back as she could
reach. She moaned softly and brought the hand forward again,
teasing herself, circling, never quite touching the center of her
desire.

He watched as her hands moved in rhythm, one up, one down, and
she began to rock back and forth, panting, making small soft

sounds of desire.

Suddenly, she wrapped both arms around herself.

"Michael, are you ready?"

"Yes," he whispered.

"Yes," she echoed, and moved forward a bit.

She reached to caress his cock with both hands, feeling how wet it
was, sliding her fingers over it to spread the lubrication around, the
wetness from her hands adding to his. And then she rose on her
knees, moved forward, holding him with both hands, and slowly,
slowly, brought him into position and settled down against him just
a bit. He slid inside her, just a little, the slick warm skin sliding
easily. They both gasped as he slid inside.

She kept her hands in place as she settled farther down, slowly,
slowly allowing him to slide farther inside. He pushed up against
her, but she was tight with desire and he could not make himself
slide in any faster. Deeper and deeper, until finally, he was all the
way inside her. She stopped for a moment, and he could feel her
muscles tighten against him still more.

And then she began to move. Slowly at first, she began to rock her
hips, sitting up but leaning slightly forward, rising up so that he slid
almost all the way out, sliding him back within her again. The
lubrication increased and they moved faster against each other.
Her hands went back to her breasts, pulling the nipples out in
rhythm with her hips. Faster and faster she rocked, up and down,
back and forth, her hands in constant motion. She seemed to want
to draw him deeper and deeper inside her. And then her breathing
changed... the rhythm changed... he could feel the ripples inside
her as her climax rocked her again and again. It was too much for
him. He pushed up against her, again and again, making her move
with him, faster and faster. She went with him, willingly, reaching
down to hold him against her as his body twisted in climax as well.

And then, she relaxed against him, nestling against his chest,
straightening her legs out so that she lay on top of him. They were
panting, making soft sounds. He was still inside her, but growing
softer, sliding out. She chuckled, and tightened up all her muscles,
trying to squeeze him farther out. He pushed up against her, but
weakly, and finally slid out, feeling the wetness between them.

"Did you get what you wanted?" he asked.

"Yes," she said, and reached up to untie his hand.
End of Story
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