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Categoría: Aberraciones

La violación de Emilia

La pollera de Emilia se levanta lentamente hasta que sus muslos desnudos quedan a la vista. No entiende bien qué pasa, sólo recuerda en flashes borrosos que hasta hace un momento estaba en una fiesta. Siente la mano cálida que sigue corriéndole la pollera al mismo tiempo que acaricia su piel sedosa. Intenta ver, pero está mareada y solo puede posar su mirada sobre el hombre que está encima de ella durante un segundo. Luego, sus ojos giran involuntariamente, y los párpados se cierran.

Pero todavía no está del todo dormida, y logra escuchar la música que le llega desde abajo. Ahora se da cuenta de algo: todavía está en la fiesta, y esos recuerdos confusos sucedieron hace apenas un rato. De repente siente que el hombre que le metía mano, había llegado hasta su sexo, y le acariciaba la vulva a través de la bombacha. Hace un esfuerzo y abre los ojos. Todo su cuerpo está adormecido, por lo que las caricias que le realiza aquel hombre desconocido apenas las percibe como un toqueteo molesto, que está lejos de excitarla. Sin embargo el tipo sí parece disfrutarlo, y Emilia alcanza a oír, como si fuesen palabras provenientes de algún sueño, las frases vulgares que le susurra mientras que con los dedos frota a través de su bombacha “Que linda putita, como te gusta eh, miren que linda bombachita rosa que tiene la trolita”, escucha decir, por lo que Emilia, en medio de su aturdimiento, se percata de que no es un solo hombre el que está con ella.

Hace otro esfuerzo descomunal y logra articular algunas palabras “¿Qué pasa, dónde estoy?”, dice, con una voz apenas audible. “Quedate tranqui que te vamos a tratar bien”, dice alguien a su espalda. Entonces siente el peso del cuerpo del hombre que le acababa de hablar, que hunde el colchón, justo al lado de su cabeza. Ahora sabe que está tirada en una cama, y que la acompañan al menos dos hombres, aunque todavía no entiende cómo ocurrieron las cosas para que se encuentre en esa situación. De lo único que tiene certeza es que no quiere estar ahí, pero su cuerpo aletargado no reacciona como debería, y su mente apenas puede hilvanar algún que otro pensamiento lógico.

Recibe unos golpes en la cara. No le causa dolor alguno, pero siente la dureza de aquellos latigazos en el rostro. “Abrí la boquita mami”, dice alguien, y luego le oprime la nariz, haciendo que abra la boca por inercia, tal como se lo acababan de ordenar. El miembro gordo y duro se frota con sus labios y dientes mientras se abre paso hasta tocar su lengua. Emilia siente la viscosidad del líquido preseminal al mismo tiempo que nota que su pollera ya está arremangada hasta la cintura y su bombacha ya no le protege el sexo. Una lengua invasora empieza a saborear su clítoris, y por una vez, su cuerpo responde con un estremecimiento: sus caderas se levantan y hace un movimiento pélvico involuntario. “¿Te gusta, no putita?”, dice el hombre que tiene entre sus piernas. Emilia alcanza a decirse mentalmente que no le gusta nada de lo que está pasando, pero que su cuerpo no le obedecía. “n…” alcanza apenas a pronunciar esa consonante sin poder terminar de negarse, porque el otro hombre le vuelve a meter la verga en la boca. Ella no podría chuparla como él quisiera, y tampoco tiene energías para morderla como ella misma lo desea, por lo que el tipo mete y saca su miembro, como si en vez de estar recibiendo una mamada, se la estuviese cogiendo por la boca.

El hombre que le chupa el clítoris interrumpe su obscena tarea, la agarra de las piernas y se las flexiona. Ella siente cómo su cuerpo se mueve como si fuese un mueble que esos hombres estuviesen llevando de un lado a otro. Y luego siente el falo duro que se introduce en su sexo, sin preámbulos ni contemplaciones, haciendo que su torso se hunda sobre el colchón y sus piernas se abran aún más. Entonces comienza una cadencia de estocadas y sonidos que sólo se escuchan durante el sexo. Tanto en su boca como en su vagina, los tipos entran y salen sin cesar. A Emilia le resulta imposible determinar hace cuanto se la están cogiendo, pero le da la impresión de que son horas y horas. Aun estando drogada (como suponía que estaba), su sexo, a diferencia del resto del cuerpo no es inmune al tacto de los extraños. Por el contrario, lejos de coincidir con su propia voluntad, las continuas penetraciones la estimulan de tal manera que ya está disfrutando de la vejación. Hasta larga gemidos, que la avergüenzan e indignan. “aaaahhh”, grita cuando se la meten con más fuerza.

Los violadores, felices de escuchar a la hembra gozar, están tan calientes que ya no pueden contener la eyaculación. Emilia siente el líquido caliente y pegajoso que salta a chorros hasta dar con su cara, y al poco tiempo siente la segunda eyaculación que ensucia sus muslos y su sexo de esa viscosidad blanquecina.

Cree que todo terminó. Su cuerpo se relaja, ya no escucha nada y se sumerge en un profundo sueño del que no quiere despertar. Pero incluso dormida siente cómo su cuerpo se mueve, girando sobre sí mismo hasta quedar boca abajo. Siente el frío del aire acondicionado sobre su culo desnudo. Y ahora, sin lograr despertarse del todo, con la mente más del lado del sueño que de la realidad, recibe los besos húmedos que recorren todo su cuerpo. Un par de labios comienzan a deslizarse por sus piernas, y otro par le besa la espalda. Mientras uno sube, el otro baja, y pronto los dos convergen en su trasero, el cual lamen, besan, y muerden. En fin, lo devoran, como si fuese el plato principal.

Luego algo se le mete en el culo y, ahora sí, abre los ojos, y grita, porque es bastante grueso.

Uno de ellos aprovecha su grito para meterle la verga en la boca, y nuevamente cogérsela por ese orificio. No tardan mucho en acabar en sus nalgas y en su boca.

La dejan tirada en la cama, semidesnuda, y bañada en semen. Enseguida se quedará dormida, pero sólo cuando despierte comenzará su pesadilla.

Fin.

Datos del Relato
  • Autor: Gabriel B
  • Código: 44229
  • Fecha: 17-06-2017
  • Categoría: Aberraciones
  • Media: 7.8
  • Votos: 5
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5028
  • Valoración:
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