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Con sueño y agotado no tuve más remedio que bajar a abrir la puerta del bar, los dos trabajadores del turno de mañana esperaban en la puerta y cuando me vieron no pudieron evitar cierto cachondeo, todo transcurría con normalidad, Carmen como de costumbre llegó a las nueve y se puso a servir mesas con la amabilidad que lo hacía siempre. Aproximadamente a las once hizo su aparición Rosalía, en su rostro se reflejaba una sonrisa de oreja a oreja y en momento alguno me dirigió la mirada
Rosalía: Buenos días a todos, hola Carmen, ¿Qué tal la vacaciones?
Carmen: Eso dígalo usted que las ha hecho y pensábamos que se la había tragado la tierra
Rosalía: Mira chica, yo mejor que nunca, vacaciones largas decisiones drásticas
Carmen: ¿Qué quiere decir?
Rosalía: Ya te enterarás. Ponme dos minis de jabugo y una copa de rioja fresquito.
Carmen: Doña Rosalía, sí que lleva marcha, la veo muy bien y algo más delgada,
Efectivamente cuando me fijé en ella observé que se había acicalado más de lo normal en ella y extrañamente su cara no reflejaba señal alguna del ajetreo de la pasada noche. Pagó la cuenta a Carmen y ni tan solo se despidió de mi pero si de ella
Rosalía: ¿sabes a dónde voy? A ponerme guapa, vida nueva, mujer nueva, dijo con cierto tono de sarcasmo y mientras me miraba por primera y última vez.
Cuando hubo salido del local Carmen dijo alzando la voz: ¡joder que misterioso todo! Ni que la hubieran nombrado marquesa.
Hice como si no escuchara el comentario y seguí con mi trabajo. Los sábados se acumulan los clientes al mediodia y por la tarde suele haber poco movimiento. Carmen ese día suele dedicar esas horas para ir adelantando la limpieza de la cocina y otras zonas sin acceso a los clientes. A las nueve marchó el último trabajador del turno y Carmen y yo nos quedamos solos, momento que trató ella para insinuarse diciendo que tenía ganas de meterse en la cama conmigo para textualmente “volverme loco”. Me vinieron ganas de explicarle lo sucedido la noche anterior con Doña Rosalía pero me contuve. Estábamos acabando de recoger cuando sentimos varios golpes en la persiana ya bajada, Carmen fue decidida a abrir y su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró con Doña Rosalía, no solamente porque no eran horas sino por el vestido que llevaba puesto, de color negro le cubría las piernas justo debajo de las rodillas pero el escote dejaba al descubierto las tetas que ni habiéndola visto unas horas antes totalmente desnuda hubiera podido imaginaba tan grandes.
Carmen: ¡Joder doña Rosalía”, ni que hubiera salido del Interviu!
Rosalía: Ya te he dicho esta mañana que vida nueva, mujer nueva y aquí estoy, dijo sin dejar de mirarme y orgullosa que tuviera la mirada clavada en ella. Continuó:¿ me podéis hacer un bocadillo de tortilla francesa para llevar?, es que he entrado al Corte Ingles a las doce y entre compras y peluquería se me ha hecho de noche..
Carmen: Ahora mismito se lo hago, aunque la cocina ya estaba limpia y ha tenido suerte que hay algo de pan
Rosalía: Gracias guapa, ya digo yo que eres de lo más apañada que corre por aquí, tu jefe debe estar contento contigo, ¿Eh que sí, Matías?. Esta mujer vale para todo
Moví la cabeza en señal afirmativa y por primera vez desde su aparición dejé de mirarla, Carmen entró en la cocina y Rosalía acercándose a mi soltó:
Rosalía: Esta noche supongo que toca sesión, si me lo haces pasar bien te juro que lo compenso con lo que quieras, fóllatela y que me entere yo de todo, ¡que suerte tiene la cocinera!, segundos más tarde aparecía Carmen con un bocadillo envuelto en papel de aluminio y un cartón de leche en la otra mano.
Carmen: ¿se lo pongo en una bolsa Doña Rosalía o se lo quiere comer aquí mientras acabamos de recoger?
Rosalía: Mejor arriba, que así acabáis antes y yo tengo ganas de escuchar el espectáculo
Sin decir más palabras salió del bar mientras Carmen decía: Joder, “a esta le pasa algo”, ¿ tú sabes que quería decir con eso del espectáculo ? la situación me estaba superando y no pude contenerme:
Tomás: Carmen, creo que está noche sería mejor dejarlo, el próximo sábado.. Carmen interrumpió mis palabras
Carmen: Joder, vaya día más raro, otro que no está normal, esperando toda la semana para meterme en la cama contigo y ahora me sueltas que espere otra semana..
No la dejé continuar hablando, la llevé a un rincón del bar, la senté en una silla y sentado ante ella la relaté todo lo sucedido la noche anterior, no escatimé detalles, me escuchaba con la boca abierta y sin pestañear, cuando acabé de hablar, dijo:
Carmen: Y a mí que coño me importa que te la follaras cien veces o que su marido sea un gilipollas o que esté tan loca que disfrute escuchándonos follar a ti a mí sentada en un sillón mientras se mata a pajas, ¿ no dices que te dio permiso para seguir follando conmigo?, pues eso a ponernos contentos nosotros y así estará contenta ella….. además mira: si quiere unirse a nosotros ningún problema que yo no sería la primera vez… una vez en un crucero con mi marido follé seis noches seguidas con él y cada noche una viuda o separada diferente.
Tomó airé para continuar diciendo:
Si no quieres follar conmigo porque no quieres, bien, pero porque te haya acojonado la “señora” al decirte que se lo pasa bien escuchándonos eso sí que no, si quieres la invito y montamos un trio como dios manda que se trata de pasarlo bien y cuantos más seamos mejor, además no has visto lo buena que estaba esta noche, mientras hacía la tortilla he pensado que tenía un revolcón y eso que con una mujer a solas no lo he hecho nunca.
Se levantó, fue a la cocina y volvió a aparecer con una cesta repleta de comida que había sobrado aquel día en el restaurante, sin tener en cuenta para nada mis deseos, abrió la puerta del bar y desde allí me apremió para que la siguiera. Ella como siempre subió en ascensor, yo como siempre a pie por la escalera, cuando llegué al replano estaba apoyada en la puerta del apartamento y su cara era la pura expresión del sarcasmo. Nada más entrar la aprisioné contra la pared y con expresión seria le dije bajando la voz:
Tomás: Como hagas un solo comentario sobre lo que te he explicado te largo a la puta calle, ¿me escuchas bien?,puso cara de asustada pero no le duró más de dos segundos y bajando la voz dijo riendo:
Carmen: Huy que miedo, vamos a pasarlo bien y déjate de gilipolleces.
Mientras comíamos la conversación fue sobre asuntos de trabajo, ambos mirábamos constantemente la rejilla en el tubo que cruzaba el techo, a Carmen se le escapaba la risa evitando ser escuchada, yo mantenía la compostura con semblante serio. Cuando acabamos de cenar Carmen levantando la voz dijo
Carmen: Nos preparamos un cubata y nos metemos en la cama que hoy tengo más ganas que nunca de follarte, no sabes lo largo que se me han hecho estos quince días sin que me la metieras
Tomás: Pero el fin de semana pasado tu marido estaba en Madrid…me interrumpió
Carmen: Pero no folla como tú, folla tanto en el barco que aquí viene a descansar, yo sí que tengo motivos para enviarlo a la mierda, acabó diciendo en voz baja.
Mientras preparaba los cubatas la miré, aquel culo me ponía y aunque no era una belleza despampanante tenía algo que desde el primer día que la conocí me había vuelto loco, tenía un cuerpo más bien menudo y los pechos apenas se le marcaban pero lo solucionaba llevando ropa ceñida que remarcaba las formas de su cuerpo, el culo destacaba por el resto de su delgadez, se acercó hacía mi con un vaso en cada mano y cuando llegó a mi altura se levantó la falda quedando mi rostro oculto entre sus piernas. Susurrando me pidió que le comiera el coño, no había visto cuando se había quitado las bragas o quizás no las llevaba en todo el día. No había hecho más que empezar a lamerle la rajita cuando alzó la voz:
Carmen: Te has fijado que buena estaba hoy Doña Rosalía, esa mujer si la cogiera un hombre de verdad se volverían locos los dos, dudé en continuar comiéndole el coño pero estaba tan rico que me faltó fuerza de voluntad
Carmen: No me importaría compartirla contigo, montaríamos un trio que te juro que acabaríamos los tres agotados, ¿has visto las tetas que marcaba? No me digas que cuando las has visto no has pensado en tirártela, yo te juro que sí lo he pensado, pero me parece que está mal follada, que pena de mujer.
No pude aguantar más a pesar que ya estaba a cien y comenzaba a notar en la entrepierna la polla a punto de reventar, con la palma de la mano tapé la boca de Carmen susurrándole al oído que era una hija de la gran puta, ella entre risas librándose de la mordaza continuo hablando alzando cada vez más la voz:
Carmen: Seguro que ahora se la está follando su marido pero esa mierda de tío seguro que no le da lo que necesita, si la coges tú o mejor los dos la dejamos con una sonrisa de oreja a oreja y el culo y el coño como un bebedero de patos, no pude evitar perder los nervios y grité:
Matías: Mira que eres puta, pues te diré la verdad, sí que he deseado follármela, siempre que la veo lo pienso y esta tarde he pensado que ojala pudiera follar con ella en vez de contigo.
Mi comentario tuvo el efecto contrario a lo deseado:
Carmen: Este es mi hombre, si señor, aunque yo sé que tú puedes con las dos y con lo que te suelten, ¡máquina que eres una máquina de follar, dijo gritando mientras se partía de risa:
Yo temía que algo pasara y no tuve que esperar mucho a comprobarlo, del techo salió una voz:
Rosalía: ¿Que esperáis a venir?, la puerta está abierta y aquí os estoy esperando.
Carmen eufórica tomó el camino del el piso vecino, yo la seguí asustado y preocupado por el lio en me estaba metiendo, la puerta estaba entreabierta, una vez dentro la cerré intentando hacer el menos ruido posible, desde el fondo oí a Rosalía decir:
Rosalía: tú Matías ya sabes el camino, Carmen me miró dando saltitos de alegría.
Carmen: Creo que lo vamos a pasar bien. Dijo en voz baja
Rosalía sentada sobre la cama y totalmente desnuda esperaba nuestra llegada, cuando nos vio aparecer dijo mientras abría las piernas dejando a la vista su entrepierna recién rasurada como capté inmediatamente:
Rosalía: no lo he hecho nunca ni con una mujer ni con otra pareja, y hasta ayer no lo había hecho con un hombre ,espero que lo que hagamos me guste tanto como lo de ayer, miró fijamente a Carmen y acabo diciendo: esta noche Matías me ha puesto a tope, ahora tú que parece ser tienes tanta experiencia enséñame a follar con una mujer.
Carmen fue decidida en busca de Rosalía, por un momento pensé que no llevaba buenas intenciones, pero me tranquilice cuando le estampó los labios en el coño, fue un contacto intenso que hizo cerrar los ojos a Rosalía, poco a poco la boca de Carmen fue subiendo hasta llegar a la boca de la mujer desnuda, yo era la primera vez que veía dos mujeres haciendo sexo y me quedé petrificado sin saber qué hacer, me parecía imposible que Carmen que follaba conmigo haciéndome sentir tanto y Rosalía a la que hasta dos días antes tenía como una mujer recatada estuvieran magreándose y comiéndose las bocas con tanta ansiedad.
No hablaban pero los suspiros y jadeos iban en aumento, si una mordía un pezón la otra lamía el cuello con el mismo ímpetu, cada cierto tiempo juntaban sus bocas y yo escuchaba el chapurreo de sus lenguas al frotarse, la temperatura ambiental iba subiendo, ni me percaté como Carmen se había desnudado pero ahora las dos frotaban sus cuerpos mezclando su sudor. La escena me gustaba, lentamente comencé a despojarme de la ropa y decidí esperar a que se desfogaran haciéndome una paja.
Fue Carmen la que rompió el silencio: ¡Joder! ¿Qué coño haces! Dos tías y tu meneándotela como un mono, ambas pararon de magrearse y Rosalía dijo: Tráeme esa polla que vuelvo a tener ganas de comérmela, obediente se la acerqué al rostro y sus primeros lametones me supieron a gloría, con los labios presionaba el glande mientras con dos dedos arrastraba la piel lenta y suavemente, busqué a Carmen y la encontré acostada en la cama con su cara escondida entre los muslos de Rosalía, sin duda le comía el coño. Los tres habíamos comenzado a sudar, yo empezaba a tener sensaciones de estar a punto de correrme, saqué la polla de la boca de Rosalía y situándome a espaldas de Carmen le metí con sumo cuidado en el coñito que estaba totalmente mojado, el mete y saca se hizo constante, Rosalía comenzó a gritar de gusto rogando a Carmen que no parara de comerle el coño, yo desde mi situación veía su cara colorada como un tomate y como las órbitas de sus ojos quedaban totalmente blancas, con las manos apretaba la cabeza de Carmen contra su coño como si intentara meterla dentro. Los alaridos de Rosalía no distinguían si eran de puro placer o de dolor.
Estaba impactado por la actuación de las dos mujeres pero no olvidaba meter y sacar la polla en el coño de Carmen que cuando dio por finalizada la comida del coño de Rosalía comenzó a gemir y dar muestras de estar a punto de correrse, a cada embestida yo notaba como apretaba sus labios vaginales para procurarme más gusto, Rosalía se había repuesto del clímax disfrutado y ahora me morreaba la boca de manera que su lengua daba la sensación que quería llegar al fondo de mi paladar. Carmen ya desbocada ya se estaba corriendo y dejaba ir tanto liquido vaginal a cada empuje de mi polla se podía escuchar algo parecido a “chof”.
Fue un momento sublime cuando algo despistado por corresponder el morreo de Rosalía no pude evitar correrme dejando ir chorros y chorros de semen que se iban depositando en la vagina que tenía penetrada. Rosalía debió captar lo que había sucedido y como una loca me separó de Carmen y fue directa hacía mi polla para recoger los últimos hilos de semen que seguían saliendo. Carmen también participó en la limpieza total del falo que continuaba erecto. Unos minutos de calma reinaron en el ambiente, los tres nos mirábamos poniendo cara de satisfacción y teniendo los ojos vidriosos mientras el sudor resbalaba por nuestra piel
Rosalía rompió la tregua, por su boca se adueñó de mi polla con intención de que volver a ponerla dura y tan pronto como lo logró pasó su pierna por encima de mi cuerpo, se sentó sobre mí y ayudándose de las manos guio mi pene al interior de su coño que seguía empapado. Mientras me cabalgaba nos mirábamos fijamente de tal manera que me sentí intimidado por la poco experimentada en follar que parecía aprender a pasos agigantados siendo capaz de llevar la iniciativa, ella rompió el silencio:
Rosalía: No sabes las veces que he escuchado como follabais y le pedías que no parara de cabalgarte, podía oír vuestros jadeos y pensaba como sentiría una mujer montando un hombre
Tomás: No has tardado en aprender, parece que lo has hecho toda la vida
Rosalía: Lo bueno se aprende enseguida y tengo la ventaja de saber montar a caballo dijo suspirando y cerrando los ojos me regaló una sonrisa que entendí de agradecimiento por saber complacerla.
Carmen que observaba la escena con atención se situó sobre mis piernas y agarrando a Rosalía por la cintura comenzó a ayudarla a subir y bajar marcándola el ritmo y consiguiendo que cada vez la caída fuera con más fuerza, las tetas de Rosalía iban de un lado a otro a ritmo frenético, yo intentaba seguirlas con la mirada sin perder la concentración en el mete y saca de mi polla en la cueva que ya no dejaba de manar humedad. La cara de Rosalía era la viva imagen de la lujuria y el deseo de placer, cada vez más colorada no dejaba de suspirar y jadear, de tanto en tanto me rogaba que no parara y que siguiera follándola más. Pocos minutos antes yo me había corrido y eso me permitía aguantar sin síntomas de volver a hacerlo.
Cuando noté que estaba a punto de aliviarme dejando salir la leche acumulada me escabullí de debajo de ella, la empujé contra la cama, hinqué las rodillas sobre las sabanas y puse todo el ímpetu que era capaz para dirigir el semen que mi pene escupía hacía el rostro de Rosalía que abrió la boca intentando recogerlo, lo consiguió en parte pues le quedó el rostro cubierto de líquido que relamía con la lengua, sin duda alguna estaba disfrutando pues entre suspiro y suspiro no dejaba de nombrar a dios
Carmen impertérrita contemplo el final del acto con expresión de estar pasándoselo bomba a pesar no haber participado activamente, creyó llegado su turno y sin apenas darnos descanso se tumbó en la cama invitando a Rosalía a que se colocara encima suyo de tal manera que le pudiera comer el coño y esta no tardó en entregárselo para que lo degustara cuanto quisiera, ahora era yo que atónito por el aguante que demostraba Rosalía miraba la escena mientras me tomaba un respiro.
Desde mi posición veía perfectamente como la lengua de Carmen sobaba una y otra vez toda la entrepierna de Rosalía deteniéndose a ratos en penetrarle la vagina, con los brazos en cruz se agarraban de las manos hasta que Carmen soltó una de ellas y la llevo a las nalgas de Rosalía a la que dio unas cuantas palmadas que hicieron tomaran color rojizo, con el dedo índice comenzó a acariciar el ano buscando humedad pos el resto de la zona que estaba chorreando, poco a poco el minúsculo agujero se agrandaba mientras yo embobado seguía mirando, inconscientemente había comenzado a hacerme una paja que había vuelto a ponerme la polla dura.
Los jadeos eran continuos, ambas suspiraban y Rosalía que por la posición era la única que podía articular palabra no paraba de exclamar que quería más y más. Ahora los dedos que jugaban con el antes estrecho agujero eran tres dando la sensación que no podía hacerse más grande, decidí ponerme en cuclillas sobre las nalgas de Rosalía, con cuidado aparte la mano de Carmen y con suma delicadeza hice un primer intento de meter mi polla en el ano que por tamaño y lubricación parecía a punto de ser penetrado. Carmen supongo que satisfecha por haber logrado que Rosalía hubiera encadenado orgasmo tras orgasmo y sintiéndose alma caritativa se escurrió de debajo y con cara de felicidad se sentó en el borde de la cama a observar como yo profanaba una y otra vez el culo de la hasta hace poco reprimida señora, entre lo de la noche anterior y lo de ahora estaba demostrando ser una alumna aventajada.
Ni una sola queja ni señal de dolor, todo lo contrario movía su culo con claro deseo de que mi polla rozara plenamente el interior de su culo y que no quedara un centímetro del agujero sin ser poseído, me había corrido dos veces esa noche y sabía que para volver a hacerlo tendría que bombear un buen rato, mis huevos colgando no paraban de golpear los glúteos de Rosalía, notaba como la polla se hinchaba cada vez mas pero eso no impedía que se deslizara suavemente dentro de la oscura cueva. Los poros de la piel en mi cuerpo transpiraban dejando correr gotas de sudor que caían confundiéndose que el que manaba del cuerpo de Rosalía que daba muestras de cansancio pero se veía obsesionada en probar otro momento de éxtasis. Los jadeos y los gritos de placer salían de la mujer que me estaba follando continuamente, yo sentía mis venas a punto de reventar, la capacidad de sentir placer parecía no tener límite hasta que no pude aguantar más y me alivié dejando escapar ráfagas de semen no tan abundantes ni con la misma fuerza que las dos corridas anteriores.
Rosalía quedó tendida boca abajo con apariencia de estar extenuada, su culo era un cuadro de color rojizo y Carmen aplaudía y gesticulaba excitada por la escena porno vivida en directo
Carmen: Joder con la señora, ha aprendido en dos noches lo que yo en mil, si no lo veo no lo creo, pensaba que no iba a tener suficiente nunca. ¿ si quiere llamo a un negro de mi barrio que dicen es una maquina sexual? Yo no me lo he follado porque mi marido que es racista me lo tiene prohibido pero dicen que es una máquina de matar y un pollón que parece un torpedo.
Nadie contestó, todavía eran notorios nuestros soplidos mientras intentábamos tomar aire, Carmen ya descansada y relajada continuó tocando las pelotas:
Carmen: Así que el cara palo de tu marido no follaba contigo pero se ha ido con una brasileña, a lo mejor le ha pasado lo mismo que a ti; que la brasileña le ha enseñado a follar, no hay nada peor que dos tontos follando si saber hacerlo ni saber enseñar al otro como se hace……. ¡ joder! ¿ no será que la brasileña tiene pito? Ja ja ja ja ja
Rosalía ni se inmutaba y yo hacía gestos para que Carmen callara de una vez sabiendo que no me haría caso, daba la sensación de que deseaba continuar la fiesta pero los otros dos no estábamos para eso. Llegó a la conclusión de que todo había acabado por esta noche cuando Rosalía nos sorprendió diciendo:
Rosalía: Me ha gustado, joder si me ha gustado…………………… y yo sin saber lo que era follar hasta los cuarenta…….ahora….
Se incorporó, acercó sus labios a los míos y por primera vez en las dos noches me dio un beso casto, hizo lo propio con Carmen, impedí que Carmen dijera otra de sus barbaridades tapándole la boca, los tres nos habíamos relajado y seguíamos completamente desnudos con toda naturalidad, Rosalía propuso que podíamos compartir el jacuzzi pues cabíamos los tres, nos dirigimos a la otra punta del piso a través de un largo pasillo y tras cruzar una sala equipada como gimnasio entramos en una habitación en el centro de la cual un jacuzzi forrado de madera comenzó a burbujear cuando Rosalía manipulo el mando. Uno tras otro entramos en el agua entre risas y bromas, con nuestros cuerpos hundidos en las revueltas aguas cerramos los ojos.
Las dos mujeres estaban en frente, mis piernas estiradas quedaban en medio de las de ellas, disfrutaba de la delicia del agua tibia que con su movimiento hacía que me relajara cuando note que lo que solo podía ser un pie rozara mis testículos, sin abrir los ojos intente adivinar la propietaria y decidí que era Carmen, craso error, cuando abrí los ojos observé que tenía los ojos cerrados y estaba totalmente inmóvil, a su lado Rosalía me miraba con una sonrisa lasciva, se incorporó y sin salir del agua juntó su boca a la mía en un morreo que hizo que nuestras lenguas guerrearan dentro de las bocas en erótica lucha, cuando ella se cansó de comerme la boca me dio las gracias por haberla ayudado a superar no solo el mal momento de los últimos días sino a comenzar los años de matrimonio. Aquella noche dormimos los tres en la gran cama que había sido testigo de nuestro festín.
Han pasado unos meses de todo aquello, Carmen se fue a vivir con su marido a un pueblo de Andalucía donde consiguieron la concesión para la explotación del bar de la zona deportiva y él es encargado de mantenimiento, no pasa una semana que no nos llamé por teléfono y diga que han sentado la cabeza. Rosalía y yo continuamos igual, nos montamos nuestras fiestas con la máxima discreción, yo vivo en la buhardilla y ella en su piso, pero casi todas las noches compartimos la misma cama y Rosalía continua diciendo que le falta todavía mucho para recuperar el tiempo perdido. De su marido nunca más se supo y yo por cierto no tengo que pagar el alquiler. FIN
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