LA VIDA DE LUCÍA
EL SUEÑO
Yacía en la cama. Compartía un plácido sueño entre sus sábanas blancas. Llevaba su típico camisón suave como la seda, igual que su piel morena, que le llegaba a poco más de la cintura. También de un color blanco, como sus sábanas. Bajo el, no llevaba nada, y sus bonitos pechos se les marcaban y se podía ver sus rosadas copas. Una corriente de aire hizo que Lucía diera un gemido de comodidad. Sintió como sus sábanas se levantaban y alguien se acomodaba junto a ella. Unos labios pasaron por su cuello. Ella hacía extraños ruidos, placenteros. Aquellos labios se escurrieron hasta su clavícula, dándole suaves besos. Lucía habría poco a poco su piernas. Aquella otra persona levantó su camisón hasta la espalda, dejando al descubierto su cuerpo de cintura hacia abajo. Aquella persona fue a besar su pelvis, pasándole los labios y su lengua por las ingles hasta llegar hacia la vagina de Lucía. La besaba y lamía con su lengua mientras sus manos agarraban fuertemente los muslos de la joven, que no podía contenerse el restregarse entre sus sábanas del gran placer. Llegó a alcanzar el “clímax”. Besó sus piernas lentamente mientras las masajeaba con sus grandes manos. Besó sus bonitos pies con la lengua y esta se los frotaba entre las piernas de aquél hombre. Lucía, aún con los ojos cerrados gemía, y no se contuvo al pasar sus lindas manos por su barriga, subiendo su camisón hacia más arriba, dejar a descubrir sus grandes pechos, bastante grandes y muy maduros, a pesar de tener solo quince años. Acarició ella misma sus senos, y frotó con saliva sus copas rosadas, notándolas duras por lo mucho que le estaba poniendo aquella persona, que no reconocía y no sabía cómo había entrado en su casa. El extraño individuo volvió a ascender hasta los pechos de Lucía, dándole besos por todo su cuerpo. Agarró con una mano un pecho de Lucía, que le cabía en la mano, pero con dificultad. Y pasó su lengua por la copa rosada, aquél pezón tan maravilloso, mientras le daba algún que otro mordisco pícaramente. Estuvo sobando las bonitas tetitas de Lucía cuando su gran pene se deslizó por la concha de la chica. Esta gimió mientras le clavó las uñas al hombre. Este metió medio miembro suyo, que le costó un poco, por la vagina mojada de Lucía. Ella enredo cruzó sus piernas por la cintura del individuo, y este se deslizaba abajo y arriba, introduciendo su miembro en la vagina de Lucía. Ella le mordía la oreja a él, para no chillar mucho, y este cada vez apretaba más la velocidad de hacérselo a ella. Cubrió con sus brazos la espalda de Lucía, que tan grandes que eran, parecían cubrirla a ella. La alzó un poco de la cama, y ella agarró con sus manos fuertemente el trasero del hombre. Empezó a gemir mucho más fuerte, y se dejaba llevar como se había dejado desde el principio. Intentó sujetarse a él para no caer sobre la cama, estaba a punto de alcanzar el orgasmo, ya le faltaba muy poco.
El despertador sonó. Lucía despertó. Miró el reloj, que aún pitaba marcando las siete de la mañana. Quitó su sábana de sobre ella. No llevaba puesto el camisón. Había sido tremendo, pero entristeció, no había sido más que un sueño.
Me encantó Walter. Considero salvaje de bueno el adentrar al lector en un erotísmo que no alcanza a ser pornográfico, lo que me sopla al oído que no es un burdo escrito, vomitado sólo para exitar sexualmente a quien lo lee; si no, es realmente digno de su calificación literaria de "Cuento".