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"Ella se separó un metro de mí, y soltó el nudo del vestido, que cayó a sus pies, quedandose solo con el tanga que me había descrito y unas sandalias de tacón negras"
Un fin de semana de septiembre, cuando el verano ofrecía sus últimos días de calor, estando en un bar tomando una cerveza por la noche, nos encontramos a un viejo amigo mío, con el que había estudiado en la Universidad. Despues de lógico saludo y un poco de charla trivial, nos invito a la fiesta que daba al día siguiente en su casa. La verdad es que cuando se fue y lo comentamos, nos apetecía a los dos, a pesar de que habíamos estado de vacaciones una semana antes, solo habían sido tres días, y nos atraía el cambio de ambiente por una noche. Además, seguramente conocíamos a algunos invitados, por lo que no seríamos dos desconocidos aislados.
Después de una tarde de playa, dejamos a los niños con los abuelos y nos fuimos a casa a ducharnos y vestirnos para la fiesta. Nos pusimos ropa fresca porque ese día estaba siendo uno bastante caluroso. Mi mujer se puso un vestido negro de gasa, suelto, por encima de la rodilla y cruzado en el pecho, por lo que unido a las buenísimas tetas que tiene y al sujetador negro de encaje, le hacía un canalillo espectacular y … bastante vistoso. Debajo unas braguitas negras tipo culote con un ribete de encaje en toda su terminación. Yo me puse igualmente cómodo, un pantalón blanco de tela, una camisa blanca y unas sandalias de cuero negro.
Antes de ir a la fiesta y por si acaso no había de comer, pasamos por un bar de tapas que hay cerca de casa. No nos sentamos, sino que pedimos en la barra. Mientras charlábamos yo no podía dejar de mirar las tetas de mi mujer, aguantado la erección como buenamente podía. Detrás mía se puso un chaval joven, de unos 20 años, a pedir para llevarlo a la mesa. Vi que mi mujer me sonreía, pero con una risa mezclada con pudor, como cuando algo le da un poco de verguenza. Me giré disimuladamente a llamar al camarero y observé que el chaval no quitaba ojo de las tetas de mi mujer. Me volví y nos sonreimos los dos. Yo le dije que no pasaba nada porque le mirasen las tetas, primero porque a ella le gustaba, aunque dijera que no, por eso se ponía esos escotes y segundo porque estaban dignas para admirarlas. En un gesto de descuido, para colocarse mejor en el banco alto en el que estaba sentada, abrió demasiado las piernas para tener equilibrio y el vestido al ser cruzado se le abrió más de la cuenta, dejándome ver sus bragas, en las que se marcaba perfectamente su coño. Fue una vista fugaz, pero más que suficiente para que ya no pudiera evitar una erección tremenda, que me obligo a colocarmela bien en el slip. Aunque lo hice con disimulo ella se dió cuenta y con disimulo se acercó a mi y me la acarició con fuerza por encima del pantalón.
- “Parece que estamos poniendonos malo, ehh” – dijo riéndose.
- “Hombre, si te parece. No te basta con enseñarme las tetas, a mi y a todos, que me enseñas el resto. Normal ¿no? – conteste con el mismo tono de broma.
Terminamos de cenar y nos fuimos a por la moto. Cuando entramos en el garaje no pude aguantarme y la abrace por detras, llenándo mis manos con sus tetas, bueno en verdad me faltan manos, y besándola en el cuello con mi lengua. Se le puso la carne de gallina y de inmediato, el efecto pretendido, los pezones duros como piedras.
- “No empecemos, que no llegamos a la fiesta” – me díjo, mientras yo pegaba mi polla a ella y la insertaba en la raja de su culo por encima de la ropa. Se separó como pudo, se volvió y comenzamos a besarnos con pasión, con lujuria, intercambiando fluidos, lengua y manoseando todo lo que podíamos.
- “Ya, ya, ya. Vamos, nos ponemos los cascos y nos vamos, que me apetece un copa. – me dijo. Yo sabía porque me decía esto y pase mi mano por su braguita, comprobando que ya estaba empezando a estar muy húmeda.
Llegamos a la fiesta. No era en casa de mi amigo, sino que era “prestada”. Era un chalet precioso, apenas a 60 metros de la playa, con un jardín de cesped enorme y una piscina. Tenía una estructura en medio del jardin a modo de chiringuito. El ambiente era bastante bueno, la verdad, con mucha gente, música animada, un sitio de lujo. Fuimos a la barra y pedimos un par de copas. Allí mismo nos encontramos con gente conocida y nos pusimos a charlar. Al rato, sin darnos cuenta, ella charlaba con un grupo y yo con otro, aunque practicamente uno al lado del otro. En mi grupo había una mujer, de nuestra edad, por cierto tenemos 36, que no paraba de mirarme a los ojos. Era morena, ojos grandes y verdes, con el pelo largo, a media espalda y un poco rizado y llevaba una especie de vestido de fiesta, color marrón, más o menos, atado al cuello y un poco suelto. Se notaba perfectamente que no llevaba sujetador y dejaba imaginar unos pechos firmes, no demasiado grandes, y un tanga o … nada, porque no se señalaba nada en su trasero. Fui a pedir otra copa a la barra y llego ella a por otra.
- “Tanta charla da mucha sed- comento ella.
- “Si, además el calor que hace esta noche, seca la garganta” – le dije yo, mientras sonreia cortesmente. Tampoco era cosa que me pasara y mi mujer me viera, lo cual hubiera sido motivo de “colleja” por su parte.
- “La verdad es que si que hace mucho calor. Dan ganas de tirarte a la piscina.” – me dijo mientras se apoyaba con el codo en la barra y se giraba hacia mí. Eso hizo que pudiera ver todo el perfil de sus pechos al natural, tapando su vestido solo sus pezones. Y dando un buche a su copa, se relamió los labios a modo de saborear la copa.
- “Hombre, te vas a estropear un vestido precioso” – contesté yo, intentando decirme a mi mismo que diera un toque de humor al momento, porque la visión que tenía comenzaba a turbarme la mente y los instintos masculinos, que dicho sea de paso, seguían activos desde el garaje con el olor y el sabor de mi mujer.
Seguiamos charlando sobre vanalidades y en cada movimiento por leve que fuera que hacía a la hora de reirse o gesticular la conversación la tela de su escote hacía ademán de abrise y mostrar algo más que el perfil de sus tetas. Yo apenas podía mantener la atención en la charla, por más que intentaba pensar en otra cosa solo estaba atento a ese posible desliz.
- “¿Nos movemos y damos una vuelta por el jardin? – me invitó mirándome directamente a los ojos y tomandome de la mano de inmediato.
Miré a ver donde estaba mi mujer. No la ví, habría ido al servicio o estaría en un rincón que no podía ver. Así que acepté, intentando soltarme de la mano con disimulo, pero pegarme a su cuerpo con el mismo disimulo. Dimos la vuelta a la piscina.
- “La verdad es que tienes razón, estropearía mi vestido con el baño, pero tiene que ser una sensación muy excitante salir del agua con el vestido completamente empapado pegado a mi cuerpo, me refrescaría el calor que tengo”.
Estaba claro que la cosa se estaba poniendo dura, …, y la conversación también, jeje.
- “En estos casos lo mejor es usar la ropa interior como bañador. Ya lo he hecho en alguna boda que terminó en desmadre” – comente sonriendo pícaramente.
- “Pues mi ropa interior se limita a un precioso tanga negro de raso con un corazón de brillantes de bisuteria justo en la unión de los hilos en mi culo” -
Yo ya no sabía donde meterme. Estaba empalmado a reventar. La visión de una mujer tan sexy, su olor y la conversación estaba haciendo que el efecto de las copas fuese devastador en mi líbido.
- Ciertamente tiene que ser una prenda muy sexy” – le dije mientras la rodeaba por la cintura en un acto reflejo.
Estabamos pasando justo por delante del porche de la casa y ella tiró de mi hacia el interior. Yo miré a mi alrededor y vi que nadie prestaba mucha atención, ya que casi todos se concentraban alrededor del chiringuito y la piscina. Así que la seguí. Me llevo a un dormitorio que había junto al salón y que tenía una terraza con correderas de cristal que daban al lado izquierdo del porche. Estaban abiertas y tenía unas cortinas muy finas que oscilaban con la suave brisa que se levantaba. La cama era de matrimonio y los pies estaban orientados a la terraza. Se acercó, me rodeo con sus brazos para tirar de mi y me besó. Primero despacio, con los labios cerrados, pero de inmediato comenzó el juego de nuestras lenguas. Mis manos se posaron en su espléndido culo, sobándolo, agarrándolo. Ella se separó un metro de mí, y soltó el nudo del vestido, que cayó a sus pies, quedandose solo con el tanga que me había descrito y unas sandalias de tacón negras, en dos o tres vueltas al tobillo. La visión era espectacular. Estaba muy morena, se notaba que hacía topless porque no tenía marcas en sus tetas. Se giró, arqueó la espalda, mostrandome su culo y me dijo:
- “Ves como no te mentía. ¿A qué es precioso el tanga? y mira que corazón tan sexy.”
El tanga era de los que por detrás solo tienen un hilo y allí estaba el corazón, pequeñito y brillante en la habitación que solo se alumbraba con el reflejo de las luces de la fiesta en los cristales. Pegó su culo a mi y me lo refregó por la polla, que ya estaba deseando salir porque reventaba en su cautiverio. Yo cogí sus pechos y comencé a sobarlos, sin tocarle los pezones, solo la aureola. Luego le pellizqué con dulzura los pezones, mientras pasaba levemente mi lengua por su cuello. Bajé mis manos por el contorno de sus caderas, para pasar a sus muslos y pasar dos dedos por el tanga, hundiendo uno de ellos en su raja, por encima de la tela. Ella mientras tanto, entre gemidos, con las manos, sin darse la vuelta, soltó el nudo de mis pantalones, quitó el botón y bajó la cremallera, pasando sus manos arriba y abajo por mis calzoncillos, sin meter aún sus manos por dentro. Se giró de nuevo hacia mi y mientras nos besábamos, desabrochó lentamente cada uno de los botones de mi camisa, bajo mi pantalón y mi calzoncillo lo suficiente para que mi polla quedase libre y ella puediera agarrarla con firmeza y empezar a pajearla con suavidad en los movimientos. Me empujó levemente para que yo cayera en la cama, quedando tendido pero mis piernas fuera. Me quitó el pantalón y el calzón. Se sentó al borde de la cama y comenzó a lamerme la polla mientras la iba acariciando. Acercaba y alejaba su boca mientras me iba haciendo una deliciosa y lenta paja. Cambio, se la metió casi entera en la boca, succionando, lentamente la saco de su boca, dejándola completamente lubricada con su saliva y comenzó a mover su mano arriba y abajo, mientras chupaba mi capullo, luego acompasaba el masaje de sus manos con su lengua, recorriendo el tronco. Todo esto sin dejar de mirarme directamente a los ojos, como toda la noche. Abrió sus piernas, pasándose su mano por el coño. Se podía ver perfectamente la mancha de sus jugos en la tela, la apartó. Pude contemplar un hermoso coño en todo su esplendor. Rasurado completamente, sus abultados labios brillaban por cantidad de flujo que emanaba de él. De nuevo engulló mi polla, comenzando ahora un ritmo más constante, agarrándola bien y acompañando la mamada con una señora paja. La ensalivaba, se recreaba en el glande, succionando y cerrando sus labios alrededor. Sus dedos jugaban ahora a adentrarse en la vagina, primero uno y luego dos, dentro y fuera. Me los acercó a mi boca para que pudiera probar el sabor de su coño. Yo me había olvidado a estas alturas de todo y entregado al placer, cuando de repente, en un flash, tomé consciencia de que había una silueta en la puerta de la terraza. Era mi mujer. Estaba dejada caer en el quicio, como petrificada ante el espectáculo que contemplaba. Di un respingo y mi situe en el cama apoyado en mis codos. Mi acompañante se dió cuenta y también se quedó quieta. Fueron segundos eternos. Y temí lo que iba a ocurrir.
Sin embargo, por sorpresa, de repente, mi “amiga” volvió a meterse mi polla en la boca, pero ahora con los ojos fijos en los de mi mujer, que seguía sin moverse ni decir nada. Soltó mi polla para, con una mano masturbarse y con la otra pellizcarse sus pechos. Miraba con lujuria mi polla y a mi mujer. Ante esto, mi mujer reaccionó. Se acercó lentamente al borde de la cama. Soltó el lazo de su vestido y se desprendió de él, quedando en ropa interior. Se arrodilló en la cama y comenzó a besarme, mientras con una mano acariciaba mis pechos, estimulando mis pezones, que ya estaban durísimos. Cogí sus pechos y los acerqué a mi boca. Empecé a lamerlos, pasando mi lengua por su canal, separando sus pechos con ella y enterrando mi cara en ellos y mientras yo gemía por la espectacular mamada que me bridaban al mismo tiempo ella recorría con su mano mi pecho y mi abdomen, llegando a mi pelvis, tropezando a veces con las manos y el pelo de nuestra amiga. Quité el broche del sujetador y libere esas dos preciosas y tremendas tetas que me apuntaban amenzantes con unos pezones que iban a explotar. Cuando los pezones de mi mujer están así, significa que su coño es un horno y a la vez una fuente de jugos exquisitos, un auténtico manjar para cualquier hombre deseoso de saborear una mujer en toda su extensión. Así que pase mis manos por encima de su braguita, comprobando el calor que emanaba de dentro. Hice la tela a un lado y abrí con delicadeza sus labios, mientras introducía mi dedo corazón hasta el fondo. Lo saqué empapado y me lo lleve a la boca, saboreándolo con avidez. Ahora tenía el sabor de dos coños mezclados en mi boca. Era mi fantasía cumplida y era increible que mi mujer fuera complice y que, además a juzgar por su cara, sus gemidos, y sus pezones estuviera disfrutándola como yo.
Mientras tanto mi amante había disminuido el ritmo y la intesidad de la mamada, para que no me corriera demasiado pronto. Cuando yo liberé las tetas de mi mujer ella estiró sus manos para poder sobarlas con maestría al mismo tiempo que yo. Mi mujer había cerrado los ojos y se había entregado al placer que le producían unas manos dedicadas a sus pechos, aún a pesar de que una de ellas fuese extraña y de otra mujer.
Ahora mi mujer fue la que hizo una señal a nuestra amiga para que soltara mi polla, pues era su turno. Mi mujer asió mi polla, la masturbó levemente mientras miraba a mi amante con lujuria y sin apartar la vista de nosotros comenzó a darme una mamada bestial, de las que me suele dar cuando está muy cachonda, ya había cruzado el umbral y estaba entregada al sexo, puro y duro. Mientras tanto, nuestra amiga se subió a horcajadas encima mía, dandome la espalda y ofreciéndome su coño para que le devolviera el servicio. Se posó poco a poco en mis labios. Yo los separé con mi lengua, lo cual no fue muy dificial porque la excitación hacía que tuviera los labios hinchados y una cantidad de flujo tremenda. Soltó un gemido y al tiempo comenzó a tocarse sus pechos, a sobarlos, pellizcarlos, acariciarlos. Mi mujer no perdía detalle mientras seguía con un trabajo de categoría superior, pero tratando de controlar mi corrida. Todavía no era el momento. Nuestra amiga se inclinó hacia delante intentando compartir manjar con mi mujer, eso hizo que su espectacular culo quedara a mi merced. Comencé a lubricar su ano con sus propios flujos y rápidamente deslicé un dedo dentro, mientras mi lengua empezaba a fijar el objetivo en su clítoris. Sus gemidos iban a más y comenzaba a moverse y restregarme su coño por mi cara. Yo agarré con firmeza sus muslos, para que mi lengua no perdiese ni el ritmo ni dejara de pasar por su dilatado clítoris, mientras que ya eran dos los dedos que tenía en su culo. No tardó en correrse, con un orgasmo intenso y largo. Saqué los dedos de su ano, se retiró de encima mía y me los limpìó, propinándome una mamada en los dedos del mismo calibre que lo había hecho en la polla. Mi mujer se quitó las bragas y se sentó encima mío, clavándose mi polla hasta el fondo. El calor que pude sentir y la delicia de sus flujos empapando mi pelvis fueron indescriptibles. Comenzó a cabalgarme, con sus manos apoyadas en mi pecho. Yo me acomode sobre mis codos para besarla con lujuria. Ella intesificó la cabalgada al tiempo que con una mano se masturbaba con frenesí. Nuestra amiga tenía sus tetas en las manos, haciendo que la erección de sus pezones estuviese siempre al limite, con un masaje sin igual. La situación empezaba a superarme, sentía que la corrida estaba llegando y que iba a ser tremenda. Mi mujer paró un segundo, lo sufuciente para sentarse en cuclillas y hacer que me doliera la polla al sentir que había llegado a lo más profundo de su coño. Y comenzó a moverse ahora con más lentitud pero mas profundidad, yo metí mis manos bajo su culo, ayudando y acompasando sus embestidas. Sus tetas se movían a ritmo, sin que sus pezones fueran liberados en ningún momento por las manos de nuestra amante. La visión de mi mujer con una mano en su coño, masturbándose mientras follaba como una ninfómana y un mirándome con unos ojos llenos de lujuria y deseo, una tía buenísima acompañando el movimeinto de las tetas de mi mujer, sentada a horcajadas en la cama, mostrándome su coño todavía brillante de la corrida que había tenido un momento antes fue el detonante de un orgasmo de la hostia. Momentos antes de correrme se tensaron los musculos de mi cara, por lo que al advertirlo mi mujer se quitó rápidamente de encima y envolvío mi polla con sus tetas, terminando con una paja cubana maravillosa que hizo que me corriera. El primer envite de leche golpeó la barbilla de mi mujer, para luego seguir esparciéndo mi semen por sus tetas. Cuando termine de soltar leche, se acercó y me beso. Yo la abracé. Cuando abrimos los ojos vimos que nuestra amiga se había colocado su vestido y sonriendo salío por la puerta que dirigia al salón de la casa con un
- “Hasta la próxima, ha sido un auténtico placer”.
- “Gracias igualmente” Respondimos casi a la vez.
Nos vestimos y salimos por la terraza para irnos a casa.
Todo esto es la descripción, mucho más detallada, de un sueño. Un sueño que tuvo mi mujer. Un sueño que traicionó su subsconciente y que permitió y además disfrutó de que otra boca y otro coño probaran mis labios y mi polla.
A ella va dedicado este relato. Con todo mi amor y mi deseo. Por lo que me hace disfrutar en cada encuentro. El sexo es para vivirlo y disfrutarlo y si es con la persona que quieres es una de las mejores experiencias en la vida.
Gracias y espero que lo disfruten igual que yo lo he hecho escribiéndolo.
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