Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Gays

La tortura, secuestro y desvirgue de mi amante

Empujé despacio, su ano se defendía con avidez, volví a intentarlo, no conseguía nada. El cuerpo de Alan se tensaba con cada embestida, la falta de humedad en aquella cavidad iba a costarle caro. Por mi parte le separaba lo más que podía las nalgas, él emitía gemidos preocupantes, no había placer en ellos, era dolor lo que transmitían. Mojé mis dedos con la lengua y fui hacia su ano rápidamente, pero ella lo notó.

—Dije que lo penetraras sin consideración. Otro movimiento así y no serás tú el que lo desvirgue. Seguí con mi tarea, separé más sus piernas, tomé con mi mano derecha mi verga e intenté meterla con fuerza, su ano por fin cedió, él soltó un quejido seco y yo seguí entrando; mientras más rápido sucediera, más rápido terminaríamos el tormento. Después de unas suaves embestidas lo conseguí, entré por completo y ahora Jefa me pedía que lo embistiera con dureza, pero él temblaba y yo no podía dañarlo más, ya había sido suficiente.

—Está bien, creo que doblegar al hombre más orgulloso y costoso de este burdel ha sido suficiente. Alan, ahora tus clientes no serán sólo mujeres, olvida las consideraciones que te tenía. Los dos me han hecho perder mucho dinero y será Virtz quien los haga pagar de la forma tradicional, ambos sabían a lo que iban a enfrentarse si me hacían perder dinero. Nos veremos dentro de unas semanas, cuando las cicatrices hayan desaparecido y puedan trabajar para pagarme. Luego de sentenciarnos salió con aire de grandeza.

Virtz siempre me había dado miedo a pesar de ser un hombre de apariencia tranquila, yo nunca había cometido ningún error, pero mis compañeros me contaban que era un hombre cruel y no tenía miramientos a la hora de castigar. Era el amante de Jefa, sin embargo disfrutaba la compañía de hombres y mujeres. A mí me gustaba mucho, tenía ojos verdes y un largo cabello cobrizo, nunca me atreví a dirigirle una mirada directa, realmente me atemorizaba su presencia en el burdel.

Cuando entró en la habitación Alan se incorporó y se hincó junto a mí en la cama, no me aventuré a mirar su rostro después de lo que había pasado entre los dos. Virtz entró con dos de los hombres que cuidaban la puerta del burdel por la noche, eran altos y fornidos; los dos se sentaron en un sillón situado frente a la cama, Virtz se quedó en medio de la instancia.

—Alan sal de la cama y Marco, quítate toda la ropa, acomódate boca arriba en la cama, Braulio va a amarrarte. Ordenó con su habitual calma. Así sucedió, el orangután me amarró con fuerza a los barrotes de la cama y desde ahí pude ver cómo ataban a Alan de las manos para colgarlo en una estructura de metal a un costado del lecho. Virtz tomó una fusta de la mesita de centro y se acercó a mí. —Nota que no te até los pies, debes portarte bien o nuestro galán sufrirá las consecuencias ¿lo entiendes? Asentí despacio mirando a Alan. Virtz tomó mi miembro aún erecto, lo levantó con firmeza y dejando al descubierto mis testículos comenzó a golpearlos con la fusta. El ardor era insoportable, cada vez azotaba con mayor ímpetu, sin embargo, no era tanto la dolencia lo que me molestaba; el problema era que Alan estaba ahí, tal vez mirando mi tormento.

Luego de un rato dejó de castigarme los testículos para continuar con el resto del cuerpo, flageló mis pies, piernas, muslos, brazos y abdomen, ahí hizo una pausa, colocó la fusta en la cama y se acercó a mí rostro, lamió mi cuello, pude sentir su largo cabello picarme la cara, su lengua era cálida y experta, recorrió mi clavícula hacia el pecho, ahí empezó a succionar mi pezón izquierdo, sentí placer a pesar de que el cuerpo entero me escocía. Como era de esperarse mis pezones se endurecieron, erectos como estaban les colocó una especie de pinza metálica, al sentir la primera, mis piernas perdieron el control y dieron un empujón a Virtz, él se incorporó y dio un golpe a Alan con la fusta en el muslo derecho, aproveché el desliz para encontrarme con la mirada de Alan, ésta seguía fría, igual que siempre, exactamente igual que cuando lo acorralé contra la pared y me atreví a darle un beso arriesgándome a violentarlo, pero al contrario de ello, él cedió. La otra pinza en mi pezón terminó con mis preciados recuerdos, esta vez arqueé la espalda sin consentirlo y él asestó un golpe con la fusta en el miembro de Alan.

Intenté quedarme quieto, incluso cuando pasó una especie de garra metálica por mi piel ya castigada por la fusta, y a pesar del dolor seguí impasible con tal de no causarle daño a mi compañero. Luego de un rato Virtz se apartó de la cama, fue hacia la oscuridad y no dude en echar un vistazo a Alan colgado a mi lado, él miraba hacia el infinito, parecía que el hecho de estar colgado no lo inmutaba. Virtz tardó un rato en volver, yo quería compartir un poco de intimidad con Alan, decirle algo, tal vez un “lo siento” por esos golpes que fueron culpa mía, eso no fue posible.

Virtz regresó antes de que pudiera articular palabra, traía consigo una caja de toques, ésta tenía dos barras extensibles, las alargó a mi cuerpo y comenzó a propinar descargas sobre las pinzas que tenía en los pezones, mis piernas querían derribarlo, pero sabía que aquello traería serias consecuencias, así que sólo atiné a enterrar los pies en la cama y apretar los dientes hasta que me fue imposible. Abandonó el castigo, me quitó las pinzas y se dirigió a mi miembro nuevamente, lo levantó y golpeó mis testículos con una de las barras, mis piernas automáticamente lo derribaron de la cama, cuando percibí mi error ya era tarde. Virtz se incorporó normalmente, ni siquiera se enfadó, al contrario, tenía una sonrisa que me preocupó aún más.

—Esto es culpa tuya. Me dijo al tiempo que masturbaba el miembro de Alan violentamente, aunque éste tardó un poco en responder, finalmente se erecto, así como estaba, Virtz lo sujetó con fuerza y colocó una de las extensiones de la maquina en el glande; Alan se retorció en el aire, pero sus pies no fueron torpes como los míos, él los enredó para no provocarme problemas. Soltó algunos gritos ahogados y sus facciones se descompusieron completamente. Solté algunos improperios, lo insulté de mil formas posibles y él sin molestarse me dijo: —Tus palabras repercutirán en tu amigo. Ya era tarde, seguramente Alan estaba deseando haber encontrado un amante más inteligente.

— Haré lo que me pidas, sé que lo he hecho mal, pero no le hagas daño, yo lo seduje, le obligué a dejar a sus clientes por mí, yo debería pagar el castigo. Dije despacio y con un tono amable.

—Lo sé, es tu culpa y pagarás más que él, cada cicatriz y consecuencia que él presente, será culpa tuya, no sé si eso podrás curarlo fácilmente, parece justo ¿no crees? Y sigue hablando, el castigo irá en aumento en proporción a tus palabras. Callé entendiendo que no había nada que pudiera hacer por Alan y seguí expectante ante una oportunidad. Abandonó los tormentos un tiempo considerable, se alejó hacia una mesa que estaba en el fondo y trajo un látigo, se colocó detrás de Alan y comenzó a flagelarlo, él por su parte mordía su labio inferior cerrando los ojos y aferrando sus manos a la atadura. Conté once azotes y cada uno causaba una herida profunda en mi interior. Quería volver a rogar, pero tenía miedo de agregar más sufrimiento a mi amante.
Virtz fue a la mesa nuevamente, dejó el látigo, tomó una navaja y observó mi reacción con una sonrisa burlona.

Me gustas Marco, sabes que puedo disponer de quien me guste, Jefa me lo permite, pero tú estabas en la lista Premium ¿Qué dices, te entregas? Sí, contesté sin pensar, no quería que utilizara la navaja en el cuerpo perfecto de Alan. Se acercó hacia mí con el arma en la mano, cortó las ataduras y se colocó encima de mí. Me besó en la boca, introdujo su lengua y dejó que mi cuerpo sintiera su miembro erecto. Acercó su boca a mi oído y en un susurro me dijo “Quiero comprobar tu francés”. Acto seguido se recostó en la cama, desabrochó su pantalón y puso sus manos bajo su nuca diciéndome “adelante”.

Intenté entrar en medio de sus piernas, pero su intención era otra: —Quiero que me hagas la felación con el culo apuntando hacia Alan, él va a tener una fantástica vista desde su posición. Entonces me coloqué en cuatro patas y comencé la felación despacio, primero con lametones recorrí la verga de Virtz, justo después seguí con los testículos, posteriormente me tragué su miembro entero, lo sacaba y metía en mi boca rápidamente, esperando que mis movimientos le gustaran a Alan y lo distrajeran de su dolor.

—Basta. Dijo Virtz al tiempo que alárgama su mano hacia mis nalgas y las golpeaba, sin retirar la mano me acarició y buscó con su dedo índice la entrada de mi ano, sin miramientos introdujo su dedo. —Se siente bien, se nota la experiencia. Bien Alan, tu turno. Braulio desátalo y que venga aquí. Mientras detén a Marco justo en el lugar donde se encuentra Alan ahora. Alan fue bajado de la estructura por aquel orangután llamado Braulio, a quien a estas alturas había olvidado. —Tengo entendido que nunca antes has hecho esto ¿no Alan? Carlos trae un espejo por favor, el del baño y ponlo justo frente a Marco, no quiero que se pierda esto. El espejo fue colocado de manera que yo podía ver a Alan inclinado lamiendo el miembro de Virtz.

—Alan ahora mira los ojos de Marco a través del espejo, introduce toda mi verga en tu boca y míralo a los ojos. Marco si evitas la mirada él lo pagará, si tu no lo miras Alan, Marco paga. Alan me miró durante unos segundos, dos, tal vez tres, no pudo sostener mi mirada y Virtz sonrió. —Marco se me ocurre que vas a venir aquí nuevamente, cortesía de Alan. Braulio, sujeta a Alan por favor. En cuatro Marco. Obedecí, él empezó a tocarme con sus dedos, los introducía y separaba mis piernas acariciando mis testículos. Se apartó un momento y regresó con un consolador, lo introdujo en mi ano y comenzó a moverlo con rapidez, luego lo dejó dentro y retrocedió nuevamente. Era un objeto extraño, el grosor no era demasiado, sin embargo, era bastante largo, tanto que una parte considerable se quedó fuera de mi cavidad.

—Tiene que quedar claro, esto va a suceder por tu culpa Alan. Todavía no terminaba la frase cuando sentí la punzada: el consolador era de metal, lo sabía por que estaba muy frío, pero lo confirmé cuando alargó las dos extensiones de la caja de toques al objeto y sentí cómo partía en dos mis entrañas. —Mira a Alan, Marco. Alan sostén la mirada de Marco. Alan no levantaba la vista y yo apenas podía mantener mi posición, dos lágrimas recorrieron mi rostro y agradecí que Alan no las mirase.

—Esto se va a alargar hasta que sostengas la mirada de Marco. Alan apresuró la vista y me la sostuvo durante unos segundos, tal vez menos, a mí me pareció un tiempo interminable. —Bien, eso es todo. Retiró la electricidad y mi cuerpo se tambaleó un rato. —Descansa Marco. Me dijo al tiempo que me derribaba con una mano sobre la cama. Alan, es mi turno, tengo que probar ese culo casi virgen. Ven aquí, aunque… Marco, voy a dejar que poseas a Alan una vez más, tómense su tiempo y recuerden que será su última vez juntos, mañana alguno de ustedes dos irá a Champagne, el otro burdel, y el otro se quedará aquí, les aseguro que no volverán a verse.

Virtz se alejó de la cama, el orangután soltó a Alan y éste se aproximó a la cama. Los dos miramos cómo los orangutanes y nuestro verdugo se sentaban en el sillón expectantes. Ante la amenaza de nuestro torturador no vacilé en llevar mi mano a la verga de Alan, pero éste se encogió e hizo una mueca de dolor. —No podré complacerte de ese modo, me duele mucho, déjame hacer el trabajo, tú nunca me poseíste, fui yo quien gozó siempre, permite que nuestra última noche juntos yo intente retribuirte todo lo que has hecho por mí. Luego de esto puso una mano sobre mi pecho e hizo que me recostara en la cama, se inclinó para hacerme una felación y yo me abandoné al placer.

Su lengua recorrió cada centímetro de mi verga y testículos, quería acabar en su boca, pero Virtz me recordó que no podía soltar mi semen hasta que él lo permitiera, entonces Alan me susurró al oído: —Poséeme, prepárame para lo que sigue. Él se hincó en la cama, se puso en cuatro nuevamente, pero yo tenía pensado algo mejor e hice que se acostara boca abajo, sin darme cuenta del daño que le causaba su propio peso sobre su lastimada verga, sin embargo, luego de un momento pudo mantenerse en esa posición sin moverse; yo aproveché para darle un beso negro, hundí mi lengua en su ano y la subí por su espalda, volví a descender y lubricar el lugar de la mejor manera posible.

Esta vez no tuve que empujar mucho para meter mi verga en su ano, la punta entró fácil; al escuchar sus gemidos entrecortados mi excitación llegó al tope, quería embestirlo con fuerza y saciar mi hambre, pero sabía que él debía estar experimentando dolor. Lo que hice fue acercarme a su oído, preguntarle si el ritmo estaba bien, entonces me pidió que aumentara a mi antojo. Entré y salí más rápido, él arqueó la espalda y gimió más alto, entonces Virtz intervino. —Córrete Marco, para ti esto es todo. Obedecí unos segundos después, realmente quería aprovechar este último momento. Mi semen inundó la cavidad de Alan y pude tumbarme en la cama, no fue durante mucho tiempo, pues Braulio vino por mí y me arrastró, literalmente, hasta la otra habitación, cerró la puerta y volvió con Alan.

Desde mi nueva posición sólo podía escuchar los gemidos de Alan, posteriormente gritos, la tensión iba en aumento y yo me encogía por cada sonido lacerante que salía de su garganta. Finalmente Virtz vino por mí, me llevó hasta la cama y distinguí a Alan hecho un ovillo, a su alrededor había sangre, incluso aún brotaba de su boca, pero me era difícil encontrar de dónde provenía, definitivamente no venía del mismo lugar. Quería correr a consolarlo y luego recordé que él no era de esos hombres que reciben caricias, era un hombre frío, aunque ahora ya no lo parecía, se veía tan indefenso y perdido.

—Me mordió, Marco, introduje mi miembro en su boca y me mordió. No lo he matado por Jefa, ella lo adora. De cualquier forma ya me he cobrado, he introducido una barra electrificada en su glande y he podido poseerlo a mi antojo. Acuéstate con él. El procedimiento será el siguiente: voy a golpearlos con el látigo y Braulio con las barras electrificadas, el que pierda el conocimiento primero será llevado al otro burdel, el que quede despierto permanecerá aquí bajo las instrucciones de Jefa ¡Manos a la obra! Me recosté con Alan, intenté que me mirara a los ojos, él estaba derrotado. Entonces lo abracé, lo acerqué a mi cuerpo desnudo y me aferré a su espalda con las manos.

El primer latigazo seccionó mi pierna izquierda y parte del muslo de Alan, el segundo le dio a mi mano la cual descansaba en su brazo, otro más fue a parar en mi espalda, sin embargo los latigazos me tenían sin cuidados, porque la barra electrificada castigaba mejor, mis nalgas, espalda, hombros, pies, pantorrillas, piernas; parecía meterse en todas partes. No quería que Alan perdiera el conocimiento y terminara lejos en un lugar que no conocíamos, aquí él tenía privilegios por parte de Jefa, allá, donde ella ponía los pies de vez en cuando, tal vez no le iría tan bien. Las manos de Alan se aferraron a mi espalda y supe que se estaba despidiendo, me dio un beso en la mejilla que poco pude disfrutar, pues la barra se había introducido en un costado de mi abdomen.

—No te vayas. Alcancé a susurrarle, ignoro si me escuchó, porque en ese momento la puerta de la habitación se abrió de par en par, una figura alta arrojó a un hombre al piso y entró apresuradamente. Todos miramos al hombre en el suelo.

—Rápido, deja lo que estás haciendo ¡ayúdame! Este hombre es el príncipe Johannes Berk Shuwn.

— ¡Estúpido secuestraste a Alexander! Sus parientes y amigos son clientes de este lugar, cualquiera de ellos lo encontrará ¿Cómo se te ocurrió secuestrarlo? Su padre nos va a matar.

—Eso no pasará, tengo que asesinarlo esta misma noche.

— ¿Nadie pagará su rescate? Su tío está muriendo y su familia heredará billones…

—Su padre lo quiere muerto, cuando su tío muera, el príncipe heredará todo, si él también muere, su padre se queda con todo. Vamos ayúdame, tiraré al barranco su carro con él adentro.

—Está bien. En cuanto a ustedes dos, Marco si dices una sola palabra, le arrancaré los testículos a Alan con mis propias manos y viceversa.

Asentí entendiendo que así sería, fue todo lo que supe de mí. Desperté en una celda pequeña, en aislamiento, estos cuartos son los más costosos y eso es porque quien los alquila puede hacer de nosotros lo que guste: mutilaciones, golpes, torturas interminables… lo que quieran, en este lugar nos olvidan, hasta que algún cliente sale insatisfecho diciendo que su personal está muerto y quiere la devolución de su dinero. Aún no llega la noche, lo sé porque la luz que entra por debajo de la puerta es brillante, pero puedo ver con terror cómo esa luz se va extinguiendo, espero que mi primer cliente se compadezca de mis heridas y no me borré del cuerpo el sabor de Alan.

Aprendiz de Raquelaure
Datos del Relato
  • Categoría: Gays
  • Media: 5.97
  • Votos: 33
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5648
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.17.181.181

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 38.525
»Autores Activos: 2.283
»Total Comentarios: 11.907
»Total Votos: 512.105
»Total Envios 21.927
»Total Lecturas 106.079.833