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Categoría: Lésbicos

La tijera con el conejo de Alicia

Ella me miraba con deseo, bajando la vista si la sorprendía con sus ojos clavados en mí. Alicia es muy vergonzosa, tendrá unos veintitrés años como yo, pensaba. Ella me gusta mucho y antes de acabar el curso la convencí de jugar a hacer "la tijera" las dos, como un juego travieso y erótico. Su grieta húmeda me enamoró.



Alicia es una compañera de facultad, no somos del mismo grupo de amigas, solo nos sentimos atraídas y nos comemos con los ojos.



Nuestras miradas se cruzaban en clase continuamente, como una atracción sin palabras, solo esa sensación de deseo intenso hacia alguien. Alicia es pelirroja, como yo. Yo suelo acariciarme, deseándome a mí misma: me encanta deslizar mis manos por mis muslos blancos y desnudos y retorcer mi sexo hasta casi hacerme daño; también juego con mis pechos. Desde siempre, me atraen otras chicas pelirrojas, no sé si será autoestima alta o solo son mis preferencias. Alicia me observaba en clase a diario, ruborizándose si la sorprendía con su vista puesta en mí. Yo soy bisexual y creo que ella también, pero también creo que le da vergüenza que le gusten otras chicas. En los últimos días del pasado curso fui acercándome a ella en clase, cambiándome de sitio, cada día más cerca de ella. Me excitaba mucho ver como se ponía nerviosa al sentirme cada vez más cerca, ¡cómo me gustó provocarla!



Alicia no es tímida cuando está con su grupo de amigas, al contrario, se la ve muy decidida. Su timidez hacia mí no es más que su negación a tener deseos lésbicos, estoy segura...ahora.



Sinceramente, creo que me estaba enamorando de Alicia y eso me dio alas para ser más audaz que nunca con una chica heterosexual, o casi. Ella tiene un cabello muy cortito; su cogote blanquito es una tentación; yo por el contrario tengo una melena rizada que me llega por los hombros, el color de nuestros cabellos es de un pelirrojo intenso en las dos, bueno, en ella más que en mí (se nota que me gusta mi pelo, ¡verdad!, ja ja.



El día que me "abalancé" sobre ella, acosándola, para intentar tenerla; ese día me perfumé de Dior y me puse mi vaporosa minifalda estampada de seda, que me queda de vicio, con su colorido estampado. Ese día fue el primero que me senté junto a ella, rozándose la parte externa de nuestras rodillas; la piel de su muslo, en contacto con el mío, se erizó. Le hablé así, y me respondió nerviosa pero excitada:



—Cómo te llamas, te veo a diario y no se tu nombre; yo me llamo Margarita, eres preciosa.



—Me llamo Alicia, yo también te miro a diario; eres muy bella, ¿sabes?, hay chicos que te desean, me lo han dicho, eres muy atractiva y tus minifaldas son la bomba chica.



—Gracias Alicia, ¿tomamos algo después de las clases?



—Vale.



Durante tres días, después de las clases, fuimos de paseo las dos, nos brillaban los ojos al mirarnos y no parábamos de hablar, nos contábamos todo, bueno, casi todo, por lo menos yo. Nos sentíamos muy a gusto y solo el tercer día me atreví a hablar abiertamente sobre mi deseo hacia ella:



—Alicia, me gustaría verte desnuda y acariciar tu piel, te deseo, preciosa.



—Margarita, yo nunca he estado con otra chica, no creía que me gustaran las chicas siquiera... pero cuando me sorprendo mirándote el culo, dudo.



—Alicia, podemos jugar a estar desnudas las dos y si no te apetece no nos tocamos; solo nos miramos, ¿vale?



—Vale Margarita, yo también quiero verte desnuda, saber cómo es tu cuerpo. Me estas llevando al "otro lado" jaja.



La llevé a mi piso compartido y, a petición mía, nos duchamos juntas en el baño, cerré la puerta porque estaba en el piso una de mis compis, Julia. Sin pedirle permiso a Alicia, besé su cogote peladito y le di un mordisquito... solo me dijo: —tontita que haces —. La enjaboné con mis manos, sin esponja, sintiendo su piel. Su chochito estaba muy poblado como una selva roja y llena de jabón; le pregunté:



—Quieres que te afeite el chocho aquí en la bañera, se hacerlo muy bien, ¡anda déjame!



—No sé, la última vez me corté, si prometes no cortarme te dejo.



—Prometido Alicia.



Cogí mi maquinilla íntima y, agarrando a Alicia por la cintura con mi mano izquierda, con la derecha comencé a "despoblar" el espeso vello de su pubis, con pasadas continuas, no dejando ni un pelo, ¡a ras de piel! Alicia había separado sus piernas para dejarme hacer y se mordía los labios excitada por mi tacto en su sexo... retorcí su sexo con mis dedos hasta conseguir llegar a todos los rincones de su chochito, no dejándole ni un solo atisbo de vello pelirrojo. Recogí del fondo de la bañera un puñado de pelos muy suaves, más suaves que los míos, los apreté en mi puño frente a su ruborizado rostro, como mostrándole que apretaba en mi puño parte de ella; después los tire al váter sin dejar de mirarla, diciéndole con esa acción que era mía. Después de tirar de la cisterna abrí la alcachofa del agua y nos enjuagamos las dos. Yo no me afeité, mi chocho lo tenía también rasurado, desde el día antes.



Nos secamos, nos vestimos y nos encerramos en mi habitación, pasando junto a Julia en el pasillo, la cual miró a Alicia con desdén.



Ya en mi habitación nos desnudamos otra vez; encendí la luz del techo y jugamos con los móviles a hacernos fotos en poses muy atrevidas, fotos que nos mandábamos al instante por wasap, conservo las suyas como un tesoro, ¿su cuerpo? Alicia es muy delgadita, sus caderas son pequeñas pero su pequeño culito es muy firme. Su piel es muy clarita pero no tan clarita o pecosa como la mía. Sus pechos son muy pequeños, pero con unos pezones como dados, gordos y duros, su rostro era tan tierno que le tuve que preguntar:



—Aunque estás en mí mismo año de carrera, ¿seguro que no vas adelantada?



—No Margarita, tengo más edad que tu; aunque parezco muy joven, tengo veinticuatro años, tu veintitrés, ¿verdad?



—Sí, Alicia, es que pareces un pimpollo. ¿Puedo acariciarte un poco Alicia?



—Te veo muy lanzada Margarita, pero yo no estoy segura de que quiera tener sexo con otra chica, lo de las fotos ha estado bien, también ver tu cuerpo rotundo, tus firmes caderas, tus grandes pechos, tu cintura estrecha y ese coño que tienes, que parece un bollo de confitería, ¡es perfecto! No te digo que no me apetezca Margarita, lo que pasa es que no me siento lesbiana.



—No tienes que sentir nada distinto a ti, solo dejarte llevar por lo que te guste en cada momento; si quieres que mantengamos en secreto nuestra atracción, no diré nada en la facultad, palabra.



—Bueno, así si Margarita, ¡pero solo por probar un poco!, ¿vale?



—Vale Alicia.



Me puse detrás de ella, acaricié su culo con las dos manos, apretándole un cachete con cada mano (tenía el tatuaje de un escorpión en su cachete derecho) luego la agarré por la cintura, acercándome a ella y aplastando mi pubis contra su firme y pequeño culito. A la vez, bese su cogote desnudo de cabellos, su melenita estaba pelada en disminución como el cabello de un chico.



Le mordí sus orejitas, olía a ternura y a limpieza. Me puse frente a ella y rocé con mis uñas esmaltadas su sexo desnudo y diminuto y, sin pedirle permiso, la besé en los labios. Alzó sus manos como para apartarme de ella, pero los detuvo en el aire como alas de paloma estática. Le dije:



—Alicia, te quería preguntar, ¿has oído hablar alguna vez de "hacer la tijera" dos chicas?... no tienes curiosidad por saber qué se siente al aplastarse tu coño contra otro coño. ¿Hacemos la tijera las dos?, solo como un juego, no te vayas a creer, nuestro secreto, una experiencia íntima.



—Desde luego Margarita que hoy me quieres volver del revés, ¿tú has hecho eso antes?



—No, no lo he hecho nunca; he hecho cosas más fuertes, pero la tijera no; pero hoy quiero probar contigo. Será nuestro secreto.



—Bueno Margarita, pero solo un ratito; que me da un no sé qué, ¿cómo me pongo?, ¿en qué postura?, ¡qué fuerte chica!, si lo supiera mi novio jaja, ¡o mis amigas!



—Pero no lo sabrán. Alicia, recuéstate en la cama de costado, y alza una pierna.



—Ok Margarita.



Alicia estaba caliente como una perrita en celo empezando a experimentar. Al tumbarse de costado y alzar su pierna derecha dejó el chochito expuesto para que yo, tumbada en los pies de la cama, en postura horizontal, ascendiera por las sábanas hasta tocar sus pechitos con mi pierna derecha y su cogote con mi extremidad izquierda. Rastreé mi culo por la cama hasta sentir como mi gran bollo "atrapaba" como una medusa sedienta el pequeño y oscuro chocho de Alicia... unnnn su chocho estaba dentro del mío... alcé mi culo repetidas veces para restregarme contra su grieta, me dijo ella:



—Margarita, me gusta mucho, de verdad, me siento querida y muy húmeda.



Estábamos las dos empapadas, mis labios mayores se aplastaban contra su coño y contra sus muslos al moverme. Alicia se corrió como " un disparo húmedo" muy fuerte contra mi chocha abierta, ¡muy caliente!, ¡con mucho impulso!, me llegó dentro de mi vagina.



Después y, sin pedirle permiso, me senté sobre su cara, apretando mi coño contra su boquita de piñón... pero antes de eso le dije:



—Alicia, zorrita; me has puesto el coño perdido con tus fluidos, ahora, por favor, con tu lengua, ¡límpiamelo! Clavé mi ojete en su nariz y mi bollo lo aplasté contra su boca. Su boca me limpió el coño a fondo, cada pliegue; su lengua rebuscaba entre los dobleces de mi sexo, "desecándomelo" a lengüetazos... tan requetebién lo hizo, tan bien; ¡que me corrí en su boca!, ¡¡como una escopeta!! , soltándole uno de mis "trallazos húmedos". Alicia no cerró la boca, no, al contrario; la abrió del todo, como un pajarito en el nido esperando su alimento.



Mi flujo llenó su boca y salpicó toda su cara... ruborizada, muy excitada e impregnada de mí ser, Alicia me dijo bajito:



—Margarita, pero que me has hecho que te deseo más que nunca he deseado a nadie.



Hemos repetido después. Cuando tardo en escribirle me manda fotos desnuda, en poses que me calientan el coño tanto que tengo escribirle y que quedar con ella.


Datos del Relato
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