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Categoría: Maduras

La tía Rebecca

Cuando recién regresé a la ciudad donde crecí, esperaba reencontrarme con aquellos buenos amigos que hice años atrás. Y salir como hacíamos antes.



Tuve que hospedarme en casa de una tía, era una señora de 30 años, con un cuerpo que da qué pensar. Se había divorciado hace tres años, su ex marido, era un gilipollas, le descubrieron follando en su oficina con la secretaria, he de admitir que no estaba tan mal. Pero la tía Rebeca tiene más de dónde agarrar.



Siendo el sobrino consentido de la tía, obtenía muchas ventajas. Ella tenía un pequeño negocio de zapatos, en el cual le iba perfecto, logró construir una gran casa, y darse lujos. Sin ayuda de su ex marido. Como decía, la tía me llenaba de cariños y regalos, desde que era un crío le tomé mucho aprecio.



Fue difícil salir de este lugar, no sabía cuándo volvería. Pero ahora con la mayoría de edad, he vuelto. Pues quiero estudiar mi universidad en este aquí. La tía ofreció su casa al instante.



Llegué, llamé a la puerta, y en unos segundos abrió mi tía. Vestía un short de mezclilla, y una blusa holgada naranja. Se abalanzó sobre mí, dándome un gran abrazo y beso de bienvenida. Sentí como sus pechos se presionaban contra mí, lo cual me hizo sentir un poco incómodo, pero fue aún más incómodo darme cuenta que eso me excito en cierto punto.



-¿Cómo estás, Daniel? –Preguntó dejándome pasar.



-Muy cansado, tía. El viaje fue bastante aburrido y llegué a marearme un poco en el autobús –Se veía sonrosada, no pude evitar mirar esos senos, analizando un poco, me di cuenta que no llevaba sujetador.



-Pobre, sí, me he de imaginar, ¿gustas un vaso de agua?



-Sí, por favor.



Entré a la sala de estar, las paredes color crema, sillones marrón, una mesa de centro recién barnizada, lo sabía por el olor que despedía. Y una gran televisión en un librero, rodeado de objetos de colección.



Volvió con un refrescante vaso de agua helada, agradecí, nos sentamos en los cómodos sillones, y conversamos un poco de todos los cambios que había sufrido el pueblo.



-¿Celeste sigue viviendo en el pueblo? –Pregunté con curiosidad, esa chica había sido mi platónico en la primaria. Era bastante linda según la recuerdo.



La tía se removió incómoda, y se sonrojó aún más.



-Aún vive aquí. ¿Ya comenzaron a interesarte las muchachas, Daniel? –Cruzó sus piernas.



-Bueno, no es de extrañarse. –Dije con ligereza.



-Ya veo –se puso de pie- vamos, te enseñaré tu habitación. Y puedes comenzar a desempacar.



-Eh... Sí, está bien. Gracias. –Bebí el vaso de agua de un sorbo y lo puse en la mesa de centro.



La seguí, atravesamos un pasillo, y me mostró todas las habitaciones, hasta llegar a la mía. Era amplia, olía muy bien. Una cama muy grande, y muebles finos.



-Desempaca, aún es temprano, pero si gustas comer algo, dime y yo lo preparo al instante –lanzó una tímida sonrisa, y salió.



Inicié con el acomodo de mis artículos. No era mucho, sólo lo suficiente. Planeaba hacerme de un trabajo, y comenzar a comprar mis propias cosas.



El día estaba soleado, perfecto para salir a caminar, dar un buen paseo. Deje de acomodar, y me duché. Quería ver a mis viejos camaradas. Caminé hasta la puerta, la tía estaba encerrada en su cuarto.



-No creo que haya problema si salgo... –Antes de continuar pensando, salí. La calle no era muy transitada, así que me esforcé por recordar la ruta en la que estaba mi escuela.



Caminé y caminé, no lograba identificar mucho. Llegué a un pequeño bazar, supuse que podría comprarle un obsequio a la tía. Entré, y comencé a observar todos los extraños objetos. Los miraba detenidamente, hasta que una chica se acercó:



-¿Daniel? –Preguntó intrigada-



Me giré, era Celeste. Esos ojos cafés, el cabello castaño, esa piel morena, labios carnosos, y uau, unos senos perfectos. No grandes, no pequeños, exactos. Sonreí, y asentí en forma de respuesta. Llevaba un vestido que le llegaba por las rodillas.



Una sonrisa tímida apareció en su rostro, y me abrazó.



-¡Qué alegría! Estas de regreso.



-Así es, Celeste. Mucho gusto en saludarte.



Se separó, hablamos de nuestros planes, preguntó acerca del tiempo que permanecería en el pueblo, y al parecer se alegró al decirle que era indefinido. Me enseñó muchos objetos de colección que podría regalarle a la tía Rebecca, y terminé llevándome unas cuantas.



Cuando vi que ya era tarde, decidí irme. Nos despedimos de beso, pero a propósito, giré un poco la cabeza para terminar dándole un beso en sus labios. Se sonrojó, y entre tartamudeos pidió otro. A lo cual, la volví a besar pero con más fuerza, alargando el tiempo. La tomé de la cadera, y la atraje hacia mí, dejó salir un pequeño gemido cuando mi miembro erecto, chocó contra ella.



Después de todo ello, nos separamos, agitados y sonrojados. Dijimos un hasta luego, y me retiré a la casa de la tía. Pensaba en llegar y hacerme una buena paja, me había excitado bastante.



Cuando regresé, observé que la tía seguía en su cuarto.



-Tal vez se siente mal, debería ir a ver cómo está. –Decía mientras me dirigía a su cuarto, cuando vi que la puerta estaba entre abierta, y se escuchaban gemidos.



Por la pequeña franja, pude ver un espejo, y el reflejo lo dejaba todo en claro. ¡La tía Rebecca se estaba masturbando!, no es extraño que alguien recién divorciado extrañe la acción.



-Hum... ¡Ahh! –Sus gemidos seguían, estaba introduciendo un consolador en su vagina. Su rostro sonrojado, con una expresión de que realmente disfrutaba lo que estaba haciendo.  – Ahh, Daniel... pequeño Daniel.



Estaba pensando en mi al masturbarse, mi miembro estaba ya bastante excitado. Saque mi celular, y tomé varias fotos del reflejo, luego un pequeño vídeo.



-¡Sí, soy tu perra! –Gritaba la golfa de mi tía, a medida que sus movimientos eran más rápidos en el mete y saca del juguete, estaba recostada, y sus piernas flexionadas, completamente desnuda, pude ver esos hermosos y grandes pechos, y su zona depilada. - ¡¡Ahhh!!



Dio un ahogado grito mientras llegaba al orgasmo, decidí salir a la calle nuevamente, para que pensara que no había llegado aún. Dejé pasar unos pocos minutos, mi miembro necesitaba atención. Anteriormente, entre los 16 y 17 años, había tenido una novia, y fue con ella con quien llegué a tener varias sesiones de sexo. No estaba mal, pero entiendo la necesidad que siente la tía. Estamos iguales.



Llamé a la puerta, y abrió la tía, estaba sonrojada, sólo vestía su bata para dormir.



Pasé y fui a mi habitación, seguido por ella.



-¿Qué tal te fue en el pueblo? –Preguntó la tía



-Muy bien, vi a Celeste, no sabes lo hermosa que la ha puesto el tiempo.



-Oh, ¿y a tu tía no le haces esos cumplidos? –Dijo poniendo mala cara



-También a ti tía... –Le respondí, desnudándola con la mirada, quedándome en sus senos. Eso parecía agradarle, su respiración se volvía agitada. Ambos sumidos en un largo silencio. Ella deseando que hiciera algo, y yo haciendo que se sumiera en la desesperación. Pude ver que seguía sin llevar sujetador, pues se notaban sus pezones erectos por la fina y delicada tela de su bata. Y claro que ella se dio cuenta de las condiciones de mi miembro, era bastante notorio. –Tomaré una ducha, me he aterrado mientras volvía.



Eso pareció frustrarla, asintió, dijo que prepararía la cena para cuando me acabara. Salió de mi habitación, mi miembro quería ser liberado de lo preso que lo tenían mis pantalones.



En la ducha me  hice una buena paja, el ver a la tía Rebecca en esas condiciones, haciendo eso, gritando mi nombre. Aparte de besar a Celeste, y hacer que me sintiera, fue maravilloso.



Fui a la cocina, me vestí sólo con una bermuda, pues hacia bastante calor. No tengo un musculoso cuerpo, pero sé defenderme, practiqué un poco de deporte en la ciudad. Aparte de que quería hacer rendirse más a la tía.



Cuando me vio, se sonrojó, y trato de evitarme.



-Tranquila, tía. Que si quiere voy por algo para cubrirme.



-Como gustes, siéntete cómodo.




Bebí algo, y cene poco, no tenía hambre de comida... sólo de algo carnal. Me despedí y dirigí para mi habitación a dormir.




Al día siguiente, me levanté temprano, me puse ropa cómoda y salí a correr por algunas cuadras. Cuando regresé la tía estaba preparando el desayuno, y yo me fui a duchar.



Era un domingo soleado, cuando iba a acompañar a desayunar a la tía, me di cuenta que usaba una bata más ajustada de lo normal. Podía ver parte de su culo levantado. Su cabello lacio hasta la cintura, sus pezones erectos.



Al parecer quiere que realmente me la folle.



Saqué mi celular, puse en una de las fotos, ella estaba de espaldas. Me puse de pie y me acerqué, pude sentir que se tensó.



Colocándome detrás de ella, puse el celular frente a sus ojos, para que pudiera ver lo que había capturado con mi celular:



-¿Te gusta mucho masturbarte, tía? –le susurré en su oreja, se quedó inmóvil, cambié al vídeo, y comenzó a sonar, se escuchaban sus gemidos, y sus gritos de golfa. Yo ya me estaba excitando, y mi miembro chocaba contra sus nalgas. -¿Te gusta que mi pene esté cerca de tu culo, eh? –Escuché un gemido salir de sus labios- Me ha estado provocando bastante tía, ¿quiere que la folle aquí, ahora?



Comencé a frotar mi miembro contra sus nalgas, guardé mi celular, y mis manos se apoderaron de sus senos.



-¡Sí, Daniel! ¡Fóllame ahora! –Se giró y me besó, un largo tiempo, mi falo ya muy emocionado, no me preocupaba la relación de familia, sería nuestro pequeño secreto, a ninguno de los dos nos convenía que se supiera algo como esto.



Le quité la bata, sólo llevaba unas pequeñas braguitas color azul. Quería que la tratara como una perra, y así lo haré.



La sujete del cuello con fuerza, y la alejé.



-Serás mi perra, tal y como dijiste, ahora quiero que me des una buena mamada. –Dije en tono de amenaza, soltándola, cuando hubo recuperado el aire, se arrodilló, me bajó la bermuda que traía puesta, y acarició por encima mi miembro. Sentir sus delicados dedos era gratificante. Cuando lo liberó, quedó expuesto mi falo de 18 centímetros. Comenzó con su tarea, lamía como buena perra, jugaba con su lengua en mi glande, lo introdujo en su boca, sentía bastante calor. Era buena en ello, pero no quería correrme ahí. Aumentaba el ritmo, y por instinto, la tomé de su cabeza, haciendo que mi pene entrara cada vez más. Nunca pensé que le follaría la boca a mi propia tía. Se sentía bastante bien.



La retiré, pues sabía que si continuaba, no soportaría más. La hice ponerse de pie, la subí a la mesa y pasé mi mano por sus bragas, estaban bastante húmedas.



-Eh, pero si ya estas toda mojada, perra, ¿se te hace correcto desear a tu sobrino? –Tomé ambos de sus pezones, y los presioné, a lo que lanzó un gemido. Introduje uno a mi boca, mientras con mis manos masajeaba sus muslos, dirigiéndome poco a poco a su entrada.



Una de mis manos se coló a través de sus bragas, acariciando su clítoris. Gemía cada vez más alto. Sentí como se estremecía a mi continuo contacto. Mordisqueé su pezón, y con mi mano que estaba en su muslo, la moví hacia su seno libre, pellizcando su pezón.



Me separé, viendo el espectáculo, una tía sumisa. Para mí, todo eso era mío ahora. Retiré sus bragas, ahí estaba su coño, totalmente depilado.  Quité mi camisa ya empapada de sudor por tales actos.



Me acerqué a olfatearlo, aroma a mujer. Pasé mi lengua por su clítoris, se estremeció y lanzó un fuerte gemido.



-¿Quieres que te penetre ya, puta? –Sabía que eso le excitaba -¿Quieres sentir ya el pene de tu sobrino dentro?



-¡¡Síí!! ¡Oh, Daniel! ¡Fóllame! ¡Hazme tuya! –Gritaba, en medio de toda esa excitación.



Introduje dos dedos en su interior, estaba bastante húmedo y caliente. Su expresión de placer, sus labios marcando una perfecta O, era digno de ver. Movía mis dedos, los sacaba y metía. Disfrutábamos ambos de ello, sentí cómo se empezó a estremecer, sabía que su orgasmo estaba por llegar. Así que continué. Sus continuos gemidos, todo ese espectáculo. Hasta llegar a un gemido mucho más fuerte, y sentir como mis dedos eran presionados por sus músculos. Sus piernas temblaron y no respiró por unos segundos. Sentí sus líquidos comenzar a salir.



-¿Preparada para el siguiente round? –Me coloqué muy cerca de ella, puse mi pene en su entrada, y de una embestida, la penetré. Sus ojos se abrieron, sorprendiéndose por mi acto.



La levanté, era muy ligera, y comencé con el mete y saca. Sentía sus paredes aun contrayéndose por su orgasmo anterior.  Era exquisito, pude haberme corrido desde un inicio, pero debía aguantar, quería hacerla llegar a su segundo orgasmo. Mis respiraciones rápidas y fuertes comenzaron a acompañar a sus gemidos.



-¡Ahh! –Sólo lograba decir eso la tía, que estaba siendo consumida nuevamente por el placer- ¡Ahh, Daniel!



Me detuve, saqué mi miembro, y acomodé a la tía en cuatro, apoyándose en la mesa. Volví a colocar mi falo en su entrada y de igual manera que la primera vez, de una embestida.



Seguí con la técnica, ahora sumando las nalgadas. Su culo quedaba rojo tras mis golpes. La tomé de las caderas, y aumenté la velocidad. Sus paredes se contraían, y yo no podía aguantar más.



-Aghh, me corro, perra.



-¡¡Síí, dámelo todo Daniel!!



Continuaba con la velocidad, los gemidos de ambos se sincronizaron, y me corrí gloriosamente en el coño de la tía. Sentí como también ella se corrió. Dando un gemido escandaloso.



Me mantuve en la misma posición, recostándome un poco en la espalda de la tía Rebecca, ahora mi perra, mi sumisa, mi puta. A la que follaría en muchas ocasiones más.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 3
  • Votos: 2
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