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Categoría: Incestos

La tía Lilian (par.1) Maestra y hembra me enseñó a disfrutar

Este no es un relato erótico más, fue una relación que trascendió el deseo y la pasión, que saltó las barreras de lo convencional, la historia que me marcó en placer del erotismo y del sexo, aprendizaje en tiempo real cómo se debe tratar a una mujer.



Antes de iniciar el relato quiero dedicárselo a Lilian, que fue la mujer madura que me hizo hombre en todo el sentido y la extensión de su significado, que aún hoy sigue siendo una referente, fuente de inspiración en mis deseos más profundamente eróticos. Decirles a las lectoras que todas la vivencias volcadas en esta historia son totalmente auténticas, que sepan disculpar mi falta de síntesis pero la intensidad de los hechos se agolpan en mis sentidos y no puedo pasarlos a la ligera, cada uno tiene su connotación vivencial cargado de emociones, empapados en el pasional deseo de un joven en su despertar al deseo más auténtico.



Esta historia comienza cuando mis padres deben viajar a Europa por razones laborales durante todo un año, razón por la cual quedé viviendo en la casa de mi tío, viudo y sin hijos que vive solo, pero tiene una vecina (Lilian) que colaborar en la atención de la casa y me parecía también “atiende” al tío Daniel.



También fui parte de la consideración de Lilian, que brindó la atención como a un sobrino, el trato era como de familia, ir y venir de su casa a nuestra era de lo más habitual, tan así que ella tenía la llave para poder entra cuando fuera necesario. La “tía” Lilian, una clásica “milf” madurita y separada, vive con Andrea, su hermosa hija, tan tetona como su mami, y cuatro años menor que yo.



Estaba comenzando mis estudios universitarios y ese verano tenía clases, por cuanto era habitual que al regreso pasaba directo a la casa de la tía para la merienda.



La “tía” era una mujer madura y súper activa, también trabajaba en la actividad judicial como mi tío, solo trabaja de mañana y no todos los días, el resto del día era pura acción, actividad física y atender a su hija y ahora también a este “sobrino” del interior.



Como recién llegado a la ciudad de Buenos Aires no tenía amigos, por cuanto la casa de la vecina hacía las veces de “aguantadero”, como decíamos en broma, la piscina era el paraíso para soportar el tórrido veranito, que me permitían compartir con ella y Anabella, su hija.



Fue precisamente que en uno de los “juegos a la hora de la siesta” que pensando que Lilian no miraba nos pusimos a juguetear, escondidos bajo la muchacha me había realizada una buena masturbación. Lilian nos había visto parte del jugueteo, el resto lo intuía. - “tal tío tal sobrino”!



Me llamó a solas, tranquila, sin enfado, hasta con ternura dijo:



- Necesito hablarte un poco como madre, pero sobre todo como una mujer, que comprende las necesidades del hombre con toda su testosterona presionando sus decisiones… -la pausa para constatar el efecto en mí. – No hacía falta ver de cerca para saber qué hacías en las piscina con Anabella, también fui una pendeja con toda la calentura jugando un joven que no deja de mirarle el culo y espiar el escote para mirarle las tetas. –otra pausa. Asiento con la cabeza.



Puedo comprender que recién llegado, sin más amigas que mi Anabella y con la calentura que debes tener acumulada entiendo que la cercanía despierte tus instintos… (Más solemne sigue): No quisiera que tu calentura pudiera tener consecuencias... un embarazo, no quiero para ella lo mismo que pasé yo: madre soltera.



- No… no se… ñora - Dime Lilian. – Lilian, no hubo… no… tuvimos sexo… solo...



- Solo qué?, soy una mujer adulta y vos un hombre, hablemos claro, por favor… la verdad nada más.



- Bien… ejemm, bueno solo hubo tocadas… -Y?... – Bueno me hizo la paj… me masturbó una vez.



- Sé que hubo más de una, y se la diste a chupar?



- Bueno, dos o tres veces maso



- Bien… te creo. Ahora quiero poner en claro las cosas: Puedo entender tu calentura, tus ganas de tener una mujer… -asiento con la cabeza. – Vos sos hombre y caliente, yo mujer y sin pareja, si eres todo lo discreto que creo puedes tenerme y con eso calmamos tu calentura y la mía, y evitamos que termines embarazando a mi Anabella. Estamos de acuerdo? -Sí, sí, claro. Bueno todo arreglado, mañana la nena va a pasar el día con su padre, podrías venir y conversamos?



De pronto todo el cielo se había abierto y estaba viajando de polizonte al paraíso, la emoción me había bajado la libido, aun no podía salir de mi asombro, esa noche hasta me costó conciliar el sueño, aunque me desperté de madrugada agitado y con la pija bien “al palo”.



Llamé a Lilian con una trivial excusa, me dijo puedes venir…



Creo que ni tuvo tiempo de cortan al comunicación, que me llegué a su casa, un beso en la mejilla y me dijo que la esperara, que iría a “ponerse cómoda”… - Puedes buscar unas cervezas o quieres algo más fuerte?



- Cerveza - En la heladera, busca para los dos. – Puedes destrabar la impresora mientras me cambio?



Había reparado la impresora, me quedé sentado en el sillón de respaldo alto, Lilian apareció vistiendo un solero escotadísimo, apoyada contra el marco de la puerta, el trasluz permitía visualizar más que el contorno, casi podía ver las sombras del vello púbico y la sombras de las aréolas de las mamas. Sabía y gozaba con el efecto causado, se inclinó del otro lado del escritorio para alcanzarme la cerveza, bien inclinada de modo que las voluminosas tetas me sustrajeran la mirada, inclina más aún, era como decir: es tuyo…



- Wow!!! te has perdido mirando… puedes tocarlas… Tócame!!!! Quiero sentir tus manos aquí.



Me permitió sentir la redondez de sus senos, poder llegar hasta colocar la palma bajo el peso de los pezones. Se vino de mi lado, separó un poco el sillón para sentarse frente en el borde del escritorio, tenerla frente de mí, sus piernas entre las mías. Sacando “pecho” de modo que sus opulentas mamas parecieran más opulentas, moviendo el torso para exhibir el balanceo dentro de la sutil tela.



Estaba pasmado, alelado y sin saber cómo seguir, embelesado con tremenda mujer que me ofrecía esa belleza que tantas noches fue motivo de mis más húmedas y lácteas calenturas.



Me gustó sentirme objeto de su calentura, deslizar los breteles al borde de los hombros, con un suave meneo la prenda se deslizó hasta sus pies. Era una bella mujer, cuando la madurez enriquece las texturas, las redondeces se acentúan, los pechos valen por lo que son, el triángulo púbico, sombreado de rulos oscuros dan entorno y misterio a la cueva tan deseable.



No me alcanzan los ojos para retener tanta carne codiciable, la tomé de la cintura para acercar mi cara hasta perderme entre sus mamas, sentir por primera vez el aroma de mujer, sentirme dueño por un instante de su deseo y poder ser artífice de su placer.



Sujetaba con firmeza sus caderas, llenaba mis sentidos de su aroma, lamia su piel como para embriagar mis sentidos.



- Luis, quiero que me uses como tu objeto deseado, sujétame fuerte, quiero sentir la firmeza de tus manos en mis caderas, no quiero respeto ni amor, solo sentirme tu hembra, ser solo para ti, sentir que mi macho me desea tanto que no puede resistir el deseo de tomarme como sea.



Esas palabras endulzaron mis oídos y turbaron mi cordura, mi cerebro viajaba a un sitio increíble, que se parece al de ahora cuando me vuelve a excitar el recuerdo.



Levante del sillón, un instante frente a frente, el abrazo derivó en el contacto furtivo de nuestros labios, el leve roce fue la chispa que encendió la hoguera, el beso profundo, interminable de lenguas danzantes ahogaron toda razón, la pasión encendió los motores y la turbulencia de las emociones nos ascendieron en la tromba de un tornado que anuló lo poco de razón que había en Lilián, contagia la forma de devorarme en su ardiente boca, las manos inquietas desabrochan la camisa sin zafar mis labios de la cárcel de los suyos.



Sentía la brusquedad del deseo, ganas de morder con furia, perder el control, magrear sus carnes, liberar el instinto de forma salvaje, la inconciencia de ser la primera vez que tenía una mujer de esta magnitud entre mis manos subvertía mis sentidos, me hacía parecer un ser brutalmente, una máquina de copular, saltar la barrera del respeto, solo hacerla mía, mía, mía…



Estábamos en la misma sintonía, se arrodilló entre mis piernas, desabrocha el cinto, baja el zip, deslizar pantalón y calzón en un solo movimiento, liberar la verga…



Embelesada, cautivada por la erección, sobre todo el grosor y rigidez del miembro le hizo perder lo poco de razón que le quedaba, envolvió con sus manos, adoraba hasta lamerlo con fruición. Se hizo un tiempo para mirarme a los ojos, colocar el testimonio de mi virilidad al palo, entre sus gloriosos pechos, apretando y deslizando en una sutil masturbación, solo quería llenarme los sentidos de la gloriosa bienvenida al placer que bullía dentro de su sexo.



Se puso de pie, me arrodillo, acaricio su piel con manos y boca, ascendiendo por su piel hacia sus pechos, lamiendo cada poro, sentir cada gesto, cada gemido como un descubrimiento. De pie, levanté sus tetotas, sostenidas en mi mano, el beso suave, bordeando la aréola, para dejarme llevar a meterme el pezón totalmente secuestrado en mi boca, presionado y sorbido, haciendo el vacío para introducirlo más dentro, lamer y chupar con fruición. Escucho los gemidos ahogados por la sorpresa y el goce descontrolado, sus manos aferradas a mi cabeza, los dedos enredados en mis cabellos me oprimen contra ella, ahogarme en sus sentidos más lujuriosos, no para de gemir.



Separa un poco la lámpara y se desliza sobre el escritorio, manos apoyadas, eleva la pierna derecha, me deshago del pantalón, ella de las sandalias, paso brazo izquierdo bajo su muslo hasta tomar su nalga. Sus piernas separadas me abren el mundo de su sexo, el aroma de hembra caliente turba, obnubila, confunde, aturde. No tengo experiencia, solo lo que vi en alguna peli, ahora es el momento de la verdad, la gloria de su sexo levemente cubierto de afelpado vello enrulado, destellos de jugos en la herida abierta para el placer, me lance sobre su sexo, vivir o morir en el intento.



Tomada de sus nalgas me lancé a comerle la boca del sexo, descifrar como es chupar ese delicioso manjar aromático, abrir con los labios y lengua, desbrozar el sendero hasta introducir la lengua tan dentro como pude. Se agita, eleva sus piernas por sobre mis hombros, rodea mi cuello, los talones presionando mi espalda, ahogada y rígida por momentos, me detuve pensando que le hacía daño… su mando presiona mi cabeza para que no me detenga, que siga lamiéndola…



Todo es nuevo, ahogos, gemidos de goce, semejan dolores, el placer tan intenso genera instantes de molestias celestiales, incomodidades por la tensión y la excitación, no encuentra el momento para aliviar las tensiones, pero que no puede dejar de sentirlas, solo una mujer en su condición de sentir que se la están comiendo puede entender esa comezón de satisfacción en la deliciosa intranquilidad de no saber qué hacer con tanto placer.



Sin poder respirar, los ojos dados vuelta, los tendones son cuerdas de violín, la mano garra en mis cabellos, solloza, suspira, gemidos atorados en la garganta ponen en situación extrema del doloroso placer del goce extremo.



No puede controlar los ahogos, presiona con fuerza mi cabeza en su sexo, se desliza hacia atrás para escapar del ataque erótico, se impulsa con los talones en mi espalda y se eleva para escapar del acoso, vuelve a oprimirme contra el sexo. Un impulso de supervivencia, se ahoga, agarrada de mis cabellos me saca, con fuerza, me alza la cabeza, baja la suya para ahogar sus ahogos en la humedad de mi boca llena de sus jugos de hembra. Me come la boca, con la intensidad de poder respirar de mi aire, beber de mi sed, se abraza a mi cuello sin parar de lamer mi boca de todas las formas inimaginables.



Volver a enterrarme entre sus piernas comiendo el sexo, el respiro previo le permite moverse, atenazar mi cara incrustada en su conchita, pegado a sus carnes respiro el aire de su sexo. Los ahogos y la tensión siguen dominando sus movimientos, agitarse y boquear como pez fuera del agua, zarandearse en todas formas y modos, sufre la tortura del placer hasta agotarse. Resiste el embate del mi capacidad de sorber, lamer, morder y degustar su cueva de mar salado. Intenta zafar, separándome con sus manos en mis hombros…



- Basta, basta!! por favor!! Basta!!!! No aguanto más!! déjame!, me matas, me ahogo!…



Me retiró de dentro de su cueva, seguía sentada sobre el escritorio de pie, enfrentados, nos comemos la boca, su mano derecha se apropia de mi sexo, masaje y paja mientras mordemos los besos hasta dejarnos los labios enrojecidos y colmados de saliva. Nos miramos, ojos llorosos corridos de rímel, el ánimo alterado por el morbo de las delicias sufridas con estoica satisfacción.



Ahora era mi tiempo, recostado en el sillón, de rodillas entre mis piernas, mano derecha en la verga pajeando mientras mama con todas sus ganas, la otra mano jugando en su sexo, los ojos disfrutando de las muestras de sorpresa por cómo está deleitando a su hombre. Sabe que son sensaciones únicas, por eso pone todo su “vocación” y sus dotes de hembra en hacer que sea la irrepetible.



Encorvaba su espalda para engullirse el miembro hasta llegarle a la campanilla, sumergirlo en dulce y profunda intrusión, carias de lengua y baño de saliva. La emoción de ser dominado por el deseo prodigado por Lilian me producía una imagen hipnótica que me sumergía en un mar de sensaciones inéditas, las pulsaciones comenzaron a acelerarse irrigando mi cuerpo, provocando un calor repentino y delicioso.



Ahora me dejaba deslizar, la garganta seca, las sensaciones de la deliciosa mamada y paja a dos manos me tenían como rehén de mis sensaciones, me agota la emoción, seca la garganta, solo puedo sonreír para responder a su mirada. Me sujeto de su cabeza, atraigo mientras elevo la pelvis para llegar hasta ahogarla en la penetración, agarrotado a sus cabellos acompaño el movimiento de vaivén, estoy copulando en su boca, el placer embota mis sentidos, colma mis fantasías más osadas.



Pajea mientras muestra su lengua apenas roza la cabeza de la pija, controla y domina, sin dejar de pajearme se eleva para darme de beber la saliva de su boca, aprovecho la cercanía para engolosinarme con los besos en su cuello. Los besos la deliran, los gemidos se replican en el movimiento de su mano, agitando la pija con énfasis, lame mi pecho y pequeños mordisquitos en mis tetillas.



Excedida su resistencia, agotada en complacerme ahora va por más… sin soltar ni un instante el pene, se pone de pie, se sube al sillón, ahorcajada sobre mí, una rodilla a cada lado, con la mano izquierda sobre mi hombro le permite manejar con la otra la verga, moverse y llevarla para embocarla en su vagina. Aferrada del alto respaldo de sillón le facilita moverse impulsando su cuerpo hacia arriba y abajo, evolucionar y balancearse para una penetración plena y profunda.



Maneja su cuerpo, acomodando sus evoluciones, el subibaja con la intensidad de su calentura. Rodeo su cintura sin presionar para darle libertad de movimientos. Lloriquea, gime, se angustia, vuelve a llorar, suelta el respaldo, clava sus uñas en mis hombros, aprieta fuerte los labios vaginales presionando el miembro, endereza la espalda, tensa las nalgas, empuja hasta empalarse y da un ahogado gemido, mezcla de llanto y grito…



El cuerpo en tensión, suspenso de movimientos, solo quejidos lastimeros, la vagina habla en latidos y contracciones, siento como una fábrica de sensaciones internas que aprisionan la verga, su corazón la te a mil, no respira, solo gime y me vuelve a comer la boca con desesperación.



Un instante de pausa para no morir en el intento, y todo vuelve a tomar vida, el movimiento repetitivo de subir deslizarse con el miembro como guía rectora de su calentura, hasta que una nueva oleada de calor interior vuelve a incendiar sus sentidos. Los gemidos y aullidos guturales se repiten, la contracción en el sexo, los tendones ponen tensos y los músculos agarrotados somatizan el nuevo orgasmo, los temblores hablan de la intensidad del tsunami interno.



Separa su cara sonríe sin sentido, me besa, agitado el pecho, respira forzada, otra vez la calma aparente y la risa. Rodeo su cintura con mis brazos, aprieto su cuerpo contra el mío, comienzo a moverme, la manos en sus nalgas, la elevo y contagio la inercia del vaivén previo, otro momento de la excitante cogida retoma el ritmo a toda marcha. Se vuelve a tensar, las manos crispadas, ríe, llora, grita, muerde y se ahoga. Todo a un mismo tiempo, el sexo otra vez en el trance de un nuevo orgasmo.



La pausa, breve y nuevamente vamos en pos de un nuevo escalón en el placer de Lilian. Esta nueva búsqueda es distinta, más rudeza, mayor deslizamiento hasta sentir como el fondo de la vagina, la tensión llega con el orgasmo que la invade, los gemidos se ahogan en su garganta, se mira en mis ojos, acaricio su cara deformada por el gozoso orgasmo, se mete mi dedo pulgar en su boca mientras transita la agonía de este orgasmo. Temblando más que las veces anteriores, menos violento pero más tenso y agónico recorrió ese momento de tránsito de la muerte en la acción hacia la resurrección glorificada.



El éxtasis se prolonga en el abrazo, húmedo beso y abrazo contenedor hasta reponer las fuerzas consumidas en la épica aventura de una fabulosa serie de orgasmos, siendo partícipe necesario y espectador privilegiado.



Me levanté del sillón, sostenida en el abrazo, pegados en el sudor, enchufado en ella, deslizando su cuerpo hasta que sus pies se posaron en el suelo, un gemido ingrato dijo que mi verga abandonó su húmedo nido. Giró hasta apoyarse sobre el escritorio.



Fui por detrás, acaricié y besé repetidamente sus nalgas, suspiros de goce esperaron la penetración de mi verga en su máxima erección, se deslizó toda sin dificultad, mi cuerpo inclinado sobre su espalda, las manos agarrotadas exprimiendo sus pechos. Sentía la penetración intensa, profunda. En un pequeño espejo sobre la pared del frente podía ver como magreaba sus pechos, como se aferraba con sus manos al borde del escritorio en cada embate de mi cuerpo sobre el suyo. En el curso de la cogida elevo la espalda para buscar la caria y el beso en el cuello, otra vez tendida aferrada al borde soporta el embate bravo del macho ardiente. Me agarro a su cintura y empujo más allá de mis fuerzas, con la violencia y la aspereza de la calentura sin control, ahora estoy al mando de las acciones, ella pasiva solo puede gemir y soportar la salvaje excitación de su hombre, los gemidos vuelven a revelar que cursa una sensación que se parece a un orgasmo.



Las pausas y variación de posturas permiten aguantar con la erección sin correrme, me salí del estuche, giró para volver a llenarme la boca de sus besos, friccionar lenguas y brazos en carias bien apretaditas.



Las nalgas apoyadas en el borde del escritorio, solo fue soltarme y dejarla tenderse de espaldas, elevo sus piernas para que apoye las plantas de los pies. Las manos en sus nalgas y le comí la conchita, la experiencia anterior servía para saber de qué modo hacerla sentir el placer delirando en mi boca, nuevamente gemía y me aprisiona contra su boquita vertical.



Tomada de mi nuca se eleva hasta quedar en posición reclinada, apoyada en sus manos, me separo un instante para retirar de mi boca un molesto vello púbico. La excitación vuelve a dibujar extrañas muecas en su rostro el rímel escurriéndose por las lágrimas furtivas y boqueado para poder respirar.



Una rápida lamida en el sexo y la penetro con la pija dentro de la conchita y la lengua introducida en su boca. Sus dos bocas siguen firmemente unidas, mientras bombeo fuertemente dentro de su vagina, respira con las dificultades de no soltar mi boca, las manos enlazadas en mi cuello y los talones en mi espalda.



De a momentos afloja los abrazos separa los labios para poder respirar, entre agónicos sollozos y a media lengua dice cuanto está gozando, cuanto necesitaba este momento de lujuria.



El metisaca no afloja, su calentura no amaina, ahora me quedo encastrado en ella, sus piernas vuelven a ceñirse en mi cadera taloneando mis riñones, los dedos entrelazados en mi nuca, son los puntos de apoyo para ser ella quien haga todo el “gasto” de los movimientos coitales, frenéticos y enérgicos. No puedo resistirme, los dos movemos al unísono, con fuerza, con urgencia, siento nacer dentro de mí el producto de semejante calentura, como desde los riñones comienzo a sentir ese torrente emocional de la energía masculina empuja por salir. Ese momento fundacional se me dibuja en el rosto, los ojos fuertemente cerrados las muecas del esfuerzo que se genera en la producción de la esperma son gestos que hablan de cómo estoy viviendo ese momento mágico.



Me ahogo en la contracción muscular de estar llegando al borde del abismo, un fuerte gemido anuncia la proximidad, el cuerpo de Lilian se tensa en la angustiosa espera de regalo masculino. Lo está viviendo con la misma intensidad de quien lo genera.



- Ahhhggg, ayyyy… Ufffff, me… meee… voy…



- Sí, sí, sí, por favor!!!! lo quiero… Lo quiero… Todo!!! To…



Se le cortó la frase, el primer chorro de semen brotó desde lo más recóndito de mi ser, sentí un chorro grueso, intenso, otro y otro y ni sé si hubo más. Hacía más de seis meses que no tenía sexo, la primera de este modo y con esta intensidad. La prolongada demora y las variadas alternancias de esta relación habían elevado la tensión y calentura a niveles irrepetibles.



Ella pedía que no me detuviera, que me derramara dentro, que me necesitaba y no sé cuántas otras palabras que adjetivan el momento sublime de este acto que excedía en mucho un polvo convencional, est acto tenía un plus por el momento, por los partícipes, por cómo nos encontraba en el camino de la vida.



Pero si has pensado que ya había terminado todo, te equivocas…



Había terminado dentro de Lilian, ambos lo vivimos con la intensidad de algo sin par, me retuvo, abrazada con brazos piernas y dientes adherida a su hombre, vivenciando el momento de haberme corrido dentro de ella. Me fui saliendo de ella despacio, tomando unos centímetros de distancia para observar esa conchita que había sido alojamiento de mi verga por un tiempo harto prolongado, se deja estar, tendida sobre el escritorio, las piernas abiertas y flexionadas, espero ver fluir el semen vertido bien dentro.



Se levanta un poco para verlo salir, noto que sus movimientos internos son con ese objetivo pero aún no asoma.



- Quieres ver el resultado de tu obra, verdad? -asiento.



Comienza a agitar la vulva con sus dedos, metiendo un par y frotando con el resto, nuevamente el rostro comienza a registrar los signos del momento de excitación. Mis dedos se introducen en su vagina para colaborar, somos dos voluntades sumadas para ayudarla en este momento totalmente inesperado, ahora creciendo en intensidad, los gemidos de hembra ardiente vuelven a llenar de erotismo el cuarto.



Sin pausa con toda la urgencia de conseguirle ese orgasmo, persistimos en accionar sobre la vagina, agitada se conmueve y tiembla, zarandea alborotada por la emoción de sentir la inminencia de ese gemido ahogado en su garganta, el orgasmo, un final a toda orquesta.



Nos quedamos en silencio, los cuerpos brillando de transpiración, agotados por la intensidad de las sensaciones cuyos efectos se reflejan en el cuerpo de los amantes, sudorosos y agotados pero inmensamente felices de lograr este momento de felicidad plena y satisfacción de haber conseguido el orgasmo de su vida.



- Ah!... mira… esto es tu lechita amor…



Había recogido en su mano los primeros vestigios del semen regado en sus entrañas. Una lamida a su mano para comprobar el semen de su hombre fue el mimo que faltaba.



- Luis, ahora podemos tomarnos esa cerveza que olvidamos por disfrutar el sexo…



Ese fue el comienzo, el descubrimiento, el inicio de una relación que fue más allá de un simple contacto sexual. Esto fue tan solo el comienzo, aún queda más, y muy sabroso por contar, pero demandaría mucho tiempo de lectura, será en la continuación.



Lobo Feroz


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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