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-------------------- PRIMERA PARTE --------------------
La mañana había empezado temprano y comenzaba a ser estresante. Ana, no llevaba ni media hora levantada y Marta ya había estado dos veces en su habitación. La primera, a las ocho de la mañana, para despertarla y la segunda, veinte minutos después, para confirmar nuevamente si tenía todo preparado. La joven había dejado preparado el ligero equipaje la noche anterior. Cuando terminó de arreglarse cogió su maleta y el bolso y lo bajo a la entrada de la casa. El ajetreo era increíble. Todos subían, bajaban, entraban y salían ultimando los detalles de sus respectivos equipajes. Ana entró en la cocina donde ya olía a café recién hecho y María estaba preparando unas tostadas.
María colocó frente a ella una taza de café humeante y un par de tostadas. Ana puso una cucharadita de azúcar a su café y un poco de aceite a sus tostadas. Comenzó a comer con apetito. Mientras desayunaba pensó en lo sucedido la noche anterior con Fabián y que al final no había hablado con él sobre el tema que tenía pendiente. Apuró su café y cogió la tostada que le quedaba y se dispuso a salir de la cocina. En la puerta tropezó con Javier.
-Buenos días. ¿Lo tienes todo preparado? – se interesó Javier.
-Hola. Si todo listo. Cuando quieras nos marchamos.
-Por mi encantado pero… tendremos que esperar a los demás.
Ana sonrió y dejó a Javier en la cocina, mientras ella salió al porche delantero de la casa. El cielo estaba de un color plomizo y los gruesos nubarrones anunciaban la inminencia de la lluvia. Mientras mordía su tostada saco el móvil del bolsillo del vaquero y buscó el número de Fabián. Marcó y esperó su respuesta. Después de cinco tonos:
-¿Si? – respondió una voz pastosa y dormida al otro lado.
-Soy Ana, ¿Te he despertado?
-Sí. ¿Sabes qué hora es…?
-Lo siento. Y ya son casi las nueve – dijo después de consultar su reloj.
-¿Pasa algo? No es normal que me llames tan temprano – se intereso con una voz más normal, pero notándose que seguía tumbado en la cama.
-Ayer teníamos que haber hablado y… bueno, no lo hicimos.
-No pasa nada. Quedamos luego donde quieras y hablamos.
-No va a poder ser. Me marcho en media hora al aeropuerto.
-¿Dónde vas? ¿Vuelves a casa?
-No. Vamos a Canarias. Mis padres se han empeñado en que pasemos ahí estos días del puente.
-¿No vas sola con ellos?
-No. Viene toda la familia. Ya sabes, para agradecerles que me hayan acogido en su casa.
-Entonces hablamos cuando vuelvas.
-Es importante.
-¿De qué se trata?
-El teléfono de Marcos no te lo di para que se lo devolvieses. Y… me gustaría que te hicieses con una copia del disco duro de su portátil.
-Todo eso es mejor que lo haga cuando vuelvas.
-Fabián cuanto antes mejor. ¿Podríamos vernos en el aeropuerto? Así te doy el teléfono y nos despedimos.
-Pero… mira qué hora es. Tu ya te marchas no llegaré a tiempo.
-Inténtalo al menos. Si veo que no llegas te llamo y te digo donde te lo he dejado.
-De acuerdo. Nos vemos en una hora más o menos.
-Gracias. Un beso. Te quiero.
-Un beso.
Ana colgó y volvió a entrar en la casa. Se había quedado helada. Se puso su cazadora que reposaba sobre su pequeña maleta y se sentó en el salón. Todo el mundo seguía revolucionado y Javier gritaba apremiando a su familia ya que el monovolumen que nos llevaría al aeropuerto estaba a punto de llegar. Javier entró al salón y se dejó caer en el sillón.
-Odio salir de viaje – dijo resoplando.
-¿Por qué? Lo pasaremos bien – le respondió Ana, conciliadora.
-Lo sé. Pero odio todo este estrés de la salida.
El timbre sonó y Javier se levantó como si eso hubiese activado un resorte en su trasero. De nuevo comenzó a gritar mientras salía del salón para abrir la puerta.
-¡Vamos! ¡¿Dónde os habéis metido?! ¡El coche esta aquí!
Ana salió del salón, tomo su maleta y se fue al coche que los esperaba. Marta y los chicos bajaban apremiados por Javier. Mientras todos se dirigían al aeropuerto Javier continuaba quejándose de todo el equipaje que habían preparado. Tres cuartos de hora más tarde estaban en la terminal y se dirigían al mostrador de Iberia para recoger los pasajes que los padres de Ana les habían reservado.
Frente a la puerta de embarque, Ana, se movía nerviosa mientras miraba su reloj. Fabián no llegaba y los pasajeros estaban comenzando a entrar.
-Javier, voy al baño. Vuelvo enseguida.
-¿No puedes esperar e ir en el avión?
-No. No puedo aguantar.
-Vale date prisa. Toma tu pasaje.
La joven camino rápidamente hacia uno de los baños. Mirando insistentemente para ver si Javier la seguía con la vista. Cuando estuvo segura que no estaba pendiente de ella fue hacia las consignas. Estaba a punto de entrar cuando su teléfono sonó.
-¿Dónde estás? – preguntó Fabián sin preámbulos.
-En la sala de consignas iba a dejarte ahí el teléfono.
-Ok. En dos minutos estoy ahí. No te muevas.
Fabián no le dio tiempo a decir nada y colgó el teléfono. Un instante más tarde los jóvenes se encontraban. Ana lo abrazó y le dio un suave beso en los labios. Fabián se retiró de ella inmediatamente.
-¿Qué te pasa? – inquirió Ana.
-Pueden vernos.
-¿Quién?
-Tu familia.
-No es mi familia y aunque lo fueran. Soy mayorcita para besar al chico que me gusta. Además ya están subiendo al avión – dijo sonriendo.
Él en ese momento se acercó a ella, la tomo por la cintura y estrechándola contra él la besó sin temor. Ana correspondió al apasionado beso, pero a desgana se separó de Fabián.
-Toma – le dijo entregándole el teléfono de Marcos junto con el cargador y el cable que había comprado.
-¿Cómo se lo devuelvo?
-Estoy segura que se te ocurrirá algo. Y también inventaras algo para hacerte con una copia de sus discos duros.
-Ana, creo que piensas que soy James Bon y no lo soy.
-Tú eres mi Sr. Bon y confío en ti. Ahora tengo que irme.
-Vale. Llámame cuando aterrices.
-Lo haré. No te preocupes. Estaremos en contacto.
Cuando Ana se disponía a marcharse a la puerta de embarque Fabián la detuvo tomándola de la mano. Luego volvió a besarla.
-Te voy a echar de menos – dijo Fabián cuando se separaron.
-Y yo a ti. Te quiero.
Y Ana salió corriendo para tomar el vuelo que la llevaría a las islas afortunadas. Entregó su pasaje a la azafata que controlaba el embarque y subió al avión. La sobrecargo la acompaño a su asiento y vio que los demás ya estaban acomodados.
-¿Todo bien? – se intereso Javier que estaba sentado tras ella.
-Sí. Sin problemas. ¿Mi maleta?
-Ahí arriba.
Ana se levanto y abrió en compartimento de equipajes. Bajo su pequeña maleta y abrió la cremallera del bolsillo exterior. Sacó un libro y su reproductor de MP3, luego dejo la maleta en su lugar. Minutos después el comandante informaba que se abrochasen los cinturones y el avión comenzó a rodar por la pista cuando las nubes comenzaron a descargar la lluvia que acumulaban. Ana miró por la ventanilla como despegaba el aparato, mientras la lluvia golpeaba con fuerza el fuselaje. Unos minutos más tarde el avión atravesaba el manto de nubes para finalmente volar sobre un suelo de esponjoso algodón blanco bañado por un radiante sol. Cuando el comandante volvió a dirigirse al pasaje para indicarles la duración del vuelo, que en Tenerife había un sol radiante y una temperatura de veinticinco grados, así como que ya podían desabrochar los cinturones. En ese momento Ana se puso los auriculares y se centro en la lectura de su libro para evadirse de todo y que no la molestasen.
El vuelo pasó rápido. Antes de darse cuenta una de las azafatas ponía su mano en el hombro de Ana para llamar su atención. Ana se quitó los auriculares.
-Estamos a punto de aterrizar. Abróchese el cinturón. Gracias.
La joven cerró su libro y apagó su reproductor de música. Tomó los extremos del cinturón y lo cerró entorno a su cintura. Minutos después el aparato aterriza. Cuando el avión se detiene y los pasajeros comienzan a levantarse Ana continua sentada sin moverse. Javier deja la maleta de la joven el asiento que hay vacio junto a ella. Ana le hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza y luego guardo en la maleta su libro y su MP3.
-Vamos.- Le indicó Marta.
Ana se levantó y caminó tras Marta por el estrecho pasillo. Cuando entran en la terminal los padres de Ana, Ricardo y Elena, los esperan. La joven corre hacia ellos y se lanza a los brazos de su padre. Los tres se saludan muy efusivamente. Después los padres de Ana saludan a Javier, Marta y los chicos. Todos salen del aeropuerto. Ana sube junto con sus padres en el coche que estos ha llevado. Javier y su familia suben en el monovolumen que los espera y donde también cargan todo el equipaje. Los dos vehículos media hora más tarde llegan al complejo hotelero que los padres de Ana tienen en la isla y donde se alojaran todos. Javier y su familia se instalan en una de las villas del complejo y Ana y sus padres en su suite del hotel.
Aquella misma tarde después de comer, todos juntos fueron a la playa.
Ana después de quitarse el mini short que ocultaba el pequeño bikini blanco se chitó la camiseta quedándose directamente en topless. La madre de Ana, Elena, hizo lo mismo y Ricardo no le dió la menor importancia. Estaba acostumbrado a ver a su mujer y su hija así. Marta se animo y se quito la parte superior de su bikini. Olga era la única que permanecía tapada a parte de los chicos. Ana la animo y buscando la aprobación de su madre Olga finalmente se unió al grupo y mostró al mundo sus encantos.
Javier había visto a su hija en alguna ocasión haciendo topless en la piscina de casa junto a su madre pero siempre había procurado estar el menor tiempo posible para que Olga no se sintiese incomoda. Y ahora estaba ahí tumbada en su toalla con los ojos cerrados y tomando el sol tranquilamente mientras enseña al mundo esas dos delicias. Javier no puede apartar los ojos de las tetas de su hija y su polla tomo vida propia. Ana percatándose de ello no hace más que provocarle.
Carlos se sentía en la gloria. Tenía a la disposición de su vista cuatro magníficos pares de tetas. Las de Ana las había disfrutado, las de su madre también, pero lo que no se podía imaginar es que los pechos de su hermana lo iban a hipnotizar de esa manera. Y no quería ni mirar los de la madre de Ana porque también le fascinaban.
La situación se repitió los siguientes días. Todas las mujeres hacían topless tanto en la playa como en las piscinas del complejo donde se alojaban. Javier y Carlos vivían en un estado de excitación permanente que hacia alguna que otra situación fuese incomoda.
Los juegos en el agua hacían que padre e hijo no la pudiesen abandonar hasta momentos después en que lograban que la tensión se relajase. Cada vez que los pechos de su hija lo rozaban cuando se divertían en el agua o cuando su mano accidentalmente los tocaba en algún lance del juego eso hacía que una descarga eléctrica recorriese su cuerpo. La que estaba realmente disfrutando de aquella situación era Marta, puesto que su marido en un estado de excitación permanente la follaba varias veces al día en cuánto tenia oportunidad.
Carlos no estaba disfrutando nada de la situación. Estaba todo el día empalmado y no podía follar con nadie. Se lo había insinuado a Ana en un par de ocasiones pero había pasado de él. Supuso que delante de sus padres quería ser una niña buena. También lo intento con su madre haciéndole llegar alguna indirecta, pero ella no se dio por aludida estaba planamente satisfecha con los servicios que le estaba ofreciendo su esposo.
Olga notó que la relación con su padre durante aquellos días había cambiado sustancialmente. Ella sentía la necesidad de estar junto a él, pero él estaba muy tenso cada vez que ella se acercaba, hasta que finalmente se mostró muy distante con ella.
Aquella mañana Javier estaba muchos más irascible que los días anteriores y cuando Olga apareció en el salón con short que prácticamente no dejaba nada a la imaginación y una camiseta bajo la que claramente se apreciaba que no llevaba nada salvo su piel hizo que estallase. El detonante de la explosión fue un simple beso de su hija. Olga besó a su padre como todas las mañanas, salvo que aquella mañana el beso fue en la comisura de sus labios, algo que lo encendió sobre manera y lo que avivo aun más la llama fue sentir el roce de sus duros pezones a través de la delgadísima tela de su camiseta.
Javier estallo como pocas veces lo había hecho con su hija. Olga no entendía nada. Su padre nunca se había metido en su forma de vestir y en ese momento le estaba gritando por cómo iba vestida. Marta intento mediar en la discusión pero Javier estaba siendo poco razonable. Al final Olga se marcho a su habitación dejando a su padre con la palabra en la boca.
Olga entró rápidamente en su habitación y lazó la puerta tras ella. Su intención era dar un portazo, pero no le dio el impulso adecuado, la puerta se detuvo antes quedando entreabierta. Si vestía de manera sexy y a su padre le ponía pero él no quería admitirlo. Tenía claro que desde que estaban en la isla y la estaba viendo semidesnuda en la playa y la piscina la relación entre ellos era mucho más tensa. Y por su poca eso solo quería decir una cosa, su padre se sentía atraído por ella.
Se tiró en la cama y rodó por ella hasta quedar boca abajo. Olga pasó una de sus manos bajo su cuerpo, desabrochó el botón del short y bajó la cremallera, para abrir la cintura y facilitar la maniobra que tenía en su cabeza. La mano navegó bajo su braguita acariciando su pubis y notó la humedad de la prenda.
“¿En que estas pensando?” se dijo ella misma. Pero esa idea bullía en su mente desde que vio a su padre aquella tarde, en aquel probador, en el centro comercial. Y el estar en aquella isla viéndolo en bañador no la estaba ayudando mucho a desechar la idea. Eso hacía que su excitación estuviese alcanzando niveles críticos y ahí no tenía a Daniel, ni a Marcos, para aplacar su deseo.
Se mordió su labio inferior cuando su índice circundó su clítoris que estaba inflamado y necesitado de atenciones. Su cuerpo llevaba días pidiendo guerra y ese dedo fue un alivio momentáneo. No podía esperar a regresar a Madrid. Olga aceleró el movimiento de sus dedos que frotaban con brusquedad el dilatado apéndice rosado que tanto placer le proporcionaba. Luego separó los labios de su sexo y recorrió su rajita con uno de sus dedos recogiendo parte de la humedad que los impregnaba. Ese dedo aventurero poco a poco entró en aquella gruta donde encontró un manantial de placer. Un segundo dedo se unió a su compañero, ambos entraban y salían explorando la cavidad.
-¡Mmmm…! – suspiró intentando no hacer ruido.
Olga comenzó a imaginar cómo sería tener a su padre disfrutando de ella en ese momento que tanto lo necesitaba. Cómo sería follar de manera salvaje con él. Lo que necesitaba era hacerlo con un hombre de verdad. Lo hacía con Marcos, pero lo hacía por obligación, y aunque era algo mejor de Daniel, estaba segura que su padre era mucho mejor que los dos juntos. Todos esos pensamientos no ayudaban a que su cuerpo se tranquilizase. Todo lo contrario la estaban excitando aun más. Prueba de ello era el flujo que manaba abundante de su interior y se deslizaba por su limpio pubis. Aquellos deditos traviesos la estaban haciendo disfrutar. Elevó sus caderas para que un tercer explorador se uniese al grupo y así tuviesen espacio para profundizar aún más en la cueva. Olga estaba tan cachonda que hubiese podido meterse la mano entera. Olga rodó sobre si misma hasta quedar cómodamente boca arriba. Abrió las piernas y se sintió extraña. Ella no solía hacer esas cosas. Pero ahí estaba, abierta de piernas sobre la cama, masturbándose, mientras imaginaba como sería ser follada por su podrió padre haciendo gritar de gusto.
El pantaloncito comenzaba a ser una molestia, así pues se deshizo de él con la mano que aun tenía desocupada. Abrió un poco más las piernas para facilitar la labor a esos tres exploradores que continuaban entrando y saliendo de su húmeda cueva. En su nueva postura, más cómoda, su mano libre corrió bajo su camiseta subiéndola hasta su cuello.
Luego prestó asistencia a sus duros y sensibles pezones. De nuevo su mente voló, e imagino cómo sería sentir los labios, los dientes y la lengua de su papá comiéndose sus dos preciosas y firmes tetas. Y otra vez vio a su padre entre sus piernas, follándola, y sintió el peso de su cuerpo sobre el suyo.
Olga escucho un leve ruido que hizo que abriese los ojos. No detuvo su juego. Observo y vio una sombra tras la puerta entreabierta. No podía ver quién era, aunque estaba segura que a ella la podía ver perfectamente. Observó como la sombra se movía levemente. Estaba claro que su madre no era, ella habría entrado y por el volumen de lo que podía ver solo podía ser una persona, su padre. ¿Qué hacia ahí? Pensó, ver como se masturbaba y disfrutaba de sus deditos traviesos. “Entra y fóllame” quiso decirle, pero tal vez no era la mejor idea en ese momento. Lo mejor sería jugar con él para encenderle la llama del deseo.
La joven Olga estaba perdiendo la cabeza. En lugar de sentir vergüenza por la situación y detener la escena, arqueo su espalda para mostrarle una visión perfecta de sus duros pechos. Unos pechos coronados por dos rosados, jugosos y duros pezones que deseaban ser devorados por la boca de quien estaba tras la puerta.
La persona que estaba tras la puerta desprendía deseo y lujuria. Olga lo podía notar, lo podía sentir. Y su respiración acelerada y profunda que a ella le llegaba atenuada se lo confirmaba. Pero ¿Por qué seguía allí? Mirándola. Podía haber pasado de largo, o haberse detenido un segundo y luego marcharse. Pero no, seguía ahí, mirándola. Y Olga estaba segura que él se había dado cuenta que ella lo había visto, que sabía que estaba ahí.
Olga vio como la enigmática sombra se movía de manera repetitiva y rítmica. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntó. Pero la respuesta para eso solo podía ser dos, aunque se podría decir que la misma. Se estaba acariciando el prominente bulto que debía tener entre las piernas o se estaba masturbando a la vez que su niñita. Olga lo tenía ahí mismo, solo a unos metros de ella. Tan solo tendría que gatear hasta él, como una gatita mimosa, arrancarle su pantalón y deleitarse con aquel miembro que se había convertido en su obsesión.
La joven se retorció de placer cuando aceleró el ritmo con el que sus traviesos dedos la follaban. Ríos de fluido empapaban su mano. Cada vez que se penetraba un jadeo de gusta salía de su garganta. Olga no se preocupaba por disimularlos o contenerlos. Quería que él la escuchase. Saber que su papá estaba ahí, escuchándola, la excitaba aún más. Hasta el punto de no saber se aguantaría a ese ritmo mucho más. Cuando los dedos de Olga tomaron su muy sensible clítoris el siguiente jadeo de convirtió en un débil grito.
-¡Oh!, ¡oh!, me voy a correr – dijo entre los jadeos pero de manera que el pudiese oírla perfectamente.
Ahí estaba Olga, en su cama, totalmente abierta, con las braguitas arrugadas en su ingle, con la camiseta en su cuello y con el pecho al aire. Y en esa situación, con los dedos entrando y saliendo de ella a la velocidad del rayo, mientras su pulgar presionaba rosada perla y su otra mano torturaba la sensibilidad de sus tetas y pezones. El orgasmo invadió su cuerpo. Su cuerpo se tensó arqueando su espalda, un calambre recorrió sus piernas haciéndolas temblar. Un grito de placer salió de su agitado pecho.
-¡Que gusto! ¡Sí! ¡Joder!
Olga se mordió su carnoso labio inferior y disfruto de la dulce sensación que se había apoderado de toda ella. Cuando sacó los dedos de su interior donde seguían nadando en el abundante caudal que la abandonaba, se incorporó y miró de nuevo a la sombra. Seguía ahí, mirándola. Estaba segura que tendría la polla a punto de estallar, pero continuaba impasible tras la puerta. ¿Por qué no había entrado a mostrarle su verga y a follarla como la puta que era? ¿Cómo podía aguantar? Se preguntó. Entonces Olga decidió usar el último cartucho que tenía en ese momento. Miró fijamente a la apertura de la puerta. Llevo su empapada mano hasta sus labios y engullo los tres dedos que habían estado dentro de ella. Los chupo con ansia deleitándose con su propia esencia mientras sonreía con picardía. Al mismo tiempo le decía con la mirada, lo que hay en mi boca podría ser tu polla. Entonces vio como la sombra se movía y desaparecía, dejándola de nuevo sola.
Olga salto de la cama y fue hacia la puerta conforme estaba. La abrió de golpe y se asomó. Ya no estaba. Se había ido. Pero tuvo la sensación que su juego había calado en él y podrían disfrutarlo. Luego entró en la habitación y esta vez sí cerró la puerta, entró en el baño y después de asearse recompuso su aspecto.
Javier y Marta habían quedado con los padres de Ana para después de comer ir a ver una exposición de un nuevo artista local que exponía en la galería de un amigo. Javier estaba buscando alguien nuevo con ideas frescas para realizar los carteles promocionales de una feria de muestras que habían encargado en su agencia.
Ana se había encontrado indispuesta durante la comida y se había marchado a su habitación para descansar hasta la hora de la cena.
Y Carlos en vista del aburrido panorama que tenía por delante después de comer se marcho a dar un paseo por la playa con la esperanza de conocer alguna chica local o extranjera y ligar con ella.
Olga decidió quedarse en la villa y pasar una tarde tranquila después de todo lo sucedido esa mañana. Cogió el libro que se había llevado de casa y se dispuso a pasar la tarde tumbada en la terraza leyendo tranquilamente. Pero no se podía imaginar que su hermano tenía otros planes para aquella tarde.
Carlos saltó sobre su hermana besándola apasionadamente. Olga sorprendida abrió por instinto levemente su boca dejando que la lengua de su hermano la invadiese. Un fuerte sabor a menta se apoderó de sus papilas gustativas. Una alarma se disparó dentro de Olga poniendo todos sus sentidos en alerta y le erizó la piel.
-¿Qué coño estás haciendo? – espetó Olga separándose de su hermano.
-Besarte.
-Hasta ahí llego. ¿Por qué me has besado?
El joven respondió aproximándose a su hermana. La abrazó e intentó besarla nuevamente. Olga apartó su cara. Pero eso no desanimo a su hermano que oculto su cara en el cuello de Olga, lo beso y subió hasta morderle tiernamente el lóbulo de la oreja. Olga empujó otra vez a su hermano apartándolo de ella.
-Carlos ¿Se puede saber qué demonios te pasa?
-¿A mí? ¿Qué te pasa a ti? Primero me calientas y ahora te haces la sorprendida. Joder, Olga. Llevo todo el puto día pensando en ti, en podernos quedar solos y ahora me sales con estas.
-¿Qué yo te caliento? ¿Pensando en mí?
-Tú estás enfermo.
-No, yo no. Aquí la única enferma eres tú. Y si no ¿a qué ha venido lo de esta mañana?
-¿A qué te refieres? No tengo ni idea de que estás hablando.
-Joder, que mala memoria tienes hermanita. Yo haría que me lo miraran.
-Quieres dejarte de sarcasmos y explicarme de una puta vez a que viene todo esto.
-Increíble ¿Lo estás diciendo en serio?
-Me parece que no tengo cara de estar bromeando.
-Dios. Si que estás enferma.
-Carlos vete a la mierda.
Olga se dio la vuelta para entrar en el salón y dejar solo a su hermano en la terraza. Pero Carlos la sujetó del brazo reteniéndola.
-Suéltame. Me estás haciendo daño.
-De eso nada. No te vas a ir dejándome así.
-Carlos, me haces daño y me estas asustando. Déjame, por favor.
-Vamos hermanita, no te hagas ahora la estrecha y la tonta. Eso no va contigo. Tal vez engañes a papá y mamá, pero a mí no.
-Carlos ¿Qué te pasa? Explícamelo.
-¿Qué te pasa a ti? Esta mañana te pones a masturbarte sabiendo perfectamente que te había visto, y en lugar de parar o decirme algo te regodeaste y me incitaste. Si estabas pidiéndome a gritos que pasara a follarte. Y ahora me sales con estas.
-¿Cómo? ¿Eras tú?
-Claro que era yo. ¿Quién iba a ser?
-Papá – respondió en un susurro prácticamente inaudible, sin pensar.
-¿Te estabas masturbando para papá? Joder Olga. ¿Te follas a papá?
-¡No! – gritó y dio un tirón soltándose de su hermano.
-Yo creo que sí. Cuando se entere mamá de esto se va a liar una buena.
-No pensaras decírselo. No serás tan gilipollas.
-La única gilipollas aquí eres tú hermanita. Y si se lo cuento todo a mamá, bueno, depende de ti.
-¿Qué quieres?
-¿Tú qué crees?
-Eres un cabrón.
-Tal vez. Pero tú eres una putita. Vamos – dijo finalmente cogiéndola de la mano y tirando de ella.
-¿A dónde?
-Al dormitorio. ¿No querías que te follara papá? Pues tendrás que conformarte conmigo, aunque siempre puedes imaginar que soy él. Venga lo vas a pasar muy bien.
Carlos continuó tirando de la mano de su hermana. Olga lo seguía en silencio pero no se resistía. Sabía perfectamente que era inútil. ¿Cómo me puede pasar a mí esto? Se preguntó. Primero me chantajea el cabrón de Marcos y ahora mi propio hermano. ¿Y si me niego? Se volvió a preguntar. No, no puedo negarme. Se lo contaría con toda seguridad. No sería la primera vez que lo hiciese. Ya lo hizo cuando me pillo con Daniel la primera vez que lo hicimos y me negué a comprarle un juego para la Play. Fueron dos meses de castigo. Pero con esto no serían dos meses de castigo. Podrían divorciarse y papá incluso podría ir a la cárcel. No podía permitirlo, se dijo finalmente Olga a sí misma.
-Pero esta no es tu habitación – dijo Olga frente a la puerta del dormitorio.
-Claro. He pensado que como querías hacerlo con papá por qué no hacerlo en su cama.
Los dos hermanos entraron en el dormitorio. En ese momento el cuerpo de Olga se encendió como si en el hubiesen accionado un interruptor. Se la iba a follar en la cama de sus padres. Donde su padre habría follado con toda seguridad esa misma noche. O tal vez, solo hiciese unas horas. Olga se mordió su carnoso labio inferior para intentar contener la excitación que estaba fluyendo entre sus piernas.
Carlos hizo que su hermana se sentase en la cama, mientras él se quitaba la camiseta. Olga observo detenidamente el cuerpo de su hermano. Tenía marcados los abdominales, unos brazos fuertes y su paquete. ¿Todo eso es suyo? Se dijo cuando vio el enorme bulto que había en su pantalón. Estaba buenísimo. Sus amigas tenían razón cuando se lo decían. ¿Por qué ella nunca lo había visto de esa manera hasta aquel momento? La calentura de Olga aumentaba por momentos.
La mano de Carlos tomó la de su hermana y la acercó hasta su inflamada entrepierna. Olga acarició el duro bulto de su hermano y la lujuria se desató en ella. Se agachó hasta que su nariz rozó aquella vibrante tienda de campaña que no dejaba de temblar. Olga sacó la lengua y lamió la bragueta de su hermano mientras lo miraba a los ojos. Sin apartar la vista de él, las manos de Olga, desabrocharon primero el cinturón y luego el pantalón. La respiración de Carlos se aceleró cuando su hermana empezó a bajar la cremallera de sus vaqueros. Cuando tuvo abierta la cremallera bajó de un tirón el pantalón de su hermano hasta sus tobillos. El bóxer de color azul a duras penas podía contener semejante miembro. Olga aproximó sus labios a la entrepierna de su hermano y sobre la tela tomó entre sus labios el dilatado capullo. Jugó con la punta de su lengua sobre el fino tejido estimulando la sensibilidad de su propio hermano. Cuando Olga se separó del palpitante el miembro de Carlos, una mancha húmeda oscurecía la zona donde los lujuriosos labios de Olga se habían posado sobre la hombría de su hermano. Olga acercó su mano y acaricio despacio, muy despacio, la erección de Carlos bajo el bóxer.
Olga, deseaba en su interior que su hermano explotase con los tocamientos que le estaba proporcionando para evitar dar un paso más con él. Pero Carlos estaba aguantando y no parecía tener intención de acabar pronto.
-Hermanita, creo que sabes lo que estoy esperando. No demores más lo inevitable.
La joven en vista que no tendría más remedio que llegar hasta el final decidió que no demoraría ni un segundo más lo que tenía que pasar. Olga bajó el bóxer de su hermano hasta sus rodillas liberando su erecto miembro. La joven se mordió su labio inferior y acercándose a Carlos recorrió con la punta de su lengua el erguido tronco que tenia frente a ella. Su hermano no se pudo contener cuando sintió la legua de Olga recorriendo su miembro y emitió un profundo suspiro de gusto. Carlos cerró los ojos para concentrarse en el placer que estaba recibiendo, echó su cabeza atrás y cogió la cabeza de su hermana para que no retrasase más lo que estaba deseando. Estaba claro que Carlos no estaba muy conforme con los juegos de su hermana, pero ella continuó jugando con él a su antojo. “Ya que tenía que hacerlo, lo haría a su manera” se dijo Olga. Situó los incisivos en la punta del capullo de su hermanito y comenzó a bajar por ese grueso trozo de carne, con suavidad, pero para que tuviese claro quién tenía el control de la situación. Olga lo miró desde abajo y los hermanos cruzaron sus lujuriosas miradas llenas de deseo. La joven rodeó con sus labios el jugoso glande y lo succionó con fuerza. Olga se deleitó con la polla de su hermano. Carlos, ya impaciente, sujeto la nuca de su hermana y la embistió con fuerza envainando en su garganta toda la longitud de su verga. En ese momento la imagen de su padre apareció en su mente y pensó lo que le gustaría que esa polla que estaba comiéndose fuese la de él y no la de su hermano. Olga dejo de acariciar y apretar los huevos de Carlos. Sus manos se apoderaron de su duros glúteos y clavándole las uñas lo apretó más contra ella. Olga se había excitado con la imagen de su padre y quería que la penetrasen por todos y cada uno de los orificios de su caliente cuerpo. Un cuerpo excitado que comenzaba a fluir entre sus piernas empapando sus braguitas. Olga paseó una de sus manos entre sus muslos para intentar calmar mínimamente su calentura. Carlos se apartó de ella y le dijo:
-¡Joder! Olga, nunca me han comido la polla con tanta intensidad.
-No te puedes imaginar cómo me has puesto cabrón. ¿Me vas a follar ya?
Carlos dibujo en su cara una sonrisa de oreja a oreja e hizo que su hermana se tumbase en la cama. Le arrancó el pequeño short y la diminuta braguita tirando las prendas a los pies de la cama. Carlos bajó de la cama y buscó su pantalón.
-¿Qué haces? – le preguntó su hermana.
-Busco un condón.
-No te hace falta, tomo la píldora. Vamos.
Los dos hermanos se enredaron en un apasionado abrazo sobre la cama de sus padres. Sintieron totalmente el contacto de sus cuerpos desnudos. Se exploraron abrazados sobre la cama. Carlos estaba maravillado de la naturalidad con que su hermana asumía su propio deseo, sin ningún tipo de remordimiento y sin ninguna inquietud. Fue Olga quien recorrió el torso de su hermano con las palmas de las manos, como si quisiera memorizar cada curva y cada musculo. Pero lo que Carlos no sabía que lo que Olga estaba acariciando el pecho de su padre. Carlos, mientras permanecía inmóvil y, para que negarlo algo asustado. Los hermanos habían dejado de besarse y él volvió a contemplarla de cerca. Era preciosa y ya no era su hermana Olga, se había transformado en una mujer diferente. Ambos jadeaban y poco a poco fueron acompasando el ritmo de sus respiraciones hasta que acabaron haciéndolo al unísono. Olga se abalanzo sobre su hermano, no había otra forma de explicarlo. Carlos penetró a su hermana y ella gimió de alivio al sentirse completamente llena. Olga tenía demasiada tensión sexual acumulada y era la única forma de liberarla. Mientras su hermano la penetraba, Olga escribía en la piel de él una criptografía de caricias y arañazos que dirían al mundo que ese cuerpo había sido suyo. Los hermanos estaban rojos, acalorados y sudorosos. Olga estaba bajo él. Carlos le acaricio la espalda hasta que se detuvo en las caderas, para aferrarlas después a su cuerpo con ambas manos y ambas piernas.
–Despacio. -Dijo ella.
Su hermano pensó que ella quería ser la maestra de ceremonias y llevar la voz cantante. Carlos contuvo el aliento mientras entraba en ella de nuevo, pero en esa ocasión, calculada y morosamente, centímetro a centímetro, de forma que ella pudiera sentir cada diminuto avance. Realmente no le costaba entrar en Olga pues su sexo fluía como una fuente. Carlos sentía el miembro tenso al máximo, pleno de vigor y entusiasmo a medida que entraba y como las paredes de la vagina de su hermana se contraían a su alrededor, como dándole la bienvenida, como invitándole a entrar, como intentando atraerlo hacia lo más profundo, y por fin él se supo dentro, completamente dentro, casi fundido con ella. Y Carlos se mantuvo allí, rígido e inmóvil, sin desplazarse un solo milímetro. Olga agitaba las caderas, impaciente, pero su hermano permaneció inmutable, descansando en su interior, con las manos apoyadas en el cabecero de la cama para no perder el equilibrio. Y entonces, Carlos, muy, muy, muy despacio, haciendo gala de su autocontrol, empezó a moverse con estudiada calma. Carlos se retiro y volvió a entrar en su hermana como a cámara lenta, y en la segunda envestida hundió el miembro un poco más profundamente. Poco a poco incrementó el ritmo, más rápido, más profundo, más rápido, más profundo, hasta alcanzar tal intensidad que con cada nuevo impacto y aquella fricción le provocaban a él un calor intenso que se iba extendiendo por todo el cuerpo. En un momento los cuerpos de los hermanos parecían pegados uno al otro, al momento siguiente Carlos se despegaba. Olga respondía a cada nuevo ataque con un profundo gemido y a medida que él aceleraba el ritmo los gemidos de ella ganaban en volumen. Cuando Carlos comprendió que su hermana había perdido su seguridad y había dejado de ser ella la que llevaba la iniciativa, él se sintió poderoso y dueño de la energía necesaria para tomar aquel cuerpo. Carlos se emborrachó en la sensación de superioridad y dominio, y sin poder evitarlo, sintió como se unía a su hermana de una manera muy especial. De repente todo el contenido del dormitorio de sus padres pareció converger hacia la cama, un gemido más intenso y agudo ascendió salvaje por su garganta, y cuando lo dejo salir, lleno a su hermana con toda su cálida simiente. En ese preciso instante un irrefrenable orgasmo se apoderó del cuerpo de Olga tensándolo. Carlos se desplomo sobre su hermana, entre espasmos, luego se tumbo a su lado y ambos se abrazaron relajando sus cuerpos. Olga lo besó con una ternura, que Carlos nunca había sentido antes.
Carlos se quedó dormido y Olga recogió su ropa y abandonó rápidamente el dormitorio de sus padres para ir al baño a darse una ducha reparadora.
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