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Categoría: Incestos

La tentación de mi hermano

-¡¿Cuántas veces te he dicho que toques antes de entrar, Samantha?!- Reclamó mi hermano, cerrando a toda velocidad el navegador de internet en la computadora.



-¿Y cuántas te he dicho que pongas el seguro da la puerta?- La casa donde vivíamos mi hermano, mi madre y yo, solo tenía dos recámaras y aunque hacía rato que me había mudado a la habitación de mamá, toda mi ropa seguía estando en el clóset del otro cuarto. Era una lata, pero ¿Alguna vez has visto la cantidad de ropa que tenemos las chicas? Era casi imposible que mi madre y yo compartiéramos el mismo mueble para guardar las prendas de ambas –Ya. No te enojes, solo vine por mi toalla. Estaré lista en media hora, así que tendrás tiempo de acabar con lo que estabas- Le dije a mi hermano, para molestarlo y fingiendo no haber notado su erección y que tenía el pantalón desabrochado.



-Más te vale que estés en media hora o me iré sin ti- Teníamos boletos para el “Vive latino” de aquél año. Habíamos estado ahorrando durante meses y habíamos conseguido comprar los boletos antes de que se agotaran.



Y no es que los boletos fueran caros, lo que pasa es que el trabajo de mi mamá era nuestra única fuente de ingresos constante y tanto mi hermano Cristian, como yo, habíamos tenido que conseguir uno de esos horribles empleos de repartir folletos del supermercado y así obtener algo de plata.



Esa misma semana había sido mi cumpleaños 21 y el 18 de Cristian, así que mi hermano y yo nos habíamos auto-regalado los mentados boletos y además, el cursi de Cristian me había obsequiado un par de aretes de fantasía y una gargantilla que no era más que un listón negro con y un dije de plata con forma de estrella. –“Ay, Cris. Qué bonito ¿cuánto te habrá costado?”- Pensé, enternecida por el detalle de mi hermano y fui a buscarlo para agradecerle.



Cristian y yo, como buenos hermanos, nos demostramos lo mucho que nos queremos a base de golpes y de cariñosos insultos, así que cuando entré de nuevo a su cuarto y lo abracé, mi inesperada muestra de afecto lo dejó todo pazguato, al pobre.



Nos fuimos en el metro al poco rato. Habíamos salido juntos varias veces antes, pero era la primera salida en que Cristian podía tomar cerveza de manera legal y lo celebramos comprándonos una de esas “micheladas” gigantes de la que nos íbamos turnando para beber.



-Se te van a salir los ojos, idiota- Le dije a Cristian, que estaba babeando por un trío de chicas que esperaban por cerveza, muy empinaditas en la barra del local, con sus culitos tan alzados, que casi se les asomaban las bragas por sus minifaldas.



-Déjame en paz. Mejor ponte en frente de mí, así puedo fisgonear a gusto- Me dijo Cristian y me reí por su inocente atrevimiento, pero le ayudé como me pedía.



-Deberías conseguirte una novia, para que dejes la chaqueta mental- Le dije, sonriéndole por encima del enorme vaso de cartón del que tomé un trago.



-Pues hazme el paro con tu amiga Claudia.



-¿Claudia? No mames, Cristian. Esa vieja es un condón usado- Claudia había sido mi mejor amiga hasta que se acostó con un tipo que me encantaba, mi vecino, al que tanto me había alegrado conquistar. Desde entonces la odiaba y más cuando me enteré que mi ex novio también se la había tirado mientras andaba conmigo.



-Jeje. Condón usado- rio Cristian, sin perder detalle de las chicas, que ahora se acercaban a nosotros y noté que una de ellas, la más alta y guapa, le sonrió coquetamente a mi hermano, así que me burlé un poco de él y de su sonrisa de tonto.



Inesperadamente, mi mandíbula acompañó a la de mi hermano en el piso, cuando al grupito de chavas se agregaron dos tipos, uno, más o menos guapo y el otro, el culpable de que me diera un micro infarto, parecía recién salido de un comercial de Calvin Klain.



-¿Quién se hace la chaqueta mental ahora, Sami?- Cristian se burló de mí y recibió su correspondiente puñetazo en el hombro.



Pasamos un buen rato escuchando a un par de bandas que se presentaron en el escenario principal. Salí con los pies molidos de tanto saltar y que le saltaran encima a mis deditos, pero feliz y deseando escuchar a los demás grupos que habría ese día.



Cuando nos movíamos a otro escenario, nos topamos de frente con el mismo grupito de chicas en mini y los dos guapetones de hacía un rato. Los hombres y dos de las chicas iban muy abrazados y yo me morí de celos cuando vi que una de ellas besaba muy rico al tipo que me había gustado. La muy perra hasta me barrió cuando pasaron junto a mí y cuando iba a decirle a Cristian de la grosería de esa vieja, noté que mi hermano se volvía a lanzar sonrisitas con la chica alta, la única del quinteto que iba solita.



-Deberías ir a hablarle, tonto- Le dije a Cris, sabiendo de su timidez con las mujeres.



-¿Y qué le voy a decir, Samantha? Además no creo que me haga caso ¿Ya viste lo buena que está?



-Anda a hablarle y dile que te lo mame. Con suerte y lo hace- Le dije bromeando y como lo vi ponerse rojo, sentí feo por haberle hablado de esa forma -Ay, mi hermanito. Voy a tener que ayudarte. Ven acá- Lo tomé de la mano y lo hice andar apuradamente hasta alcanzar a las zorritas esas.



-Amiga, disculpa… Amiga- Llamé hasta que volteó la chava que le interesaba a mi hermano. –Cristian quiere invitarte una cerveza, pero como dice que eres muy bonita, no se la vas a aceptar. Yo digo que sí vas a querer ¿Quién crees que se equivoca?



-Pues él se equivoca, porque sí quiero- respondió la chica de inmediato.



Contenta de haberle conseguido ligue a mi hermano, lo dejé platicando (esperando que no se meara en el pantalón) con esa chica, que a decir verdad, era bastante bonita y tenía muy buen culo. Me fui a comprar otra cerveza y cuando volví, no encontré ni a mi hermano ni a nadie del otro grupo de amigos.



Anduve un rato y por suerte alcancé a ver a Cristian, que ya andaba de la mano con su chamaca y como ninguno de los dos volteó a verme cuando empecé a gritarles, tuve que correr, cerveza en mano, detrás de ellos.



Cuando pensé que lograba alcanzarlos, los perdí de vista, pero en cambio me encontré a Calvin Nunca-supe-su-nombre Klain y la que supuse era su novia. Se besaban y medio querían fajar, parados muy cerca de la parte posterior de unas gradas. Fingí toser para que pararan un poco su acción y poder preguntarles por mi hermano.



-No debe tardar- Me respondió totalmente mamona, la novia de Calvin-papacito Klain.



-O tal vez sí. Todo depende de mi hermana- Agregó el guapo, guiñándome un ojo de forma juguetona y luego señaló con la cara hacia un resquicio entre las gradas y un carrito de hot-dogs.



Me acerqué a ver. Estaba medio oscuro y tuve que dar un paso para meterme debajo de las gradas, en donde encontré a Cristian, que me daba la espalda y cuando le iba a preguntar qué diablos hacía, las manos de la chica, acuclillada frente a él, se sujetaron del trasero de mi hermano al tiempo que se dejó escuchar el peculiar sonido de una buena mamada, con bastante saliva.



Di un paso atrás para salir de ahí. Una vez en el exterior y para mi sorpresa, noté que la novia de Calvin había desaparecido.



-¿A dónde fue tu chica?- Le pregunté por hacer plática en lo que Cris acababa su sesión de sexo oral.



-Al baño- Me respondió casi sin mirarme y moviendo las manos de forma singular. Estaba forjando un churro. Mismo que me ofreció en cuanto hubo fumado él primero.



“-Bueno, solo un toque-“ me dije y le di una buena calada al porro.



El ruido que la chica hacía al mamar la verga de mi hermano se escuchaba claramente en donde Calvin y yo estábamos fumando y ambos nos sonreímos. “-Qué ganas de hacerle lo mismo a este cabrón-“ me dije, desviando la mirada al paquete (paquetote) de Calvin y sintiéndome deliciosamente húmeda de solo pensar en tenerlo en la boca “-O cogiéndome bien duro de perrito-“ escuché a mi pensamiento, enriqueciendo la escena.



-Bueno, voy a dar una vuelta en lo que nuestros hermanos se desocupan- Le dije a Calvin, para no seguir sintiendo las ganas que tenía de lanzarme sobre él, porque de escuchar a esa chica ahogándose por momentos con el miembro de mi hermano me puse increíblemente excitada. –Bueno, me voy. No te vaya a regañar tu novia si te ve hablando conmigo.



-Si me regaña que sea con provecho ¿o no?- Al instante siguiente, Calvin me tomó por la cintura y me plantó un beso tan rico y tan profundo, que lo menos que pude hacer fue abrir la boca para que su lengua jugara con la mía.



Estaba pensando en la forma de llevarme a lo oscurito a semejante ejemplar, cuando Cristian y su amiguita salieron de su escondite. Mi hermano con cara de culpa y la chica con gesto de molestia. Después sabría por qué no salieron los dos felices, pero entonces, tuve que separarme de Calvin “-bueno, al menos lo besé-“ me dije mientras me despedía de él y de su hermana.



Cristian no quiso decirme nada de su experiencia con una desconocida. Supuse que algo no había ido del todo bien y preferí dejarlo en paz, al menos por ahora.



En la última parte dela noche, nos juntamos con unos tipos antillanos, ataviados al estilo “rastafari” con los que Cristian y yo pasamos un buen rato, yo bailando al ritmo del reggae, bien pegada a los torneados cuerpos de mis amigos negritos y dejándolos acariciarme un poco sobre la ropa. Mientras Cris hablaba sin parar con dos chicos más, acerca de la reencarnación y cosas así, bastante inspirados por el efecto del “ganja”.



En un momento, el ritmo de la música y las caricias que mis senos recibían por parte de las grandes manos del negro que se colaron bajo mi blusa, al mismo tiempo que mi otro acompañante me besaba en la boca, me habían puesto a volar. Estaba tan cachonda, que me puse a sobarles el miembro sobre el pantalón, sin importar que estuviéramos en un lugar algo visible para los asistentes al festival. Sin la intervención de mi hermano en el momento en que uno de mis compañeros de baile se decidió a sacar su enorme cosa de negro, seguramente yo habría acabado de rodillas chupando aquella oscura carne que tanto se me había antojado.



Por mucho que le insistí a mi hermano para que me dejara seguir “bailando”, él terminó prácticamente arrastrándome para volver a casa.



Entre risas y el andar de nuestros pies borrachos, Cristian y yo entramos al pequeño departamento al que llamábamos hogar. Las luces apagadas y el sonido pesado de la respiración de mi mamá indicaban que estaba profundamente dormida desde hacía buen rato. Yo todavía sentía el efecto relajante de los churros que mis amigos antillanos me habían compartido y casi todo me provocaba risa, lo mismo que a Cristian, que tras quitarse los zapatos y el pantalón, se tiró en su cama, a donde segundos más tarde le hice compañía, recostando mi cabeza sobre el brazo de mi hermano, de modo que quedamos medio abrazados.



-¿Ya me vas a contar cómo estuvo tu encuentro?- Le pregunté riendo y haciendo la mímica de hacer una mamada, al llevarme la mano cerca de la boca como si sostuviera una verga.



-Fue de lo más extraño- Me respondió Cristian, casi sin poder contener la risa. -¿Te acuerdas que me dijiste que le pidiera que me hiciera una mamada?- yo asentí, llena de curiosidad. –Pues no hizo falta, porque fue lo primero que ella propuso.



-¡¿En serio?!- No podía creer la buena suerte de mi hermano. Claro, como para mí era un bicho asexuado que formaba parte de mi familia, no había notado que al parecer se había vuelto algo atractivo para las chicas.



-En serio. Así que me llevó a donde te estuviste besuqueando con su hermano. Nos metimos debajo de las gradas y así, sin un besito ni nada, me saca la verga y se agacha para metérsela en la boca.



-¡Cristian! Eres un puerco. No quiero detalles- Le reclamé, aunque claro que me moría por saber qué había salido mal si todo pintaba para ser un momento épico en la vida de mi hermano.



-Déjame contarte, que aquí viene la parte importante- Siguió mi hermano y yo le eché mi pierna izquierda encima de su abdomen para estar más cerca de él y escucharlo mejor. –Bueno, pues a la segunda o tercera chupada, yo ya tenía una erección brutal y la chica se hincó, me agarró de las caderas y empezó a mamar como loca.



-Sí, pude oír su boca haciéndote sus cochinadas.



-¿Alguna vez has hecho una garganta profunda?- Yo asentí, algo ruborizada por confesarle eso a mi hermano. –Bueno, pues eso fue lo que hizo ella. Pensé que se iba a ahogar cuando me vine.



-Acabaste en su boca- Le dije, abriendo los ojos con mucha sorpresa -¿Y se lo tragó?



-Se lo tragó todo. Luego me dijo que era mi turno, así que se puso de pie y cuando empecé a meterle mano…- Mi hermano hizo una pausa y volteó la cara hacia la pared, muerto de pena.



-¡¿Qué?! ¿Nunca habías mamado un coñito?



-No es eso… Es que resultó que ella no era ella… Si no él.



Me tapé la boca para ahogar el grito de sorpresa que me salió súbitamente y que despertó a mi mamá, quien desde su cuarto nos preguntó si estaba todo bien.



-¡No chingues, Cris!- Le dije, bajando la voz para no despertar de nuevo a mamá.



-Sí, Sami. Y pues obvio que le dije que a mí no me gustaba eso. “Neta, perdón. Pero debiste decirme antes ¿No crees?” Fue lo que le dije y se puso como si estuviera triste.



-Eres un ojete. Le hubieras devuelto el favor- Estaba muriéndome de risa al pensar que Cris se había llevado tamaña decepción –Ya decía yo que esa chava tenía las manos muy grandotas- Le seguí diciendo, carcajeándome –No podías tener tanta suerte, Cris- Mi hermano me golpeó la frente con la palma de la mano, como hacía siempre que se hartaba de mis burlas. –Con razón, se me hizo raro que salieran muy encabronados en vez de salir contentos… ¿Pero sabes qué me areció lo más raro? Que el güey de su hermano estuviera como sin nada sabiendo lo que su hermanita hacía contigo.



-¿Eso qué tiene de raro? Pues cada quién sus asuntos ¿No?



-Ay, Cris. Claro que es raro ¿Tú qué sentiste cuando me viste fajando con los dos chavos negros?



-Pues no sé… Algo como celos y pues no quería que te hicieran nada feo.



-¿Ya ves? Es lo que sentiría cualquier hermano por su hermana. Pero… ¿Qué hubieras pensado si yo fuera el hombre y estuviera agasajándome a dos negritas?



-Pues que eres un ojete por no compartir- Me respondió riendo.



-Por eso digo que se me hizo raro que el hermano no cuidara a la hermana.



-Es que también, tú te pasas, Samantha. ¿Cómo se te ocurre sacarle la verga al negro ese ahí delante de todos?



-¡Yo no se la saqué! Fue él mismo.



-Pues como sea. Te pones muy zorra cuando tomas.



-Ay, mi hermanito el macho. Te cuesta trabajo aceptar que tengo más “pegue” que tú.



-Bailando así de sexy como bailas no es raro que prendas a todos.



-¿Te pones celoso?



-Algo. Todos me preguntaban si eras mi novia.



-¿Y qué les dijiste?



-Que eras mi hermana.



-¿Y qué hubieras hecho si fuera tu novia y me vieras bailando así de cachonda con los negros?- Quise saber. Y con malicia, moví la cadera en círculos, tal como lo había hecho delante de mi amigo antillano.



-Pues no sé… Creo que te cortaría.



-¡¿Por qué?! Solo es un “fajesito” sin importancia. Además no siempre te encuentras a dos muchachones así de buenos.



-De todas formas, te cortaría. Me darían muchos celos de verte así con otros.



-¿Así cómo?- Le pregunté para molestarlo más y sin parar de mover el culo.



-Pues acariciándolos y dejándote meter mano. Haciendo que se les antoje tu cuerpo.



-Pues si estoy buena ¿Qué tiene de malo que se les antoje? Si no fuera tu hermana ¿A poco no se te antojaría?



-¡No inventes, Samantha!- Me regañó y para seguir dándole lata, me empecé a restregar en él, despacio, como una gatita.



-¿A poco no se te antojaría todo esto?- Le pegaba mis tetas en su costado. Estaba divertidísima haciéndolo sufrir, hasta que bajé la vista y noté que tenía el pene bien parado, alzándole el bóxer como casa de campaña.



-Ya, Samantha- Me rogó, pero al mismo tiempo no pudo contra el impulso de ponerme la mano en el muslo con el que lo estaba rodeando.



-¿Se te antoja?- Le pregunté, todavía sin maldad, lo juro. Era solo que verlo así por mi culpa me parecía lo más tierno y graciosos del mundo.



-¿Qué quieres que te diga? Eres mi hermana, claro que no se me antoja.



-Eres un mentiroso- Le dije, con triunfalismo –Mira cómo lo tienes de parado. Eres un cochino. Te excitaste con tu hermana- me reí, pero tal vez eso lo ofendió y lo calentó, porque entonces, se dio media vuelta hasta quedar encima de mí.



-¿A ti no se te antoja?



-No mucho. La verdad- Le dije, soltando una carcajada.



-Es por que no has sentido lo duro que lo tengo. Si lo agarraras, seguro que ibas a quererlo todo.



Tomé aquello como un reto y le puse la mano en su excitado falo, que mi hermano hizo ensanchar al tensar sus músculos cuando lo rodeé con mis dedos.



-¿Cómo haces eso?- Le pregunté intrigada y como respuesta él volvió a rigidizar su instrumento un par de veces más.



-¿Verdad que sí se te antoja?- Me preguntó con el mismo tono de victoria con el que yo le había hablado hacía unos momentos.



No quise responderle porque me sentía sucia al estar tocando la verga parada de mi hermano, endureciéndose a su voluntad en mi mano.



-¿Lo quieres ver?- Me preguntó, sonriendo, con su cara muy cerca de la mía y otra vez, sin querer delatarme, no respondí y dejé que Cristian se bajara el bóxer, haciéndome tocar la suave y venosa piel de su verga. Entonces, además de sucia, me sentí confundida. Sentí el impulso de investigar cómo era precisamente la apariencia de la robusta cosa que tenía en mis manos y miré hacia allá, al tiempo que Cristian repetía su acto de crecimiento espontáneo. -¿Está grandote?- me preguntó mi hermano.



-La verdad, sí.



-¿Más grande que el de tu ex?



-La verdad, sí- Repetí mecánicamente –Pero ya quítate de encima, que me pesas- Lo cierto era que me había puesto muy caliente y tuve miedo de no poder controlarme y acabar haciendo una estupidez con mi hermano.



Cristian repitió eso que hacía que se le pusiera más grandote y más grueso cuando se hubo acostado boca arriba, a mi lado, y debo aceptar que para ese momento yo libraba una lucha interior contra las normas básicas de la moral. Batalla que acabé perdiendo cuando mi hermano me hizo tocar su miembro de nuevo.



-Con confianza, Samantha- Me dijo, haciéndome sentir que se habían intercambiado completamente los papeles y ahora era él quien jugaba conmigo, con mi excitación.



No dijimos nada por un rato y llevada por la necesidad que me dictaba el deseo, comencé a mover la mano con la que sujetaba la carne de mi hermano, acariciándolo primero todo hacia abajo, haciendo que su glande apareciera sin su capucha, brillante a la luz de la lámpara de mesa que teníamos cerca de la cama. En seguida, acaricié la punta que se me ofrecía, húmeda por las viscosas gotas transparentes que comenzaron a brotar muy despacio a cada apretón que yo le daba.



Cristian me acarició el cabello, acomodando detrás de mi oreja los mechones que tenía en la cara. Claro que yo sabía lo que aquello quería decir y volteé a ver a mi hermano, que sonreía satisfecho de verme caer en la tentación de nuestro incesto.



-Dame un besito aunque sea ¿No?- Me pidió Cristian y yo, caliente como estaba, pensé que quería que le besara la verga, así que eso hice.



Luego de un par de breves besitos para probar, envolví la verga de mi hermano con mis labios, dejándola entrar un poco más allá de la mitad. Cris está bastante bien equipado, nunca me lo hubiera imaginado, siendo siempre tan tímido y también poco atractivo para mí, como debe ser el hermano de una. Pero ahí estaba yo, agazapada en su cama, con medio cipote metido en la boca, pasándole la lengua en la punta como bien sabía que le gustaba a los hombres con los que había estado antes.



-Yo me refería a un beso en la boca, Samantha, golosa- Me dijo, Cristian, riéndose de mi cachondez y sin sacarme su miembro de la boca, le hice una seña mostrándole mi dedo medio mientras pensaba “-Vete a la mierda-”



Pero si Cristian pensaba que solo él iba a sufrir por transgredir a las normas, estaba muy equivocado.



-Tú ganaste, tonto. Ya viste que sí se me antojó- Le dije, liberando a mi presa, para despojarme de la blusa y gatear hasta ponerme encima de mi hermano, con las tetas en su cara. –Ahora dime la verdad ¿Se te antojan?



Cristian no pudo responder y quité sus manos de mi cintura cuando quiso sujetarme de ahí.



-¿Te gustan las tetas de tu hermana?- Me despojé en ese momento del sostén y entre risas por su cara de sufrimiento, le ofrecí mis pechos... Grave error. Cristian no dudó un segundo en succionar primero mi pezón izquierdo y luego en morder el otro, obligándome a gemir. –Eso es trampa, Cristian. Antes de probar tienes que admitir que se te antojan- Mi voz me sonó provocativa y en mi interior, la parte sobria que quedaba, me regañó, pero no quise escucharla.



-Si digo que sí te me antojas ¿me dejas tocar?



-No, Cristian. Estás loco- Le respondí, pero los dos sabíamos que tenía ganas de que me siguiera tocando.



Así que cuando aceptó que mi cuerpo se le antojaba, lo premié dejando tocarme las tetas. Yo estaba desnuda de la cintura para arriba, estaba abierta de piernas sobre mi hermano y cuando volvió a atacar mis pezones con su boca, no pude más y comencé a frotar mi vulva en su pene desnudo.



No hizo falta mucho para que yo misma me desabrochara el pantalón y llevara la mano de Cristian a mi entrepierna. Me abracé a su cabeza cuando sentí sus dedos entrándome y al poco rato sus dos manos estaban entre mis bragas y mi piel, acariciándome toda, poniéndome tan mal, que me senté en la orilla de la cama y sin pensar más en lo indebido que era estar haciendo esas cosas con mi hermano, me quité el pantalón y mi pantaleta.



Cristian se puso de pie frente a mí. Me ofreció su carne rígida y sujetándola frente a mí con una mano, usó la otra para llevarme hasta que su pene entró de nuevo en mi boca.



Tuve que cerrar los ojos para acallar las voces de mi conciencia que me exigían detenerme. Cristian me empujaba de la nuca, casi con ternura y yo apretaba mi boca alrededor de su erección. –Vas a tragarte mi verga- Me dijo y más que ofenderme, sentí que debía hacerlo, que necesitaba hacerlo. Así que lo dejé entrar hasta el tope. Una y otra vez sus testículos chocaban con mi labio inferior. Procuraba no hacer ruido, pero Cristian estaba vuelto loco haciendo que su miembro me llegara hasta la garganta. Me sujetó fuerte en una de esas veces. Sentí sus dedos crisparse en mi cabello y pensé que eyacularía. Pero en lugar de eso, me habló: -Déjame cogerte, Samantha.



-Ni loca. Acaba de una vez antes que despierte mamá- Le dije y me puse a mamar de nuevo, esperando que así se le fuera de la cabeza la idea de que tuviéramos algo más que sexo oral.



-Si no querías coger ¿Para qué te quitaste la ropa?



-Pues ya lo pensé mejor y esto es lo único que pienso darte- Mi lengua acarició la longitud de su verga, desde la punta hasta sus huevos, en donde me entretuve, lamiendo.



-Anda, vamos a coger.



-Que no, Cristian. Ya bastante malo es que te lo esté chupando. Mejor apúrate, que tengo que lavarme antes de irme a dormir al cuarto de mamá.



-Bueno. Está bien. Pero vamos a acostarnos, que estoy mareado.



Como Cristian quería que la mamada que le hacía su hermana fuera profunda, me recostó en la cama, me puso dos almohadas bajo la cabeza y luego de ponerse sobre mí, profanó mis labios con brutalidad y sin detenerse a pesar de mis quejas. La violencia con que su glande chocaba en mi garganta me provocó muchas ganas de vomitar.



Con gran esfuerzo, me quité de encima a Cristian y salí corriendo al baño. Pero no llegué ni a la puerta de su cuarto cuando volví el estómago. Empinada como estaba, tratando de reponerme, sentí que Cristian se paró detrás de mí y en un rápido movimiento, sujetó una de mis nalgas, separándola de la otra, para que su verga pudiera acceder a mi vulva.



Tuve que taparme la boca para no gritar cuando Cristian me penetró, irrumpiendo dolorosamente en mi vagina con su verga, que de no haber ido humedecida por mi saliva, seguramente me habría lastimado.



Agarrada del borde de un mueble, recibí los profundos embistes de mi hermano. -¿Te gusta?- Me preguntó, amasándome las nalgas sin parar de cogerme durísimo. Me mordí el antebrazo y asentí con la cabeza –“Me encanta así, cabrón”- pensé, pero tenía tanto miedo de hacer ruido y despertar a mamá, que solo seguí asintiendo y mirando con lujuria cómo me estaba cogiendo mi hermano.



Cuando Cristian me sujetó los brazos hacia atrás, obligando a que mi espalda se arqueara, su verga golpeaba la parte más sensible de mi vagina y a las pocas metidas, me hizo acabar. –Muévete como te movías con los negros. Muévete, hermanita- Me pidió entonces Cristian, provocándome una sonrisa que no duró nada, pues Cris empezó a darme durísimo, haciéndome cambiar mi gesto divertido por la expresión de mi boca abierta, jadeando, mientras obedecía el deseo de mi hermano y me movía justo como él quería y sentí sus manos en mi cintura, disfrutándome.



-¡No!- susurré desesperada cuando sentí que Cristian me metía un dedo en el ano.



-Síguete moviendo- Me ordenó y yo lo miraba sobre mi hombro, temblando de placer, hasta que me llevó a la cama, en donde me hinqué en el borde y después de recostar mi cara en el colchón, quedé con las nalgas al aire, sintiendo el dedo de mi hermano, escarbando como si hubiera perdido algo en mi recto y su verga entrando y saliendo de mi vagina con mucha fuerza.



Tuve varios orgasmos seguidos a causa de la deliciosa sensación de sentir mis dos huequitos invadidos y tuve un orgasmo más, cuando Cristian me hizo recostar boca abajo y con sus brazos extendidos quedó con el tórax suspendido sobre mí. Mi hermano se volvió loco cuando acomodé las almohadas bajo mi pelvis, quedando mi culo bien levantado y cerré mis piernas para que él abriera las suyas y continuara corrompiendo el cuerpo que le estaba prohibido.



Cristian arrojó un abundante chorro de semen en mi ano, mis glúteos y en el exterior de mi vulva. Lo hizo cuando yo estaba muy cerca de venirme por enésima vez y para no perder mi último orgasmo, usé su semen para lubricar los dos dedos que me metí por atrás, para regocijo mío y de mi hermano, que presenciaba mi clímax mientras sacudía su verga golpeando mis nalgas.



Esa noche no dormí en el cuarto de mamá y al amanecer, mi hermano y yo tuvimos que inventarnos una historia creíble para explicarle a mamá por qué habíamos dormido con la puerta cerrada y el pasador puesto. Sentí algo de culpa cuando mi mamá se creyó nuestra mentira y castigó a Cristian con pasar el fin de semana sin videojuegos –Y tú, jovencita, te quedarás en casa sin salir para asegurarte que tu hermano cumpla el castigo- Dijo mi madre, muy molesta con nosotros y Cristian y yo, solo nos sonreímos.



Han pasado unos años desde entonces y salvo algunos detalles que cambié a mi relato para poder publicarlo, me apegué a los eventos tal y como los recuerdo. Lo he escrito en una sola tarde y conforme iba avanzando, me preguntaba qué diría Cristian si supiera que publicaría algo acerca de lo que pasó entre nosotros, así que lo llamé para saber (hace poco que ya no vivo con él en casa de mi mamá). A él le gustó la idea y hasta aportó algunos detalles que escapaban a mi memoria, como la sencilla gargantilla que me obsequió, de la que por cierto, alguna vez escribiré un par de aventuras que pasé con ella y que Cristian tuvo la bondad de recordarme.



Te dejo un par de besos.


Datos del Relato
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