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(Antes de empezar quiero dedicar este relato a Sociedad, porque en una conversación que tuvimos surgió la idea y de ella nació este relato.)
La miró por enésima vez y por enésima vez pensó que estaba preciosa. La Srta. Bibiana llevaba un disfraz de gata, de cuero negro, que remarcaba toda su figura. Sus turgentes pechos, sus redondas nalgas, sus bien dibujadas caderas y sus largas y proporcionadas piernas. Llevaba el pelo recogido en un moño y una diadema con dos orejitas, y justo en el centro del culo salía la larga y negra cola. Millán pensó que estaba preciosa. Desde la primera vez que la vió, hacía ya dos años, cuando empezó a darle clases de derecho romano, pensó que era la mujer más hermosa del mundo a pesar de que podría ser su madre, ya que la Srta. Bibiana, tenía 42 años y él acababa de cumplir los 20.
Millán se sentía ridículo con aquel disfraz de oso, bajo el que no paraba de sudar. ¿Cómo iba a fijarse en él la Srta. Bibiana?.
Trató de apartar todos aquellos pensamientos y se dirigió a la barra, pidió una cerveza bien fría y se quitó la cabeza, que dejó en el suelo, para airearse un poco.
Buenas noches, Sr. Sánchez- oyó tras de sí la dulce voz de la Srta. Bibiana.
Buenas noches - le contestó mirándola - ¿quiere tomar algo?.
Un gin tonic.
Millán pidió el gin tonic, cuando le dejaron la cerveza enfrente.
¿Tú no bailas?
No, no me apetece que la gente se ria de mi – respondió apesadumbrado Millán.
Pero si te queda muy bien el disfraz.
Eso no es cierto, a usted si que le queda bien – apuntó el muchacho mirándola con deseo.
La Srta. Bibiana enseguida se dio cuenta y tirando de Millán intentó llevarlo hasta el centro de la pista diciéndole:
Anda, vamos a bailar.
Bailar, tras oir esa palabra una luz se encendió en la cabeza de Millán, su cuerpo se excitó sólo con pensar que iba a tener el cuerpo de la Srta. Bibiana pegado al suyo durante unos minutos. Cuando la Srta. Bibiana se pegó a él la excitación fue imparable. Sentir sus pecho a la altura de su torso, su cadera a la altura de las suyas y el femenino sexo a la altura de su erecta polla, hizo que esta aún creciera más. Y la Srta. Bibiana enseguida lo notó, por eso se apretó más contra el joven muchacho. Para ella era como un premio sentir que aún era deseable para los jovencitos a los que daba clase.
Estuvieron unos diez minutos bailando, sintiendo la excitación de sus cuerpos rozándose, hasta que, acalorado, Millán dijo:
¿Vamos a tomar el aire?
Cogidos de la mano salieron de la pista, Millán recogió la cabeza del disfraz que había dejado olvidada en un rincón del suelo, sin soltarse la mano salieron al jardín.
Me estaba asfixiando con este traje y el calor que hace ahí dentro – objetó el muchacho.
¿Quieres que vayamos a algún lugar dónde te lo puedas quitar? – propuso la Srta. segura de que el chico no se resistiría a aquella propuesta.
Bueno – aceptó él.
Casi sin decir nada se dirigieron al coche de la Srta. y subieron a él.
¿Dónde vamos Srta. Bibiana? – preguntó el muchacho.
¡Ay, no me llames Srta.!, no me gusta, llámame Bibiana ¿Vamos a mi casa?
Vale – aceptó el muchacho encantado, sabiendo que Bibiana acababa de caer en sus garras.
En media hora habían llegado a casa de Bibiana. Bajaron del coche y frente al portal, Bibiana besó al muchacho y le dijo:
Creo que el calor que tú tienes no sólo te lo da el disfraz.
Tienes razón - aceptó él besándola de nuevo.
He visto como me miras en clase, he sentido como me deseabas mientras bailábamos – explicó ella.
Sí, me vuelves loco.
Volvieron a besarse y ella abrió la puerta. Entraron en la escalera cogidos de la mano y subieron hasta el tercer piso.
Millán algo nervioso dejó que fuera Bibiana la que llevará las riendas de la situación, por eso no trató de abrazarla. Entraron en el piso y Bibiana, cogiéndolo de la mano, lo llevó hasta el baño:
Primero te quitaremos el traje y te ducharemos un poco – señaló Bibiana.
Millán aceptó con la cabeza. Bibiana le desabrochó la cremallera y le quitó le disfraz, dejándolo en calzoncillos. Abrió el grifo del agua caliente, le quitó los calzoncillos dejando libre el erecto miembro y lo hizo entrar en la ducha. A continuación fue ella la que se quitó el disfraz quedándose completamente desnuda. Se metió en la ducha con él y sin tocarle, cogió la esponja de la estantería y el gel, echó un poco en la esponja y lo mojó un poco. Luego apagó el agua y poniéndose frente a él empezó a frotarle los hombros, descendió por su tórax hasta llegar a sus caderas, donde esquivó sabiamente el erecto falo y prosiguió por las piernas. Seguidamente se puso a su espalda y repitió la operación en sentido ascendente, primero por las piernas hasta alcanzar el culo, siguiendo luego por la espalda hasta los hombros y frotándole los brazos. Al terminar se arrodilló frente al erecto pene del muchacho, lo cogió con un par de dedos por la punta y comenzó a frotarlo suavemente de arriba abajo, llegando a los huevos que también frotó. Ver a la mujer frente a su sexo frotándolo de aquel modo, tan sensual, hizo que Millán se excitara aún más.
Bibiana abrió el grifo y poniéndose en pie le quitó todo el jabón. Cuando estuvo totalmente limpio, Bibiana le dio la esponja y le dijo:
Ahora te toca a ti.
Millán cogió la esponja y como había echo Bibiana con él, empezó a frotarle los hombros y descendió hacía sus senos. Frotó el derecho con suavidad y luego el izquierdo, descendió hacía el ombligo y siguió hasta las femeninas caderas, esquivando el sexo. Continuó por las piernas y luego se puso tras ella, ascendió por las piernas hasta el culo, que frotó despacio, subió por la espalda hasta llegar a los hombros, siguió por los brazos y cuando terminó se arrodilló frente al sexo femenino. Pasó la esponja por él con suavidad y cuidado. Bibiana se excitó al sentir aquella caricia, abrió el grifo y se empezó a mojar para quitarse el jabón. Millán dejó caer la esponja, y empezó a hurgar en el femenino sexo, acarició el clítoris aplicándole un suave masaje, que hizo que Bibiana se estremeciera. Bibiana apagó el grifo, mientras Millán seguía masajeando el clítoris y poco a poco reseguía con dos de sus dedos hasta el húmedo sexo femenino y los introducía. Bibiana gimió al sentir los dedos dentro de ella, moviéndose. Millán comenzó un movimiento de mete-saca con sus dedos, mientras con el dedo gordo masajeaba el clítoris. Bibiana se estremecía una y otra vez, sintiendo aquellas caricias al unísono, hasta que su cuerpo estalló en un maravilloso orgasmo. Tras eso, Millán se puso en pie, besó a Bibiana en los labios.
¡Fóllame! – le suplicó Bibiana a su joven amante.
Este sin pensárselo dos veces, la hizo poner de espaldas a él, acarició su culo, le hizo abrir las piernas, guió su erecto pene hacía el húmedo sexo femenino y la penetró de un solo empujón; tras el cual, la sujetó por las caderas, mientras ella se apoyaba con las manos en la pared, y empezó a moverse, haciendo que su sexo entrara y saliera de la caliente cueva femenina. Millán estaba eufórico, su sueño se estaba haciendo realidad, estaba haciéndole el amor a su profesora preferida.
Bibiana excitada se dejaba hacer, sentir aquel potente sexo dándole placer la llenaba de felicidad.
Ambos acompasaron sus movimientos, ella retrocediendo hacía él para sentirle más profundamente y él apretandose contra ella para penetrarla más hondamente. Sus cuerpos destilaban deseo y placer, describiendolo en sus cuerpos.
En pocos segundos ambos alcanzaron el éxtasis a la vez. Bibiana sintió el caliente semen llenando su sexo, en el mismo instante que el orgasmo estallaba en su sexo y se extendía por todo su cuerpo.
Cuando por fin dejaron de convulsionarse, salieron de la ducha y Bibiana le propuso a su joven amante un pequeño descanso. Millán aceptó, era tarde ya, casi las tres de la madrugada, así que se acostaron juntos en la cama. Al amanecer Millán se despertó deseoso de poseer a Bibiana otra vez, así que se acercó a ella que estaba de espaldas a él, se pegó y la abrazó, entonces ella se despertó y sintió el erecto pene entre sus nalgas, así que decidieron volver a jugar al amor sobre la cama, hasta que llegó la mañana.
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