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Categoría: Incestos

La sobrina. Las pasiones desatadas en el sexo prohibido

En ocasiones no encuentro una explicación lógica del porqué de las cosas, es lo que llamo el principio de la causalidad, que todo sucede como respuesta a una acción, tal vez deseaba estrenar a un virgen y, se debe tener mucho cuidado con lo que se desea porque puede hacerse realidad…

Para intentar explicarme relataré esta historia sucedida en tiempo real y busco la anuencia, complacencia y correspondencia de las lectoras para que me ayuden a dilucidar algunos porqué que he dejado sin responderme, al pie del relato encontrarán la forma de contacto, desde ya muchas gracias por entenderme y tomarse el trabajo de escribirme, nuevamente gracias amiga…

Tengo una entrañable amiga, recientemente viuda, que recurrió a mí para pedir ayudarla con un problema de conectividad, pero esta vez era para instalar una segunda pc en la habitación del piso superior. Cuando llegué a la casa de mi amiga, me contó que necesitaba instalar esta nueva compu para Evelin, una jovencita que había adoptado como su protegida para sacarla de un ambiente de privaciones y promiscuidad, que le había tomado cariño y como está viuda y sola, cuanto mejor que canalizar su afecto y posibilidades económicas para darle a esta muchacha una segunda oportunidad, que mientras tanto ha iniciado los trámites legales para una adopción plena. Con ella tendrá posibilidad de estudiar y condiciones que jamás hubiera tenido de seguir en ese ambiente excesivamente promiscuo. Me la presentó como su sobrina.

Por inconvenientes con el servicio de internet debí asistirlas varias veces durante ese mes que se manifestaron los problemas de instalación, durante esas visitas nos fuimos familiarizando bastante, tanto así, que la muchacha, Evelín, se quedaba viendo como realizaba la instalación de los diferentes programas en la pc instalada en su cuarto.

Desde ahí se quedaba muy cerca de mí, preguntando cosas de computación pero sobre todo sobre exhibiéndose con la audacia de su juventud y demostrando un manejo del erotismo difícil de imaginar.

Todo lo hacía con la naturalidad de quien está acostumbrada a mostrarse y demostrarse como una mujer que se está insinuando mucho más de lo prudente. Ella decía que sentía que era un buen tipo y sobre todo confiable por las referencias de su “tia”, que por eso y por tener solo trato con los compañeros de la escuela buscaba en mí un referente que apreciara sus necesidades de afecto masculino.

Esta claro, que esta muchacha había tenido una enseñanza en el ambiente promiscuo, seguramente acostumbrada a ser manoseada o quizás algo más por los familiares, sin rastros de trauma, por el contrario había desarrollado su gusto por el placer sexual. Desde el comienzo comenzó a buscar acercárseme mucho más de lo prudente, acosarme, con claras intenciones de seducirme.

Mi amistad con la tía me impedía dejarme seducir por la joven, el lugar también acentuaba el riesgo de ser descubierto y pasar un mal momento. Pero Evelín era persistente y tenaz con sus formas de darme a entender que necesitaba algo más…

En un momento que le instalaba un programa de diseño gráfico, comenzó a frotar sus pechos contra mi espalda, hacerlo varias veces para llamar mi atención, como no lo consiguió se colocó al costado y se mostró con su mini bien subida, como aún así no reaccionaba, se levantó la blusa y me mostró sus pechos en plenitud, fuera del soutien..

—Vamos, siente como están latiendo… -llevó mi mano para ponerla sobre uno de ellos.

La situación era por demás inquietante, sentía el temor de ser descubierto y tener que dar explicaciones que no serían creíbles. La muchacha me tenía atrapado, me excitaba y toda esa carne tan apetecible era algo que me estaba totalmente vedado.

La situación se repitió en otro momento cuando me llevó la mano a su entrepierna, para que sintiera en carne viva su calentura.

—Por favor, estoy toda mojadita…

Las palabras se me atragantaban en la calentura que no podía expresar, ni pensar en un atisbo de aceptación, estaba entre la espada y la pared, entre la obligación moral de respetar a mi amiga y convertirme en otro abusador. El conflicto interno me acompañó en el viaje de regreso, aunque sin dejar de pensar que esa delicia tentadora era algo prohibidísimo.

Si alguien piensa que poniendo distancia sería la tranquilidad de conciencia, no fue tal cosa. En varias ocasiones aduje compromisos y obligaciones impostergables para no visitarlas, no sabía de qué modo poner distancia entre la tentación de la acosadora y mi conciencia.

Luego comenzó a comerme el seso escribiendo cuanto necesita tener sexo y luego las selfies en tetas, desnudo total a cual más inquietante.

Hablé con mi amigo y me confirmó lo mismo que pensaba, que esta pendeja es una bomba de tiempo, y con la mecha encendida, harto peligrosa por las consecuencias, por pendeja y por la amistad con la “tia”. Más tarde me enteré que había cumplido los 18 hacía como medio año, pero por su forma de actuar parecía varios años menos, eso fue un respiro, un conflicto resuelto, ahora quedaba el de traicionar la amistad con mi amiga.

Pero… dicen que la carne es débil, y cuando la pendeja me atosigó con sus promesas de hacerme todo y más, las selfies que me seguían llegando mostrando toda esa carne apetecible, mis reservas morales se estaban licuando y el deseo ser parte de sus locuras crecía en mi bragueta. Una tarde decidió llamarme directamente: —Por favor, podés venir a buscarme, falté al colegio, estoy en casa de una amiga. Luis, por favor vení a buscarme, estoy en… —Tranqui… voy, voy…

Los acontecimientos se precipitan, no hay tiempo para especulaciones, esta pendeja falto al colegio para estar conmigo. La pregunta era, y ahora qué hago, donde la llevo?, dejé la respuesta para el momento del encuentro.

Llegué tan rápido como mi sentido común lo permitía, subió al auto y lo primero que hizo fue darme un beso, un besotote que expresa su experiencia en saber cómo besar. Realmente lo hacía con maestría. Me dejé llevar y le comí la boca, quería ahogarme es ese aroma de carne joven, de deseo palpitando sexo. Por un momento el mundo se detuvo, los temores se esfumaron, me dejé llevar por el calor de la muchacha, respiramos dentro de la boca del otro para no perdernos esos instantes en el paraíso.

Sin pensarlo más, tome rumbo a un conocido hotel de la zona, donde es mayor la privacidad, pedir la habitación y abonar todo sin bajarse de auto, hasta la misma puerta.

Para ganar tiempo y ordenar mis pensamientos, pedí una cerveza y una gaseosa, mientras le cedía el turno de las acciones a Evelin. Parecía una muchacha de armas tomar, mientras recibía las bebidas ella se había desnudado, totalmente, sentada en el centro del lecho, la escasa luz y la pose daba un aire de diosa del sexo, una pintura del renacimiento mostrando los encantos de la juventud como ofrenda a su señor.

—Wow… qué tenemos aquí! 

—Soy toda tuya, haceme el amor, estoy toda mojadita. –separa las piernas y muestra la raja brillosa de jugos.

Solté las botellas, desnudo, todo en un instante, sin perder la pasión desnuda tendida sobre la cama, tan pronto me tendí a su lado se me vino encima de modo alocado, como aturdida por la visión de la poronga a full, pero solo tenía la intención de su deseo ardiendo. Se ahorcajó sobre mí, llevó su pubis a mi boca, movía con el vaivén del coito sobre mi cara, abría los labios de la vulva y pedía, gemía a grititos: —Chupame!, chupámela!, por favor!…

La pendeja esta re-caliente, ardiente y bien mojadita. Agarrotadas sus manos a las barras de la cabecera de la cama cuando la lamida a su concha adquiere el frenesí de la calentura irradiada por sus nervios y tendones, tensados en frenética danza de caderas. Sostenida con la firmeza de mis manos, hasta dejarle alguna marca de mis dedos para sostener ese loco frenesí sexual.

Agitada y sacudida por la tormentosa mamada, no pude entender si había tenido orgasmos, sus convulsiones y agite eran tan desconcertantes como intensos, los gemidos y los gestos inusuales se manifestaban en con la naturalidad de la urgente necesidad de expresar sus necesidades sexuales.

Calmada se dejó tender en la cama y nuevamente pide atenciones para su sexo:

—Acá, vení, acá, chúpame, porfa, porfa, otra, otra vez, necesito, me arde mucho, porfa!!!!

Otra vez, ahora entre sus piernas, separadas me hace lugar en su sexo, quiere boca, lengua dedos, todo, y todo es poco para satisfacer esa necesidad urgente. Otra vez la locura, la perentoria necesidad de desahogar sus necesidades, sus manos enredadas en mis cabellos me incrustan en su pubis, que sea parte de él, se mueve y me mueve, se agita, tensa y convulsiona, gemidos sin parar.

Nada tiene sentido, todo es agite y locura, todo lo que existe está entre sus piernas, todo es poco para calmar ese ardor interno, esa calentura reprimida y contenida, pide, suplica más y más. Es complejo entender sus necesidades, nada igual a lo conocido.

Por fin sus fuerzas, y también la mías, menguan, los orgasmos mezclados con gemidos se pierden en la nebulosa de un relax, al menos momentáneo, ella agotadamente calma, yo con mi boca acalambrada de tanto “paletearla”

Con algo de calma en la tormenta de sus emociones, pude comprender sus necesidades sexuales, entendí que desde hace tiempo está alejada de la… digamos “rutina de los juegos promiscuos” a que la tenían como… “preferida” el tío y primo, ambos adultos mayores, que desde hace años tenía con ellos ese código secreto de compartir los juegos eróticos, aunque contrariamente a lo que había pensado no fue penetrada. Seguía siendo virgen pero con una gran, grandísima, aceptación de los placeres del sexo oral, si bien no abundó en detalles, el gusto del semen de sus parientes no le agradaba tanto, sabía bien amargo.

Esta Evelin, no era la que se insinuaba, la acosadora, la exhibicionista, la descarada de las selfies, ésta era muy otra persona, que me confiaba pero estaba temerosa, asustada, superada por las circunstancias. Ahora era tiempo de poner mi experiencia para superar la contingencia, vencer sus miedos y temores, calmar la creciente calentura que atenaza mis sentidos.

Inicié la tarea de comprensiva seducción, ella entendía sus miedos pero se dejaba llevar, solo en parte, por el macho que se impone pero no abusa de su poder de mando.

Era como volver al inicio, mientras juego en su sexo, con mis dedos, una especie de 69 “artesanal” llevó su cabeza para que comience a lamer el miembro, meterlo en su boca, moverme en ella para convencerla que debe chuparme. No tan complaciente, resistió al comienzo pero luego se fue dejando llevar, el jugo preeyaculatorio no fue tan amargo como los de su familia. – No sabe tan fuerte como el de ellos…

Guiada con mi mano, sigue mamando, con pausas para mirarme, asido de sus cabellos la empujo a hacerlo con más ganas. – Sigue, sigue, así, así, me gusta, sigue…

—No me acabes dentro… miraba como rogando que no me venga dentro de su boca.

—Sigue mamando… -fue mi única respuesta.

No quería que todo terminara en eso, quería ir por más… al menos tener un desahogo, sacarme esa calentura que estaba haciendo doler de tan cargado que estaba.

Volví a la carga, jugueteando en mi boca con el clítoris y con el dedo lubricado en sus jugos, dibujaba sobre el aro del ano, hasta meterlo dentro, no sin algo de recelo por imaginar el posible asalto a su retaguardia. Con la verga bien “al palo” untada en sus jugos, desde atrás, sus nalgas bien atrás, fui guiando el miembro hasta apoyarlo justito en la entrada del “marrón” empujo pero el esfínter resiste, sin forzar en demasía consigo poco avance. 

La coloco un poco más tumbada, ofreciendo sus nalguitas, abro los cachetes, con una mano mía y otra de ella, otro poco de saliva en el hoyo y empujo… incito a que retroceda cuando avanzo, otro poco de saliva y tan solo pude introducir la cabeza del pene. Es más que obvio que la desarmonía de su agujero estrecho y el miembro bastante gordo no contribuyen a penetrarla con facilidad.

Desistir no es renunciar, dejarlo para otra ocasión, enseñarla a relajarse y vencer el reflejo de temor por verla tan gruesa es una tarea que necesita un poco más de perseverancia, convinimos en dejarlo para la próxima. – Pero no me vas a dejar así, sin poder venirme, verdad? —Claro que no, te voy a sacar la leche que tenés dentro de estos dos (tocaba los testículos)

Retomamos un 69, bien acompasado, pero en un momento sacó la pija de la boca —Después sigo, no me puedo concentrar en las dos cosas al mismo tiempo, hazme acabar otra vez, vamos…

Cambié de postura, tendida de espaldas, con una almohada bajo sus caderas, metido entre sus piernas estaba dispuesto a darle la mejor mamada de su vida. Poniendo todas mis ganas y experiencia, lamí, mordí y chupé todo haciéndola bramar, con el dedo incrustado en el culo, comenzó a gemir y agitarse. Cuando sentía que estaba por “llegar” ralentizaba los movimientos para cortarle el “envión” hacia la gloria. Repetí varias veces esa forma de hacerla crispar cuando lo tenía casi atrapado y se lo hacía desvanecer.

La boca cansada y mi calentura en ciernes pudieron más, el acoso de su sexo fue al máximo, la turbación y enajenación vinieron de aprisionar el clítoris entre mis labios, hurgar en su vagina con dos dedos y el tercero entrarlo a fondo por el ano. Arqueó la espalda, endureció los muslos, tensó el vientre y la vagina comenzó a latir, los labios aleteando como una mariposa en la noche. Gemía de forma rara, como si le hubiera lastimado el alma, dando el último estertor de vida, el último suspiro y exhaló un gemido ahogado en sus lágrimas, era el orgasmo que surgía desde mi boca hasta sus entrañas y salía por su boca. 

Agitada y vibrando, incrustando mi cabeza en su sexo, boqueó su último aliento en un orgasmo de antología, nunca sentí a una mujer expresarlo de este modo. Busque los calificativos más representativos, las alegorías más precisas para explicar ese estallido emocional, pero todos se quedan a mitad de camino. 

Esta vez sí, quedó desarticulada, extenuada, deliciosamente vencida, tendida al lado de un hombre que disfrutó ese orgasmo como un triunfazo personal, una condecoración conseguida con el poder de su boca y la habilidad de sus manos.

En su retorno al mundo de los deseos, era tiempo de ocuparse de mi calentura. Arrodillada, le acomodé el miembro sobre sus labios, unas breves lamidas y adentro!, era tiempo de mamar. Agarrado de nuca con las dos manos comencé a vencer la resistencia y comencé a cojerla, entrando y saliendo de su boca, la verga cada vez más dura y más gruesa, se dificulta la intrusión, no mucho más que retener la cabezota dentro de la boca. Frotada entre sus tetas, fue parte de la masturbación, luego sus manos tomaron al miembro para sacudirlo, pero la calentura extrema me hace demorarme más de lo usual, sus manos se cansan, su boca se endurece.

Es tiempo que ponga manos a la obra, le pido que abra bien la boca, saque la lengua para poder fregarme en ella cuando este pajeándome. Agito y sacudo la verga con la velocidad y premura que mi calentura exige, cedí la posta para que ella haga el tramo final de buscar la esperma. Masturba con las dos manos, la cabeza rozando su lengua, la hora de la verdad está sonando, siento la marcha triunfal de la esperma buscando la libertad, aviso que pajee con fuerza y meta el glande dentro de la boca, que estoy a punto de venirme.

No necesito sorpresas de último momento, sostengo con fuerza su cabeza ante una eventual “desbocada”, el tropel del semen tiembla en los latidos de la pija, me agito y disparo el primer chorro de leche, otro latido lleva el segundo chorro más adentro, un tercero y perdí el sentido de la realidad. Solo sentía la presión de mis manos aprisionando su cabeza para contener los disparos de semen.

La solté cuando la vi tragarse mi lechita, me dejé caer sobre el lecho, satisfecho por una profusa y deliciosa acabada. Ni pensé en preguntarle si podía venirme en su boca, tampoco después de hacerlo, sentía esa necesidad de hacerlo dentro de ella, por todo lo hecho ameritaba que fuera dentro y que se tragara mi leche. No hubo reclamo.

El bip del intercomunicador dijo: “su turno terminará en diez minutos”. Era tiempo de vestimos y marcharnos. Unos besotes marcaron que la próxima vez sería la continuación de este placer compartido que hemos iniciado.

Ahora, necesito saber si esta historia, de la cual esta parte es solo el comienzo amerita de las mujeres lectoras hacerles conocer la continuidad, para ello dejo el interrogante planteado.

Lobo Feroz

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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