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Cincuenta y dos años bien gozados, ganador con las mujeres y leal como amigo.
Ser leal y consecuente con el amigo, asistirlo y.… cuidarle la carne joven, también es ser buena gente y mejor amigo.
Eduardo, ex socio, amigo entrañable y compinche de mil putañeadas. Se había terminado la sociedad, pero pervive la amistad, por esas contingencias de la vida, se alejó de la ciudad para un emprendimiento hotelero en otra ciudad. Para atenderse por un problema de salud, se volvió a la ciudad de Buenos Aires, y mientras supera esa circunstancia.
Con el amigo, vino Marina, sobrina de él, a la cual le ofrecí alojarse en mi casa por todo el tiempo que necesitara quedarse acompañando a mi amigo de toda la vida.
Una noche, en la sobremesa, mientras nos compartíamos unas copas, fue desgranando una parte de su vida, que fallecida su madre y abandonada por su padre, desde los 18 había estado viviendo con el tío Eduardo, asistiéndolo en calidad de sobrina y algo más. Era evidente que ese “algo más” me había dejado pensando… hace más de tres años que asiste su familia.
—Supongo que entiendes ese “algo más” ¿no?
—Bueno… no del todo, tal vez me equivoque, pero si fueras más precisa entendería del todo…
—Mira, que eres… Él fue el primero y el único, hasta hoy... ¿se entiende ahora?
—Creo que sí, pero no entendí bien eso de “hasta hoy”.
—Pero es bastante sencillo, me parece… Es que el tío Edu, estuvo casado con la hermana de mamá, por lo tanto soy su sobrina, y el algo más, es la relación que hemos tenido desde que llegué, cuando tenía casi dieciocho años y llevamos más de tres años en esa relación de… como decirlo…ah, sí como lo llama el tío, “su querida” aunque solo puertas adentro, y ahora vos también podes saber esa intimidad que hemos guardado bajo siete llaves, como dice el tío que debe ser, pero tú eres de su confianza, por eso sentí el deseo de confiártelo, sé bien que esto se queda entre nosotros.
—Ah, comprendo, pero no tanto eso de ¿¡Hasta hoy!?
—Diego…, sos como mi tío… ¿No?...
Antes de acostarme pasé por su cuarto... a darle las buenas noches…
—¿Necesitas algo?
—¡Sí! ¡A vos! —me señala la cama— ¡Ven! —Repite el gesto— No muerdo... pero... sé chuparla muy bien y hacer otras cositas... —siempre con mohines de niñita caprichosita.
Levantó la sábana, invitación ineludible, sobre todo porque se mostraba, toda desnudita, y tan deseable...
Ni falta hacía pensarlo más, para poner los pensamientos en orden me voy desnudando lentamente, mientras me llenó los ojos de esa nena celestial, ese regalo del cielo que me ha llegado. Entrado en la cama no me alcanzaban las manos para tomar toda esa carne tan joven y trémula al tacto de mis manos que dan abasto para contener tanta belleza latiendo deseo.
Le comí la boca, buscando saciar ese afiebrado y repentino deseo, las tetas firmes eran una invitación a la rapiña, mamé y chupé los pezones turgentes, insaciable apetito, la mano libre se apropió de los jugos de la cueva que late deseo y vibra entorno de los dedos que hurgan en su interior. Gime y jadea en continuado, acompañando las pasiones desatada, agitada la respiración y la erección de mi pene en su máximo esplendor. Dio un grito, ahogado por la emoción y la sorpresa:
—¡Ah...! y se aflojó toda entre mis brazos —Se dejó ir, el orgasmo sorpresivo se la llevó en sus garras.
Moderando los picos de excitación, la llevo y la traigo a un nuevo clímax hasta el relax bien ganado por su dedicación a dejarse llevar por el placer que mis manos y mi boca producen en toda ella. Gozó, silenciosa, ojos cerrados y labios apretados para retener la enérgica esencia del placer.
Me besó, primero en la boca, luego fue directo al objeto de su deseo, lo toma, agitaba y sacude el miembro, a dos manos, en su boca, frota el glande con la lengua, lo introduce al máximo de su capacidad, todo sin dejar de observar mis reacciones, ojos bien abiertos y brillando el deseo en esa mirada tan sensual.
Atenta a mis reacciones, entro y salgo de su boca, tomada de la nuca, es una cogida bucal, colabora mansa y solícita. La calentura me puede, la pelvis a rítmico vaivén de coito, ganas insostenibles:
—Nena, no puedo más. ¡Me voy! —Sí, con la cabeza.
—Me voy..., ah, ah, ¡AH...!
Como si hubiera saltado un tapón, y la eyaculación champán, burbujea el chorro de semen en el cáliz bucal, le la dejé un breve momento para que sienta los latidos finales de la acabada. Dos semanas de abstinencia y la gran calentura, volcaron en su boca una buena cantidad de caliente y espeso semen, tragó en dos tiempos.
Los momentos siguientes fueron de mimos silenciosos, recorrí su anatomía, dibujando un mapa de sensaciones, desbrozando el vello púbico emergen los labios brillantes de jugos, secuestro el clítoris en mis labios, me hice experto en robarle lo mejor de su excitación. Marina jadea y gime sin parar, dedos en todos los agujeros ayudan a extraer un par de orgasmos adicionales, largos y profundos, las piernas me retienen para una eterna lamida.
—¡Ah, ah, ah! ¡Qué bueno! ¿Qué te parece Marina… tío?
—¡De guerra! ¡Marina de guerra! Ahora vas a conocer al tío nuevo...
Acomodé mi cuerpo entre sus piernas, elevadas, contra mi pecho, el sexo abierto se ofrece en todo su esplendor juvenil, los jugos, el condimento de la lujuria que sazona el deseo. Se la colocó entre los labios y empujo, suave pero continuado, entrando en ella con todas mis ganas de abrirme en sus entrañas.
—¡Duele!, más despacio. Soy chiquita, llevo más de cuatro meses sin ser usada, y ahora vos que la tenés tan gorda... ¡Ah!
Disfruto esa deliciosa estrechez, a fondo, se adecuó a la herramienta, dulces lamentos de goce, pide:
—Dame vuelta, desde atrás duele menos y me puedo mover mejor, así me gusta cuando lo hago con el tío.
Se la entierro, bien al fondo, sube y baja impulsada en sus rodillas, a ritmo, empujando juntos, a contratiempo para entrarle todo, así lo disfruta más. Delira, bien envainado el sable, jadea, resopla el orgasmo ahogado, muerde la almohada, para no despertar al vecindario, dijo.
Intenso orgasmo, pletórico de contracciones y latidos vaginales, aceleran mis tiempos, el semen comienza el camino de ida.
—Nena… ¿Dónde te acabo?
—¡Adentro!, adentro, todo adentro, tengo puesto el diu.
Le acabé con todas mis ganas, un delicioso polvo. Desde esa noche, vivimos como pareja, polvito matinal y mimos, pero conscientes que no hay futuro, durará lo que la internación de mi amigo. Eduardo, zorro viejo, deslizó el comentario en la visita habitual:
—¿Diego te cuida bien?, se te nota bien atendida…, por eso es mi amigo. —Sonrió, todos entendimos.
El excelente humor y el aspecto radiante, decía que estaba plena y satisfecha. La noche previa al retorno, cenamos en casa, les cedí mi dormitorio para la pareja. En medio de la noche, mientras mi amigo dormía, Marina se llegó a mi cuarto y me sacó un “rapidito”, y cuando se las saqué me la dejó bien limpita con una súper mamada de verga.
—Es para llevarme tu recuerdo dentro de mí.
Despedida emotiva, los tres nos sentimos más cercanos en el afecto, el haberla compartido nos hermanó aún más en el afecto.
En el verano me tomé unos días para visitarlos, pasé varios días en casa de Eduardo.
En uno de esos días debió salir para hacer una gestión en otro pueblo, nos deja el campo libre para recordar los días que pasó en mi compañía. Aprovechamos bien la oportunidad, en el encuentro íntimo le dejé dos de mis mejores regalos de lácteo, ella el doble en orgasmos bien gemidos.
—Hola amigos, ¿qué bien se los ve! —dijo Eduardo a su regreso, evidencia de que ausentarse fue para darnos un tiempo para rememorar las encamadas.
Despedida, agradecí las atenciones recibidas, Eduardo, con un guiño decía: “todo bien”.
—Diego, amigos son los amigos. Ah, la “Marina de guerra”, también.
Quedó todo más que claro, hasta ese detalle le había referido.
Esta, mi historia, me demostró que la amistad es un fuerte lazo que está muy por encima de todo.
Supongo que la mujer que tiene una sensibilidad tan especial habrá sabido entendernos.
Lobo Feroz
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