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Categoría: Confesiones

La sex-shop

Llegué a la tienda como a las ocho de la noche, la sex-shop se encontraba en la parte alta de una tienda de electrónica. Toqué el timbre y sonó una chicharra que era el indicativo para entrar, pues se abría la puerta de manera automática. Subí lentamente y vi varios aparadores. En algunas vitrinas había consoladores, dildos, vaginas de plástico, películas porno, látigos, tangas, ropa íntima y disfraces de todo tipo. Estaba muy completa la tienda.



El joven que atendía era trigueño, muy simpático y a la vez muy tímido pues cojeaba de su pierna izquierda, supongo que quedó así debido a un accidente. Yo iba bien vestida y supongo que le gusté al muchacho pero me hice cómo que no me dí cuenta. En la parte de atrás había unas cabinas en donde podías alquilar una película en pareja y había hasta chance de que se diera un encuentro sexual allí. Lo curioso es que a esa hora no había nadie.



¿Están por cerrar? le pregunté al muchacho, no mayor a los 22 años. ¡Ya había cerrado pues a esta hora es muy raro que venga un cliente! señaló. Yo me puse a curiosear en la ropa que había. Tenía un lindo traje de enfermera, de Gatúbela, de prostituta, botas altas, en fin, toda una gama de productos muy interesantes.



Decidí coquetearle pese a que era obvio que él se ponía más tímido, no sé si por su defecto físico o qué, porque era guapo.



¿Puedo probarme alguna prenda y me das el visto bueno? lancé la pregunta y apenas logró asentir. Ya llevaba terreno ganado. Me llevé varios trajes y hasta me dejó probar unas tanguitas que por supuesto compré poco después.



En la sala grande ya estaba la luz apagada y sólo había luz en las cabinas y en el vestidor. Me puse el traje de enfermera que obvio me quedó cortísimo pues se me veía el culo muy rico, yo llevaba una tanga gris. ¿Listo? pregunté y el muchacho tragó saliva y se dispuso a mirarme. Salí y le pregunté que qué le parecía. ¡Se ve muy bien! atinó a responder. Le pregunté si no me quedaba arrugado de la parte trasera y le dije que si algo no estaba bien acomodado que me ayudara, pero se quedó quieto, mudo y con deseo.



Le pedí que me tomara una foto con mi teléfono y gustoso aceptó. Entré de nuevo al vestidor y me puse un traje oscuro de latex y me probé unas botas y al final me puse el antifaz. Salí disfrazada de Gatúbela y al chico casi se le cae la baba. Estaba extasiado de mirarme. Volvió a tomarme fotos y yo le modelé con gusto. Yo estaba excitada y me divertía verlo sin saber qué hacer, igual y otro ya se me hubiera ido encima.



Me probé un babydoll rosa y una tanga tipo hilo dental y ahora sí, el muchacho casi se desmaya al verme. ¿Te gusta? le pregunté y sólo atinó a hacer un movimiento aprobatorio con su cabeza. Descalza, le pedí que me mostrara dildos y hasta algunas películas e hice un recorrido con él por la tienda. Me puso una película en la cabina y le pedí que entrara conmigo y de verdad que estaba hasta sudando. Yo tenía un poco de frío pues la capital de Veracruz es fría. Había llovido y era el mes de noviembre, así que imaginen cómo estaba el frío afuera, aunque los ánimos estaban encendiéndose allí en esa sex-shop.



Ya caliente, le pedí que me ayudara a colocarme la tanguita y casi con la punta de los dedos me ayudó, yo me hice hacia atrás para que pudiera tocarme bien pero el chico no se atrevía y hasta pensé si no sería gay, pues se ponía muy tenso y no se animaba a tocarme pese a que yo ya estaba encendida. En realidad no me encendió él pues no hacía nada, me sentí sexy por la ropa y porque me estaba gustando que me viera con lo menos posible de trapos.



Me puse frente a él y me repegué ¿me tienes miedo? le pregunté y él fue sincero, me dijo que no era muy común que estuviera con una mujer, pues se sentía un poco disminuido con su problema físico. "No vas a vivir de eso, serás feliz cuando logres meter esto en el hueco de alguna mujer", le dije mientras apretaba su verga que era cubierta por su pantalón. Eso le encantó.



Fingí que me iba a probar otra cosa y me quité toda la ropa, apagué la luz del vestidor y le llamé para que me ayudara. Obvio, era una trampa para que pudiera estar allí. Cuando entró me vio completamente desnuda y fue allí cuando por fin le convencí que me tocara. Es cierto, bien pudo pensar que yo era alguna ladrona y que me quería aprovechar de eso para robarle, pero yo estaba caliente, muy caliente.



Le pedí que me tocara, lo hizo y de verdad, babeó, no sabía cómo reaccionar al tenerme allí. Le fui dando confianza y por fin me acarició los pechos. Me besó y me repegué a la pared para que pudiera aprisionarme. ¿Te gusto? le pregunté y el chico respondió que sí. Le acaricié su palo y le desabroché el pantalón y lo dejé caer. Me hizo gracia que su pene estaba erecto hacia el frente. Parecía una flecha y le pedí que me soltara pues quería darle un regalo. Me agaché y le comencé a lamer la punta de su pito. Lo hice lentamente y él me acarició la cabeza, el cabello y sólo decía ¡ahhh! cada vez que le lamía la cabeza y el pequeño orificio de su pene. Se lo empecé a chupar despacio y le acariciaba sus testículos. Ahora sí, su verga estaba completamente dura. Me levanté y le pedí que me chupara mi vulva. Siempre he sido una mujer limpia y salvo cuando era adolescente siempre me ha gustado depilarme allí, se ve mi vulva muy carnosa y rosadita. El chico me lamió mi vulva y al principio lo hizo torpemente. Le enseñé còmo debía masturbarme con su dedo y aprendió rápido.



Saqué un pequeño vibrador de mi bolsa y le pedí que me lo pusiera en mi clítoris. Fueron cinco minutos tremendos en los que yo gemía sin parar y le pedía más. Tuve una corrida muy rica que le salpicó y le hizo reír pero también se excitó mucho. Yo ideaba en qué lugar me clavaría este chico caliente y le pedí de favor que se sentara en una silla, con su verga parada y con la mirada de deseo que me lanzó desde el primer momento en que entré a la tienda. Antes de sentarme le volví a chupar su pito y entonces sí, me senté en su pito apoyándome con sus piernas. Fue un gran momento, me metió toda su macana en mi vagina y yo lancé un gritito de satisfacción ¡qué duro lo tienes papi! le dije y eso le gustó mucho.



Yo arqueaba mi cuerpo hacia atrás y movía el culo para que él sintiera más rico y el muchacho estaba al borde del colapso, su ¡ahhh, ahhh! estaba lleno de pasión y lujuria y por fin me acariciaba con soltura, ya había dejado los nervios atrás.



Tiramos una ropa en el suelo y me puse de cuatro patas, en posición de perrito y le rogué que me clavara, tenía un pito delicioso, no era gigantesco pero sí estaba muy duro y yo lo seguí disfrutando, disfruté cada arremetida que este chico me dio. Le pedí que me diera una nalgada y aunque se negó en varias ocasiones casi le ordené que lo hiciera y me dio una buena nalgada que me excitó aún más. Faltaba lo mejor y fue que comencé a mover muy rico mi culo y le apretaba su pito que casi se ponía a llorar del placer que sentía. Yo me hacía para adelante y para atrás y eso lo tenía loco ¡ahh mi amor! dijo, por fin le había salido alguna palabra romántica y yo lo premié apretando más su verga, lo tenía atrapado.



Le pedí que sacara su verga y entonces me acosté y alcé lo más posible mis piernas ¡házmelo, házmelo, clávame papi, clávame! le dije, yo estaba al borde del orgasmo pero quería una nueva arremetida. No lo dudó y me dejó ir su pito hasta el fondo. Yo estaba vuelta loca de pasión, sentí ese garrote clavarme muy rico y el roce hacía que me excitara más. Le pedí que se saliera y entonces tuve una de las mejores corridas que he tenido en la vida. Lo salpiqué y seguí corriéndome muy delicioso. Él tipo estaba fascinado y volvió a penetrarme hasta que me dijo que estaba a punto de venirse. Tal esfuerzo merecía un premio y le pedí que se pusiera de pie rápidamente y atrapé su pito con mis labios hasta que llegó la descarga: ¡Ohhh mi amor, mi amor, me vengo! dijo el pobre. Me tragué su rica miel y le seguí chupando un rato más su pene.



Me levanté y me fui a enjuagar. Posteriormente me vestí, ya eran más de las 9 de la noche y tenía que irme a la terminal. Compré varios productos y al final, lo besé. El chico estaba feliz, pues nunca se imaginó que cogería en su trabajo y menos que cogería tan rico.



Satisfecha después de la cogida que recibí, me regresé al puerto. Un día volví a Xalapa pero la tienda ya no estaba, espero que este chico sea feliz, dondequiera que esté.


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