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Hace poco menos de un mes publiqué un relato bajo el título La sensual Sonia, una de las mujeres que más morbo me ha dado en el último año. Como ya es sabido por los lectores que conozcan la historia, nos hemos visto al menos en dos ocasiones más para tener sexo entre nosotros, más organizado, lejos de la improvisación que tuvimos en su cocina mientras su marido roncaba en el sofá, si bien por lo arriesgado, erótico, y morboso de la situación me supo muy agradable haber cogido a Sonia en aquella oportunidad, un sentimiento que es mutuo.
Pero la historia no quedó allí, aquella fue la primera ocasión que Sonia le puso los cuernos a Antonio, como ya he referido de forma improvisada y en su propia cocina. Con el paso de las semanas, coincidimos nuevamente y, tras una conversación, a solas en la que pueden imaginarse de que hablamos nos intercambiamos los teléfonos móviles con el propósito de poder vernos algún día para “poder estar más tranquilos…” en palabras textuales de Sonia. Para el lector que no esté familiarizado, es una mujer de 37 años, muy atractiva y elegante, con el pelo negro fino cortado a lo Uma Thurman en Pulp Fiction como referí en mi anterior relato,su cuerpo es espigado alrededor del 1,72 aproximadamente, más alta con tacones como es obvio, y medidas aproximadas de 70-63-92, delgada pero no huesuda, con la piel muy bronceada, y su cuerpo se caracteriza por unas piernas turgentes muy sexis y sensuales con unos suculentos muslos, además posee un fantástico culo trabajado en el gimnasio, si bien tenía las tetas menudas como habréis podido entrever por las medidas, sin embargo a medida que he estado con Sonia más me han gustado con sus pezones en punta hacia arriba, y es que me gusta tanto follarla magreando esos pechitos endurecidos que casi caben en una mano.
Pasó un mes y tras varias llamadas e intercambios de correos, por fin resolvemos quedar una tarde, nerviosa me propuso salir de la ciudad para evitar ser vistos, yo no tengo ningún tipo de problemas pero era novata en estas situaciones y comprendí la situación. Optamos por un hotelito a unos 20 kilómetros de la ciudad, tenía que recogerla 15 minutos más tarde de la hora en la que salía del gimnasio, aquel día a las cinco de la tarde, en un parque situado a unas manzanas alejadas del gimnasio donde tallaba su morboso cuerpazo. Dentro del coche, observé como llegaba a paso ligero con sus altos zapatos de tacón negro, vistiendo una camisa abotonada de mangas largas y una estrecha y corta minifalda negra marcando excesivamente un culazo respingón de espanto, llevaba bastante bien su edad, llamando tanto la atención que los hombres se volvían para mirarle el culo y las sabrosas piernas, uno de ellos inclusive se llevó la mano al nabo después de verla pasar, Sonia muy nerviosa ocultaba sus ojos con unas gafas negras, al mismo tiempo desde el coche observaba la escena no podía dejar de pensar que me la iba a volver a tirar esa tarde poniéndole de nuevo los cuernos a su orgulloso marido, la primera vez me supo riquísima y en esta segunda pretendía llegar con ella al éxtasis.
Al aproximarse al coche abrí la puerta y apresuradamente ingresó en el mismo, no pude reprimir mi excitación al verle las piernas al sentarse, e introduje mí mano en su entrepierna masajeándola y palpándole su rajita depilada suavemente a medida que nos besábamos en la boca mientras se quitaba las gafas:
Sonia: “que miedo tengo, es la primera vez que hago algo así…, bueno aparte de aquel día en mi cocina…”.
Yo: “tranquila, no eres la primera ni la última que engaña a su marido, además no vamos a hacer nada que no hayamos hecho ya”.
Sonia: “yaaaaa, yaaaaaa, pero la situación es distinta…, me siento como una puta”.
Yo: “vamos a ver, la situación es la que es, más extraño fue aquello en tu cocina, por lo demás no te has vestido así para nada ¿no?”, sobándole una pierna mientras le hablaba.
Sonia: “buenoooo, llevas razón, a lo hecho pecho, vamos a pasarlo bien…, ufff, ¡qué nervios!, se me hace largo el viaje…”, suspiró profundamente.
Llegamos al pequeño hotel y confirmamos la reserva, temerosa por si alguien la conocía medio ocultaba su rostro temiendo que alguien la reconociera. El recepcionista nos hecho una ojeada y enseguida se percató a lo que íbamos, no creo que le extrañase, debía de estar acostumbrado a ver parejas clandestinas subir a las habitaciones exclusivamente para tener sexo. Además, dicho sea de paso, se nos notaba en demasía por más que tratásemos de disimular, lo mejor era actual con naturalidad.
Al ingresar en la habitación, Sonia lanzó un suspiro como si hubiese escapado de un enorme peligro, sentándose sobre la colcha verde del duro colchón expresó “mmmmmmm…, esta bien…, es cómodo” al tiempo que cruzaba las piernas con mucha sensualidad, pero a su vez con naturalidad, apenas veía falda alguna simplemente sus voluptuosas piernas y parte de las nalgas, ya me estaba poniendo a cien. Nos familiarizamos con la habitación, estaba bien por cierto, cuando me eché junto a Sonia comencé a besarla con una mano en la mejilla y la otra en la almejilla, jejejeje…, proporcionándole suaves caricias en redondo,“relájate, cielo, disfrútalo…”; Nos desnudamos poco a poco tras unos intensos preliminares en los que ya encharcó el chocho, lo que más le gustaba era salir de la rutina en la que había caído en su matrimonio, y tener sexo distinto, con un hombre diferente a su marido, eso es lo que más la ponía. Fui el primero en quedarse desnudo con la tranca ya bien tiesa y dura, Sonia se quedó en ropa interior con un sujetador negro con lunares blancos y un tanguita del mismo color, eso sí algo más amplio que el que llevaba en su casa. Despojándola del sujetador le comí y succioné sus dos peritas que me sabían riquísimas, al mismo tiempo me agarró el plátano y le sacó provecho lamiéndolo y chupándolo desde el capullo hasta el tronco, la chupaba y comía mejor que la primera vez, deliciosamente, inclusive en ocasiones lo hacía simultáneamente ordeñándome con una mano y la boca en el capullo, y obviamente…terminé por descargar en su linda boquita, excitándome en demasía los hilos de semen que colgaban entre su boca y mi polla.
Mientras me recuperaba, aprovechando su sumisión y notándola abierta a todo, comenté que se colocase sobre el cochón abierta a cuatro patas, de espaldas a mí solamente con los negros tacones puestos, en pompa con los codos y la cara sobre el colchón, le quité el tanga y uffffffff…, “que razón tiene tu marido, ¡qué culo tienes…!”, era la primera vez que advertía este culazo en esta posición, en aquel momento me acordé cuando su marido me lo enseñó dándole morbosamente cachetazo agitando como un flan una de sus nalgas, por lo demás disfrutaba de un coño hermoso, grande, carnoso, y depilado, muy limpio, tanto que se podría comer en él y, obviamente, eso hice introduciendo primero mi lengua por todos lados y después los dedos mientras escuchaba sus gemidos de placer agitando todo su cuerpo, al instante tomé una de sus manos situándola sobre su sexo, no hizo falta que le indicara nada ella misma en esta posición, y cachonda como estaba, se estimuló el clítoris y todas las partes del coño a base de bien aumentando progresivamente sus placenteros gemidos, mientras tanto me senté frente a su culo, apreciando como se masturbaba como una zorra, comenzó a tener fuertes orgasmos, manando mucho flujo vaginal de su interior, si bien no cesaba en su empeño, dándose cada vez más enérgicamente… Estaba como poseída disfrutando de la paja que se estaba haciendo.
Al terminar decidió descansar un rato, se había hecho una gallarda de campeonato, pienso que el nerviosismo y la situación la liberó y estimuló. Quedó tumbada boca arriba y entré en la acción, acariciándole su cuerpo con ternura, utilizando los labios y la yema de los dedos que penetraron todos sus orificios, se removía de placer, mientras tanto le recordaba lo que Antonio se perdía cada noche al no disfrutar de ella como yo lo hacía, sus relaciones sexuales no pasaban del polvo del fin de semana, y a veces ni eso cayendo en una aburrida rutina matrimonial. No podía más, la tenía como un caballo y solventé por fin cubrir a esta buena yegua, estaba muy hermosa sobre la cama mirándome con aquellos ojos castaños, con el pelo revuelto y los brazos por encima de la cabeza, no me olvido de aquella imagen, situándome encima de Sonia la sostuve por los muslos y poco a poco la penetré fluyendo el pene fácilmente hacia el interior, amoldándose convenientemente a la previamente lubricada vagina. Nos quedamos estáticos un rato, nos dimos varios besos, para acto seguido alzar un poco más sus piernas y follarla intensamente, como se merecía, marcando los tiempos de menos a más hasta hacerlo con pasión alcanzando varios orgasmos, me ponía en exceso su cara lasciva suspirando, soportando las acometidas entrando y saliendo mi pene de su vagina; paramos un poco y cambiamos de postura, ahora era ella la que se montó de frente sobre mí, introduciéndose nuevamente el miembro comenzando a botar de menos a más, anecdóticamente a los pocos minutos le sonó, no lo cogió, al minuto volvió a sonar con lo que con un gesto suyo me detuve manteniendo el miembro en su interior. Era su marido que la llamaba para no se qué…, regañaron algo, poco sabía que su esposa estaba siendo follada en ese instante, teniendo el nabo de otro dentro de su cuerpo, me daba mucho morbo la escena máxime cuando empezó a moverse lentamente en redondo mientras hablaba, muy despacito, yo alcanzaba el éxtasis. Al colgar se situó en cuclillas metiéndose mi polla aceleradamente hasta dentro enterita hasta que me llegaron los espasmos y me corrí en su interior observando como salía y entraba mi plátano bañado en flujos y semen. Después de la de su marido era la segunda polla que probaba y esto sin duda la ponía como una moto, resultó un polvazo.
Descansamos u tiempo charlando de nuestras cosas y en como habíamos llegado a ser amantes, no se arrepentía de nada, es más pensaba en quedar en mas ocasiones. Cuando nos recuperamos se situó con la cabeza y brazos sobre el colchón en pompa con las rodillas al borde de la cama, estaba muy cachonda, me puse de pié y tras jugar con sus muslos y magrearle el culo y el coño, apunté al interior empotrándosela hasta dentro, me detuve hasta encajarla bien e inicié un metesaca cada vez más intenso, recibiendo pollazos dándole fuerte no perdiendo de vista ese culazo tan provocativo, al mismo tiempo le hice saber mis intenciones de follarle el culo, introduciendo primero un dedo en su ano, después otro…, no me reprendía y continué hurgándole con mis deditos, llegó al orgasmo rápidamente, aguanté un poco más dándole enérgicamente escuchando sus gritos de placer que debieron de oírse en todo el hotel, hasta que no pude controlarme, me llegaron las convulsiones y eyaculé plácidamente y copiosamente en el interior dándome un enorme gustazo. Otro polvazo avistando ese apasionante culazo.
Para el final de la tarde, le recordé e insistí en aquello de follarle el culo, deseaba rompérselo, Sonia tenía algo de temor ante el dolor, nunca había experimentado el sexo anal, aún no se la habían metido por el culo, por tanto tenía que tener el recto constreñido. Embadurné el miembro y las manos con un aceite y nuevamente manosee en el orificio para poder dilatarla, antes quise disfrutar de su cuerpo pasándole la polla por los muslos, abdomen, pasándola por la rabadilla, nalgas…, así cuando no lo esperaba sujetándola por la cintura introduje la punta provocándole un enorme grito de dolor, acto seguido empujé un poco más introduciendo la mitad, lloraba de dolor pero no quería que la sacase, y finalmente di el último viaje llegando al final, se la metí enterita para su dolor y placer simultaneo…; el resto se pueden imaginárselo, embestidas aumentando el ritmo adecuado en cada momento, gemidos y gritos por parte y parte, yo le daba y Sonia meneaba el culo intensamente, entendiendo que la estaba saboreando, a sus 37 años era una nueva experiencia para ella, inclinándome sobre ella para dar impulso a mis últimas embestidas, atrapándole los firmes pechitos atornillándole los pezones al tiempo que ambos alcanzábamos el orgasmo, primero Sonia y yo eyaculé tras ella en su recto, sacándola al rato cayendo ambos agotados sobre la cama.
Caía la tarde y todo volvía a la normalidad, debía de regresar a su domicilio donde la esperaba el cornudo de Antonio, le dolía el ano un poco pero podía disimularlo bien, “la próxima vez espero que me duela menos…, pero ha estado bien rico…” me decía a la vez que nos vestíamos. Al bajar la misma operación al revés, Sonia temerosa se ocultaba tras las gafas en la recepción mientras el recepcionista con una sonrisa no dejaba de mirarla sabiendo que la habían follado, no le di importancia, debía de estar acostumbrado a recibir extrañas parejas.
Durante los días siguientes le dolió algo el culo, si bien no tenía nada, al cuarto día me comunicó que se le pasó enviándome un mensaje al móvil en el que decía ¿Cuándo nos vemos otra vez…?.
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