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Categoría: Maduras

La sensual sonia

Los conocía desde hacía años, formaban un matrimonio consolidado, él se llama Antonio, de 44 años aunque aparenta más, es regordete, calvo, y tampoco se puede decir que sea guapo; ella se llama Sonia y tiene 37 años, es todo lo contrario a su marido, se cuida mucho con lo que se la ve bien hermosa, no en vano se cuida formidablemente, es bastante elegante y atractiva, morena con el pelo corto y fino a lo Uma Thurman en Pulp Fiction, le queda muy bien todo sea dicho, su cuerpo es espigado, delgada pero no huesuda, con buenas piernas turgentes, muslos, cachas y buen culo, pero pecho, sus medidas rondan las de 70-63-92, en fin se puede decir que está buena, muy buena diría yo, os lo aseguro.



            Me invitaron a pasar una velada en su casa, no era la primera vez que esto ocurría, aunque no es una constante al menos lo hacen una o dos veces al año sobretodo para tratar algunos asuntos de trabajo con más tranquilidad, aunque soy amigo de ellos no soy de sus amistades más próximas, si bien la suficiente como para invitarme a cenar a su casa. Llegué un poco tarde, pasadas las 21, 30 horas, con mi botella de vino en la mano, me abrió Antonio y me hizo pasar al salón donde me senté, a decir verdad lo noté algo extraño, como si hubiese bebido ya antes un poco más de la cuenta. Sonia aún no había aparecido, se estaba duchando y en seguida vendría. Con ella no tenía tanta confianza como con su marido, tenía una imagen de ella recatada y muy de su casa, todo lo contrario que Antonio.



            Nos acomodamos esperando a la anfitriona, tardó algo pero llegó, ¡y cómo llegó…!, aunque ya me atraía algo como habréis supuesto, nunca la había visto como aquel día, con una camiseta de tirantas negra muy ajustada al cuerpo que hasta le hacía más pecho, una falda plisada de cuadros tipo escocesa muy, muy cortita, y unos taconazos negros altos que la hacían una figura envidiable para su edad, tenía cuerpo para presentarse así, no en vano parecía una estudiante adolescente en celo o una prostituta de lujo disfrazada, en cualquier caso un cañón de mujer, de de esas maduras que están todo el día en el gimnasio y follando en casa; al margen de su atuendo, ayudaban sus características físicas, su propio cuerpo en sí, su cabellera morena corta muy sexi, su piel bronceada, y sus largas piernas abrillantadas por la cera que se había dado, mmmmmmmm, la verdad es que estaba para comérsela y algo más…, con un culazo respingón que dejaba entrever. Se me acercó y me dio dos besos en las mejillas con sus labios pintados de rojo intenso, “espera, te voy a quitar la marca de carmín que te he dejado”, me dijo pasándome el pulgar por la mejilla derecha, ni que decir que nos llamó la atención a los dos, a su marido y por supuesto a mí, Antonio se debió de poner burro al verla porque enseguida orgulloso por presumir de hembra se levantó y, ante mi confusión, le levantó la faldita por detrás enseñándome el culo de Sonia, “esta es mi montura…, ¡mira que culo tiene la pedazo de puta…!, te lo enseño para que veas lo que todos se quieren follar y no pueden…” pasándole lentamente un dedo por el coño dándole acto seguido dos cachetazos fuertes en una de las nalgas dejándosela colorada, la noté algo sumisa, como no podía ser de otra manera Sonia se enojó con él pero se le pasó al rato, “no eches cuenta a lo que dice… y perdona la escenita” me expresó algo cortada y llena de vergüenza con una media sonrisaLa verdad es que observé un culo magnífico, con dos lujosas cachas carnosas sin un gramo de grasa, perfectamente separadas por la rabadilla, como imaginaba tenía un tanga negro enterrado pues solamente percibí íntegramente sus glúteos y el bultito que le hace la vulva en la entrepierna, me entraron ganas de pellizcárselo, de darle un bocadito, de lamerlo…, por si fuera poco los cachetazos del bruto de su marido me habían puesto torito.



            Durante la cena no me olvidaba del hecho, ni del cuerpo y sobretodo del culo de Sonia, tenía ganas que recrearme bien en él mismo. Antonio estaba sentado frente a mí y su esposa a mi lado, al poco tiempo como un colegial salido deje caer un cubierto al suelo para agacharme y poder verle las piernas a Sonia, cosa que conseguí apreciando unas recias piernas y los muslazos de escándalo de esta hembra, es más al tenerlas semiabiertas pude contemplar el muslo interior de una de ellas casi hasta las ingles. A partir de aquella noche comencé a tener otra impresión de Sonia, no sé si realmente todos ambicionaban follarla como decía orgulloso su marido, seguro que sí, pero desde aquel instante yo me ponía a la cola. No esperé nada, marché al lavabo pero no para hacer aguas menores, sino para masturbarme lentamente un rato pensando en las piernas y el culo de esta jaca, estaba a mil, me proporcioné diez o doce friegas para aplacarme un poco sin llegar a eyacular para no levantar sospechas.



            Al volver no ocurrió nada más, salvo que esta mujer me tenía cada vez más cardiaco, agradecía incluso las veces que nuestras rodillas o piernas se rozaban sin quererlo, una tontería pero estaba calentón con la polla morcillona durante toda la cena. Tras el postre, tomamos algunas copas, al recoger la mesa me ofrecí a ayudarla mientras Antonio se sentó en el sofá a descansar, al volver a recoger lo que quedaba lo vimos dormido, roncando como un poseso, “¡ea!, ya se quedó dormido, ¿no se porque trae invitados?” comentó un poco enfadada, “no te preocupes, mujer, no pasa nada, estará cansado” tranquilizándola para que no se sintiese mal. Me quedé a solas con ella en la cocina, todo un gustazo, mientras colocaba vasos y platos se empinaba y agachaba inclinándose mostrando algo más que sus lindas piernotas, se le distinguían unas cachas suculentas a la buena señora. Cuando finalizamos, me senté en una silla de la cocina y ella frente a mí sobre la encimera cruzando las piernas, montando una sobre otra, prácticamente le veía toda la nalga de la pierna cruzada junto al muslamen y resto de la pierna. ¡Ufffff, que calor!.



            Llenamos de nuevo el vaso largo y comenzamos a hablar de muchas cosas, entretanto cruzaba y descruzaba las piernas, no se si a conciencia o no, sea como fuese me estaba ofreciendo un espectáculo lleno de erotismo y sensualidad, enseñándome sin ver nada que ya no hubiese visto, pero que por mi parte agradecía sumamente. Yo estaba ardiendo y, ¿porqué no?, me parecía notar esta misma sensación en ella por lo que decidí subir el tono de la conversación a ver por donde salía.



Yo: “Sonia, no te preocupes por lo de antes, no me ha molestado”.



Sonia: “¿Lo de antes?, ¿qué pasó antes?.



Yo: “Pues… el gesto feo de tu marido…ya sabes…lo del culo”



Sonia: “Ahhhh, bueno, ya sabes como es”.



Yo: “Sí, ¿pero…?, no está bien, aunque…, oye, a mí me gustó, a nadie le amarga un dulce”



Sonia: “Así que te gustó, vaya, ¿y que te gustó”. Merefirió picarona llevándose unamanoa la cadera guiñándome un ojo.



Yo: “Venga, no te hagas la tonta, pues tu culazo, no sabías que lo tuvieses tan bonito, ni que tuvieses el tipazo que hoy te veo…tan sexi y provocativa”. Se lo tenía que decir.



Sonia: “Entonces, ¿te parezco tan sexi y provocativa?”.



            Sonia riéndose se levantó y de espaldas volvió a enseñarme aquel culazo moviéndolo un rato contoneándolo, volviéndose a sentarse con las piernas abiertas, se sabía el centro de mi atención y como pensaba estaba algo excitada, no se si por la bebida o por la situación, lo cierto es que volví a empalmarme.



Yo: “Uffff, Sonia, Sonia…, no lo vuelvas a hacer o tendré que ir otra vez al baño”. No se como ni porqué dije aquello delatándome.



Sonia: “¿Cómo…? ¿me estas diciendo que antes te masturbaste en el lavabo? ja, ja,ja…”. No se como con sus risas no despertó al marido, se desternillaba alzando una pierna al aire dejándome ver una vez más sus nalgas y entrepierna, ya estaba algo desatada y no le importaba.



Yo: “pues mira, si, aunque no quise eyacular, diez o doces friegas nada más…, y es que tu marido y tu me pusisteis calentorro, sobre todo tú, tú y tu culazo claro…, y aquel cachetazo de Antonio”.



Sonia: “Puesto a confesarnos, te diré una cosa, a mí también me puso cachonda, mi cuerpo en aquel momento pedía una buena polla, la de Antonio o…la tuya misma, la que fuese, pero que me follara bien duro”. Comentó uniendo las rodillas e inclinándose hacia adelante, estaba tremendamente sexi…



Yo: “Vaya, vaya, no lo sabía, pero no te la iba a meter delante de Antonio”. Comenté entre bromas y risas.



Sonia: “Y ahora como estas…, te ha bajado la lívido?.                                                      



Yo: “Hirviendo, tengo los huevos henchidos, necesito desfogarme, y tu, ¿cómo estás…?”.



            No dijo nada, me miró con una leve sonrisa en sus bonitos rojos labios, tomó el vaso largo, dio dos sorbos, se levantó, abrió la puerta de la cocina y observó como Antonio estaba en el séptimo cielo roncando, cerró la puerta, echó el pestillo y se me acercó mirándome fijamente, con un ligero contoneo, se colocó de pie entre mis piernas abriendo el compás de las suyas, lanzó un respiro y se sentó a horcajadas sobre mis rodillas dejando el vaso en el suelo, su falda ya estaba en su cintura sin ningún secreto desde los tobillos hasta la misma, a excepción de lo que ocultaba el minúsculo tanguita, que era bien poco, sus muslos de cerca sobre mi cuerpo se veían aún más suculentos con el bronceado de la cera abrillantada con la que había humedecido sus piernas, pasó sus brazos por mi cuello y mostró lujuriosamente una larga lengua pidiendo guerra que entró hasta mi campanilla. Mi mirada se dirigía a sus fantásticos muslos a los que no dudé en aferrarme y masajear lentamente acariciándolos por la cara interna desde abajo hacia arriba y viceversa, en redondo, haciéndole cosquillitas con la yema de los dedos, deteniéndome en sus inglés para poco a poco, muy poco a poco dirigir mis dedos al exterior de su vagina que, muy empapada, esperaba recibir alguna caricia, se la masajeé mansamente por fuera aunque lo minúsculo de su prenda íntima hizo que prácticamente se le metiera por la raja dejando en ocasiones afuera algunos de sus labios vaginales, respirábamos agitadamente, opté por bajarle el tanga, algo que agradeció, ayudándome ella misma a sacarlo levantando las piernas y dejándolo caer al piso, dejándome ver al mismo tiempo su depilado y delicioso coño, retornó a la postura inicial y acto seguido introduje dos dedos en el chocho follándoselo y masturbándola como le apetecía dándole al mismo tiempo en el clítoris mientras tanto nos comíamos la boca, estuvimos así alrededor de cinco o seis minutos, comenzó a gozar de un orgasmo, tenía los dedos mojados de jugos y se los di a chupar y, tras besar su cuello, acercándome a su oído le expresé, “sabes ya que antes fui al baño y me hice una paja pensando en ti... pues anda sobre aviso porque ahora te voy a follar hasta el fondo, pero…no te quites la faldita…”.



            Al escuchar esto último se puso muy perra comenzando a sudar, suspirar y a removerse de manera muy erótica, estaba enormemente cachonda y deseaba ser follada cuanto antes, la levanté por los muslos y atrayéndola hacia mí coloqué sus posaderas sobre mi polla, aún guardada dentro del pantalón, se sacó la camiseta dejando libres aquellos senos que, sin ser enormes, me satisfacieron en aquellos momentos, como describirlos, su punta era prácticamente la aureola con sus dos pitones oscuros y rígidos apuntando hacia arriba, me los comí, apreté, mamé, y chupé enteritos, los pezones estaban durísimos y erectos, en un instante se echó hacia atrás, hasta mis rodillas, con su derecha recorrió el perímetro de la polla desde su raíz hasta el capullo, me daba un gran cosquilleo, desabotonándome a continuación el pantalón dejando libre mi verga que, igualmente, apuntaba al norte bien dura y gruesa además de larga, nunca he presumido de polla, tampoco creo que me encuentre excesivamente bien dotado, pero me suele llegar empalmada a la punta de la cadera, y así es como se presentó a sus ojos y, por su expresión, debió de gustarle a la muy zorra. La sostuvo con una mano por el tronco mientras con la otra me sobaba los huevos en redondo, comenzó lamiendo el glande para ir bajando enroscando la lengua al mismo tiempo que empezó a ordeñarme, lancé gemidos dejándome hacer tras echar la cabeza en el espaldar del sillón, como sabía que terminaría corriéndome detuve la felación, quería follarla ya “luego sigues, cariño, y me la preparas de nuevo, ahora te voy a penetrar, prepárate…”, sin soltarme el nabo se lo introdujo ella misma y con un empujón entró hasta el fondo, dio un grito y nos asustamos temerosos de haber despertado a Antonio, tras detenernos y comprobar que no sucedió tal cosa me cabalgó moviendo el culo en redondo mientras hundía mis manos en la carne de su culo y la empujaba hacia mí, era una buena amazona, pronto le llegaría un orgasmo, aguanté un poco más hasta soltar todo mi esperma dentro de su jugoso y suave chochito, fue un polvazo si bien no el mejor de mi vida, por como me había puesto Sonia durante toda de la noche.



            Descansamos en la misma postura, dándonos piquitos y comiéndonos la boca, su mirada echaba fuego, y de nuevo bajó al pilón, a medida que daba las friegas el cosquilleo aumentaba, unido al toqueteo en las bolas, y al chupeteo en la punta del capullo limpiándome toda la verga empapada de semen y flujos vaginales, mucha leche estaba tragando, se la introdujo hasta la garganta haciéndome una paja con la boca, estaba excitadísima y algo falta de sexo, terminé por descargar en su linda boquita, el primer chorreón debió llegarle a la campanilla…, me daba mucho morbo verla tragar mi leche caliente así como relamerla con la lengua tanto en su cara como en la polla.



Yo: “Lo siento Sonia, no he podido aguantarme…”,



Sonia: “No te preocupes, la culpa es mía, hacía más de 16 años que no tenía una polla extraña entre mis piernas y en la boca, me he ensañado, pero dime que te gustó, ¿no?”.



Yo: “Claro, claro que me ha gustado, y mucho, no sabes cuanto…, las dos cosas, pero quiero penetrarte otra vez antes de que tu marido despierte, levántate y date la vuelta…”



            Nos levantamos, y la situé de espaldas apoyándose en la encimera, quería follarla viéndole el culo que tanto me ponía, vaya mujerón viéndola así desnuda con las piernas abiertas, únicamente con los tacones y la corta faldita escocesa que, inclinada casi en pompa, apenas le cubría nada dejando a la vista un culo y un conejo bien abierto, rico, jugoso, y carnoso. Ante esta vista opté por pasarle mi derecha por la raja todita del culo y agacharme para comer un rato mientras me recuperaba, cuando lo hice mi tranca pletórica colgaba con el capullo fuera anhelando en volver a penetrar a esta jaquetona, así sosteniéndola por la cintura se la empotré bien resbalando a consecuencia de sus jugos y comencé a darle ligeras y suaves embestidas que agradecía por sus gemidos, “más, más, más, más…ah, ah, ah, ah…fóllame más fuerte…”, sacando y entrando mi polla cada vez más empapada, cada vez que pedía y gemía más excitado me ponía acrecentando la fuerza y cadencia de mis acometidas hasta el fondo, vaya coño sabroso y grande que tenía, que tiene mejor dicho, sujetándola por la cintura primera, luego con una mano en cada tetas magreándoselas, para más tarde darle algún cachetazo en las nalgas, y de nuevo pasarle el brazo izquierdo alrededor de la cintura y con la otra mano hurgarle en el exterior del orificio del culo,



Yo: “¿te han follado el culo alguna vez, Sonia?.



Sonia: “Noooo, ah, ah, ah…, hazlo si quieres…”. Decía mientras tragaba la polla por el coño una y otra vez entre gritos y gemidos mutuos de placer.



Yo: “Pues, prepárate…, te lo voy a romper hoy”.



Sonia: “mmmmm, mmmmm, haz lo que quieras…”



            En aquellos instante descargué cuantiosamente en su interior fruto de mi excesiva excitación, ver su culo y desear ser follado superaba mis expectativas, sin embargo un ruido desde el salón acabó con mis, nuestros, deseos; Antonio se había despertado y caminaba por el salón llamando a Sonia, y ella con la polla de otro en el conejo, rápidamente la saqué del interior de su palpitante y húmedo coño, nos separamos en lo mejor del éxtasis, y colocándose la camiseta abrió la puerta, “que quieres cariño, estaba conversando aquí en la cocina, para no molestarte, ¿sabes?, te habías quedado dormido”, mientras me daba tiempo a acicalarme, “bueno, Antonioveo que tienes sueño, ja, ja, ja…, ya me marcho, es lo mejor”. Al rato, mientras el matrimonio me despedía en la puerta, Antonio la tenía cogida por la cintura, temí lo peor, que volviera a hacer alguna de sus bromitas, que le metiese mano debajo de la falda y notara que Sonia no llevaba bragas y tuviese el chumino húmedo y pegajoso de flujos y semen, advirtiendo que había sido follada, afortunadamente no ocurrió y tuvimos la fiesta en paz.



            Me he visto con ella de momento en varias ocasiones más, esporádicamente, durante un par de tardes, primero en un hotel de carretera cercano a la ciudad, aún recuerdo la primera vez que quedamos a solas, calzaba unos tacones negros, y vestía una minifalda negra ajustada que no le llegaba al medio muslo, marcando un culazo de infarto, y una camisa blanca de manga larga abotonada sin nada debajo únicamente con sujetador negro con lunares blancos; la segunda en mi domicilio, vestía un impresionante vestido blanco de infarto contrastando con su piel bronceada, en ambas ocasiones tuvimos buen sexo hasta el atardecer, por cierto en ambas le follé el culo, una experiencia que a pesar de su madurez y sus años de casada no había sentido. Sonia me resultaba placentera y muy rica.



            No sé si todos querrán follarla o no, pero Antonio te felicito por la montura que posees y el culo que tiene la pedazo de puta, algo de lo que doy fe porque… yo si que me la he follado.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 5
  • Votos: 1
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