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La señora Ysabela y yo (3)

Otro día más en mi vida en la gris Lima, aunque estos días no lo eran en lo absoluto y sólo esperaba la sorpresa que me tenía preparada la señora Ysabela.



Seguí con mi nueva rutina, y una vez en el techo, dí unos 3 silbidos largos. Al poco rato apareció mi vecina, que al levantar la vista, sonrió y me hizo señas para que baje.



La acompañé hasta la cocina donde ella aún terminaba de cocinar.



- Y, ¿ya estas listo para una nueva experiencia?- preguntó sin voltear.



- Por supuesto, Ysa, yo soy buen alumno.- respondí entusiasmado.



- Eso ya lo estoy viendo, mi niño.- dijo conforme. Bueno, esto ya está listo, así que vamos.



Nos dirigimos al cuarto, y nos desnudamos sin apuros y con total confianza. Luego ella fue hasta la cómoda y abrió un cajón extrayendo algo que no alcancé a ver.



- ¿Qué tienes ahí?- pregunté curiosísimo.



- Algo que nos va ayudar mucho.- respondió sonriendo traviesa.



En su mano se suspendía un frasco de aceite de bebé.



- Me vas a tener que lubricar bien, pequeño.- dijo seductora.



- Eso es para...- respondí sin saber.



- Pues, que hoy vamos a probar el sexo anal.- dijo con seguridad.



Sin demorar, la señora Ysa se subió a la cama y se puso en pose de perrito; mientras me ofrecía su trasero firme y goloso.



Destapé el frasco y me unté un dedo con el aceite, para luego proceder a frotárselo en todo el ano. Mientras estaba en esta labor, una imagen me vino a la mente y la risa salió en arcadas.



- ¿De qué te ríes, pequeño?- preguntó curiosa.



- Es que... ja,ja,ja, bueno te vas a reír.- dije aguantando la risa.



- Ja,ja,ja... pero, ¡dime que cosa es!- dijo ya al borde de la desesperación.



- Pues, que imagine, ja,ja,ja, si tu esposo, mi madre y los vecinos nos vieran así, que pensarían.- dije soltando la carcajada.



- ¡Jaaaaaaaaaaa! te pasas mi niño.- dijo jocosa. Tienes una imaginación.



- Ja,ja,ja, que locura.- dije aún riendo.



- Bueno, bueno, sigamos de una vez.- dijo ordenando.



Yo seguí lubricando su delicioso ano y me animé a introducir el dedo.



- Sí, mi niño, así es.- dijo contenta.



Mi dedo se introducía completamente, ante los movimientos de mi vecina que disfrutaba con la exploración.



- Ya, por favor, empieza a meterme tu verga.- gimió arrecha.



Con la mano izquierda abría sus nalgas y con la derecha ponía el glande en la entrada de su orificio anal. Suavemente, me fui deslizando en su interior, y así, ya tenía metida toda la cabeza de mi pene.



- Ayyyy, sigue papito lindo.- gimió ella.



- Sí, ya entró la cabeza.- dije sin detener mi embestida.



A un ritmo lento, iba dejando que mi verga se introdujera centímetro a centímetro, pues iba siendo consciente de mi tamaño.



- La quiero toda dentro.- gritó con voz de hembra caliente.



Seguí atento a sus pedidos y no dudé en continuar mi labor. Sin embargo, me percaté que no sería tarea fácil pues mi verga empezaba a hacer estragos en la señora Ysa.



- Ayyyyyy, me dolió.- dijo moviéndose y sacando gran parte de mi pene.



- Lo siento Ysabela.- contesté preocupado. Pero creo que no va entrar todo.



- Yo también lo creo así.- dijo resignada. ¡Qué mala suerte!



- Pero, ¿entonces que hago?- pregunté.



- Métemela hasta donde te diga.- dijo ordenando.



Volví a introducir gran parte de mi verga que había salido hasta que ella me indicó que ya no empujara más.



- ¿Cuánto es lo que ha entrado?- preguntó volteando a verme.



- Poco más de la mitad.- contesté tanteando.



- ¡Woouwww! y eso que aún falta meter bastante.- dijo admirada. Y ya me duele mucho.



- Y, ¿qué haremos?- pregunté.



- Bueno, por mientras continuar con esto.- dijo indicando. Y en los siguientes días seguiremos tratando hasta que entre por completo.



Con las manos abrí sus nalgas y pude ver claramente la fuerte opresión que su ano le daba a mi verga. Esta visión aumento mi lujuria y con vigor empecé a dar las primeras embestidas. La señora Ysa enterraba su cara en la almohada y ahogaba sus gritos desgarrados, su cabello era una maraña endiablada que se extendía libremente sobre la cama.



- Ayyyyy, papacito, que rico se siente.- gimió ella doblándose de placer.



- Está tan apretado tu ano.- dije tomándola por las caderas y aumentando la velocidad de mi embate.



- ¡Me matas, mi niño, me matas!- gritó desbocada.



Mi empeño era desquiciado y sólo deseaba disfrutar a perpetuidad ese agujero. La señora Ysa se movía alejándose cuando, por el calor del acto, mi verga penetraba más profundo de lo que podía resistir.



- ¡Qué rica colita tienes Ysabela!- grité embistiendo con locura.



- ¡Me partes mi niño! ¡Me partes!- gritó a su vez mi vecina.



Una sacudida eléctrica atravezó mi espalda y su agujero se vio inundado de borbotones de leche. Saqué mi pene y pude ver como de su ano, rojo y abierto, destilaba mi semen en abundancia. Ambos caímos sobre la cama agotados.



- Uffff, no tengo palabras para esto.- dije extenuado.



- Me has dado con unas ganas, mi niño.- dijo la señora Ysa abrazándome.



- Nunca imaginé que fuera así de maravilloso.- dije sonriendo.



- Si pues, mi pequeño, me has abierto mi colita mucho más.- susurró apoyando su cabeza en mi pecho.



Con caricias nos fuímos sumergiendo en el sueño, y en silencio, dormimos.



Entre sueños sentía que alguien me llamaba, y al abrir los ojos ví a la señora Ysa, que me masturbaba.



- Hola, pequeño durmiente.- dijo sonriendo.



- Vaya, ¿qué hora es?- pregunté desubicado.



- Recién es mediodía.- respondió sin detenerse.



- Ah, aún es temprano.- dije.



- Sí, como para seguir con uno más.- susurró divertida.



- Por supuesto, pero me siento algo sudado.- dije tocándome el cuello.



- Bueno, entonces que tal si nos damos una ducha juntos.- dijo coqueta.



Nos levantamos y fuímos al baño. Mi vecina abrió el grifo del agua y esta cayó tibia sobre nuestros cuerpos. Ella jabonó cada rincón de mi cuerpo y luego yo hice lo propio. Muy divertidos jugábamos tocándonos y yo soltaba unos palmazos a sus paradas nalgas. Seguimos un rato jugando, hasta que ella volteó frotando su colita contra mi verga que reaccionaba ante tamaña tentación.



- Ya se está despertando otra vez.- susurró divertida.



- Claro, con semejante provocación cualquiera.- respondí tomándola por la cintura.



Ella se inclinó, mi verga se frotaba entre sus piernas y su vulva. Tomó con su mano mi capullo y lo dirigió a la entrada de su vagina, que ya tan bien empezaba a conocer.



- Ya tú sabes que hacer mi pequeño.- susurró con su voz de madura arrecha.



De una fuerte embestida logré enterrar más de la mitad de mi verga, y ella soltó un agudo grito lastimero. Mientras la sujetaba de las caderas iba entrando y saliendo de la señora Ysa. Tan sólo recordar que estaba cogiéndome a mi vecina, una mujer casada, con 2 hijos pequeños que conocía, lograba que mi sangre hirviera hasta descontrolarme.



- Ayyyyy, papito lindo, ¡¡¡qué pedazo de verga te manejas!!!



- Ysaaaaa, ¡¡¡qué vagina tan deliciosa tienes!!!



- No te olvides de mis tetas, mi niño.- gimió húmeda y desquiciada.



Mis manos se posaron sobre sus jugosos melones y ella era quien se movía permitiendo la copulación. El agua corría sobre nuestros cuerpos enceguecidos de placer. Mis huevos producían un sonoro chasquido al chocar contra su vagina caliente que recibía gustosa su pedazo de verga.



- Uhmmm, mi pequeño, ¡¡¡eres eterno!!!



Y razón no le faltaba a la señora Ysa pues sintiendo la dulce opresión de su vagina no deseaba salir de ahí.



- Ahhh, ¡¡¡ya no aguanto más!!!- grité mientras mis testículos soltaban su carga láctea.



- ¡¡¡Yo también mi niño!!!- gritó soltando su orgasmo.



Yo la tenía abrazada disfrutando de las últimas descargas del coito. Y así, acababa un nuevo día, aprovechado al máximo pues nos veríamos hasta el lunes, como los dos amantes candentes e insaciables que ya éramos.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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