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La señora Susana - Hugo

Esta historia es verdadera, y ocurrió durante el tiempo en que yo era estudiante universitario. El profesor del curso de Principios de Economía nos había asignado un proyecto de investigación en parejas, para entregar dos semanas antes de que acabara el semestre. Las parejas serían organizadas por él. Yo quería hacer equipo con Patricia García, la guial más buenona del grupo, pero me tocó trabajar con Leticia. Leticia no era muy agraciada, aunque sus ojos eran muy bonitos, y sus senos, de buen tamaño. A mí me gustan las mujeres voluptuosas y carnosas, como Patricia. Leticia, en cambio, era delgadita, de cabellos algo descuidados, con poca carne en las nalgas, y caderas angostas. Al faltar tres días para la fecha de entrega, Leticia y yo no habíamos hecho absolutamente nada referente al trabajo asignado. Con apuro investigamos algo en la biblioteca central de la universidad, y acordamos reunirnos a la noche siguiente en el apartamento donde vivía Leticia. - Ya hablé con mi tía, y dice que podemos hacer el trabajo en casa. Como ella me acoge gentilmente en su apartamento mientras hago los estudios en la capital, siempre consulto todo con ella. No me gusta abusar de la confianza. También me dijo que puedes pasar la noche allí, si se nos hace hasta muy tarde al terminar el informe. - Eso es un alivio. Vivir en las afueras es un problema en casos como este. Es peligroso viajar en autobús a altas horas. Les agradezco la gentileza. Llegada las siete de la noche del día siguiente me aparecí en la entrada del lujoso condominio. Llamé al portero eléctrico. Leticia bajó, me abrió la puerta, y me condujo hasta el apartamento. Mientras subíamos en el elevador, no pude evitar echar un ojo a las piernas de Leticia, expuestas por el short cortito y las sandalias que llevaba puestas; pero como comenté anteriormente, las mujeres delgadas no me llaman la atención. Una vez en el amplio departamento, sin mayor dilación nos pusimos a trabajar. Al rato, sonó el timbre. Era la tía de Leticia, que había llegado. Cargaba tres grandes paquetes completamente llenos, pues después del trabajo se fue de compras con unas amigas. Como todo caballero, me ofrecí a ayudarle con los paquetes, y una vez los pusimos en la mesa pude entonces contemplar el fascinante cuerpo de la Sra. Susana: no se parecía en nada al de Leticia, por el contrario, ni Patricia tenía las tetas tan grandes como las de aquella mujer, tan grandes que se notaba a través su traje ajustado de tela color crema que no llevaba puesto sostén. Su traje estaba tan ajustado que se percibían todas las tentadoras curvas; sus nalgas, gruesas y portentosas, y sus jamonudas piernas. A pesar de que las arrugas le hacían notar la edad (que debería ser unos cuarenta), su rostro dejaba ver que en su juventud esta señora hizo que más de veinte se hicieran la paja pensando en ella. De seguro la experiencia de la Sra. Susana le advirtió que la estaba devorando con la mirada, pues me sonrió con una sonrisa maliciosa, y extendió su mano hacia mí diciendo: - Hola, soy Susana, tía de Leticia. - Mucho gusto, encantado - respondí, apenado - Leti te dijo que no hay problema si te quieres quedar a dormir, ¿verdad? - Sí, señora, y le agradezco la amabilidad - No me trates de "señora" - me dijo con su sonrisa maliciosa - puedes llamarme solamente Susana - Bueno, O.K. - respondí Leticia y yo volvimos al trabajo, pero nada fue igual desde entonces. La Sra. Susana se duchó, y salió a la sala con sólo un baby-doll puesto, para luego recostarse en el sofá a ver televisión. Como la sala estaba contigua al comedor, donde Leticia y yo nos instalamos para hacer nuestra tarea, no pude evitar las distracciones. Poco más tarde Leticia salió al 24 horas a comprar algo para picar. Al estar a solas, la señora Susana me dijo: - ¿Por qué no te cambias la ropa por algo más cómodo? Supongo que trajiste ropa cómoda para ponerte… - Sí, Susana. - Recuerda que estás en tu casa - me replicó con su intrigante sonrisa - Puedes usar la habitación de Leticia. La puerta es la que está a la izquierda, cuando entras al pasillo. Ella y yo dormiremos en mi cuarto, y tú, en el de ella. - Como dispongas, Susana Tomé mi mochila y fui a la habitación de Leticia. La puerta estaba abierta: la razón era que el cerrojo de la puerta no funcionaba bien; no cerraba. Ajusté la puerta lo mejor que pude. Cuando me había quitado toda la ropa, menos el calzoncillo bikini, sentí que alguien me miraba. Al mirar a la puerta, noté que estaba entreabierta, y descubrí que la Sra. Susana observaba mi entrepierna. Con actuada sorpresa, exclamó: - Discúlpame. Sólo quería decirte que el cerrojo de la puerta no funciona bien, pero es evidente que ya lo sabes. Dicho aquello, volvió a mirar mi entrepierna, me volvió a regalar otra de sus maliciosas sonrisas, y se fue de vuelta a la sala. Ella actuó con mucha naturalidad. El no inmutarme en cubrirme y la ligera erección en mi pene me confirmaron que esta doña me había provocado que se me derritiera el queso. Estaba seguro de que ella había apreciado mi gruesa pinga (que mide unos 20 cms en erección) y mi físico robusto. Leticia llegó unos segundos después. Me puse un short, una camiseta, y chancletas. Reanudamos la faena, y terminamos el trabajo como a eso de las dos de la mañana. Para entonces la Sra. Susana ya se había retirado a dormir. Una vez apagadas las luces, Leticia se despidió de mí para dormir. No podía aguantar las ganas de masturbarme, soñando que me comía a la buenonona de la Sra. Susana. Por largo rato estuve con el pene erecto, lo que me causó ganas de orinar. Salí de la habitación en calzoncillo, con la morbosa intención de que por "accidente" me topara a la Sra. Susana en el pasillo, pero no fue así: fui al baño, oriné, regresé al cuarto, me volví a desnudar (siempre duermo desnudo), y me acosté. De vuelta en la cama, me resigné a aceptar que sólo me quedarían las fantasías de comerme a la Sra. Susana, y me dormí, sin tener idea de lo que ocurriría luego. De repente, un extraño placer me despertó: era la Sra. Susana, que había entrado a la habitación sólo cubierta por el panty del baby-doll, y me estaba dando una deliciosa mamada. Me apretaba los huevos con tremenda lascivia mientras me succionaba la verga. Era obvio que tenía mucha experiencia mamando pingas. Descansó por un instante, y me dijo: - Te gusta, ¿verdad? - Sí, sí, me gusta. No te detengas, por favor - supliqué - Tu cosa es mucho más grande que la de mi anterior esposo. Acabas de orinar, ¿verdad? - Sí, pero continúa… - Uhm…Con razón sabe tan rico… Reanudó la chupada. Succionaba tan fuerte que sentí cómo el ano se me encogía con cada absorción. Luego, pasó su lengua por mis huevos, y uno a uno, repetidamente, se los fue metiendo en la boca. ¡Esta doña sí sabe mamar! Nunca antes había disfrutado tanto del sexo oral, como en esa ocasión. - He quedado fascinada con tu vergota. - ¡Mama, mujer! ¡Sigue mamando! - le ordené, ya en confianza - ¡No levantes mucho la voz! Se puede despertar Leti - dijo susurrando La mamada continuó por varios minutos más, hasta que no aguanté más y me vine en su boca. La muy zorra se tragó todo mi semen, incluso limpió mi glande con su amaestrada lengua. Entonces, hice que se acostara boca arriba, y comencé a devorar sus enormes tetas. Fue todo un placer apretar y morder esas tremendas pechonalidades, mientras ella gemía. Seguido, acerqué mi boca a su vulva, y le devolví el favor que me había hecho. Primero, pasé mi lengua por los bordes de los labios de su vulva. Después, metí mi lengua lo más que pude a través de su abertura. En esos momentos, la doña apretaba fuertemente las sábanas, y mordía la almohada. Pero el momento de mayor excitación llegó cuando di ligeras mordeduras al clítoris. Eso la puso a cien. Empujaba mi cabeza contra su vulva, y se escuchaba el esfuerzo que hacía mientras mordía la almohada. Luego, me acosté encima de ella. Nos miramos fijamente por unos instantes, y me dijo: - Eres tremendo semental. Joven, robusto, y con tremendo pingón - Ahora vas a ver de lo que mi pingón es capaz - repliqué Le enterré mi miembro, e inicié mis oscilaciones de entra y sale. La señora me acariciaba la espalda y mis brazos, los recorría todo con sus manos. Sus gemidos de placer, sumados a la sensación de mi pecho sobre sus grandes tetas, me excitaban más, y más. Después, se estiró como intentando alcanzar mis nalgas. Me acomodé de modo que pudiera alcanzarlas, y al lograrlo apretó mis nalgas fuertemente. Aquello me excitó en sobremanera, y arremetí contra ella con más fuerza que antes. - ¡Sí mi machote, sí! ¡Dame, dame! ¡Mételo! - me decía sin gritar para no despertar a Leticia - ¡Siénteme, siénteme! - le respondía - ¡Vas a hacer que me venga, cabrón! ¡Aahhhh! Y así fue. Hice que se viniera. Luego, tuve ganas de violarle el culo. Me detuve, la volteé violentamente de tal forma que quedara boca abajo, y me preparé para romperle el culo. Ella me interrumpió: - ¡Papi! Si me lo vas a meter por ahí, ponme vaselina, ¡please! Hace tiempo que no recibo por el culo, y… - ¡Búscala rápido! - le ordené Salió de la habitación, y al ratito regresó con un pequeño tarro de lubricante. Me lo aplicó con mucha sensualidad en el pene, y yo le unté un poco en el ano. Fue todo un placer abrirle el culo con mis dedos. Después, ella se acomodó en cuatro, y lentamente fui metiendo toda mi pinga en su abertura anal, hasta que mis huevos toparon con la base de sus nalgas. A pesar de la vaselina, la Sra. Susana gritó desgarradoramente mientras mi falo la invadía. Era cierto lo que dijo, su ano no había sido violado desde hacía tiempo, lo supe porque estaba bastante cerrado, y sentí cómo se fue expandiendo para alojar mi verga. Comencé a restregar mi pene en su culo. La doña apretaba las sábanas, incluso se llevó la sábana a la boca para morderla. No tuve piedad de ella. La fatiga por el esfuerzo intenso me abrumaba, pero un culo tan cerrado como ese no merecía perdón. Finalmente, al cabo de varios minutos y a pesar de apretar el culo para no venirme, no pude más, y descargué grandes cantidades de semen en sus intestinos. Durante unos instantes, me mantuve dentro de ella, y luego saqué mi pinga. Descansamos un rato. Antes de retirarse, me dio un sensual beso en los labios, y se fue a su habitación. Esa fue la primera de muchas veces que jodí a la Sra. Susana, pues un par de meses después, me mudé a su casa

Datos del Relato
  • Autor: ANONIMO
  • Código: 18142
  • Fecha: 23-02-2007
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.26
  • Votos: 189
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3636
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