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La señora del mecánico ( Segunda parte )

Fue a si como casi a diario, a veces dos o tres veces en el día, Pilarcita llegaba a mi oficina hacer el aseo de mi oficina y se iba llena de semen.    También descubrí que cuando acababa, lanzaba un pequeño chorro, quizás puede haber sido hasta orina, por eso siempre me dejaba tan mojado, Me encantaba hacerle sexo oral hasta que sentía que expulsaba ese chorro en mi boca, era excitante, morboso.



Se volvió una adicta a chuparme verga, le encantaba  y no le importaba que me descargara dentro de su boca, al contrario, aprendió a disfrutarlo, incluso a pedírmelo.  Estaba como una perra en celo, siempre caliente, ansiosa de que yo me la follara o la manoseara donde fuera.  A veces la topaba en la escalera y por solo unos segundos le hacia un toque en su coño,  o si me la topaba en el baño ( en el baño común que teníamos todos los de arriba ) , le metía la mano bajo la falda, haciéndole un cariñito a su conejito, dejándola siempre con ganas de mas.



Le gustaba esa parte arriesgada de mis toqueteos, para ella a su edad, era muy excitante. Recuerdo muy bien una vez que me coloque hablar con su marido desde la ventana de mi oficina,  con mis pantalones abajo, mientras su mujer arrodillada, con las tetas afuera,  luego de una buena comida de coño que le había dado, se deleitaba con mi verga metida en la boca. El cornudo se reía de mis comentarios y mis bromas, mientras no sabía que su descarada mujer, abajo mío,  se atragantaba con mi verga metida hasta el fondo de su boca.



Me decía que estaba enamorada de mi verga, que comparada con  la de Don Julio era muy grande, más del doble. Descalificando al cornudo de su marido, me decía que Don Julio la tenía muy pequeña y hedionda, que nunca le gustó chupársela,  que solo la hacía cuando el ebrio, la obligaba hacerlo, porque si no la golpeaba, mientras que la mía, siempre estaba limpia,  rica de sabor , siempre dura y de un tamaño espectacular.



Ya llevaba casi dos semanas  follándome a mi arrendataria, pero siempre incómodos en mi oficina, de pie, apoyados en el escritorio, ni siquiera tenía un sofá donde hacerlo.  Hasta que un día, se dio todo. Ya venía caliente esa mañana, pensando en que una mamada de la Sra Pilar a media mañana me vendría espectacular.  Me encontraba en mi oficina, esperando que me trajera mi sándwich diario ( que ahora no me cobraba ), cuando golpean la puerta. Era ella,  con su delantal azul de siempre y sus grandes tetas , la que junto con mi pan, me contaba que Don Julio había salido muy temprano de pesca con unos amigos y que no regresaría hasta la noche, que si quería podíamos hacer algo en su casa. Tan solo con escucharla,  le dije que estaba interesado y como lo haríamos. Me dijo que en media hora más, me fuera por el patio del taller y que ella me esperaría en la entrada de la cocina. Me aseguró que no tendríamos ningún problema, ya que siempre que su marido salía a pescar, volvía ebrio ya de noche. Solo que me preocupara que los vecinos no me vieran entrar, y así lo hicimos. Llegada la hora, baje las escaleras topándome justo con uno de los vecinos, saludándonos, pero sin mayor conversación. Baje al patio, y camine entre los autos que reparaba el cornudo, llegando al patio trasero, donde en una puerta, me esperaba Pilarcita.



Entramos a la humilde casa, me llevo hasta el dormitorio.  Era la primera vez que teníamos todo el tiempo del mundo, sin apuros, sin prisa.  Me senté en la cama y la coloque delante de mí. Le abrí su delantal y se lo dejé caer. Ella misma se llevo las manos atrás, liberándose las tetas que tanto me gustaban. Ahí estaba mi madura arrendataria solamente en calzones, con sus tetas al aire, levantándoselas ella misma y poniéndomelas en la boca para que se las chupara.



Me deleite como siempre chupándole las tetas a mi antojo, tranquilamente, sin apuro, metiendo mi cabeza entre ellas, mientras mis manos ya le bajaban su ultima prenda dejándola completamente desnuda.  A pesar de habérmela follado varias veces, era la primera vez que la veía completamente desnuda.  Sus piernas delgadas, sus diminutas caderas, un pequeño culo no muy vistoso,  pero sus grandes tetas caídas de dimensiones no acorde con su cuerpo.



Me desnude yo, me acosté en la cama, y mientras la Sra. Pilarcita me chupaba la verga entusiasmada, miraba el cuarto, viendo en la cómoda, la foto de matrimonio de Don Julio que estaría ahí presenté viendo como me follaría a su mujercita hasta decir basta.  Mientras lo hacía, le dije que metiera mi verga entre sus tetas,  viendo como perfectamente mi verga quedaba alojada entre sus fabulosas tetas,



Luego de dejar que Pilarcita hiciera su trabajo, la hice subirse sobre mí, ensartándola en mi verga, deleitándome con sus fabulosas tetas mientras ella hacia todo el trabajo.  Me tenían loco esas tetas, me encantaba apretárselas fuertemente, chupárselas, chocándome con ellas la cara mientras se enterraba mi verga.



La tuve en cuatro patas, con su pequeño culito entre mis manos, dándole verga a la veterana, mientras el cornudo de Don Julio sonreía en la foto, viendo como su mujercita era enculada sin piedad.  Siempre con su concha muy mojada, se tragaba sin problemas toda mi verga,  gozando como loca de placer. Se había vuelto adicta a mi verga, me decía que hace años que no sentía esa calentura de tener sexo. Que andaba todo el día caliente, pensando en cuando sería nuestro próximo encuentro, pensando en todas las cosas que le haría, que eso mas la calentaba



Le pedí que me dejara metérselo por el culo, pero no estaba muy segura, sin embargo estaba tan caliente y ansiosa de probar cosas nuevas, que a las finales me permitió, siempre y cuando no le doliera mucho. Así como la tenía en cuatro patas sobre la cama y yo de pie tras ella, primero se lo chupé, bien chupado el culo, cosa que le fascino, para luego tratar de meterle la verga. La verdad la Sra  Pilar ponía bastante empeño, pero mi verga no entraba, aunque  luego de buenos intentos, logre meterle solo la cabeza de mi verga, mientras Pilarcita mordía la almohada aguantando el dolor.  Sin embargo le dolía mucho y me dijo que lo dejáramos para otro día, que buscaría una crema u algo para ponerse y  entregarme esa parte de su cuerpo que ni siquiera su marido la había usado.



Me acosté de nuevo en la cama , y le hice sentarse sobre mi boca , diciéndole que se la quería comer hasta hacerla acabar ahí. Obediente como siempre, la Sra Pilarcita se monto sobre mi cara y mientras se abría ella misma su mojada concha , yo degustaba el sabor de sus fluidos, metiéndole la lengua bien adentro, hasta que muerta de calentura, ella misma se comenzó a masturbar afanosamente y avisándome que se corría, abrí al máximo mi boca y siento cómo un potente chorro sale expulsado de su concha que cae directamente a mi boca.



Gritaba y se movía como loca, sin salirse de mi cara, sintiendo placeres inagotables, mientras me restregaba la concha en la boca y lograba alcanzar un segundo y escandaloso orgasmo a los pocos minutos, lanzando un nuevo chorro que no desperdicié.



Se bajo de donde estaba, montándose nuevamente sobre mi verga, que entro sin ninguna dificultad , en la estilante concha de Pilarcita, cabalgándome con ahincó, preguntándome cómo quería acabar yo, ofreciéndome hasta su boca si la quería.



Le dije que quería acabar sobre ella , bañarla con semen. La hice colocarse acostada, can la cabeza hacia los pies de la cama,  completamente extendida. Yo de pie le coloque mis bolas en la cara, y mientras ella me las chupaba, yo le agarraba las tetas. Luego así como estaba, quedo con la cabeza hacia debajo de la cama, colgando le metí la verga entre las tetas , mientras Pilarcita, entregada al morbo, me metía la lengua en el culo.  Con ambas manos apretándole las tetas , con mi verga entre ellas , haciéndome yo mismo una cubana con sus tremendas ubres y la lengua de la veterana metida en el culo, no quise aguantarme mas y comencé a acabar copiosamente, dejando en sus tetas y en su vientre todo mi semen, para luego volver a metérsela en la boca dejando que se comiera los restos de leche que quedaban en mi verga.



 



Me vestí y deje a la Sra. Pilarcita completamente satisfecha, diciéndome que aun podríamos hacer algo en la tarde temprano antes que el cornudo llegara.  No fue desaprovechado su ofrecimiento y apenas llegue de colación, me la folle nuevamente por largo rato dejándola hasta adolorida de tanto que se la metí.



Al otro día al llegar me encontré con Don julio , preguntándole como le había ido en la pesca. Me dijo que muy bien , que había pescado harto ( igual que yo con tu señora) .. , preguntándome si me gustaba a mi pescar… ¡claro que me gusta! ..  ( ¡ aunque mas me gusta pescarme a tu mujercita cornudo desgraciado ! )


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
  • Votos: 1
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