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"Siguen mis encuentros con las señora Ysabela."
Los días siguieron uno tras otro y cada vez era mayor la compenetración entre nosotros, el descubrir cada vez algo nuevo y disfrutarlo al máximo.
Como siempre volví a su casa y ella ya me esperaba en su cama completamente desnuda.
- Hola, mi niño.- susurró irresistible.
- Vaya, Ysa, que buen recibimiento me das.- dije sonriendo.
Me desnudé con premura ante el deseo que me invadía. Y me acosté a su lado.
- Bueno, mi pequeño.- dijo. Hoy me vas a hacer el "beso negro".
- ¿Y eso?- pregunté inocente y despistado.
- Pues, consiste en que me pases tu lengüita por mi ano.- dijo seductora.
- ¡Wouwww!- dije admirado. Con que de eso se trata.
- Así es.- dijo mientras se colocaba en cuatro patas.
Ante mí se mostraba su trasero que se movía goloso ofreciéndome el ano. Acerqué un dedo y me puse a jugar travieso introduciéndolo poco a poco, ante los gemidos de placer de la señora Ysabela.
- Ya hazlo, por favor.- gimió caliente.
Con mis manos abría cuanto podía sus nalgas y mi lengua empezaba a disfrutar de esa nueva sensación, de ese nuevo sabor que tanto me gustaba. Yo no podía creer que eso fuera posible pero así era, mi deseo era incontenible.
- ¡Sí, papito lindooooo!- gimió Ysa. Disfrútame.
Mis esfuerzos aumentaron ante el aliento que me daba ella de continuar mi labor. Como un taladro mi lengua perforaba el ano dilatado de la señora Ysabela, que se estremecía con la invasión que sufría o mejor dicho gozaba.
Después de un rato, y con unas ganas enormes, dirigí mi verga hacía su ano y me introduje casi por completo.
- Ayyyyy, mi niño.- gritó. ¡Qué bárbaro!
- Lo siento Ysa, pero no podía esperar tanto.- dije embistiendo.
- Sigue, papito rico.- gimió con el cabello que le cubría el rostro.
Yo continué con mis arremetidas mientras ella gritaba presa del dolor; caliente la cubrí por completo como lo hacen los perros, mi mejilla se frotaba contra la suya y nuestros gemidos se mezclaban en uno solo.
- Uhmmm, sigue mi niño lindo, no te detengas.- gimió arqueando su cuerpo.
La cogida que le daba a mi vecina era violenta y sin contemplaciones. El tiempo parecía eterno cuando me encontraba disfrutando y eso era un sentimiento mutuo.
Todo mi peso cayó sobre ella y su cuerpo cedió ante el mío. La señora Ysabela seguía abrazada a la almohada y con mi brazo la asía por el cuello, esto sin menoscabo del duro castigo al cual sometía a su ano.
- ¡¡¡Ayyyyy, me destrozasssssss!!!- gritó al borde de la locura.
- ¡¡¡Tienes un ano tan sabroso!!!- grité azotándola inmisericorde.
- ¡¡¡Ayyyyy, termina por favor, termina!!!- volvió a gritar tratando de safarze de la unión.
- Aún no Ysa, todavía no.- respondí como poseido.
Seguí violentando, feroz, a la señora Ysabela mientras ella se retorcía presa del dolor y placer. Después de un largo trajín, el orgasmo hacía presa de mi cuerpo y una vez más, el ano de mi vecina se encontraba inundado de mi explosión testicular.
Nuestros cuerpos se fueron relajando mientras mi cadera aún pegaba las últimas embestidas y hacía círculos alargando al máximo el placer.
- Ha sido la mejor cogida que me han dado en mi vida.- susurró recuperándose.
- Sólo por ti, Ysa.- respondí recobrando la respiración.
- La verdad que no podía creer que fueras tú, mi niño... ¡te transformaste!- dijo sorprendida.
- No pensé que te fuera a gustar como te traté.- dije dubitativo.
- ¡¡¡Sí me gustooo!!!- dijo alegre. Espero que me sigas sorprendiendo.
Retiré mi miembro ya fláccido y nos quedamos abrazados descansando. Remolones nos dábamos besos y caricias invasoras y nuestra excitación volvía a izar su bandera.
Yo me encontraba recostado mientras la señora Ysabela deslizaba sus labios vaginales a lo largo de mi verga. Mi dedo pulgar frotaba su clítoris con fruición y ambos disfrutábamos como amantes entregados.
- Ven mi niño.- dijo ella tomándome de la mano.
Ella me pidió que me sentara al borde de la cama y a la vez, quedar frente al espejo de cuerpo entero de su ropero. Con la experiencia que le daba su edad, dirigió mi pene hacia la entrada de su vagina y suavemente se fue sentando hasta lograr un absoluto acoplamiento. Ambos nos encontrábamos mirando nuestro reflejo.
- Vaya, ya veo lo que querías.- dije sonriendo.
- Ja,ja,ja, ¿te gusta?- preguntó lúdica.
- Claro que sí.- respondí tomándola por las caderas. Ahora podemos ver como te entra todo.
- Así es mi niño.- dijo alegre. Aunque, ahora mismo, sólo veo nuestros vellos púbicos enredados.
- Pues, porque tengo toda la verga dentro de ti.- dije jugando con nuestros vellos. Más pegados no podemos estar.
La señora Ysabela empezó a subir y bajar con cadencia, yo la dejaba ir a su propio ritmo. Sus gemidos volvían a saturar el ambiente del cuarto, y su incontrolable sacudida me hacia llegar al cielo. Su cuerpo se restregaba contra el mío y yo la sujetaba de los senos apretando golozo sus pezones.
Toda la sesión amatoria transcurría como si de gemelos se tratara al ver duplicada nuestra imagen en el espejo.
- Me gusta vernos cogiendo.- gimió ella sin detenerse.
- Eres hermosa, Ysa.- gemí excitado ante la imagen de nuestros cuerpos.
La agitación era extrema y las paredes retumbaban de placer.
- Sácala, por favor.- gimió Ysabela.
- Ya.- dije extrayendo mi verga ante su pedido.
Ella procedió a masturbarme y yo no pude resistir más. Mi eyaculación fue abundante, y su estómago y hasta senos se vieron bañados en semen; así también, unas gotitas quedaban atrapadas en sus vellos púbicos. Su mano acariciaba mi pene como si de un animal se tratara que descansaba sobre su barriga, dormido y aún babeante.
- Aún no te lo he dicho pero...- dijo mirándome.
- ¿Qué cosa Ysa?- pregunté.
- Pues, es impresionante la forma como se te marcan las venas en el pene.- respondió moviéndolo para ver bien mi venosidad.
Ambos sonreímos locos de contentos pues nuestro líbido era desenfrenado e insondable, y esa mujer que hasta hace poco veía como mi vecina, cada día se entregaba ardiente y salvaje, haciéndome vivir los mejores días de mi vida.
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