La señora Irma, mi jefa madura, me llevo a su departamento comprado en Los Ángeles, invitándome a usa en un viaje de placer, obviamente para que me la coja como hacía mucho no le daban. Por supuesto, un macho vergudo no puede rechazar semejante invitación, por lo que obviamente decidí ir a clavarla.
En un viaje que pareció durar menos de dos horas, y juntando calentura, al llegar a su departamento lujoso, bañarnos, y ella esperando en la cama con sus tetas enormes la clavada, ataque como un león en celo y comencé a darle lo que se merecía.
Sentada sobre mi empezó a cabalgar moviendo salvajemente sus tetas enormes, mis bolas rebotaban y rebotaban, dándole un placer enorme, donde ella demostraba en cada gemido, cada grito salvaje, yo le amasaba esas tetas de una manera descomunal, como si amasara una masa bien caliente y de pezones prominentes.
-Pendejo pijudo, yo sabía que esas manos iban a destruir mis tetas.
-Me vas a destruir mi culo enorme aparte de mis tetas, sos todo un clavado.
Ponerla en cuatro fue un placer, sin antes lamerle sus pies así, con el culo bien empinado, luego de lamerle el culazo, metí mi verga lo más profundo que pude, mis bolas volvían a rebotar, yo en cuclillas, lo estaba dando todo, y ella también, su espalda era agua a la cual so bebía sedientamente, su sudor era el placer de este macho, más dura y profundo clavando mi verga venosa y dura.
-Gracias, muchas gracias por romperme el culo
-Me merecía un polvo así para comenzar este viaje, maldito hijo de puta.
Ahora abierta, con sus piernas en mi hombro y mi verga entera en su panocha madura, mis manos apretando sus tetas, todo era explosión y calentura, por su puesto su lengua lamia mi frente para secarme el sudor y la mía el de ella, éramos uno, clavan do y clavando, le escupí la cara y le di un golpe, más vieja puta se puso, amaba mi verga.
-Así tiene que morir una vieja puta, así, de esta manera, como una puta.
-Me encanta que me escupas pija dura, te sacas bien las ganas con tu hembra.
La llene, sin problemas, hasta la última gota en su concha, haciéndome gozar como nunca antes, era un placer enorme.
Terminamos abrazados y listos para continuar la recorrida por nuevos lugares y nuevos polvos.