No me dejó acostumbrarme, quiso ir más profundo y empujó mi cabeza hacia su miembro con firmeza, alcanzando mi garganta con el glande. Entonces me esforcé por tragarme todos los centímetros mientras sentía la saliva humedecerme el mentón poco a poco. Saqué la lengua por debajo, ahuecando lo más posible mi boca para recibir los embates de la verga y el glande me entró directo a la garganta con furia.

De rodillas frente a él y casi atragantado por esa verga que entraba cada vez más hondo en mi boca, me sentía el más puto del mundo mientras él suspiraba y con voz ronca murmuraba indicaciones sobre mi labor. Excitado como estaba hundí la nariz entre sus pelotas y luego las chupé una a una, frotándolas con la lengua y sorbiéndolas ruidosamente mientras escuchaba como arriba mío jadeaba de gusto.

Volví a la cabeza de la pija, esta vez tragándomela entera hasta la base con la práctica obtenida. Apresurado, su mano me rodeó la nuca y me sujetó firmemente, mientras yo me sujetaba de sus piernas, penetrado hasta la garganta, respirando ansioso a través de la nariz. Ya semidesnudos, explorándonos, unidos, íntimamente pensé que la noche se anunciaba perfecta. Terminaría penetrado, cogido hasta la extenuación  por ese macho que apenas comenzaba a poseerme.

Me acomodó a cuatro patas sobre la cama e inmediatamente sus dedos se deslizaron por mi culo buscándome el ojete, húmedos, empujando para comenzar a abrir mi agujero. Dejó una rodilla separando mis tobillos y apoyó el pie izquierdo a mi lado mientras se inclinaba sobre mí; en la puerta de mi huequito sentí como se apoyaba firmemente la cabeza de su verga y me penetró casi de una sola vez, abriéndome bruscamente el orto.

Me cogía fuerte, sacudiéndome completo mientras me sujetaba de las caderas. El culo me ardía y la curva de su verga me hacía gemir en una mezcla de dolor y placer; pero me sentía tan a gusto con la situación que no tardé en gemir y suspirar descontroladamente. Javier me sujetaba por los hombros, serruchándome el orto mientras yo gemía y le suplicaba que me cogiera. Por momentos me perdí dentro de la cogida y me dejé llevar sin tapujos:

¡Ay me encanta! ¡Que buen… macho sos! ¡que… buen macho… sos!

¿Te gusta?

¡Si, mi macho…! ¡Me… encanta!… Cogeme…

 

*

 

Cuando se fue me quedé muy excitado. No había acabado, ni siquiera me toqué durante toda la cogida. Al quedarme solo estaba todavía tan ardido que le escribí para decirle que me había encantado como me cogió; me contestó casi al momento:

que rico chupas
gracias
no domis bb
Todavía no, solo estoy acostado
Si no tuviera que trabajar me quedaba y que me la sigas mamando
jaja Mañana voy a estar muerto de sueño.
Me gustó como me cojiste

Me alegro la próxima te acabo en la boca
que duermas bien amor

 

Su forma de llamarme “bb” o “amor” me calentaba más. Volví a escuchar los audios que me mandó al principio, y acabé mientras resonaba su voz gruesa diciéndome que me iba a llenar el culo de su verga.

 

*

 

Pasaron un par de días; hablamos pero no coincidíamos. Le escribí al día siguiente diciéndole que me había quedado doliendo el culo. No era una exageración; después de la fuerza de su cogida sentía el culo adolorido muy adentro. Como si me hubiera estirado el recto.

Pero la calentura me pudo más. Terminé viéndome con un conocido, un tercero muy pijón al que le tenía ganas hacía rato. Cogimos en mi casa un de esas tardes, yo con un suspensorio multicolor que mi amigo trajo de regalo y el encajándome su verga descomunal en el orto.

Mi pobre orto, que ya venía maltrecho de la cogida con Javier, se rindió. Esa tarde terminé sin poder sentarme literal. Hasta ir al baño era una molestia constante. Decidí que lo mejor era cuidar un poco más el culo y dejar pasar unos días de descanso.

 

Javier me escribió de nuevo. Insistió en vernos, en cogerme y que le chupe las bolas de nuevo. Me escribía excitado, calentándome, para que el puto dejara de resistirse y aceptara ser montado de nuevo. Esa situación me pudo, pero mi culo seguía sintiéndose dolorido, roto. Le propuse entonces una mamada, una buena chupada de pija a cambio de dejar descansar mi culo hasta otra ocasión.

Sorprendentemente, para mí, aceptó al instante. En cuanto le dije que me dolía el culo dijo que estaba bien, pero que se la chupara un rato largo. Hasta ahora creo que pensó que su cogida me había destrozado el ojete y por eso le proponía un cambio. Obvio que no le mencioné a mi amigo secreto. Quedamos en vernos esa misma noche.

 

Vino a casa alrededor de las 9 creo. Remera, jean, y su gorrita inseparable. Es un poco más bajo que yo, pero eso me excita más. Ese tipo bajito y delgado es el que termina poniéndome en cuatro, llenándome el culo contra la pared. Más allá de su apariencia es un macho dominante en cuanto los putos le dan la oportunidad de hacerse valer.

Se dio un baño rápido mientras yo ponía música en la compu, y salió del baño desnudo y húmedo. La pija dura caía hacia la izquierda, me arrodillé y empecé a chuparle la punta despacio mientras me dejaba hacer sin moverse.

Al rato nomás ya estábamos sobre la cama, él acostado con los pies en el suelo y yo entre sus rodillas chupándole los huevos con toda dedicación. Esta vez fue diferente; chupé literal cada parte de su miembro y sus huevos, pasé la lengua sobre toda la piel y le cubrí la pija de besos húmedos.

 

De a poco fuimos encontrando una posición comoda para ambos mientras la mamada seguía. Me tomó las manos con suavidad, entrecerrando los ojos, por momentos ladeaba la cabeza y me miraba con los ojos profundamente negros en la penumbra. La luz del baño nos dejaba apenas iluminados. Con las rodillas sobre una almohada para evitar el frío del suelo, estaba rodeado por sus piernas y con la boca hundida bajo sus pelotas buscando lamer la piel justo detrás de su miembro. Apoyaba la lengua ancha contra esa base tratando de abarcar lo más posible y la deslizaba suavemente. El sabor de las pelotas de macho me inundaba la boca.

Fue una mamada completa. Javier se dejó hacer sin problemas, separando las piernas y mirándome con una sonrisa suave mientras le repasaba los huevos con la lengua y los labios. Me concentré en chupárselos, pajeandolo de a ratos, pero más concentrado en saborearlo. Al rato mi saliva cubría todo el espacio entre su cuerpo y mi cara, calentándose con la intimidad del contacto.

En un momento levantó una pierna y la pasó despacio por sobre mi hombro, apoyándola ahí mientras me empujaba con el pie hacia su verga. Yo lo tomé de las manos, y metí la boca contra su ingle, chupando suavemente y dejando que el momento nos inundara a los dos. Él no habló pero sus manos se entrecharon alrededor de las mías, casi como un gesto de amor.

Si no hubiese sentido el culo roto, le habría pedido que me penetre en ese instante. El no me pidió ni se movió.

Le chupé la pija un rato más, pajeandolo a momentos, hasta que me quitó la mano y se pajéo rápidamente buscando acabar. Cuando estaba a punto apretó la base y me ofreció el glande para chuparlo. Toda la leche me cayó sobre la lengua mientras la iba largando.

Después se la chupe hasta terminar, y aproveché el descanso para volver a sus huevos que me fascinaban. Ahora relajados después de la acabada, se los mamé suavemente mientras sentía su mano sobre mi pelo apoyada livianamente.

 

El viento de la noche cerrada entraba por detrás de las cortinas y me acariciaba el culo suavemente, yo desnudo y en cuatro junto a la cama lamiendo las pelotas de mi macho. Él apoyó ambas piernas sobre mi espalda, una sobre mi hombro y otra al costado, envolviéndome en una especie de abrazo final. Me sentía pleno, feliz, a salvo.