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La respuesta

(Advertencia: puede decepcionar este relato. Suplico paciencia y abnegación... para el cuento más sincero y cándido del autor. Más ñoño, tal vez. Mi pequeña aportación a la ternura erótica)

- ¿Qué cómo eres?

Eres como aquel lobo hambriento en invierno, cuando, con la boca seca por el deseo, me miras, queriendo devorarme. Como el inolvidable Bond, que coge a su chica de la mano no admitiendo un no por respuesta, como cuando pide aquella bebida (¿Cómo era? ¿Revuelta, no agitada?). Te conviertes en el experto médico que me tumba en su camilla para observarme, y en el monje que venera respetuoso, la imagen de su Señora. Como el joven estudiante de arte que observa la Pietá de Miguel Angel. Como el tímido adolescente cuando tomas la determinación de acercarte a mí y besarme…

Eres como la brisa marina cuando acaricias mi piel con tus dedos, haciendo que me estremezca. Cuando apartas de mi cuerpo la ropa, ansioso, salvaje, a lo único que me puedes recordar, es al Increíble Hulk desgarrándose la camisa. No es ni será hoy el primer día que vuelva a casa sin sujetador, o sin braguitas, porque hayas sido especialmente impaciente en tu invasión. Eres como el Dr. Livistong (supongo) cuando te abres paso por mis cavernas vírgenes. Como aquél gaditano que avistó la tierra donde no hubiera debido de haberla, así reaccionas cuando mis pechos quedan libres a tu disposición. Tus besos sobre ellos, son… exquisitamente dolorosos.

Jamás podría describir tu pasión, tu locura, cuando te pido que me hagas el amor. Tu plenitud cuando destierras tu ropa interior, que nos separa de nuestras propias fronteras. Tu rostro de inmensidad cuando me penetras. Tus ojos, cerrados por el esfuerzo, el sudor que te empapa, que nos empapa, tú encima y yo debajo, tus manos en mis hombros, tu boca sobre la mía, los jadeos, la prisa, la calma, tú dentro de mí y el uno dentro del otro. El uno dentro del otro. Dentro de los dos.

Tus caricias en mi rostro, la marca de mis uñas en tu espalda. La sorpresa cuando te derribo y te monto y comienzo la lenta cadencia que te exaspera, te derrota... indescriptible. Tu boca anhelante, tus ojos, que suplican, entreabiertos. Las manos en mis nalgas, apresurándome. Tu dulce atrevimiento cuando me das pequeños cachetes en el trasero, que me divierten, y, para qué negarlo, me encienden.

Tus inconscientes afirmaciones, tu labio, mordido, que denota que, sinceramente, no puedes más. El supremo último esfuerzo, el aullido derrotado, tu cuerpo que se arquea, penetrando en mí, en mi vida; postrero movimiento me provoca el dulce y caótico placer del orgasmo. El Orgasmo.

Responsable, adulto, cuando, cuidadoso, te retiras de mí para extraer el preservativo. Y galante, sexy, inmenso, cuando tras anudarlo te acurrucas en mí, demostrando con tu cuerpo que la separación ha sido circunstancial, que estás ahí tras el relámpago, que lo nuestro es más, mucho más que sexo, y al mismo tiempo, es puro sexo.

Y eres deliciosamente infantil, al preguntarme cómo eres haciendo el amor. Tal vez querías que te contestara “mejor que mis anteriores amantes”, porque eres hombre. Pero yo soy mujer. Así es como te siento. Y en todo caso, has sido y serás el único.
Datos del Relato
  • Autor: Zibb
  • Código: 10863
  • Fecha: 12-09-2004
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.51
  • Votos: 43
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2032
  • Valoración:
  •  
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