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Categoría: Incestos

La realidad (2)

No pude contenerme después de aquella primera tarde con mi hermano Enrique, tuve que buscar la forma de seducirlo, quería estar segura de que lo que ocurrió entre nosotros no fue solo ese día, sino que debería continuar. Pues para poder verificar si era cierto que le gustaba o me deseaba, lo invité a mi casa una tarde que estaba sola, mi marido se había marchado al trabajo y los nenes estaban en la escuela.



Mientras Enrique se había quedado en la sala mirando televisión, yo me di una ducha refrescándome para el momento que le iba a brindar a mi hermanito. Escuché que alguien había tocado a la puerta y mientras me vestía de una manera provocativa para los ojos de Enrique, escuché que entraron mi prima Gladys y un supuesto novio. Salí del cuarto, con unos pantaloncitos cortos que de tan ajustados que estaban, se mostraba a toda perfección mi chocha marcando la raja a través de ellos, mis nalgas firmes y paraditas formaban el filo del pantaloncito, más una blusa escotada que descubría parte de mis tetas, mis pezones sobresalientes e hinchados por un frio que entraba por la ventana marcaban perfectamente entre la blusa rosada. Di un beso al aire a mi prima y saludé a su supuesto novio de tantos que tiene, con una mirada picara. Los dos me miraron de arriba a abajo por todo mi cuerpo e inmediatamente sabiendo que Enrique sería el atrevido, les pregunté quien de ellos podría afeitar mis piernas.



Enrique saltó de su sillón cayendo detrás de mi de rodillas con su cara casi metida entre la partidura de mis nalgas, sonreí felizmente porque mi intención fue esa, que mi hermanito me afeitara mis muslos y piernas. Me suplicó que le entregara la rasuradora y crema lo cual hice de inmediato, al rato sentí sus manos frotándome la crema por mis muslos con una suavidad sensacional, sentí cositas correrme por la sangre y gustosos pensamientos vinieron a mi mente. Imaginadme que me tenía en la cama desnuda haciéndome lo mismo, de rato a rato volteaba mi mirada hacia atrás para asegurarme que era mi hermanito Enrique el que me frotaba los muslos y piernas con la crema. Luego la rasuradora comenzó a bajar lentamente raspando mis muslos primero, cuando mi hermano me dijo: "Luz, puedo subirte los shorts por tu parte trasera, tienes pelos debajo de tus nalgas", mi prima abrió los ojos sorprendida y su novio solo me miraba al bollo. Lo que inmediatamente le dije a Enrique "haz lo que tú quieras".



Metió su mano por entre mis pantaloncitos cortos y levantándolos descubrió mis blanquecinas nalgas, redondas y llenitas de dulce carne para sus ojos, lo que noté cuando al verlo con el rabo de mi ojo mientras se mordía los labios y relamía mirándole las nalgas a su sabrosísima hermanita mayor. Sentí como metió un dedo entre el short dejándolo adentro mientras aguantaba el filo para poder afeitarme debajo de mis cachetes traseros. Forzaba su dedo entrándolo hasta que logró tocarme el monte velludo en mi entrepierna, su dedo quedó encima de mi bollo tocándome las pantis al cual Enrique comenzó a subir y bajar lentamente por la raja mojadita hundiéndolo por entre ella para sentir mi clítoris sobre su dedo.



Uuuuuyyy que rico se sentía, pero tenía que disimular que lo que sentía era la rasuradora raspándome los muslos, y solté un gemido que mi prima y su supuesto su novio se dieron cuenta, pero no dijeron nada. Luego Enrique con un dedo sobre mi chocho y con otro dedo entre mis pantis levantó el filo para poder meterme otro dedo y rosándome los pelos vaginales me entró una electricidad que corrió por todo mi cuerpo, casi me vine en ese instante, pero abrí mas mis piernas permitiéndole que metiera el dedo bien adentro del rotito húmedo y mojadito, lo cual hizo de inmediato. Comenzó un rodeo dentro del hoyito mientras con tres de sus dedos rosaba mis labios vaginales haciéndome sufrir porque me cogiera esa misma tarde. No pude resistir más y sacudiendo las piernas lo obligué a que sacara sus dedos de adentro de mis pantis, chocho, y labios vaginales. Salí corriendo hacia la ducha, y desnudándome completamente no pude resistir mientras el agua caía sobre mi cuerpo, me masturbé dos, tres hasta creo que cuatro veces, estuve par de horas en la ducha, y cuando terminé en un orgasmo inmenso pensando que era mi hermanito quien me masturbaba, salí enrollada en una toalla, miré hacia donde estaba la visita pero ya se habían marchado, mi hermanito estaba de nuevo sentado en la misma esquina con su mano entre sus piernas aguantando una tremenda erección que lo tenía loco por mí.



Sonreí y le dije: "Enrique chulo, ahora te toca a ti entrar al baño y darte una ducha fría". Me miró de arriba a abajo y antes que entrara dejé mis pantis sobre la tapa del inodoro para que tuviera el uso de ellas mientras sé que se masturbaría pensando en mí. Al rato salió, me encontraba mirando por la ventana todavía en la toalla, me había solo puesto unas pantis rojas que se hundían entre mis nalgas, mire hacia atrás y ahí parado frente a la puerta del cuarto de mi hija se encontraba mi hermanito mirándome y mordiéndose los labios. Lo invito a la ventana para hablar de lo sucedido, pero como solo llevaba puesto un bóxer con abertura en la bragueta quise ver si lo que había sucedido entre nosotros unas horas antes era en serio, metí mi mano entre la abertura atrapando un pene endurecido, gordo, largo, como por lo menos de 8 pulgadas y media me puse contenta al tener ese pingon en mi mano, comencé a frotárselo de arriba abajo, por varios minutos juguetee con la cabeza sintiendo como un líquido resbaloso salía por el ojito de ese buen pingon que tiene mi hermano Enrique. Él dio un salto y cayó de espaldas sobre la cama de la nena, ahí volteé a mirarlo fijándome que su pingota se había salido de su escondite, e inmediatamente caí de rodillas frente a él, agarré su pingota y mirándolo a los ojos mientras se aguantaba con sus codos hacia arriba en la cama, mirándome le dije: “este será el favor que te debo por la primera vez, que me chupaste las tetas y los pezones". Reímos y sin quitar mi vista de la suya bajé mi cabeza abriendo mi boca me metí la punta lentamente hasta bajarle por el pellejo mojándole su pingota con mi saliva para darle la mamada que tanto deseo que yo su propia hermanita le diera.



Chupé, mamé, succioné, lamí, comí, tragué su leche que salía por aquel ojito lleno de dulce jugo saladito. Enrique gimió, grito, pidió que siguiera mamándoselo sin parar ¡y así lo hice! Quiero decirles que estar con mi hermano ha sido una experiencia que nunca pensé sucedería en mi toda mi vida, pero esto no termina aquí quiero seguir contándoles todo lo sucedido, porque en realidad hay mucho, pero mucho más que contarles.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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