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La puta abogada Maribel

ISABEL, MI PUTA ABOGADA SUMISA



Hola, me llamo Frank, tengo 45 años, soy de Zaragoza y soy militar. Suelo chatear a menudo en chats de sexo y no hace mucho conocí a través de uno ellos a una mujer de mi misma ciudad. Ella se llamaba Isabel, tenía 46 años y estaba casada. Me contó que era abogada y que solía chatear porque su marido no la satisfacía sexualmente. Según me dijo en sus propias palabras: no le daba bastante caña. A ella parecía excitarle mucho que yo fuera militar ya que, por lo visto, le gustaban los hombres que fueran muy dominantes.



Después de chatear un rato, seguimos haciéndolo por el Messenger y me mostró una foto suya. Era una morena bastante guapa y al final acabamos teniendo una sesión de cibersexo bastante caliente. Después de chatear unos cuantos días más y de otras varias sesiones de cibersexo me di cuenta de que estaba muy necesitada y que le iba la marcha así que, en cuanto pude, le empecé a comer el tarro hasta que aceptó tener un encuentro real conmigo. La verdad es que no hizo falta insistirle mucho. Elegimos un día en que su marido iba a estar fuera trabajando y en que ella iba a poder ausentarse del trabajo sin problemas. Como tiene que salir menudo de su oficina para ir a visitar a clientes no tenía problema en acabar ese día un poco antes y quedar conmigo en un bar.



Ella acudió puntual a la cita y pude comprobar que aún estaba mejor que la imagen que me había hecho de ella por la foto: morena, macizorra y con un culazo impresionante. Se había maquillado mucho, con unos labios bien rojos y se había vestido con una blusa negra, una falda ajustada que le marcaba las formas y el trasero y unas medias negras de esas de rejilla, cosa que me puso cachondo al instante.



Nos sentamos en una mesa y empezamos a hablar pero enseguida decidí pasar al ataque a ver cómo reaccionaba. Acerqué mi silla aún más a la de ella y, cuando nadie miraba hacia nosotros, metí una mano por debajo de su falda y le acaricié suavemente los muslos. Ella no sólo no me rechazó sino que vi como su respiración se agitaba un poco más y separaba un poco más las piernas dejándome hacer. Acerqué mi boca a la suya y la besé metiéndole toda la lengua dentro y ella se dejó. De repente pareció darse cuenta de donde estaba y me dijo: “Aquí no, por favor, aquí no. Podrían vernos”. Le dije entonces que si tenía sitio y ella me dijo que podríamos ir a su casa, que caía cerca y que no había nadie.



Me pareció perfecto y la llevé hasta mi coche que tenía aparcado cerca. Una vez dentro de mi coche, aproveché para comerle la boca otra vez metiéndole mi lengua hasta el fondo y ella se dejó hacer. Su mano me tocó el paquete por encima del pantalón y mi polla se puso durísima. Noté como a ella eso la excitaba. Yo, por mi parte, aproveché para sobarle las tetas por encima de la camisa y pude notar perfectamente sus pezones tiesos por debajo de la tela (luego supe por qué).



Conduje hasta su casa y durante todo el camino ella fue acariciándome la polla por encima del pantalón.



Nada más entrar en su casa me llevó hasta el salón, que era la primera habitación al entrar. Yo me senté en el sofá y, desabrochándome la bragueta me saqué la polla fuera que ya tenía totalmente tiesa. Ella la miró con los ojos muy abiertos. “¿Qué? ¿Te gusta?” le pregunté. Ella me dijo que sí y entonces le dije: “Pues a qué esperas, puta ¡Ven aquí y cómeme la polla, vamos!”. Ella se puso de rodillas entre mis piernas sin rechistar y, cogiéndome la polla con la mano se metió toda la polla en la boca y empezó a mamármela. La muy puta la mamaba de vicio. “¡Joder con la abogada!, pensé, ¡la de pollas que se ha debido comer esta cabrona!”. Ella le daba largas y profundas chupadas, succionando y mientras lo hacía me miraba a los ojos. Yo la animaba diciéndole: “Mmmmmm… ¡Así, mamoncita, así…! ¡Bien, puta, bien! ¡Qué bien la chupas, joder! ¡Cómo se nota que tienes práctica, mamona! La de pollas que te habrás comido a espaldas del cornudo de tu maridito, hija de la gran puta ¿verdad que si?”. Durante los chats que habíamos tenido había visto que a ella le excitaba mucho el lenguaje obsceno y que me dirigiera a ella de esa forma. Ella no dijo nada y siguió con la mamada. De vez en cuando se la sacaba de la boca para lamérmela con la lengua a todo lo largo, acariciándole el capullo con la lengua y entonces me miraba a los ojos y me preguntaba poniendo cara y voz de zorrita: “¿Te gusta cómo te la chupo? ¿La mamo bien?”. Yo la estaba gozando y le dije: “¡Calla y sigue chupando, zorra! ¡Qué bien la mamas, cabrona! Sigue así, mamona, no pares. Vuélvete a meterte mi polla en la boca, vamos. Sigue así que lo estás haciendo muy bien. Mmmmm… Vaya, vaya… eres una comepollas excelente, Isabel. Eso es, amórrate bien al pilón, puta. Así, así… ¡Chupa, guarra, chupa!”. Ella me obedeció y siguió mamándosela sin parar poniéndole toda su dedicación.



Después de que me la comiera un buen rato la agarré por el pelo y le saqué la polla de la boca diciéndole: “Bueno, ya basta, putita, que no me quiero correr antes de tiempo. Quiero que esto dure lo máximo posible, jejeje”.



Entonces ella me llevó hasta su dormitorio y allí nos desnudamos. Cuando ella se quitó la ropa me llevé una buena sorpresa. Resulta que las medias de rejilla que llevaba no eran medias sino una especie de body de malla que le cubrían todo el cuerpo.” ¡Será puta! pensé, me ha tocado la lotería con esta zorra”. Lo más excitante era que el body tenía un agujero en la zona del coño para poderla follar sin problemas con él puesto. La muy puta había acudido a la cita con eso puesto debajo y el coño al aire todo el rato. No le pregunté cómo es que tenía ese body. Seguramente ya lo había usado más veces con más tíos. Empecé a darme cuenta de que aunque estuviera casada y por más abogada que fuera, en realidad era una puta del copón.



Lo primero que me llamó la atención es que tenía unos buenos pezones. Tenía las tetas algo caídas para mi gusto pero los pezones eran impresionantes. Ideales para mordérselos o pellizcárselos. Los tenía completamente empitonados y le sobresalían por entre la malla.  La otra cosa que me llamó la atención fue lo peludo que tenía el coño. La muy guarra tenía un buen matojo. “Mmmmm. Vaya, vaya, vaya… así que Doña Isabel es de las que no se depilan el chocho… ¡Serás cerda! Vaya felpudo que tienes, guarra... Mejor, me encantan los coñitos peludos. Ven, inclínate sobre la cómoda que antes de follármelo quiero catarlo un poco”, le dije. Ella se inclinó sobre la cómoda y yo me coloqué detrás de ella y empecé a meterle los dedos en el coño primero removiéndolos poco a poco y luego metiéndoselos y sacándoselos cada vez más deprisa. La muy puta enseguida empezó a gemir de gusto. “¡Vaya, vaya!, le dije, ¡Cómo mojas, cerda! ¡Si estás chorreando! ¡Serás zorra! No he hecho más que meterte los dedos en el chocho y ya lo tienes que parece un bebedero patos. Estoy seguro de que vas a disfrutar con esto, ya lo creo…”



Entonces ella se tumbó boca arriba encima de la cama y se abrió de piernas para que la mirase bien. “¿Te gusta?” me preguntó sonriendo y poniendo cara de puta mientras se abría bien los labios del coño con la mano. “Claro, zorrita, claro que me gusta”, le dije, “Venga, Isabel, demuéstrame lo guarra que eres, a ver si es verdad que eres tan puta como me decías en los chats”.



Entonces ella se mojó los dedos con saliva y empezó a tocarse los pezones, acariciándoselos, estirándolos y pellizcándolos hasta que se le pusieron tiesos y muy duros. Luego se abrió bien los labios del coño y  empezó a meterse un dedo en el coño delante mío, primero poco a poco y luego, según la muy puta se iba excitando y mojando, cada vez más deprisa. Se pellizcaba los pezones con una mano y con la otra se dedeaba el coño sin parar. Se notaba que el hecho de estar allí haciendo aquello mientras yo la miraba sin perder detalle, la ponía muy cachonda. Parecía una de esas putas que actúan en esas cabinas de cristal de los sex-shops. Mi polla se empezó a poner aún más dura de lo que ya estaba. Al poco vi como su coño empezaba a desprender grandes cantidades de flujo por la excitación. Luego ella se puso a cuatro patas sobre la cama con el culo en pompa mirando hacia mi y mientras con una mano seguía tocándose el coño, con la otra se metía un dedo en el  culo a la vez que gemía en voz alta como una cerda. Cuando vi que ella ya estaba a punto de correrse le dije: “Ya basta, guarra. Es suficiente, que no quiero que te corras antes de tiempo”.



Entonces me tumbé encima de la cama con mi polla tiesa mirando al techo y le dije: “¿A qué esperas puta? Ven aquí y clávatela. Fóllate tú misma, vamos. Ejerce de puta, que eso es lo que eres”. Ella vino hacia donde yo estaba y se puso a horcajadas encima de mi polla y entonces fue bajando el cuerpo poco a poco, clavándose mi polla hasta tenerla toda dentro. Cuando la tuvo toda dentro, le di un cachete en las nalgas y le dije: “¡Venga! ¡Cabalga, puta, cabalga! ¡A ver cómo te mueves!” y la muy zorra empezó a brincar sobre mi polla y a cada salto se metía mi polla completamente hasta el fondo. A la vez que lo hacía gritaba de gusto y se notaba que sus gritos no eran fingidos. La guarra estaba disfrutando de lo lindo con mi polla dentro. Yo le decía: “¡Así, puta, así! ¡Muy bien! ¡Vamos, sigue, sigue, no pares!” y, mientras ella no paraba de brincar, follándose y clavándose mi polla, yo le arreaba cachetes en el culo o la agarraba de las tetas pellizcándole los pezones y estirándoselos.



Después de un buen rato de estar follándola así, la agarré y la puse a cuatro patas encima de la cama. “Esta postura me gusta más” le dije “Quiero follarte como a una perra”. Ella se colocó obediente y se inclinó bien hacia delante y empinando el culo ofreciéndome su coño. Yo la agarré por las caderas y le metí la polla en el coño de un fuerte empujón y sin más empecé a follármela bien fuerte. Ella chillaba de gusto como una cerda sin importarle, al parecer, que los vecinos pudiesen oírla. Yo mientras la follaba le arreaba fuertes azotes en el culo con la mano pero a ella no sólo no le molestaba sino que parecía gustarle. Ya había descubierto, a través de las veces que había chateado con ella, que, a pesar de que en su trabajo tenía un puesto importante, en lo sexual, por lo contrario, era bastante sumisa y que lo que le gustaba era que le dieran caña y de la buena.



Después de follarla así un buen rato, le saqué la polla del coño y dándole un fuerte cachete en el culo le dije: “Mmmmmm… Qué culazo tienes, zorra… Con ese pedazo culo y lo puta que eres seguro que te lo han follado muchas veces. ¿Te gusta que te den por el culo, Isabel?”. “No sé” me dijo “Nunca lo he probado”. “¿No?”, le dije sorprendido, “¿Qué pasa, además de cornudo tu marido es maricón? Pues eso hay que solucionarlo. No se puede consentir que una puta como tú vaya por ahí con el culo sin estrenar pero no te preocupes, que de eso me encargo yo. ¡Será gilipollas el tío, jajaja! ¿Sabes zorrita? A mí lo que me gusta es que me lo pidan así que quiero que seas tú la que me pidas que te folle el culo, Isabel, y que me lo ofrezcas. Suplícamelo, vamos, Isabel, demuéstrame lo puta que eres y ofréceme tu culo para que te lo folle”. Ella me obedeció y se inclinó sobre la cama abriendo bien su culo con la mano mientras me decía: “Fóllame el culo, por favor, dame por el culo”. Yo le contesté: “Muy bien putita. Si eso es lo que quieres… te complaceré. Me encanta desvirgar culos. Con la de tiempo que hace que no me follo un buen culo… y encima virgen. Esto va a estar bien, zorrita, jajaja. Venga, prepárate, puta, que te voy a romper el culo. Ábrete bien el culo, zorra, que vas a disfrutar como una loca, ya verás. Ábretelo. Vas a saber lo que es sentir una buena polla en tu culo, guarra. Cuando acabe contigo tendrás el culo más abierto que el túnel del metro. Ya verás, podrás meterte por el culo hasta la polla de un caballo”.



Ella se abrió el culo con las manos y yo le escupí en el agujero y se lo empecé a lubricar con mi saliva metiéndole mis dedos dentro, primero uno y después dos, removiéndolos. Poco a poco, gracias a mis toqueteos, empecé a notar como su ano se dilataba. Ella se empezó a remover y a gemir de gusto mientras mis dedos entraban y salían de su culo. Le dije: “¿Te gusta, eh zorrita? Jajaja, ya lo sabía yo… Qué guarra eres. Pues espera puta que esto te va a gustar más… esto es más gordo que mis dedos… Prepárate... Aprieta los dientes, puta, que la meto”. Entonces apoyé la punta de mi polla en su agujero y, agarrándola por las caderas, empecé a apretar con fuerza forzando la entrada de su culo. Me costó un poco meterla, seguro que le hacía bastante daño pero no por eso dejé de empujar con fuerza. Ella me suplicaba: “Despacito, por favor, despacito... Con cuidado, por favor… cuidado que me duele… ahhhh… más despacio, por favor, que me vas a matar, me vas a romper…” pero no hice caso de sus súplicas: “¡A callar, puta de mierda!, le dije, ¡No aprietes el culo, zorra! ¡¡No aprietes!! ¡Qué dura vas, joder! Sí que es verdad que eras virgen por el culo… ¡Relaja el culo, puta! ¡¡Relájalo, te digo!! ¡Eso es…! ¡Así, así…! ¡Ya te va entrando el capullo! ¡Oh, sí! ¡Qué gusto, zorra! ¡Déjate sodomizar, puta! ¿Qué pasa? Nunca te habían metido un pollón como éste por el culo, ¿eh? Es más grande que la del cornudo de tu marido ¿verdad?, jajajaj ¡Pues relájate y disfruta, zorra! ¡Ahora vas a saber lo que es ser enculada! ¡Te voy a destrozar, puta! ¡¡Toma!!”. Entonces di un fuerte empujón metiéndole toda mi polla dentro del culo de un solo golpe. Entonces, una vez tuve toda mi polla dentro de su culo y sin darle tiempo a recuperarse, empecé a encularla con dureza. Se la metía y sacaba del culo brutalmente. Ella empezó a gritar pidiéndole que parase pero seguí enculándola aun más fuerte. Ella gritaba diciendo: “¡Ahhhhh! ¡Para, para, para! ¡Para, por favooor! ¡Más despacio! ¡Más despacio! ¡Para! ¡Ahhhhhh!” y mientras, yo no paraba de taladrarle con su polla dándole fuertes cachetadas en el culo mientras le decía “¡Eso es! ¡Grita, puta, grita! ¡Que todos los del edificio se enteren de cómo te estoy rompiendo el culo, jajajaja! ¡Sientes bien mi polla, eh puta! ¿La sientes bien? Jajajajaja”.



Sin embargo, al cabo de un rato, en cuanto su culo se empezó a acostumbrar mi brutal penetración, ella empezó a disfrutar como una auténtica cerda y sus gritos pasaron, poco a poco, de ser de dolor a ser de placer: “¡Sí! ¡Oh, sí! ¡Oh, sí! ¡Mmmmmm… ¡Qué gusto, joder, qué gusto! ¡Qué bien lo haces! ¡Sí! ¡Fóllame el culo, cariño! ¡Fóllamelo! ¡Métemela hasta el fondo! ¡Hasta los huevos! ¡Así! ¡Así! ¡Qué polla tienes! ¡Sigue, cabrón sigue! ¡No pares! ¡Reviéntame el culo, cabrón! ¡Reviéntamelo! ¡Destrózame!”, me decía. La verdad es que la situación era muy morbosa. Ahí estaba yo dándole por el culo a toda una abogada de prestigio, casada y madre de familia, enculándola brutalmente en su propia casa y en la misma cama donde dormía con su marido. Muy cerca, en una cómoda había una foto donde se la podía ver sonriente junto a sus tres hijos en plan ama de casa respetable y decente y ahí la tenía yo, totalmente a mi merced, vestida con un traje de puta y gritando obscenidades como una puta barata mientras la rompía el culo. No parecían la misma persona.



Ella me decía cosas como: “Oh, sí, qué gusto… Sigue, sigue, no pares… Empuja, empuja fuerte… ¡Más fuerte, más fuerte, vamos! ¡Cómo me gusta! ¡Qué bien follas, cabrón! ¡Qué bien lo haces! Oh, sí… Méteme la polla en el culo, mi amor… ¡Soy toda tuya! ¡Toda tuya! ¡Clávamela! ¡Métemela toda!”. A mí siempre me ha gustado follar duro y se la metía en el culo sin miramientos y, a la vez que la enculaba, le daba fuertes cachetes en las nalgas poniéndoselas bien rojas mientras le gritaba: “¡Eso es, cerda, eso es! ¡Disfruta, puta, disfruta! ¡Toma por culo, puta, toma por culo! ¿Te gusta cómo te enculo, guarra? ¿Quién te folla mejor yo o el maricón de tu marido, eh? ¡Contesta, puta de mierda!” y ella, que ya estaba totalmente ida, me contestaba: “¡Tú! ¡Tú! ¡Oh, sí! ¡Mucho mejor! ¡Qué pollón tienes, cabrón! ¡Esto sí que es una polla y no la del maricón de mi marido! ¡No pares! ¡No pares, por favor! ¡Me vas a matar de gusto! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Mássss! ¡Así, así! ¡Sigue así que me corro! ¡Oh, Dios! ¡¡Me voy a correr por el culo!! ¡¡Me corrooooo!!”. “Jajaja ¡Qué lástima que el muy cornudo no esté aquí para oír y ver cómo disfruta la puta guarra de su mujer mientras le reviento el culo!, jajaja”, le dije riéndome. Entonces le agarré del pelo tirándole de él hacia arriba obligándola a arquear su cuerpo al máximo sin dejar de encularla y le dije: “¡Ya vale de trabajar yo! ¡Demuéstrame lo mucho que te gusta esto, puta! ¡Mueve el culo, puta, muévelo! ¡Encúlate tú misma, vamos! ¡Date por culo, zorra! ¡Date por culo!” y entonces dejé de embestirla y fue ella la que continuó moviendo el culo adelante y atrás enculándose a sí misma mientras yo me reía y le decía “¡Eso es! ¡Así… así…! ¡Bien, puta, bien…! ¡Dame gusto, guarra! Jajaja” y mientras ella misma se daba por el culo, yo no paraba de azotarle el culo con fuertes cachetes. “¡Más rápido! ¡Más rápido!”, le decía, “¡Con fuerza, puta, con fuerza! ¡Encúlate bien, zorra! ¡Eso es! ¡Así, así! ¡Muy bien, puta!”.



Al poco rato noté que me venía la corrida y le dije: “¡Ahhhh! ¡Me voy a correr! ¡Me voy a correr, guarra!” y entonces le saqué la polla del culo y, echándola boca arriba encima de la cama me puse encima y empecé a correrme encima de su cara mientras le decía: “¡Tómala, Isabel! ¡Tómala toda, putaaaa! ¡Toda para ti! ¡Te voy a llenar de lefa, zorra! ¡Ahhhhh! Putaaahhhhhh!” Le llené toda la cara de leche y cuando terminé de correrme le metí mi polla en la boca y le dije: “Límpiamela bien, vamos. Prueba el sabor de tu culo, guarra, cómete tu mierda, toma… leche con colacao ¿Sabe bien? jajaja”. Ella la chupó obedientemente y cuando le saqué la polla de la boca, cogió parte de mi leche con su dedo y se la llevó a los labios saboreándola y diciendo “Mmmmm… que rica”. Yo me reí y le dije: “¡Qué puta eres, Isabel! Eres más puta que las gallinas, jajajaja... Espero volver a follarte más veces”.



Y efectivamente, así ha sido. Seguimos viéndonos a menudo y me la follo todo lo que quiero y más siempre que puede ausentarse de su trabajo y que su piso se queda libre mientras su marido está trabajando. El pobre debe llevar ya unos cuernos que no le cabrán por la puerta, jaja. Así que ahora tengo la suerte de tener a toda una abogada como mi putita personal. Además ella es muy guarra y sumisa y se deja hacer todo lo que le pido, hasta sacarse fotos para que, los días que no me la follo, pueda seguir pajeándome con ella y disfrutándola a gusto a su costa, así que no puedo estar más satisfecho.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 6
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