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Categoría: Confesiones

La profe de inglés

Tomé una suplencia en un colegio privado del gran Buenos Aires, cuyo nombre no revelaré para preservar la identidad de los involucrados en este relato.

El director me advirtió que aquel sexto año tenía algunos alumnos conflictivos, pero que no dude en hablar con él si algo se me iba de las manos. No era fácil darles inglés a 35 pibes distraídos, indisciplinados y con padres adinerados. Además yo tenía 29 años, poca experiencia y una cola demasiado llamativa para los varones exaltados de aquel curso.

Ya el primer día recibí chiflidos, piropos y gestos obscenos de casi todos. Aunque también me llamó la atención que dos chicas me miren la cola con tanto entusiasmo. El aula era más bien pequeña, y cada vez que pasaba banco por banco a corregirles trabajos o traducciones, sentía los ojos de esos púberes en mi cola como gotas de agua helada.

Pronto, algunos se atrevieron a rozar mis nalgas con lapiceras, o directamente con un dedo mientras yo escribía en el pizarrón. No me ponía incómoda. Por el contrario! Eso alimentaba mi autoestima y me hacía sentir deseada como nunca. Pero debía poner límites.

El tema es que, cuando intenté hacerlo, por poco me violan entre todos. Cosas como: ¡mamita, quiero chuparte las tetas, dale, agarrame la pija, sacame la leche, cómo te la doy toda guacha!, resonaban por lo bajo en las bocas de esos mocosos, creyendo que no los oía.

Pronto empecé a ver cómo Mateo y Santiago, dos primos facheritos y muy charlatanes molestaban todo el tiempo a Sabrina, una rubia tetona que siempre se sentaba en la primera fila. Todos decían que era la chupamedias de los profes, pero conmigo no le hacía falta porque cumplía con todo lo que le encomendaba.

También supe que Ana y Maribel firmaron dos veces el acta de disiplina por besarse con alevosía en el patio, que Juan tiene problemas con la cocaína, que Andrés es hijo de un juez, que Matías es oveso y que, el resto dentro de todo no presentan mayores problemas.

Una mañana, mientras le corregía a Sabrina, la oí murmurar: ¡qué rica estás gatita!

Sentí un hormigueo desconocido en mi barriga, pero no le di importancia. Ese mismo día la reté por insultar a los primos que, al parecer le habían dibujado algo grosero en una hoja.

A la semana, la misma mocosa me tocó la cola, y esta vez no tuve más opción que decirle que era una desubicada. Pero la semana siguiente fue la revelación para todos los ratones de mi mente. Si bien tengo novio, y con él cogemos cada vez que nos vemos, últimamente me entregaba a sus placeres, y pensaba en las tetas de Sabri, en los ojos de los calenturientos del fondo, en los primitos acosando a sus compañeras, en los bultos erectos que pude vislumbrar bajo los pupitres y en el olor a hormonas disueltas que inundaba el aula.

Aquel jueves le pedí a Santiago que me traiga un café y tizas de preceptoría. A los dos minutos Sabri me pidió permiso para ir al baño, y aunque se lo negué, en principio la dejé ir porque me amenazó con hacerse pis en la silla, y no quería más problemas. Mateo no asistió a  mi clase aquel día, o eso pensé.

La clase prosiguió con normalidad, hasta que vi la hora. Habían pasado 15 minutos, y ni noticias de Sabri y de Santi. Faltaban 5 para que me suceda el profesor de lengua, por lo que concluí lo mejor que pude y me retiré del salón apenas él ingresó, busqué a Santi en preceptoría y a Sabri en el baño. ninguno de los dos daba señales. Pero algo adentro mío, como una corazonada me decía que no debía alarmar al director y que tenía que encontrarlos yo solita.

Para mi sorpresa, apenas entré al viejo laboratorio, un lugar lleno de cosas en desuso y libros inútiles, tuve la prueba del deseo en cuerpo y alma.

Santi estaba sentado en una silla despintada con el pantalón en los tobillos. A su lado Mateo fumaba un cigarrillo y, frente a ellos estaba Sabrina, arrodillada con la pija hinchada de Santi en la boca, con su falda lisa negra en la cintura y con una mano ocupada poniéndole un forro a Mateo. La pendeja no tenía ropa interior, por lo que sus nalgas redondas, sedosas y brillantes me paralizaron a la par que el movimiento de su cabeza al subir y bajar suavecito por la verga de Santi que jadeaba pidiendo más.

Mateo me vio y quiso levantarse. Pero Sabri lo retuvo con un par de lamidas en los huevos.

¡profe, qué hace acá?!, tartamudeó Santi mientras yo cerraba la puerta con pasador, el que solo funcionaba por dentro.

¡ustedes qué hacen acá mocosos, van a tener problemas con el director… Mateo, vos ni siquiera entraste a clases… vos Santi, tenías que ir y volver con lo que te pedí… y vos nena, se supone que salías a hacer pis y listo!, intenté aclararles, cuando Santi movía su pubis cada vez más contra los labios de Sabri.

Pero ella respondió: ¡querés ver cómo sí tengo ganas de hacer pis?, dale, mirame mi amor!

Y luego, mientras intentaba anidar ambos trozos de carne en su boca, abrió las piernas, se dio tres nalgadas y largó un chorro abundante de pis ante mis ojos absortos, llenos de peligro y terror a la vez. Los dos empezaron a presionar la cabeza de la rubia contra sus penes, y Santi casi se cae tras sacarse el forro y darle todo su semen mitad en la boca y mitad en las manos. Enseguida Mateo acabó entretanto Sabri lo pajeaba y se besaba en la boca con los dos, preguntando con voz aniñada:

¡¿quién es la peterita más salvaje y chanchita del cole mis amores?!

Los dos chicos se vistieron y me rodearon para manosearme el culo y las gomas. Yo no podía reaccionar. Sabri lamía los forros usados de los guachos y me sacaba la lengua cuando Mateo me bajó el jean. Los tres refregaron sus narices en mi pubis, teniéndome parada contra la puerta, aunque no los dejé bajarme la bombacha hecha sopa.

Me olían como a un perfume exótico, me amasaban la cola y me daban algunos  pequeños azotes, me besaban los muslos, me jadeaban cada vez más empalados y me hacían tocar sus pijas durísimas otra vez.

¡qué calentita que estás profeee, te quiero coger!, dijo Sabri mientras se abría la camisita, y afuera el timbre nos conducía al recreo.

De repente abrí el pasador antes de cometer una locura, y al tiempo que les juraba no delatarlos siempre y cuando no se metan en líos, veía a Sabri prenderse al pito de Santi, con las medias y los zapatitos meados.

Me fui sabiendo quizás que jamás habría otro encuentro con esos mal educados, nerviosa por si ellos abrían la boca, y confusa por todo lo que había sentido. Esa tarde no pude parar de masturbarme en casa pensando en aquello. Se me hacía difícil darles clases sin idealizarlos en mi mente, imaginarlos en mi cama o entre mis piernas. Cuando iba a corregirle a los primos, quienes afortunadamente compartían el banco, dejaba que me toquen el culo y me rocen la vulva sobre el jean. Con Sabrina, me dejaba seducir por las groserías que me susurraba, y, hasta una vez me tomó la mano para ubicarla entre sus piernas.

¡dale, fijate si tengo la bombachita seca mi amor!, me dijo entre dientes esa vez, suprimiendo mi atención al resto del curso por minutos.

Transcurrieron dos meses de insoportables acosos de todos los pibes, hasta que cierta madrugada leo un mensaje privado en mi facebook.

¡hola Mily, somos tus alumnos preferidos… aceptanos y sacate la ropita para nosotros!

Mi ritmo cardíaco sonaba en las paredes de mi habitación cuando vi que en la foto de perfil estaba Sabri con Santiago y Mateo, los tres abrazados.

Los acepté, y les mandé una foto de mi escote. Enseguida me escribieron.

¡queremos ver más!

Entonces se me ocurrió citarlos a mi casa después de enviarles una foto en la que estoy en bombacha y corpiño.

Esa noche fue interminable, y el desfile de fotos concluyó al menos en mí en cinco pajas memorables.

No tenía bien en claro cómo planificar la cita con ellos. Incluso dudé en concretarla por miedo a caer en alguna trampa, o que mi novio me descubra, o a las represalias del sistema educativo. Pero luego de la última noche de intercambio de fotos se me saltó el fusible, y escribí tres notas idénticas que decían:

¡chicos, los espero esta tarde en casa para sacarnos la calentura, no aguanto más!

A cada una le adjunté una foto en la que tengo 18 y estoy posando en calzones para el noviecito de turno, y anoté la dirección en el margen. Apenas pude se las dejé a cada uno en su mochila.

Durante la clase los vi gesticular y cuchichearse cosas. Mi semilla había dado sus frutos, y mis nervios eran un cúmulo de flujos en mi entrepierna.

Sabri aprobó su práctico, y Santi debía dar una lección oral. Pero el resto desaprobó, y eso me abstrajo un poco de aquellas turbulencias. Pero cuando ya almorzaba asolas en mi depto, pensé en retroceder, suspenderlo todo, o en irme al carajo. Pero ya era muy tarde.

Aquel día los guachos no se conectaron al face, y yo no tenía sus teléfonos.

Cuando el reloj confirmó las tres de la tarde me puse una bombacha roja con dos pompones en la cola, unas medias color piel, un corpiño que solo cubría mis pezones y, saqué de mi armario una bombacha con pito por si acaso. Me perfumé, me hice dos colitas en el pelo, apenas retoqué mi labial y me senté a fumar un fasito.

Pero el timbre sonó caprichoso, y mi armonía se derrumbó cuando oí a Sabri decir en el portero:

¡somos nosotros Mily, y estamos tan calentitos como vos, así que abrinos!

Lo hice sin más, y cuando golpearon mi puerta les inventé que no encontraba las llaves para que me deseen un poquito.

Les abrí, y mis ojos se embriagaron con los paquetes duros de los hombresitos que estaban en short y musculosa. Ella tenía un pantalón ancho y sueltito, repleta de trenzas, con una musculosa colorinche y un corpiño blanco que no parecía sostener el desarrollo de sus melones divinos.

Ya en la puerta Sabri me dio un pico que me nubló cualquier perspectiva, y los chicos pelaron sus pitos gruesos, más que nada el de Mateo, y se pajearon. Los empujé hacia adentro del depto, cerré con llave y me dispuse a bailarles un poco mientras ella se besaba con los chicos.

Pronto vi que Santi pajeaba a Mateo, y eso me llevó al límite de mis fantasías.

Sabri y yo nos sentamos en el suelo, y mientras ella acariciaba mis tetas los chicos nos aproximaban las pijas a la cara, y entonces solo debimos comenzar a mamárselas, mayormente ella con la de Santi y ella con la de Mateo.

Éramos dos putitas babeándose enteras con esos pedazos de músculos rozando nuestra campanilla, y gemíamos como a ellos les gustaba. Sabri solo se detenía para comerme la boca o para lamer mis tetas, las que Santi había liberado en algún momento, o para chuparle el culo a Santi, cosa que lo ponía más al palo.

De repente los chicos comenzaron a darnos pijazos en la boca, y, entonces yo acepté el desafío de metérmelas juntitas en la boca, gracias a la insistencia de Sabri, que mientras veía cómo me atragantaba les azotaba las nalgas y hurgaba con su lengua en ambos culitos.

Después de que Santi hizo llover su copiosa lechita en mi paladar, le manoteó la pija a Mateo y lo pajeó hasta que éste le acabó en las manos, y se las pasó a Sabri por toda la cara.

Los nenes no parecían satisfechos, a pesar de descargar su primer polvito. Pero en los ojos en celo de Sabri podía adivinarse el mismo clamor de su clítoris que en el mío. Había que avivar otra vez a aquellas vergas lecheras para que nos cojan toda la tarde.

Sabri me abrió las piernas sin permitirme levantarme del suelo, se puso en cuatro y me coló tres dedos en la vagina. Lamió mi bombacha, mi ombligo, mis ingles y me besó hasta los pies. Me tenía entregada y lista para lo que deseara. Me tumbó completamente y los tres se me subieron encima. Santi me sacó la bombacha y me la puso como a un collar en el cuello.los tres estuvieron de acuerdo en llenarme de lamidas, mordidas, besos ruidosos y profundos, escupidas, caricias y olfateadas como las de una jauría de perros salvajes, y todo mientras Sabri me tapaba la boca.

Sentía la lengua de Santi en mi ano, los dientes de Mateo en los pezones y la boquita de Sabri rodar por todo mi cuerpo y detenerse en mi vulva donde su lengua y algunos dedos se encallaban para hacerme gemir de rabia y calentura.

Pronto las pijas de los varones estaban tan erectas como cuando entraron. Allí entonces Santi con mi ayuda me la calzó de una en la concha. Nos movíamos a mi ritmo, porque yo lo sujetaba del culo para que me la entierre más adentro, y él me comía la boca diciendo que me amaba. Luego él y yo le lamíamos la pija a Mateo que parecía movilizado por saber que su primo disfrutaba de chuparle el pito. Sabri se quedó en tetas, y se fregaba la vulva con las manos tranzándose a full con Mateo que, casi acaba cuando le metí un dedito en el culo y su primo lo pajeaba, sin dejar de bombearme eléctrico y sudando adrenalina.

Yo misma hice que Sabrina se caiga al piso tras tironearla de una pierna, y entonces le re comí esas tetotas que tanto me habían hecho mojar en clase. Mateo quiso que Sabri lo haga acabar en el medio de sus tetas, y ella cumplió a la perfección con su pedido. Yo después saboreé la leche de Mateo de sus mismos pezones pegoteados, mientras Santi seguía arrancándome alaridos de placer con su pene incrustado en mi sexo. Quería sentir cómo la concha se me rebalsaba de leche, y, al fin Santi empezó a descargarla toda mientras me ahorcaba con la bombacha que permanecía en mi cuello.

Me levanté furiosa, empujé a la pendeja contra el sillón, le bajé el pantalón y la descalcé, froté mi cara en su pubis que mostraba una tupida selva de vellos húmedos, le entrecorrí la bombachita blanca con la lengua y se la introduje en la vagina para que gima como tanto lo había soñado.

Pronto los dos pibes se tocaban los pitos, y mi perturbado morbo se extasiaba más y más cuando los vi acostarse en el suelo onda cucharita decididos a lamerse las pijas. Los dos tenían el pene creciente del otro en la boca, y gemían como mujercitas, mientras mi boca enmudecía con las fragancias de la conchita de esa nena que me pedía:

¡chupame el culo Mily, sacame toda la calentura perrita, dale y te acabo todo en la boca mi amor!

Eso me obligó a ordenarle que frote más su clítoris en mi boca mientras le moreteaba los pezones y le mordía la vulva con bombacha y todo. Pero los dos guachitos le hicieron lamer sus pijas, y entonces yo la aproveché indefensa para ponerme mi juguetito y comenzar a penetrarla despacito por la concha.

¡cómo me comía las tetas esa atorranta, y cómo chupaba pijas!

Me moría de ganas por que mi pene fuera real para inundarla de semen.

Pero pronto me la senté a upa y le penetré el culo luego de lubricárselo un poco con saliva. En ese momento yo le chupaba la verguita a Santi que intentaba mantenerse parado en el tapizado, y Mateo le daba bomba por adelante.

Santi se vino en seco en nuestras bocas que luego intercambiaron su semen dulzón en cuanto Sabri le lamía los huevos y yo la pija hasta el fondo con mi índice dilatando su ano, y en medio de las guarradas que Sabri le decía.

¡cómo te gusta la pija de tu primo putito eh, sabía que eras una mariquita cochina nenito… a que seguro en tu casa te ponés tanguita y te pajeás puto, dame lecheeee, y a la profe también cochino!

Mateo siguió inmutable, de pie y perforándole la concha a la guacha, que movía más el culo para tragarse mi chiche. Hasta que la pusimos en cuatro para que lama mi pija de goma con su olor a culito, y ahora Mateo pueda cogerle la conchita hasta volcarle todo el quesito lo más adentro que fue capaz.

Ya eran las seis de la tarde. Afuera el ascensor trajinaba como siempre, y ya no había silencio en el edificio.

¡mi novio llega en media hora pequeñines, así que será mejor que se vayan rapidito!, les advertí mientras Sabri se apoderaba de mi último orgasmo al chuparme la concha como una experta, y Santi me hacía lamer sus dedos, y Mateo quería asfixiarme con su calzoncillo.

No podíamos despegarnos. Queríamos olernos, tocarnos, penetrarnos, chuparnos como animales feroces y acabar una y otra vez.

Santi se acabó en las manos tras pajearse viendo mis besos de lengua con Sabrina, y comenzó a vestirse con desgano cuando por último Mateo le pintaba los labios a Sabri, después de corretearse en medio de un juego de manoseos peligroso.

Sabri se puso el pantalón y llamó a un taxi. Los tres cruzaron la puerta del depto con cierta angustia en la garganta, y a cinco minutos de que mi novio los descubra.

Mientras me dignaba a ordenar todo para que no haya sospechas, recibí un llamado al portero. Era Sabri con la voz acaramelada diciendo:

¡fijate que en algún lugar te dejé un regalito bombona, y suerte con tu chico!

Busqué por cada rincón, aunque sin éxito, hasta que llegó mi novio, y recién mientras él tomaba una ducha encontré debajo de la mesita ratona la bombachita de Sabri.

Mi novio no notó nada extraño. Quizás sea porque siempre llega reventado de la oficina.

Esa noche cogimos en la terraza, y fue un cortito medio por compromiso. Yo ardía de ganas cuando él ya dormía despreocupado.

Entonces me puse la bombacha de Sabrina y me re pajeé toda la noche. Tenía intacto su olor a concha y a todas las acabaditas que según ella tuvo en el cole mirándome la cola.

Obviamente, fui dos veces al cole con su bombacha puesta.

Hasta hoy no hubo otro encuentro. Pero no demoraré en producirlo. Esos guachos me vuelven loca!    fin

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