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Con un socio nos dedicamos a comercializar productos de decoración y antigüedades. Se ganaba buen dinero, y tiempo a disposición para la aventura.
Con mi ami-socio, conocimos en una venta a dos amigas, una de ellas era prima del socio, con las que durante un par de años compartimos buenos momentos de esparcimiento.
Habíamos organizado que durante la semana dispusiéramos de tiempo libre, turnándonos para atender el negocio, salíamos con las chicas juntos en varias ocasiones.
La mía, la llamaremos Daniela, de veintialgo años, de novia desde los dieciséis con el hombre que iba a realizar su proyecto familiar. Ambos, se habían conocido en reunión cristiana de su parroquia, como catequistas.
Yo venía a cubrir sus prolongados momentos lejos de la presencia masculina. No llegaba a su vida para suplantar, sino complementar, quedó en claro, desde el comienzo.
Tenía las ideas bien puestas, de todos modos, no impidió que nos hiciéramos buenos amigos.
Ella eligió salir conmigo, el amigo de su primo, era más seguro y su podía cubrir mejor las apariencias durante las prolongadas ausencias de su novio, prometidos para casarse como dios manda, cumpliendo el pacto religioso de ambos, que ella llegaría virgen al matrimonio, en el mientras tanto habían acordado que solo se permitirían el “chape” o faje o “franeleo” o el anglicismo “petting” para que se entienda bien, hacer casi de todo sin llegar al contacto sexual propiamente dicho.
Los condicionantes éticos y de fe tenían la fuerza de la convicción, pero… la carne también es débil y sucumbió ante los méritos realizados por quien lo cuenta, de que los roces y sensaciones fueron horadando la piedra de la resistencia y las prolongadas ausencias del novio que por su trabajo conductor de camión estaba fuera por mucho tiempo, en ocasiones hasta más de una semana.
Como estaría escrito en una forma legal… y puesto en autos a los lectores vamos al grano:
Como fuera comenzamos a salir, siempre con discreción, a ir a bailar o tomar algo en lugares poco concurridos o poco transitados.
Los arrumacos y los mimos tuvieron sus tiempos y sus lugares, y en poco tiempo llegamos al complemento, hacerme presente en los momentos de ausencia de su novio.
Yo como excusa para poder ausentarme del hogar conyugal y poder hacer de las mías, me inventé un empleo inexistente, en una empresa constructora para cubrir un puesto, con posibilidad de viajar por si la situación ameritaba alguna escapada que necesitara más tiempo.
Habíamos arreglado que ese fin de semana, que Daniela quedaba sola en casa, la familia salió y el novio estaba de viaje por el norte argentino. Era viernes, llegué bien caída la tarde para no “despertar la perdiz”, con la intención de quedarme toda la noche, hasta el sábado bien tarde.
Tenía preparada la cena, todo armado para pasar un momento especial. Buena comida, postre hecho por ella misma, yo aporté un vino suavemente dulzón, que sabía sería de su agrado.
Concluida la opípara cena, café y luego unos coñacs dieron cierre al delicioso momento, que sin pretenderlo había tomado un aura de romanticismo que la estaba llevando a otra dimensión. Para un guerrero de muchas batallas en el campo de las sábanas, no se le escapan los detalles, y ésas son las armas con las que se vence, no usándolas sino dejándolas al alcance del rival, dejándolo hacer y solito cae en el ardid de, como la paloma cae vencida por el gavilán.
La paloma había sido seducida por el gavilán, vencida precisamente por no haber avanzado, sino dejarla se dueña de la escena, muchas veces la seducción es precisamente no hace nada, sino dejarla a ella que se quien maneje la situación, y ante la falta de avance del varón será ella que sea la de “armas llevar” que se vea obligada a tomar la iniciativa, muchas veces esa técnica me funciona, también lo fue en esta ocasión.
Las copas se tomaron en el living, para adornar el momento regresó “vestida” con una lencería de tenue color gris, súper sexy.
Las caricias y besos de lengua, expresaban las emociones, con lenguaje lingual y corporal, sobraban las palabras. A esta altura de los hechos ya no tenía nada de la lencería, me la estaba comiendo toda, con la boca y lamiendo cada rincón de su anatomía.
Las tetas fueron acosadas por mi boca ansiosa, de comer ese apetecible bocado.
Lamía y mordía esa carne firme y tensa, la concha refregaba sus jugosos labios presa de súbita calentura. Para calmarla bajé a ella y chupé con todo el énfasis y la capacidad de lamer sin ahogarme por querer comerla todita.
Intenté meterle un dedo mientras chupaba, lo impidió corriendo mi mano. En este juego de seducción, desde que nos frecuentamos era la primera vez que tenía acceso al sexo de ella, que vale la pena repetirlo tenía algo especial que no podía explicarme. Le seguí dando paleteadas con mi lengua como para matarla, gozó como una desenfrenada, gritaba y se agitaba como enajenada, era bastante fácil de comprender que esos niveles de atenciones en la cuca fueran algo inédito, ese tipo de excitación no estaba escrito en su manual de conservación de la virginidad.
Habíamos entrado en campo minado, ingresado en el terreno prohibido pero el cerco ético y la promesa se derritió al calor de la poderosa lamida y se perdió en la locura del orgasmo tan temido...
En la calentura, olvidó su vocabulario tan medio y prudente, trocaba en una rea, una “atorranta”, una callejera con lenguaje procaz y soez capaz de sonrojar al camionero. Cómo nos excitaba todo lo que vociferaba, tamaña calentura me producía una exquisita ternura.
Desde: “Hijo de puta, Matame guachito mío, Me hacés acabar como una yegua, Soy una perra puta acabando” pasaron una ristra de improperios tan procaces, halagos al oído de cualquier hombre que se precie de saber hacer disfrutar a una hembra.
Todo esto lo decía previo y durante el orgasmo, una máquina arrolladora de placer, inmolada en altar de sus convicciones, caído al infierno tan temido, pero tan disfrutado.
Acabó con todo, ni sé cuántas, tan tumultuosa era el desenfreno que apenas podía contenerla en mi boca sin morir en el intento por no interrumpir su momento de gloria.
Me apretó contra su conchita, chorreando jugos en mi boca. Nos miramos y comprendimos todo...
- Ahora es mi turno. –la suerte está echada, salía del compromiso y la promesa.
Me desnudó, bajó y e tomó la vega, agarrada y pajeando, dudó por un instante cuando la mano en su cabeza era señal obvia de lo que estaba necesitando… Mamar era algo que no sabía, pero el placer del orgasmo le daba el permiso, aprendió en un momento el cómo hacerlo, lamió la cabeza húmeda, comenzó a darle una hambrienta mamada…
- Cubre los dientes con los labios para no lastimarla. –alcance a decir tan pronto sentía la torpeza en mamar pija.
Sus ganas podían todo, también mamar, aprendía rapidito. Comenzó a mamar siguiendo mis instrucciones, con todo, pero sin dejarme acabar, se lo sacó de la boca y dijo:
-Maestro… ¿lo estoy haciendo bien?
-Rebueno, me gusta mucho, me gusta, me gustas. ¿Ahora es mi turno? -asiente con un gesto. La tumbé sobre el sofá, le separé los muslos dispuesto a darle lo que necesitaba.
Me paró en el intento, sonrojada y algo aturdida por la inminencia de lo por venir, me explicó, que de la concha era virgen, así habían acordado llegar al casorio, nunca por la concha, pero tenía otro lugar mientras tanto. Como lo hacía, muy de vez en cuando para conservar la virginidad. Con su novio se permitían esta transgresión, pero solo lo hicieron un par de veces y con mucha culpa, que “si no me enojaba” podía hacérselo por la “otra puerta”.
Sorprendido y recaliente, solo atiné a decir un ahogado “síiiii”, que no había problema, que como ella quisiera, que por la colita estaba bien para mí.
Me dio un beso profundo, de agradecimiento por haberla comprendido.
-No te vas a arrepentir, ya verás, soy “muy gauchita” (dócil, generosa)
Calentona pero tampoco quería un desgarro, nota la desarmonía de tamaño, mee alcanzó un pote con vaselina, le froté el agujero con el gel, acaricié metiendo el dedo en él, para entrar en confianza. Se colocó boca abajo, almohada bajo el vientre, la cola apuntándome, desafiando a que tome esas dos masas de carne firme y paradita. Separo las nalgas, en posición, la cabeza del choto está apoyado en el esfínter anal, presionando pidiendo ingresar cuanto antes.
Primera vez tenía un episodio como este, casi siempre debo insistir para poder hacerles el culo, esta vez me piden “por favor”. Como novedad era incitante y excitante.
Acostada como estaba, ayudó abriéndose los cantos con las manos, dejando todo a mi disposición para el ingreso triunfal. Solo pensaba en gozar ese precioso culito casi virgen, empujé lento, pero sin pausa, hasta que topé en sus nalgas con mis huevos, el miembro estaba totalmente dentro del culo.
La empecé a sacudir con movimiento de pija, saliendo hasta la cabeza y entrando a tope. Gemía de placer, y mencionaba que la sentía gruesa, no era tan fácil de aguantar, que siga como lo estoy haciendo, se siente fuerte y duro pero que le gusta. Que puedo ir un poco más fuerte.
La apretaba a más no poder, agarrado a sus tetas, presionaba en el culo cuanto podía.
Nos movíamos y gozamos enloquecidos.
Un sordo y profundo quejido indicó que había llegado a un nuevo orgasmo, llevada por la cogida anal y otro poco por jugar con sus dedos en la cuca. Verla así me excitó, apurando la cogida y largué toda la leche acumulada, honrando su divino culo.
Dentro de ese hermoso culo, quedamos enchufados hasta que pasó el temblor de ambos, nos volcamos, de costado, apretando las tetas y la concha, haciendo “cucharita” enlazados, hasta que sola en un movimiento se salió del marrón.
Volví del baño con el choto limpito, listo para otro encuentro. Antes de dormirnos hicimos un 69 bárbaro y nos mandamos otro polvazo, por atrás.
El día siguiente fue una reiteración, en cantidad e intensidad. En todo el tiempo que demoró en casarse tuve todo el culo como se antojó con ella, y cuántas quise.
A pesar de no dejarse por la conchita, nunca disfruté tanto, ni tan bien como con ella por la cola.
El virgo, lo rompió el marido con libreta, yo también la tuve un tiempo después recorriendo su sexo y dejando mi regalo lácteo en ella, al reencuentro como desposada. Durante más de dos años después de casada seguimos complementando al marido en sus ausencias, por ambas puertas llegaba hasta el placer de ella. Desde que se mudaron al interior, cada tanto recibo un mensaje de ella.
Vaya pues este mensaje para quien quiera o deba llegar virgen al himeneo, que existen puertas igual de satisfactorias para disfrutar del sexo, y además sin peligro de embarazo. Tal vez estés leyendo este testimonio, según acordamos. Un beso desde aquí.
Nazareno Cruz
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