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El corazón de Fabiola latía con mucha más fuerza de la que estaba acostumbrada, hacía meses que no se sentía tan excitada y todo por culpa de su jefa que le había hecho un encargo especial que la supondría un sobresueldo más que apreciable en su nómina mensual.
Todo había comenzado la semana anterior, cuando Soraya, su superior en la oficina, la había hecho llamar a su despacho. Fabiola, lógicamente, se presentó ante su jefa tan pronto como la fue posible y esta comenzó a hablarle sobre el despertar sexual de su hijo. Soraya era una mujer de unos 40 años de piel clara y bien cuidada, que la hacía parecer que tenía unos cuantos años menos, además era una mujer bastante bella de buenas curvas y pelo largo y rubio.
La conversación se alargó por unos cuantos minutos, en los que Fabiola en todo momento pensó que lo que su jefa deseaba era su consejo, ya que ella tenía dos hijos de 18 y 19 años que ya habían pasado aquella fase, pero se sorprendió cuando de repente Soraya le dijo.
- ¿Tú no podrías hacer nada para calmarlo un poco?
- Bueno de estas cosas supongo que es mejor que hable con su padre, o con su madre- dijo Fabiola rápidamente, pero Soraya rio de manera musical.
- Precisamente lo que quiero no es que hables con él- le dijo la madre- sino ir un poco más lejos- Fabiola se puso un poco roja al oír la proposición que le estaba haciendo su jefa.
- Yo no puedo hacer eso, sabe que estoy casada- dijo automáticamente.
- Lo sé, como también sé que tienes algunos problemas económicos que yo te podría ayudar a resolver si haces este trabajito- dijo la mujer medio sonriendo- Si te acuestas con mi hijo pago las matrículas universitarias de tus dos hijos- dijo mirando fijamente a Fabiola, diciendo directamente lo que deseaba de su subordinada.
- Pero… ¿Por qué yo?- preguntó la mujer sin poder creer que pensase en ella para satisfacer los deseos sexuales de su hijo.
- Últimamente estoy viendo que está mirando anuncios de contactos, y no quiero que la primera vez con una mujer lo haga con una puta- dijo- Te elijo a ti por varios motivos; primero porque sé que le gustas, tendrías que ver como te mira con disimulo, además el otro día encontré en su cajón una foto tuya- la mujer se puso un poco roja al saber que el hijo de su jefa se excitaba imaginándola- y segundo porque sé que eres toda una experta en el sexo, te he oído alguna vez comentar con otras compañeras la fogosa relación que tienes con tu marido y creo que serás una estupenda maestra para que mi niño dé los primeros pasos.
- Supongamos que acepto- dijo Fabiola mirando a su jefa- ¿Qué pasaría si después de su primera vez se obsesiona conmigo y quiere repetir?
- Le dirás que eres una mujer ocupada y que no tienes tiempo… o que me lo dirás a mí… lo que te parezca- dijo la mujer con media sonriendo al ver lo fácil que estaba siendo convencer a su empleada- Aunque si persistiese te remuneraría para que lo hicieses con él una vez al mes.
- Acepto- dijo Fabiola ya que sabía que si lo pensaba demasiado podría rechazar la oferta y necesitaba el dinero de manera imperiosa para poder dar a sus dos hijos el acceso a la universidad.
Después de aceptar la proposición de su jefa esta sonrió ampliamente y la dijo que le informaría en los siguientes días sobre la forma en la que actuaría para que aquello pareciese lo más natural posible…
Y allí se encontraba en aquel momento, con un nudo en el estómago provocado por los nervios que sentía, vestida con su traje de la oficina: una blusa negra, una camisa blanca debajo, y una falda también oscura, todo ello bastante apretado, marcándose bastante su trasero y mucho sus voluminosos pechos, que eran bastante más grandes que la media y cuando se ponía escote era observada con deseo por los hombres y con envidia por las mujeres.
Pese a que Fabiola ya había cumplido los 43 años se sentía una mujer atractiva y confiaba en sus encantos, era de mediana estatura, de tez clara y suave, pelo largo y negro y rostro agradable que unido a las hermosas curvas anteriormente relatadas la hacían sentirse segura de su misma para lograr seducir al imberbe hijo de Soraya.
Tal y como había pactado con su jefa, la mujer subió las escalera de la casa y se metió en el baño del segundo piso, que era donde estaba más cerca de la habitación de Ernesto, que así era como se llamaba su objetivo.
Fabiola comenzó a desnudarse mientras que iba llenando la bañera de agua, para echarla un par de chorros de champú para que esta hiciese espuma y pudiese relajarse durante unos minutos antes de que llegase el muchacho.
La mujer no se resistió a mirarse desnuda ante el espejo que había en la habitación, para asegurarse de que estaba todo su cuerpo en orden. Sus pechos estaban suaves y tersos, ya que aquella misma mañana su propio esposo se había encargado de sobárselos con crema con la promesa de Fabiola de tener sexo aquella misma noche, a la mujer le dio un poco de reparo pensar en su marido en aquella situación, nunca le había sido infiel hasta el momento, ya que ambos disfrutaban de un sexo más que satisfactorio, pero la oferta de Soraya era demasiado buena como para dejarla pasar por no hacer algo que adoraba hacer, como era tener sexo.
Una vez comprobó que su firme trasero tenía un aspecto y tacto agradable y su vagina estaba perfectamente depilada, a excepción de una rayita pelo oscuro que se alojaba encima de su sexo, perfectamente recortado, y que tan solo conservaba porque a su esposo le hacía unas agradables cosquillas mientras la penetraba.
Fabiola cogió la ducha una vez estuvo sentada cómodamente en la bañera, y recibió con placer un chorro de agua tibia sobre su cabeza. El contacto de aquella agua en la temperatura ideal hizo que la mujer gimiese de placer y acercase su mano a su sexo para calentarse: necesitaba estar muy excitada para hacer lo que se disponía a hacer en tan solo unos minutos.
Una vez consideró ya estar lo suficientemente caliente como para enfrentar la situación, salió de la ducha, contrastando la calidez del interior de la bañara con el frescor que se sentía una vez fuera. Aquel cuarto de baño no era como el de su casa, que después de darse una ducha todo se llenaba de vaho, este era tan grande que el vapor formando apenas llegaba a empañar el espejo, en que la mujer observó como sus pezones se habían puesto erectos.
A Fabiola le encantaba que sus pezones fuesen tan sensibles y se pudieran duros con tanta facilidad, motivo por el que no pudo resistirse a pasar sus dedos índices sobre las puntitas de sus pezones, haciendo pequeños círculos que repitió una y otra vez hasta que se detuvo en seco cuando escuchó las pisadas de alguien en la casa: no podía ser otro que Ernesto, el hijo de su jefa.
La mujer, que había dejado el pestillo sin echar, con la esperanza de ser pillada desnuda por el muchacho y así comenzar a tratar de seducirlo, caminó de puntillas sobre la alfombrilla del baño hasta que se sentó en el retrete y cogió su neceser para tenerlo entre las manos y hacer parecer que aquella situación era casual.
La mujer esperó sin hacer ruido a que la puerta del baño se abriese, estaba convencida de que si hacía alguna otra cosa, como secarse el pelo, que haría mucho ruido, el muchacho pensaría que era su madre y así el malentendido nunca podría darse.
Finalmente, después de unos minutos así, la mujer acabó por perder la paciencia y tirar por el plan B. Fabiola se sentó sobre el suelo del baño, con la espalda aún húmeda sobre la pared y gritó.
- ¡Ayuda! ¿ahí alguien en casa?- preguntó la mujer a voz en grito.
La mujer tuvo que repetirlo un par de veces hasta que finalmente escuchó las pisadas de Ernesto: sin duda alguna aquella era una casa muy grande, poco propicia para los malentendidos.
El muchacho, cuando llegó hasta la puerta del baño, y sin reconocer aquella voz como la de su madre, llamó a la puerta y pidió permiso antes de entrar.
Una vez Fabiola le dio permiso, el chico pasó, encontrándose a la madura y voluptuosa ayudante de su madre desnuda y sentada en el suelo. Ernesto era un chico algo más alto que la media, de piel algo bronceada, pelo corto y negro y de complexión normal, pero sus ojos le delataron cuando vieron a la mujer, era evidente que la dueña de la casa no le había mentido y su hijo realmente no había tenido experiencias con otras mujeres.
- Fabiola ¿qué te ha pasado?- a la mujer, que se cubría los pechos con las manos, le agradó que el muchacho supiera su nombre y no solo estuviese interesado en su cuerpo.
- Me dio un mareo y me senté para no hacerme daño- dijo la mujer mirando al muchacho fingiendo estar un poco desorientada- ¿me ayudas?
El muchacho cogió una toalla grande y envolvió con ella el cuerpo de la mujer, siendo esta un poco corta, Fabiola así lo había decidido para que Ernesto no pudiese resistirse a dejar de mirar su cuerpo en todo momento y con aquella toalla puesta lo iba a conseguir ya que solo cubría desde la mitad de los pechos hasta unos pocos centímetros por debajo de trasero.
Con la toalla tapando mínimamente las zonas más seductoras de su cuerpo, la mujer se dejó ayudar por Ernesto que tuvo más cuidado, con donde ponía las manos, de lo que la mujer esperaba, ya que en lugar de lanzar alguna de sus manos a sus pechos fue directamente a la zona lumbar de Fabiola, para con la otra mano agarrar el brazo derecho de la mujer y ayudarla a incorporarse con facilidad.
La mujer le susurró un gracias perfectamente audible para a continuación rodear con su brazo derecho la espalda del chico, pegando sus pechos a los pectorales de Ernesto.
- Perdona- se disculpó la mujer alzando la vista y encontrándose con la mirada del muchacho que evidentemente había clavado su vista sobre sus grandes y redondos pechos- es que no querría caerme - dijo fingiendo sentirse aún un poco mareada.
- No pasa nada- respondió el chico agarrando con firmeza las caderas de la mujer,- no dejaré que te caigas.
Fabiola sonrió agradecida y se dejó llevar por su anfitrión hasta la habitación del muchacho. El lugar estaba bastante desordenado, con algo de ropa sucia sobre una silla, un escritorio lleno de papeles y libros de texto, la cama medio hecha…
La mujer, que esperaba que el chico, ya dentro de su habitación se convirtiese en un muchacho más lanzado sorprendido de forma poco grata Fabiola, cuando salió fuera para ir a por su ropa, que había quedado en el baño.
Para que el chico no se diese cuenta de que su mareó era fingido, si se recuperaba demasiado rápido, se tumbó sobre le cama, sorprendiéndose al ver clavado en el techo un póster de una mujer desnuda, se trataba de una mujer de unos treinta años, de piel clara, pelo largo y negro y con unos pechos mucho más grandes que la media, teniendo estos, de todos modos, un aspecto consistentes y estando acabados con unos grandes pezones oscuros: sin duda alguna su jefa no le había engañado y realmente a Ernesto le gustaban en especial las mujeres de su complexión.
El muchacho no tardó en presentarse en su habitación con la ropa de la mujer, para dejarla sobre la cama. Fabiola, que de momento quería mostrarse prudente, le dijo al chico que se diese la vuelta mientras ella se cambiaba, por pudor a que pudiese ver más de lo que ya había visto cuando la había encontrado en el baño.
Ernesto hizo caso a la mujer y se dio la vuelta, para escuchar excitado como la subordinada de su madre comenzaba a cubrir su exuberante cuerpo con las ropas que había llevado.
Fabiola sonrió levemente cuando se dio cuenta de que el muchacho no había llevado sus bragas a la habitación, cosa que a la mujer no la importó y se puso la falda sin decir nada, estaba segura de que no había sido un error y que el muchacho deseaba conservarlas para aliviarse con ellas, lo que él no sabía era de que si los planes de Fabiola salían como ella deseaba no las iba a necesitar.
- Un buen sitio para poner los posters- dijo la mujer cuando ya estuvo vestida del todo. El muchacho se giró y miró el dedo de Fabiola que señalaba al techo, no tardándose en poner rojo como un tomate- No pasa nada, mis hijos es justo al revés, más de una vez me he encontrado revistas de chicas desnudas en los lugares menos esperados- explicó la mujer con una sonrisa.
La sonrisa de Fabiola se hizo aún más grande cuando vio un ligero bulto sobre los vaqueros que llevaba el chico, y el correspondiente sonrojo de Ernesto, al sentirse observado por la hermosa mujer. Fabiola, sabiendo que tenía al muchacho dispuesto para lo que ella desease se acercó lentamente, hasta colocarse muy cerca de él.
- ¿Crees que me parezco a la mujer del poster?- preguntó en un susurro.
- Un poco en el cuerpo, pero eres más guapa que ella- respondió Ernesto que comenzó a sudar, la mujer sonrió complacida, aunque sabía que el chico decía aquello porque sabía que con ella tenía alguna posibilidad al contrario que con la actriz porno de su poster.
- ¿De verdad?- Fabiola soltó una risita- Desde luego eres todo un galán, además has sido todo un caballero al ayudarme y no me has mirado demasiado, pensé que mi cuerpo no te gustaba por ser más viejo que el de tu novia- Fabiola mintió en aquello: sabía que el muchacho adoraba su cuerpo y también que no tenía novia, pero con aquello pudo acercase un poco más.
- No… no tengo novia- tartamudeó el chico.
- ¿De verdad?- el cuerpo del chico no le desagradaba en absoluto, pero debido a su timidez aún no había encontrado una chica para él- Te notó un poco nervioso, ¿es la primera vez que ves a una mujer desnuda, así en vivo?- el chico asintió con la cabeza lentamente. Fabiola al verlo fingió una respiración agitada para excitar al chico- Entonces eres virgen… joder, si tu madre no fuese mi jefa ya me habría lanzado sobre ti, desde hace tiempo tengo la fantasía de desvirgar a un chiquillo como tú- le dijo clavando su vista sobre los ojos de Ernesto, que estaba cada vez más excitado.
- Ella… no tiene por qué saberlo- dijo el muchacho.
- ¿De verdad estás dispuesto a acostarte con una empleada de tu madre?- preguntó Fabiola juguetona, acariciando el pecho del chico- Eres un chico muy malo.
Ernesto, que al parecer no quería perder tiempo, comenzó a quitarse la camisa ante la ante la mirada de Fabiola, que esperaba un físico impresionante debajo de la ropa, ya que si no no se explicaba el motivo por el que el muchacho quería mostrarse desnudo tan pronto.
La mujer sonrió complacida al ver el plano y moreno abdomen del chico, sonrisa que hizo que Ernesto se llenase de orgullo y se quitase también los pantalones y calzoncillos, quedando totalmente desnudo ante la mujer, con una erección intensa, de unos 15 centímetros a la que Fabiola se apresuró a acercarse para palpar.
- Veo que estás muy ansioso- dijo la mujer agarrando con su mano derecha la verga del joven, y con la izquierda palpando sus testículos que estaban hinchados y pesados- dime Ernesto- dijo Fabiola acercándose al chico, pegando sus pechos sobre los pectorales desnudos del muchacho- ¿Cuánto quieres que dure esto? Estas demasiado excitado y si lo hacemos ahora te correrás en 2 minutos, pero si te pones en mis manos y eres un niño bueno te haré sentir cosas que jamás olvidarás- le dijo usando su voz más seductora.
- Me pongo en tus manos- dijo el chico excitado.
Fabiola agarró la polla del chico y tiró de él para arrástralo hasta la cama y tirarlo sobre ella. Ernesto, que estaba deseando probar el cuerpo de aquella mujer, la miró desde la cama, esperando a que esta diese el siguiente paso, que era meterse en la cama con él. Pero Fabiola no lo hizo, en su lugar se sacó las medias y las usó para atar las manos del chico, cada una a un saliente metálico de la cama, quedando el chico tumbado con los brazos extendidos y la polla apuntando al techo.
Ya, sabiendo que el chico no podía moverse con libertad, y así no podría forzarla en un arrebato de pasión, comenzó a desnudarse, sintiendo la mirada curiosa y excitada de Ernesto, pero para su desgracia la empleada de su madre no se desnudó del todo, tan solo se quitó blusa, quedando en sujetador y con la falda.
- Me habría quitado todo lo que llevo si alguien no hubiese sido un niño travieso y me hubiese entregado mis bragas con el resto de la ropa- dijo Fabiola colocándose sobre el muchacho, a la altura de su sexo, para que este pudiese sentir su caliente y húmedo coño sobre verga- ¿Dónde están mis braguitas, niño malo? ¿Dónde las has escondido?- preguntó mientras movía suavemente su cadera, provocando la excitación del chico que sudaba por el calor que sentía en su interior.
- En el bolsillo trasero del pantalón- confesó el chico esperando que con aquello la mujer, que tan cerca estaba de él, finalmente se dejase caer y lo cabalgase hasta que le quedaran fuerzas.
Fabiola escuchó el gemido de protesta del muchacho atado, cuando esta se incorporó de su posición para ir hasta el lugar donde Ernesto había dejado sus pantalones, sacando de estos sus braguitas blancas, para regresar de nuevo junto a él, sentándose cómodamente a su derecha para acariciar suavemente su erecta polla mientras que la sentía palpitar entre sus finos y hábiles dedos.
La rosada cabeza del pene de Ernesto no tardó en quedar cubierta por el viscoso líquido preseminal, momento en que Fabiola pasó su dedo pulgar sobre el glande, moviéndolo en círculos y acercándose cada vez más a la puntita, con los consiguientes movimientos del muchacho que se estremecía de placer.
- Abre la boca- ordenó la mujer, ante lo que el muchacho no dudó en abrir su boca todo lo que su mandíbula le permitió, no tardando Fabiola en hacer una bola a las bragas e introducirla en la boca del muchacho.
Ernesto trató de protestar al sentir lo profundo que la voluptuosa trabajadora de su madre había introducido la prenda, pero aquello pasó a un segundo plano cuando la mano derecha de la mujer se aferró a sus testículos apretándolos con suavidad mientras que agachaba su cabeza para introducir el joven pene de Ernesto en su boca.
Fabiola, que estaba acostumbrada a lidiar con el pene de su esposo, que era notablemente mas grande y grueso que el del adolescente, decidió fingir estar más impresionada de lo que estaba, haciendo ruidos exagerados tras cada chupada y gimiendo de forma incontrolada para a continuación mirar de forma lasciva la cara del muchacho que estaba enrojecida por el sofoco y por solo poder tomar aire por la nariz y no poder hacerlo por la boca.
- Tienes un sabor diferente al de mi marido, pero muy rico a su manera- le dijo Fabiola, con una sonrisa acomodándose sobre el pecho del chico, mientras que le sacaba las bragas, embadurnadas en saliva, de su boca.
- La chupas muy bien- dijo el chico jadeando, Fabiola rio.
- Gracias, aunque como soy la primera que te hace algo así tendrás que esperar a ver si estoy por encima de la media. ¿Quieres que me desnudes?
- Si- contestó sin pensárselo.
- ¿Qué me das a cambio?- preguntó la mujer sintiéndose poderosa- Y ni se te ocurra ofrecerme dinero, eso me enfadaría- le dijo antes de que el muchacho cometiera aquel error.
- Lo que quieras- dijo el chico excitado, demostrando que haría lo que fuera por llegar al orgasmo con Fabiola.
Fabiola al oír aquello descolgó una bufanda de un equipo de fútbol que había en la pared, para usarla a modo de venda sobre los ojos del chico. Ernesto, al ver que no iba a poder ver el cuerpo desnudo de la mujer protestó, pero calló cuando le dijo que de momento no se había ganado el derecho de verla desnuda, pero que más delante se lo permitiría.
Excitada por el juego que estaba llevando a cabo, la mujer se desprendió de su falda, de su blusa y de su sujetador, quedando totalmente desnuda. Para que el chico no pensase que lo iba a dejar atado y con aquella calentura, la mujer procuró hacer el máximo ruidos posible, con sus ropas, hasta que finalmente volvió a sentarse sobre el cuerpo del joven, en esta ocasión sobre los muslos de su joven amante, del que cogió su verga para llevársela a su pubis, pasando el venoso y palpitante falo sobre la recortada línea de pelos que adornaba su pubis.
- ¿Adivinas donde estoy posando tu polla ahora mismo?- preguntó juguetona acariciando la hinchada y rosada cabeza de la verga que tenía entre sus dedos.
- En tu coño- dijo el chico con la voz entrecortada.
- Has acertado- manifestó la mujer entusiasmada acercándose al rostro muchacho para posar sus imponentes pechos sobre su cara.
El chico al principio no hizo nada salvo gozar del cálido y suave contacto de aquellos hermosos pechos sobre su cara, pero cuando vio que estos iban a quedarse allí un ratito más comenzó a lamerlos en busca de los pezones, hasta que finalmente halló el erecto pezón derecho de Fabiola, para atraparlo entre sus dientes y comenzar a succionarlo, provocando a la mujer un importante placer: la encantaba que hicieran aquello con sus pechos.
Para que la motivación de Ernesto no desapareciera y la temperatura en el cuerpo de Fabiola siguiese subiendo la mujer acarició con cariño la cabeza del chico, mientras que movía las caderas suavemente, empapando el abdomen de Ernesto que notaba como la mujer que lo estaba seduciendo cada vez se encontraba más excitada.
Cuando después de unos minutos, saltado de pezón a pezón, Fabiola le quitó los pechos de la cara al muchacho, se encontró con el rostro enrojecido de su lamedor, que estaba tan excitado y centrado en lamer los senos que tenía delante que se había olvidado hasta de respirar, lo que a la mujer le hizo sentir un gran orgullo por su cuerpo.
Considerando que con aquello el muchacho ya había gastado bastante energía, Fabiola desató las manos de Ernesto del cabecero al que las había unido, agarrando las muñecas del joven para llevar estas hasta sus blandos, y en aquel momento empapados pechos.
El adolescente, que era la primera vez que tenía unos pechos de aquellas dimensiones entre manos, los apretó con precaución, no queriendo apretarlos con demasiada fuerza y dejar las marcas de sus dedos en ellos.
Fabiola, que se dio cuenta de aquel detalle, le animó a que los estrujase un poco más duro, no mucho más ya que sabía que si se excedía podía dejar algunas marcas que durasen hasta la noche, momento en que estaba convencida de su marido querría tener sexo con ella, sexo al que no podría negarse porque la encantaba y resultaría sospechoso decirle que no aquella noche.
Durante los siguientes minutos, ya sin la bufanda impidiéndole la visión, el chico estuvo examinando el cuerpo de su atractiva y madura amante con sus manos y boca, devolviéndole esta mordiscos y caricias por todo el cuerpo, cada vez que sentía como sus dedos se hundían en sus nalgas o pechos, o el como besaba y lamía la zona que tenía más cerca de su rostro.
- ¿Me dejas probar tu coñito?- preguntó el chico después de que Fabiola le diese un largo beso con lengua que dejó al joven un poco aturdido.
El sexo al que Fabiola estaba acostumbrada era algo más duro, su esposo era un hombre grande y bastante atlético, con lo que cuando este quería poseerla, cuando sus hijos no estaban en casa, acostumbraba a aparecer por su espalda, cogerla en brazos, llevarla al dormitorio y tirarla sobre la cama para arrancarla las ropas que llevase en aquel momento como buenamente podía, siempre acabando por romper sus braguitas o sujetador. A Fabiola le encantaba el ímpetu de su esposo, que siempre esperaba a que ella riese para saber que deseaba ir a la cama en aquel momento. Pero también le estaba calentando mucho el ver la joven cara de Ernesto pidiendo que le dejase lamer su zona más íntima.
Finalmente indicó a Ernesto que se tumbase boca arriba sobre la cama para que ella acomodases sus muslos alrededor de la cara del joven, que sacó la lengua al ver lo cerca que tenia el sexo de Fabiola, para poder lamerlo lo antes posible.
La mujer se deshizo de placer ante la primera lamida que le tocó directamente sobre su erecto clítoris, inclinándose sobre el empapado abdomen del muchacho para llegar con sus manos al pene erecto y cubierto de líquido preseminal del chico.
La mujer, que sabía que si jugaba demasiado con aquella verga, el chico no lo aguantaría y acabaría por correrse antes de que pudiese meterla en su caliente vagina, optó por acariciarle los testículos con una mano, mientras que con la boca le lamía suavemente la polla, retirando el líquido preseminal que no dejaba de brotar de la puntita de su pene.
Fabiola, que después de tantas sesiones de sexo en su vida, sabía cuando un hombre estaba a punto de acabar, se dedicó a soplar sobre el hinchado y mojado glande del muchacho, no parando de hacer aquello hasta sentir que la urgencia de correrse de su amante había desaparecido, y que no eyacularía hasta que ella decidiese estimularlo de nuevo.
- Ernesto, me voy a tener que ir ya, tengo que estar en un hotel de las afueras para una reunión a las 6:30- dijo mirando el reloj primero indicándole que solo quedaba media hora para su cita- ¿te apetece que acabemos esto como se merece?- preguntó mirando al chico con su mejor mirada lasciva y moviéndose sobre la cama hasta quedase a cuatro patas delante del chico, mostrándole de manera evidente su empapada vagina de labios rosados y su exuberante trasero de nalgas blancas y suaves.
El muchacho no necesitó escuchar aquello dos veces para agarrar con firmeza las caderas de la mujer y acercar su verga para restregarla contra sus nalgas. Por un momento Fabiola se sorprendió y temió que al muchacho se le antojase meter su miembro por su agujero trasero, que si bien no era excesivamente grande una penetración anal sin haber lubricado y dilatado un poco antes su ano la haría sentir un gran dolor. Por fortuna el joven se mostró más interesando por su vagina, y después de cubrir su verga con los fluidos que llevaba ya rato destilando aquella húmeda apertura, Ernesto penetró con fuerza.
Fabiola soltó un gemido de placer cuando notó el pubis de su amante sobre sus nalgas, señal inequívoca de que había llegado todo lo profundo que llegaría en la penetración. Ernesto no se puso a mover las caderas al momento, en su lugar permaneció quieto unos segundo, disfrutando de la calidez y comodidad de aquella vagina.
La mujer le habría dejado quedarse así toda la tarde, mientras que el muchacho la acariciaba los pechos con cariño, pero la coartada para marcharse en breve había sido que tenía que ir a trabajar y tuvo que comenzar a mover su trasero para que la polla que tenía en su interior comenzase a estimularse.
Viendo que si no se daba prisa su invitada tendría que marcharse dejándolo con una calentura fuera de lo común, el chico comenzó a embestir con fuerza, provocando los gemidos de la mujer, que se deshacía de placer del mismo modo que el penetrador.
Como era de esperar, el muchacho no tardó en llegar al orgasmo y soltar un buen chorro de esperma en el interior de la mujer. Fabiola, para que su amante no se sintiera mal por no llevarla al orgasmo, gimió enérgicamente cuando notó como la caliente esencia de su penetrador llenaba su cálida vagina.
Ernesto permaneció unos segundos con su pecho sobre la espalda de la mujer, acariciando los colgantes senos de esta, mientras la besaba suavemente la espalda, y se iba retirando hasta que finalmente sacó su verga del sexo que se había llevado su virginidad y se tumbaba en la cama para observar como la mujer se giraba para mirarlo con gesto risueño.
- Has aguantado muy bien para ser tu primera vez ¿no me habrás engañado y ya has hecho esto antes?- preguntó Fabiola mientras se inclinaba para lamer la flácida polla del chico y dejarla libre de restos de semen y fluidos vaginales.
- De verdad que no ¡ha sido increíble!- confesó el chico extasiado de placer, pero de repente su cara cambió- ¡No hemos usado condón!
- No te preocupes, tomo la píldora- confesó la mujer sonriendo al ver el rostro de alivio del muchacho.
Una vez hubo limpiado la polla de su amante, Fabiola se levantó de la cama y se vistió con sus ropas, con todo salvo con sus braguitas, que aún estaban empapadas por la saliva de Ernesto. El chico, por su parte, se quedó tumbado en la cama observando como la mujer que tanto placer le había dado por primera vez cubría su delicioso cuerpo desnudo.
- Va a ser excitante ir a la reunión sin braguitas, espero que nadie se dé cuanta- comentó la mujer guiñando un ojo al muchacho.
- ¿Podremos repetir esto?- preguntó el chico, haciendo que Fabiola se pusiera pensativa.
- No lo sé, es mejor que te busques una novia, yo estoy casada y esto podría ser muy arriesgado para mí- dijo la mujer- pero de todos modos, si se me vuelve a presentar una ocasión como esta, en la que no haya riesgo a que nos pillen, no dudes que la aprovecharé- dijo acercándose al muchacho para darle un beso en los labios- si tu quieres, claro.
El muchacho tan solo asintió con la cabeza mientras observaba como la mujer salía de la habitación, moviendo las caderas, ansiosa de llegar a casa, para darse una ducha y provocar a su marido para que la proporcionase el orgasmo que tras aquella sesión de sexo había quedado a medias.
Agradeceré comentarios y sugerencias.
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